HISTORIA DE UN GATITO

PROMENADE DE ACCESO RÁPIDO

7 comentarios

jueves, 26 de junio de 2025

LA BESTIA CAPITULA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

Esta nueva entrega de La Saga de los Aznar tiene lugar tras recuperar el control del Valera y acabar con la absurda dictadura del Imperio Balmer. Los habitantes de la Tierra y las colonias del Reino del Sol aclamaron a Miguel Ángel como su salvador. Y no era para menos: ¡Tras dos mil quinientos años de tiranía, la población volvía a ser libre! Los antiguos gobiernos de la Tierra y las colonias fueron restablecidos. Todo parecía que iba a empezar a mejorar… hasta que Miguel Ángel proclamó inesperadamente un régimen de excepción. Con ello se autonombraba gobernante absoluto del Reino del Sol.

Esto se debió a que la Armada Sideral había quedado devastada, e indicó a los gobernantes recién restablecidos de cada país que reponer tropas debía ser la prioridad. La mayor parte de los recursos debían dedicarse a ello, priorizando esto sobre cualquier otra consideración. Pero tras librarse de los Balmer, la población ya no quería saber nada más de guerras. Querían que los recursos del planeta se invirtieran en diversión, lujos y placer, no en seguridad. Querían comida deliciosa en lugar de nutritiva, ropas elegantes en lugar de prácticas, viviendas cómodas en lugar de refugios subterráneos, y televisores a color en lugar de armas de autodefensa. Ante la negativa de los gobiernos (que él mismo había restablecido) a seguir sus directrices, Miguel Ángel volvió a unificar el control del planeta, ahora bajo su mando. Esto fue visto por muchos como algo necesario para mantener y proteger la seguridad conseguida con la caída de los Balmer, pero muchos otros lo consideraron una nueva dictadura.

Durante un desfile por una concurrida calle, alguien lanzó un explosivo casero contra el vehículo de Miguel Ángel y su esposa Carmencita. La detonación del artefacto le hirió a él y la mató a ella. Esto y lo anterior ocurrió pocos meses después del fin de El coloso en rebeldía. La historia de este comienza en realidad unos veintitrés años después.

Miguel Ángel se ha centrado totalmente en el rearme del Reino del Sol. Considera que unas pocas décadas de apretarse el cinturón son un pequeño precio a cambio de un futuro de seguridad. La calidad de vida de la población no ha mejorado significativamente. Ahora están a salvo, sí, pero la seguridad es un bien intangible. No es algo que se pueda tocar, comer o almacenar, y la gente tarda muy poco en dejar de valorarlo. 

Un grupo terrorista bien organizado asalta una casa de retiro que Miguel Ángel emplea como cuartel, vivienda y despacho. Entran a tiro limpio en mitad de la noche, matan a algunos guardias y asesores, y lo raptan a él, a doña Mercedes (su madre) y a un par de asistentes. Su intención es obligar a Miguel Ángel a detener la producción de naves y autómatas bélicos para destinar los fondos de Defensa a artículos de consumo. Llevarse también a su madre es simplemente una forma de presión. Sospechan que amenazarle con matarlo a él no bastará para obligarlo a seguir sus órdenes, así que lo amenazan con matarla a ella.

Los líderes de este grupo terrorista son Juan Schmidt y su hija, Otis. Que Juan pusiera a su hija un nombre masculino ya nos deja claro que no tenía las ideas claras desde el principio. Además, sus demandas son absurdas. No solo quiere que cese toda la producción de defensa, sino que todo lo ya fabricado sea destruido. 

El Valera no se encuentra en el Reino del Sol. Partió con una gran parte de las nuevas naves rumbo a Redención, pues hace mucho que no se tiene contacto con ese planeta. Por tanto, la destrucción de las naves y autómatas apostados en la Tierra y planetas vecinos dejaría a estos completamente desprotegidos.

Juan Schmidt no quiere ningún tipo de presencia militar, dando por sentado que si no hay ejércitos no habrá guerras. Es el mismo sinsentido de suponer que si no hay policía no habrá delitos, o que si no hay bomberos no se producirán incendios. Ante la amenaza de matar a su madre, Miguel Ángel acepta grabar un vídeo en el que comunica a sus generales las demandas de los terroristas, pero lo hace dejando entrever que espera no ser obedecido. De este modo piensa que puede proteger a su madre porque él no se ha negado a dar la orden, y el no cumplirla parecerá una decisión tomada por otros, sobre la que él no tiene control. Sin embargo, su rapto y comunicado provocan entre sus generales debates estériles y votaciones en blanco, y la lealtad a su líder termina imponiéndose al sentido común. Se aprueba el cese de la industria militar y la destrucción de todo el material bélico.

A lo largo de los quince largos y angustiosos días siguientes, Miguel Ángel asiste amargado a la retransmisión televisada de la destrucción de las naves y ejércitos autómatas. Esto es recibido con aprobación y júbilo por una gran parte de la población mundial… hasta que, con los efectivos casi reducidos a cero, el cielo se llena de naves thorbod. Una lluvia de bombas atómicas cae sobre las ciudades al tiempo que pequeños drones asesinos se despliegan para matar a todo humano que se ponga a tiro. Ejércitos de hombres planta desplegados a toda prisa marchan como bosques vivientes hacia las ciudades. Es un desembarque de tropas tan inmediato y coordinado que pilla a todos por sorpresa. No solo eso, sino que empiezan a desplegar también tropas autómatas miniaturizadas. Demuestran así que se han apoderado o replicado de algún modo esta tecnología exclusiva hasta ahora de los supervivientes de Exilio y sus descendientes.

La noticia llega en directo a Miguel Ángel, que estaba viendo un partido de fútbol en ese momento. Los camarógrafos enfocan aterrados a las naves thorbod sobrevolando el estadio y a los hongos atómicos que están formándose en el horizonte. Otis no tarda en irrumpir en la celda de Miguel Ángel… para preguntarle qué va a hacer para proteger la Tierra. ¡Es el líder de las Fuerzas de Defensa y, por tanto, su obligación es salvarles! Los terroristas acceden rápidamente a liberarle a él y a sus asistentes a cambio de que hagan algo al respecto y les proporcionan armaduras de combate con mochilas propulsoras ¡Magra ayuda tras provocar la destrucción de casi toda la capacidad bélica de la Tierra! Miguel Ángel, sus asistentes y Otis salen volando (literalmente) para reunirse con el Estado Mayor de Defensa. Doña Mercedes se queda en la relativa seguridad del escondrijo de los terroristas.

Mientras vuelan a cuatro mil metros de altura y 800 km/h enfundados en las armaduras de combate, quedan enredados en una nube de miles de hombres planta lanzados en paracaídas desde naves thorbod. Esto separa al grupo: los dos asistentes por un lado y Miguel Ángel con Otis por otro. Así logran reunirse con algunas de las tropas que han podido reaccionar a la ofensiva thorbod. A bordo de una nave terrestre, Miguel Ángel se hace una idea más clara de la situación real, y se da cuenta del fatal error de los thorbod: la falta de imaginación.

Algo que caracteriza a estas criaturas es su escasa iniciativa. El ciudadano o soldado thorbod es criado para obedecer sin cuestionar a sus líderes. Esto ha sido así desde tiempos inmemoriales. Es posible que se hayan apoderado de la tecnología de miniaturización, pero solo la usan para reducir tropas y municiones, y transportarlas en mayor cantidad. Cuando lo que queda del Ejército Autómata terrestre se despliega (unas mil divisiones con un millón de soldados robot cada una), empiezan a cambiar las tornas del combate. Los humanos han armado a sus autómatas con ametralladoras atómicas modificadas. En lugar de ráfagas de balas con una carga explosiva, disparan torpedos robot miniaturizados. En cuanto se alejan a distancia segura, los torpedos recuperan su tamaño y potencia habitual. Así, mil millones de soldados robot comienzan a disparar torpedos de quince metros de largo y metro y medio de diámetro. Cada uno lleva una cabeza atómica y un sistema de IA que guía el proyectil al punto más vulnerable del enemigo.

Pese a que las tropas de invasión son más numerosas, los thorbod embarcaron principalmente hombres planta. Estos, al ser seres vivos, no pueden miniaturizarse. Sus ejércitos autómatas han sido miniaturizados para transporte, pero no mejorados desde que desarrollaron a los hombres planta como infantería. Sus soldados y vehículos robot están obsoletos. La mentalidad thorbod asume que, si los hombres planta son mejores que los robots en general, deben serlo en toda situación. Naturalmente, no es así. Mucho más numerosas pero menos variadas o adaptables, las tropas thorbod se muestran ineficientes en cuanto pierden el factor sorpresa. La batalla a nivel del suelo apenas tarda diez horas en empezar a decantarse a favor de los humanos. 

La principal ventaja con la que cuentan los thorbod son sus naves, lo que les permite desplegar o trasladar muy rápidamente sus tropas a cualquier lugar del planeta. El desmantelamiento de las fuerzas terrícolas comenzó y se centró especialmente en su flota, por lo que ahora les quedan muy pocas naves, y la mayor parte de estas se encuentran estacionadas en Venus. El plan de Miguel Ángel es enzarzar a los thorbod en una guerra de desgaste, dejarles sin hombres planta ni autómatas para obligar a las naves a exponerse más al fuego antiaéreo de su infantería con ametralladoras de torpedos, a fin de mantener la presión. Está dispuesto a sacrificar a todo lo que queda de las Fuerzas de Defensa en la Tierra (tanto autómatas como soldados humanos, él incluido) con el objetivo de desgastar la flota thorbod lo máximo posible, antes de hacer intervenir las naves de Venus. De esta forma espera compensar, tanto como sea posible, la diferencia de números entre una y otra flota, antes de un choque definitivo.

Para dotar a sus tropas de la movilidad que les falta por carecer de naves de transporte, recurren a trucos como miniaturizar divisiones de autómatas y tanques robot, introducirlos en proyectiles de artillería sustituyendo la carga explosiva y dispararlos por encima de las líneas enemigas para que recuperen su tamaño normal en la retaguardia. Puede que los thorbod sean más inteligentes, pero los humanos son más ingeniosos. Y, como dijo Einstein “La imaginación es más valiosa que el conocimiento”.

La batalla prosigue sin tregua, a un nivel difícil de medir. Cada minuto de combate deja millares de bajas. Cada día de conflicto se consumen o destruyen recursos que tardaron dos años en producirse. Los bosques de hombres planta, que se alimentan de carne, desatan escenas del terror más visceral entre la población cuando devoran a los humanos muertos y heridos que quedan a su alcance. Los mismos ciudadanos que una semana antes abucheaban a los militares y aplaudían la destrucción de las naves, ahora claman por armas y armaduras con las que defenderse de los invasores.

Con la incorporación de milicias voluntarias a las Fuerzas de Defensa, la batalla en tierra se inclina definitivamente a favor de los terrestres, pero la supremacía aérea sigue siendo de los thorbod. A la tercera semana de combates, la bestia gris muestra signos de debilidad al movilizar las tropas que atacaban las colonias y factorías de Marte para apoyar la invasión de la Tierra, incapaz de mantener dos invasiones planetarias a la vez. Sobrepasados por estos refuerzos enemigos, las tenues esperanzas de los terrestres de sobrevivir a su plan de victoria a largo plazo se desvanecen, aunque persisten aferrados a su objetivo final.

Durante el conflicto, Miguel Ángel y Otis han permanecido juntos en el búnker de mando. Y como dicta la ficción en estos casos de antiguos rivales obligados a convivir  y hacer frente a un enemigo común, han terminado enamorándose perdidamente. Justo antes de lo que todos intuyen como la batalla final, se improvisa en el búnker una rápida boda cuyos “Sí, quiero” no son acompañados por los tañidos de campañas, sino por el tronar cada vez más cercano de las explosiones atómicas. A continuación, él y sus generales se enfundan en armaduras de combate y abandonan el búnker para unirse a los últimos cien mil soldados robot en pie, disparando ametralladoras de torpedos directamente contra las naves thorbod de cincuenta kilómetros de eslora que llenan el cielo. Sorprendentemente, estas responden con rociadas de explosivos convencionales. La bestia gris ha agotado su arsenál de torpedos robot, obligando a sus naves y autómatas a un combate mucho más cercano y arriesgado.

En estas circunstancias, los soldados autómata terrestres devastan las filas de infantería enemiga y derriban varias naves ya desprovistas de contramedidas. Una oleada de drones asesinos (demasiado pequeños para convertirse en blancos preferentes de la IA de los torpedos) trata de igualar las tornas, pero es abatida por milicias de civiles armadas con fusiles de diversos calibres y nidos de ametralladoras. Tras los drones avanzan los últimos millones de hombres planta, hambrientos de carne humana y tan resistentes que cada uno precisa un impacto equivalente al de una granada antitanque para ser derribado.

Durante diecisiete días más, los restos de ambos ejércitos se masacran mutuamente, hasta que por fin llega la flota de Venus. Pese a que los thorbod habían bloqueado las comunicaciones Tierra-Venus para impedirlo, Miguel Ángel guardaba un último as bajo la manga: tres bombas de hidrógeno que fueron lanzadas a la estratosfera cuando se comprobó que la flota invasora se había quedado sin torpedos. Las brillantes detonaciones verdosas de estos proyectiles, visibles desde Venus mediante telescopios que no han dejado de enfocar la Tierra en ningún momento, son el equivalente a hacerse señales con bengalas de un planeta a otro. Obedeciendo a esta señal preacordada, la flota venusiana zarpó de inmediato. 

A su llegada, con las cámaras de torpedos llenas y frente a una flota thorbod desarmada, la flota venusiana barre al invasor de los cielos y el espacio en menos de un día. A continuación, despliega nuevas divisiones autómata para aniquilar a la infantería thorbod aún activa en superficie.

La Tierra vuelve a salvarse, esta vez a costa de gran parte de su población, ciudades e industria. Miguel Ángel sobrevive, pero su espíritu se quiebra. Está harto de luchar por los demás, cansado de defender a la humanidad y luego ser criminalizado por ello cuando ya no se le necesita. Su ahora esposa Otis le pregunta si retomará su plan de centrar los esfuerzos del Reino del Sol en el rearme, y él responde que ya no le importa. Su intención es restablecer de nuevo los antiguos gobiernos de la Tierra y dejar que estos se apañen como puedan.

Y más allá de las monumentales batallas épicas del autor, el tema de fondo que se nos plantea aquí con el grupo terrorista que pretendía desmantelar el ejército, creo que está claro. Es la eterna lucha política entre la izquierda (que básicamente aboga por una mayor libertad personal aun a menoscabo de las leyes que sostienen la seguridad colectiva) y la derecha (que viene a ser lo contrario, más seguridad para todos a cambio de recortes en las libertades del individuo). ¿Hasta qué punto el deseo de unos por una mayor seguridad justifica un gobierno más estricto y autoritario para todos? Y a la vez ¿Hasta qué punto el ansia de confort personal de otros justifica el sacrificar los medios que permiten a todos defenderse de amenazas reales?

Esto se nos representa también en la población que reniega de la seguridad que le proporciona el elevado gasto militar pero luego exige ser protegida cuando ya se ven en medio del desastre. La paradoja de todo esto es que la verdadera libertad no es posible si no se está dispuesto a respaldarla mediante un sistema de prohibiciones y castigos, y la seguridad se vuelve tiranía cuando se convierte en la excusa de un injustificable exceso de control.

La enseñanza que nos deja esto, es que hay que amoldarse a las circunstancias y no empecinarse en perseguir siempre lo mismo, sino lo que sea más necesario en cada momento. En tiempos de calma y prosperidad es normal querer más libertad, y en tiempos de crisis y aumento de la delincuencia, es normal querer más seguridad. Lo que no es normal, es pretender aplicar siempre una misma solución a problemas distintos. ¡Recordemos que la falta de flexibilidad fue lo que terminó perdiendo a los thorbod!

¡Próximamente en sus kioscos, Luz sólida! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.

La bestia capitula. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 23. Editorial Valenciana S. A. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario