EL PADRINO

ALMACÉN DE MUNDOS COMPRIMIDOS

Parker solía anunciar sus productos como "Juegos de familia". En el caso de este juego aparecido en 1996, la expresión es más acertada que nunca. En El Padrino  cada jugador controla a los miembros de una familia de mafiosos, que se ha reunido en torno a una mesa para repartirse con las otras familias los ilícitos beneficios de sus actividades.

El objetivo del juego es sacar la mayor tajada posible al botín conjunto, lo que se consigue sentando a los gánsteres de tu familia en lugares estratégicos de la mesa.

El tablero no tiene en absoluto aspecto de tablero. Es el dibujo de una larga mesa con sillas a su alrededor, en el que no se aprecian casillas, textos, cifras, ni ningún indicativo sobre el juego, pero nada está dejado al azar. Varios lugares de la mesa tienen frente a su silla correspondiente libros de cuentas, mapas, armas, bebidas... No son dibujos casuales. Cada gánster se sitúa sobre una de las sillas, que hacen las veces de casillas, y los objetos distribuidos por la mesa enfrente de las sillas es lo que determina el valor relativo de cada lugar. De esta forma tan elegante el tablero permite posicionar claramente las fichas y los elementos importantes sin recurrir a divisiones ni simbología de ningún tipo que rompa la estética del juego. 

En su turno, el jugador activo recibe una cantidad de dinero por cada gánster de su familia sentado frente a un libro de cuentas, un plano de la ciudad o un catálogo de licores, ya que esto indica que controla una parte de esos negocios o territorios y obtiene los beneficios correspondientes. Si tiene el control de todos los negocios de un mismo tipo, tiene el monopolio de ese tipo de negocios y cobra una cantidad adicional. Si además tiene a uno de sus hombres en el asiento del contable (donde está la caja registradora) recibe el doble de lo que debería cobrar en total en ese turno. 

Cada jugador cuenta con una mano de cinco cartas tomadas al azar de un mazo común, que permiten una serie de acciones. La más básica es la de ¡Ahueca el ala! que se usa para hacer que uno cualquiera de tus hombres ocupe un asiento que haya quedado libre. 

Otra permite encargar que traigan una tarta con la que agasajar a un gánster rival, aunque vale la pena hacer notar que estas tartas tienen tendencia a estar rellenas de cartuchos de dinamita, y cuando estallan pueden llevarse por delante a varios adversarios... o aliados, ya que también hay cartas para hacer que las tartas estallen antes de tiempo o para empujarlas de un lado a otro de la mesa. 

Y si la comida que se sirve en la reunión es peligrosa, la bebida no le va a la zaga, puesto que otra carta permite eliminar a los rivales echando somníferos en las bebidas, con lo que tres de los gánsteres con vasos de bebida frente a ellos quedarán dormidos y perderán su siguiente turno. Claro que, si una misma bebida recibe el efecto de dos o más cartas de somníferos, la sobredosis de calmantes será letal y el sueño de los gánsteres pasará de profundo a eterno. 

Naturalmente no todos los mafiosos son igual de sutiles y algunos prefieren pegarle un tiro al tipo que esté sentado justo enfrente de él (si tienen a mano sobre la mesa un revolver) o apuñalar al que tengan sentado al lado (si tienen a mano un cuchillo). 

Por su parte, también los miembros de las familias tienen diferentes capacidades. Cada jugador cuenta con un solo Capo (que solo por estar vivo recibe una parte de los beneficios cada turno), varios Matones (el grupo más numeroso, pero sin ninguna particularidad), y una pequeña cantidad de Asesinos (que ya cuentan con sus propias armas y por tanto pueden disparar o apuñalar a los rivales jugando la carta adecuada, sin necesidad de tener un revolver o cuchillo a mano sobre la mesa). 

Eliminar a los rivales no solo sirve para que las otras familias recauden menos dinero, ya que la partida termina cuando solo quedan miembros de una banda sobre la mesa. En ese momento se cuenta el total obtenido por cada bando y gana el que tenga una recaudación mayor, incluso si todos sus hombres han sido eliminados en el proceso. 

El Padrino fue diseñado por Dominique Ehrhard (un curioso individuo que alterna su tiempo entre la pintura, la magia y el diseño de juegos) que vendió los derechos de explotación a Hasbro, pero fue MB quien se encargó de su distribución internacional, en ocasiones a través de otras compañías menores, como Parker en el caso de España. Parece como si, al igual que en el propio juego, todo el mundo hubiera querido sacar tajada de él.