HISTORIA DE UN GATITO

PROMENADE DE ACCESO RÁPIDO

7 comentarios

miércoles, 21 de mayo de 2025

LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000

 EL ORÁCULO DE LAS VISIONES                                                                                      ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

Presentado por... Pecky.
 

¡Saludos, amigos cinéfagos!

Hoy recordaremos una de esas películas que amas o aborreces, que te parece una obra maestra o lo más ridículo y absurdo que has visto en tu vida. Personalmente, yo soy de los que la consideran una joya infravalorada. Se trata de La carrera de la muerte del año 2000 (1975), dirigida por Paul Bartel y producida por Roger Corman.

Es lo que actualmente se conoce como una distopia. La historia tiene lugar en el año 2000, por lo que en su momento era una proyección de veinticinco años hacia el futuro. 

Aunque no se habla explícitamente de ello, se supone que el gobierno de los Estados Unidos ha terminado por convertirse en un régimen dictatorial con un presidente vitalicio. Este contexto es clave para entender por qué la carrera existe: el gobierno la usa para apaciguar a la población, distrayéndola con un espectáculo violento. 

Siguiendo la premisa romana de “Pan y circo”, se creó la Carrera Transcontinental, un sangriento espectáculo anual que acapara la atención del público, haciendo que no piensen en otra cosa. Los medios de comunicación han convertido a los corredores en celebridades, y saturan a los espectadores con información sobre las vidas de estos entre una carrera y otra. En cierto modo es la misma idea base de La Purga (2013): un breve acto de violencia extrema legalizada que la gente espera con ansia durante todo el año, hasta tal punto que ignora los verdaderos problemas y desmanes de sus dirigentes.

La Carrera Transcontinental es una carrera de coches que atraviesa Estados Unidos de costa a costa. Los corredores viajan  cubriendo una serie de etapas con paradas obligatorias, pasando por diversas ciudades y zonas rurales. En esta carrera no se gana por llegar el primero, sino por la cantidad de gente que matas por el camino. 

Las reglas completas no llegan a explicarse, pero es de suponer que hay un tiempo limitado y muy ajustado para llegar a cada una de esas paradas obligatorias. La posición de llegada no parece ser especialmente relevante, porque a la hora de salir de cada etapa lo hacen todos a la vez, independientemente de su orden de llegada a esta. La importancia de ir a la cabeza se limita al hecho de ser el primero en tener la oportunidad de aplastar a los posibles transeúntes. Se menciona el sistema de puntuaciones por atropellar a la gente, siendo los menores de doce años y los ancianos los mas valiosos. Y aparte de esto, es de suponer que quien no llegue a una de las etapas de control dentro del plazo de tiempo limitado, queda descalificado o se le penaliza.

Teniendo esto en cuenta y sabiendo que cada etapa es minuciosa y exhaustivamente publicitada y transmitida, podría pensarse que las calles estarán absolutamente vacías durante los días que dura la carrera, pero no. Cada corredor tiene su propio grupo de seguidores apasionados. El público los idolatra, celebrando sus victorias y justificando sus asesinatos como parte del espectáculo. El seguimiento mediático es tan enorme, la afición de la gente por este evento es tan absoluta, que muchos ciudadanos se exponen ellos mismos a ser atropellados solo por el hecho de formar parte de la carrera. Buscan sus quince minutos de fama, aunque les cuesten la vida.

La carrera dura tres días, y el resto del año hay que llenarlo con algo. Podemos suponer que esto se logra haciendo reportajes sobre las víctimas, entrevistando a los que sobrevivieron, etc., analizando cada pormenor de la carrera anterior mientras se prepara la siguiente, para mantener el interés del público. Esto lo vemos en esas escenas en las que, sabiendo por donde es más probable que cada corredor pase (porque dentro de la ruta general, tienen libertad para tomar desvíos o rutas alternativas) hay gente que se planta en medio de la carretera a su encuentro, solo para darles la oportunidad de atropellarlos. 

Algunos intentan sobrevivir a la experiencia, pero también vemos como una fan de uno de los corredores se queda inmóvil, con los brazos abiertos para recibirlo mientras su coche se precipita sobre ella y la aplasta. Es un acto de devoción suprema a su ídolo, una forma de expresarle su amor regalándole los puntos que le van a dar por matarla. Una versión aún mas retorcida de las grupies, las chicas que siguen obsesivamente las giras de sus músicos o cantantes preferidos buscando la oportunidad de acostarse con ellos… solo que estas grupies, lo que buscan no es acostarse con su corredor preferido, sino tener el honor de morir atropelladas por él.

Hay otra escena en la que las enfermeras de un hospital, con tal de que se las mencione en la televisión, han tomado por costumbre sacar a una carretera cercana a los ancianos que tienen ingresados. Los dejan allí en medio con sus sillas de ruedas y camillas bloqueadas, para que el primer corredor que pase arrase con ellos. Lo peor de todo es que los ancianos (los que están conscientes, al menos) no parecen preocupados o asustados por que los estén usando como un cebo mediático, por lo que debemos pensar que están de acuerdo con ello… o que los han sedado para que no den problemas. 

Los protagonistas son Frankenstein (David Carradine) y su nueva copiloto Annie. Frankenstein es con diferencia el corredor más popular. Ha sufrido tantos accidentes en las sucesivas carreras que su cuerpo ha tenido que ser reconstruido una y otra vez a base de prótesis e implantes. Su ultimo accidente fue tan brutal que ha estado en quirófano hasta pocos minutos antes de comenzar la carrera de este año. Frankenstein existe solo por y para correr la Transcontinental, como si la carrera fuera lo único que da sentido a su vida.

Los otros competidores son Calamity Jane Cody, que recrea los tópicos de los cowboys del salvaje oeste. Matilda la Huno, apodada también La Novia de la Esvástica, que viste como una oficial nazi de la Segunda Guerra Mundial. Nerón el Héroe, un corredor con temática de cuadriga romano. Y Joe Machinegun Viterbo (interpretado por Sylvester Stallone) que ha recuperado la estética de los gánsteres de Chicago. Es interesante que no haya ninguno “normal” en el sentido de que todos tratan de proyectar la imagen de una época anterior, como si pretendieran de este modo justificar el barbarismo de la carrera e identificarlo con algo propio del pasado. El mismo Frankenstein representa a los monstruos del terror clásico.  

Tal como podemos presumir por el título, la carrera que nos van a mostrar en esta ocasión es la que tiene lugar en el año 2000. Va a ser diferente a las otras debido a que uno de los movimientos rebeldes que se oponen al gobierno va a tratar de sabotearla. La resistencia, bajo el mando de Tomasina Paine, tiene como objetivo principal raptar a Frankenstein para obligar al presidente a prohibir la Transcontinental y que nunca más vuelva a celebrarse. Sus objetivos secundarios son acabar con todos los otros pilotos. Que los corredores de la Transcontinental mueran o queden mutilados durante esta no es algo nuevo, pero hasta ahora solo ha ocurrido de forma accidental, debido a las altas velocidades a las que se ven obligados a conducir. De hecho, Annie, la copiloto de Frankenstein, es la bisnieta de Tomasina, que ha logrado infiltrarla en la carrera para facilitarle las cosas. Pero a medida que la carrera avanza, Frankenstein revela tener sus propios planes. Él, que parece no vivir más que para la carrera, en realidad la odia. Fue criado desde niño expresamente para correr en la Transcontinental. Se le educó y encaminó a ello como un autómata, sin derecho a elegir que quería hacer con su vida. Ha matado tanta gente que hacerlo ha pasado de resultarle indiferente a empezar a causarle repulsión. Su deseo de acabar con la Transcontinental es aún más intenso que el de los rebeldes, pero nunca ha tenido la oportunidad ni los medios para hacerlo… hasta hora. Al igual que el resto del mundo, Annie ignora esto al principio, por lo que Frankenstein se verá enfrentándose no solo a sus contrincantes, sino a los intentos de sabotaje de su copiloto y también al gobierno despiadado que lo controla.

Contado así puede sonar muy dramático, pero lo cierto es que la película está estructurada como una comedia. No una comedia graciosa, sino mordaz, una burla a la exagerada importancia que la gente da a cosas como las vidas de los famosos o los resultados de los eventos deportivos, permitiendo que estos absorban su atención y sus fuerzas hasta convertirse en una parte importante de sus vidas. La historia satiriza la manera en que los espectáculos populares pueden ser usados para distraer a las masas de problemas reales. En la película, el gobierno utiliza la carrera para mantener a la población entretenida y sumisa, desviando su atención de la opresión y el despilfarro económico (se menciona que el presidente tiene un palacio en Pekín para sus vacaciones de verano, por ejemplo). También se burla de la glorificación de la popularidad, mostrando un mundo donde los deportistas son tratados como héroes nacionales, donde el gobierno manipula no solo las leyes y los medios de comunicación sino el mismo entretenimiento para controlar a la sociedad.

Annie es un personaje interesante porque su relación con Frankenstein evoluciona rápidamente a lo largo de los tres días de carrera. Comienza mostrándose obediente y fingiendo atracción por él para ganarse su confianza, pero viéndolo en todo momento como el enemigo. A medida que lo va conociendo se va dando cuenta que no es un personaje tan plano como ella pensaba (como a ella le inculcaron, en realidad) lo que la lleva a cuestionar sus creencias y plantearse el ayudarle a conseguir su propio objetivo en lugar de seguir con el plan establecido por su bisabuela.

Hay una escena relacionada con ella que ejemplifica claramente el punto hasta el que ha llegado el desdén por la vida ajena en esta sociedad, cuando Frankenstein envía a Annie a revisar algo del motor... mientras conduce a toda velocidad. Las reparaciones se llevan a cabo sin detener los vehículos salvo si esto es imprescindible, porque la vida de los copilotos vale menos que los minutos de ventaja que se puedan perder respecto al resto de corredores.

Los cuatro presentadores de televisión que trasmiten la Transcontinental también merecen una mención. Cumplen un papel fundamental en la manipulación mediática y la normalización de la violencia dentro de la sociedad de la película. Son los encargados de que la gente perciba la carrera como un espectáculo emocionante, ocultando su brutalidad detrás de un tono festivo y exagerado. Junior Bruce es el comentarista más entusiasta, con un estilo similar al de los presentadores de lucha libre. Grace Pander (pander significa complaciente) representa el lado más sensacionalista de los medios, promoviendo a los corredores como celebridades. Harold es el comentarista más riguroso, que parodia a los presentadores veteranos de la televisión deportiva "seria". Y El Diacono se nos presenta como una figura religiosa, vestido como el Papa y dándole un matiz sagrado a todo el asunto. 

Son claramente cuatro personajes con estilos muy diferentes. Como los propios corredores, están expresamente diseñados para resultar atractivos a los diferentes sectores de la sociedad y que no quede ningún ciudadano sin enganchar. Junior Bruce está dirigido a un publico más joven y frenético, Grace Pander a las amas de casa que viven sus vidas a través de las de los famosos, Harold atrae a la gente que valora la edad y la veteranía, y El Diácono a aquellos que creen ver en la carrera algo trascendental. Todos ellos reflejan la forma en que los medios de comunicación pueden distorsionar la realidad y convertir el sufrimiento en entretenimiento. Son informadores solo de nombre, ya que más que presentar los hechos de un modo claro y detallado, lo que hacen es orientar la opinión del público en un sentido u otro. No solo dan la noticia, sino que le dicen a la gente lo que deben pensar al respecto.

Se que me estoy repitiendo y el texto al final va a quedar muy redundante, pero es lo que hace la misma película; volver una y otra vez a este tema para dejar claro de que trata.

La carrera de la muerte del año 2000 dio pie a un videojuego de arcade, Death Race (1976). El jugador movía un coche sin poder salirse de los límites de la pantalla, y tenía un tiempo determinado para atropellar al mayor número de personas posible, que corrían despavoridas de un lado a otro. Carmageddon (1997), sin estar oficialmente basado en la película, sí toma claramente inspiración de esta e incluso copia la característica cresta dorsal dentada de El Monstruo, el coche que conduce Frankenstein. 

Tiene una secuela oficial, Death Race 2050 (2017) y hay varias supuestas adaptaciones que el único elemento que aprovechan es el llamar Frankenstein al protagonista descartando todo lo demás, eliminando la sátira social para no incomodar a nadie y convirtiendo la crítica a la glorificación de la violencia que era la primera en justo lo contrario. Estas son Death Race (2008), Death Race 2 (2010), Death Race 3: Inferno (2013), y Death Race: Beyond Anarchy (2018). En estas la carrera tiene lugar en un circuito cerrado dentro de una prisión. 

Vista a día de hoy, cincuenta años tras su estreno, puede resultar ingenua en muchos aspectos. Especialmente en lo que se refiere a los conductores y sus vehículos, que parecen sacados de Los autos locos, o las trampas y emboscadas de los miembros de la resistencia, que recuerdan a las que el coyote le preparaba al correcaminos...  Pero los temas que plantea siguen siendo válidos. Quizá ahora más que nunca.

¡Sigue puntuando con más muertes en la carretera pulsando aquí!

Death Race 2000. 1975. Charles B. Griffith, Jim Weatherhil (guion) Paul Bartel (director) David Carradine, Sylvester Stallone (actores principales) Simone Griffeth (actriz principal). New World Pictures. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario