MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 14 de mayo de 2025

EL COLOSO EN REBELDÍA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

El siguiente libro de La Saga de los Aznar comienza con un pequeño autoplaneta nahumita aproximándose a la Tierra. Este autoplaneta (bautizado como Rayo, al igual que el primer autoplaneta del que dispuso la humanidad) le fue cedido a los supervivientes de Exilio por los habitantes del Sistema Naum tras los combates contra los thorbod del libro anterior. Estos supervivientes han estado viajando durante cerca de cincuenta años para llegar finalmente a la Tierra.

De nuevo nos encontramos con un enorme desajuste de fechas porque al hecho de que el autor jugaba mucho con los tiempos relativos del espacio y de los diferentes mundos, estos libros fueron reescritos de una forma un tanto apresurada, y las fechas y algunos detalles nunca llegaron a cuadrarse de unas ediciones a otras. El viaje entre el Sistema Solar y el Sistema Naum tiene una duración de unos cincuenta años. Contando la ida y la vuelta y algunos años más que los valeranos perdieron en el conflicto, el tiempo relativo a bordo del Valera ha sido de unos ciento diez años como mucho, pero para los habitantes de la Tierra este periodo de tiempo ha sido de unos dos mil años. Pese a haber partido el Valera de Exilio solo tres o cuatro años antes de que el Rayo lo hiciera de Nahum (y estando a su vez Exilio a unos dos años de viaje de Nahum), el Valera ha llegado hasta la Tierra con doscientos años de antelación sobre su perseguidor. Esto se debe al par de años que los Aznar pasaron en Exilio sometidos al tiempo planetario mientras que los Balmer viajaban ya en el Valera sometidos al tiempo neutro del espacio. Esto puede hacerse un poco confuso al principio, pero es uno de los sellos de marca del autor; el tener en cuenta los diferentes tiempos relativos en las superficies de distintos mundos. Es algo que la mayoría de autores de su época nunca consideraron, y que de hecho la mayoría siguen sin considerar a día de hoy por una simple cuestión de comodidad.

Lo importante, para lo que nos ocupa, es que el Rayo (con los últimos descendientes de la rama Aznar de la humanidad que quedan) ha arribado por fin al Sistema Solar, rebautizado como Reino del Sol. Durante sus cincuenta años de viaje se han multiplicado, siendo ya alrededor de veinte mil. Teniendo en cuenta que menos de cuatro mil sobrevivieron a su paso por Exilio, hay que convenir que se pusieran las pilas en ese sentido. Supongo que cincuenta años de viaje por el vacío pueden llegar a hacerse bastante aburridos, y hay que llenar el tiempo con algo.

Tan pronto como el Rayo deja atrás la órbita de Plutón recibe un comunicado de una de las bases de la Tierra esparcidas por el Reino del Sol. Esta primera comunicación les deja claro cuál ha sido el destino de la humanidad durante su ausencia. Dotados del arrollador poder militar del Valera, los Balmer se establecieron en la Tierra y alrededores como tiranos. Subyugaron las tropas de defensa terrestres e implantaron un imperio centrado en ellos donde todos los cargos políticos y militares estaban ostentados por alguien que llevara el apellido Balmer, en el más absoluto caso de nepotismo visto jamás en la historia.

Miguel Ángel se presenta bajo su verdadera identidad, y en un principio no es creído. Ninguno de los Balmer que organizaron el motín del Valera y llegaron hasta la Tierra vive todavía para reconocerlo. Aunque en esta época la vida media de los humanos se ha extendido hasta los trescientos años, volvemos a lo mismo; lo cincuenta años que los Aznar han pasado viajando por el espacio han sido cuatro o cinco veces más para los Balmer sujetos a la gravedad de la Tierra. El Miguel Ángel que hay a bordo del Rayo sigue siendo el mismo que partió hace cincuenta años del Sistema Nahum rumbo a la Tierra, pero muchas generaciones de Balmer se han sucedido durante ese mismo lapso de tiempo, hasta el punto que ya prácticamente no se contaba con el regreso de los Aznar a la Tierra, y mucho menos en un plazo de tiempo tan reducido como lo han hecho. La reacción del Imperio Balmer es simplemente enviar contra el Rayo una enorme flota de naves a destruirles sin darles ningún tipo de opción a rendirse o retirarse.

El Valera se apoderó fácilmente de la Tierra gracias a que copió la tecnología del rayo azul nahumita. Sin embargo, los tripulantes del Rayo conocen esa tecnología y están protegidos contra ella, pero desarrollaron la tecnología de miniaturización después de haberse separado de los Balmer. Así pues, en el primer enfrentamiento a gran escala que se da entre las fuerzas terrestres ahora sometidas al Imperio Balmer y las tropas del Rayo pertenecientes a los Aznar, tan solo cien naves de combate de estos últimos aniquilan en cuestión de segundos a cinco mil naves de los primeros, a los que pillan totalmente por sorpresa con sus torpedos miniaturizados.

El combate naval en el espacio ha evolucionado hacia la guerra de desgaste, de forma que la supremacía la tiene aquel que logra disparar una mayor cantidad de torpedos autómatas en un menor lapso de tiempo. Las oleadas de torpedos se cruzan unas con otras, tomando a los torpedos enemigos como blancos. Al cruzarse las oleadas los torpedos de un bando detonan contra los torpedos enemigos, la oleada con mayor número de torpedos consume a la otra a costa de perder una cantidad de torpedos propios similar a aquellos a los que destruye, y a continuación sigue su camino hacia las naves enemigas. Es una mera cuestión de números que tan solo puede variarse con movimientos estratégicos clave. 

Las cinco mil naves Balmer reúnen entre todas una mayor cantidad de bocas de fuego, pero su tasa de disparos por minuto es muy inferior al de las cien naves de los Aznar. Al emplear la tecnología de miniaturización, lo que brota de los tubos lanzatorpedos de las naves de los Aznar son cartuchos: unos recipientes cilíndricos con forma de lata que contienen un millar de torpedos miniaturizados cada uno, algo parecido a las actuales bombas de racimo. Al ser disparadas, estas latas revientan liberando los mil torpedos que, habiéndose alejado cierta distancia preprogramada de la nave de origen recuperan su tamaño convirtiéndose en torpedos autómatas normales. Esto significa que por cada torpedo por minuto disparado por una nave Balmer, una nave Aznar puede poner en vuelo mil en el mismo plazo de tiempo. Aun siendo una cantidad significativamente menor de naves, la tasa de fuego de estas es mucho mayor. La andanada de torpedos de los Aznar barre a varias andanadas sucesivas de torpedos de los Balmer y consume la totalidad de la flota enemiga.

Sin embargo, Miguel Ángel sabe que no puede ganar la guerra así. Cada torpedo miniaturizado debe ser primero fabricado a su tamaño real para después ser reducido y encapsulado junto a los otros en estos cartuchos. Básicamente sólo cuenta con los torpedos miniaturizados con los que partió del Sistema Nahum. Puesto que a bordo del Rayo no dispone de la capacidad para fabricar más, con las reservas con las que cuenta calcula que puede destruir a medio millón de naves de combate del Imperio Balmer, pero los efectivos combinados de la Tierra y del Valera suman aproximadamente seis millones de unidades tipo crucero.

Estando el combate directo descartado como una forma de recuperar el control de la Tierra y el Valera, Miguel Ángel embarca a todo su clan en los cruceros de guerra del Rayo y los envía a ocultarse en el cinturón de asteroides de Saturno. El propio autoplaneta Rayo es sacrificado, enviándolo ya vacío y en piloto automático directamente contra el Sol. De este modo pretende a la vez desconcertar al Imperio Balmer y no dejar atrás nada que estos puedan aprovechar.

En el cinturón de asteroides el crucero en el cual viaja Miguel Ángel se topa de pronto con un inesperado enemigo. Otro crucero de combate se abalanza sobre el suyo saliendo de detrás de uno de los asteroides en el que se encontraba oculto. El atacante dispara dos tandas de cinco torpedos autómata con los cañones de proa y Miguel Ángel responde con dos ráfagas de veinticuatro proyectiles cada una. Las armas frontales de su nave están preparadas para disparar los torpedos miniaturizados como si fueran balas de ametralladora, que una vez en vuelo recuperan el tamaño y capacidades normales de los torpedos autómata. Literalmente acribillada a torpedos con cabeza atómica, la nave atacante es destruida. Pero cualquier atisbo de alegría que pudiera haber en el rostro de Miguel Ángel por esta pequeña victoria se congela cuando observa que los restos de la nave que ha abatido muestran el antiguo logotipo de las fuerzas de defensa terrestres, no el escudo de armas de la familia Balmer.

Entre los restos de la nave que ha destruido se detectan seis humanos que siguen vivos. Tuvieron tiempo de enfundarse en armaduras de combate y sellarlas, y ahora flotan en el vacío. Miguel Ángel los manda recoger y subir a bordo. Tras someterlos primero a un interrogatorio verbal voluntario y luego a otro bajo el influjo de drogas hipnóticas, Miguel Ángel descubre que estos atacantes misteriosos formaban parte de las fuerzas de defensa legítimas de la Tierra que los Balmer no consiguieron destruir a su llegada al Reino del Sol. 

Una pequeña parte de ellos, menos de trescientas naves, huyeron de la Tierra y se escondieron (como están haciendo ahora Miguel Ángel y los suyos) entre la miríada de asteroides del cinturón de Saturno. Los tripulantes de estas naves son descendientes de los soldados originales. Llevan varios siglos atrapados en ellas sin poder regresar a la Tierra porque se les considera traidores aun no habiendo tenido nada que ver en las batallas originales que libraron sus padres. Malviven recolectando materias útiles de los propios asteroides y atacando a algunas de las bases en otros mundos del sistema para saquearlas, como una especie de piratas. Miguel Ángel logra convencer a estos supervivientes de que él es quien dice ser, y les informa de sus intenciones de recuperar el gobierno de la Tierra derrocando a los Balmer.

Puesto que un ataque frontal contra la propia Tierra o contra el Valera estaría condenado al fracaso, su intención es abordar el autoplaneta. Los Balmer, que tradicionalmente fueron los componentes del ejército de infantería de la armada valerana, pueden ser muy buenos soldados en tierra firme pero son pésimos navegantes. Carecen de la enorme fuerza de voluntad y disciplina necesaria para hacer su vida a bordo de las naves en lugar de en acuartelamientos, en mundos con un clima y una atmósfera en lugar de estar rodeados de metal tras el cual no hay más que el vacío del espacio. Las patrullas de vigilancia de los Balmer son pocas y descuidadas, y eso es lo que ha permitido a esta especie de nuevos piratas sobrevivir hasta ahora en el cinturón de asteroide de Saturno. Pese a la reticencia inicial de este grupo, Miguel Ángel logra convencer a algunos de sus líderes para que secunden su plan de atacar el Valera.

Cualquier intento de aproximarse directamente a este con las naves de combate sería detectado de inmediato, por lo que solo finge hacerlo. Varias naves de combate se aproximan hacia el Valera pero cuando son detectadas por este se dan la vuelta y aparentemente huyen. En realidad, antes de retirarse estas naves disparan a través de sus tubos lanza torpedos y exclusas de vacío a varios miles de soldados enfundados en armaduras de combate estancas y retropopulsadas. Estos inusuales proyectiles se dirigen directamente hacia el Valera, pero han sido lanzados desde tanta distancia que tardarán dos días en llegar hasta el autoplaneta. Las armaduras de combate tienen sistemas de soporte vital y mantenimiento nutricional y sanitario suficientes para mantener vivos sin problemas a sus ocupantes durante esos dos días de viaje por el vacío. Son a la vez bastante pequeñas como para que los sistemas de radar y otros medios de detección del Valera y de los cruceros de combate enemigos no los identifiquen como un peligro. Cuando los soldados caen sobre la superficie del Valera, controlando el impacto en el ultimo segundo mediante sus mochilas propulsoras, los operarios que los detectan los identifican como aerolitos. Las lluvias de aerolitos y partículas cósmicas sobre la superficie del Valera son algo relativamente común y sin importancia, por lo que los operarios de guardia no dan ninguna importancia al asunto. 

Ahora bien, la superficie del Valera es una corteza de metal de dedona con un grosor promedio de cien kilómetros. El único modo que tienen estos soldados de acceder al interior del autoplaneta es a través de uno de sus tubos lanzatorpedos. Utilizando la tecnología de miniaturización, los soldados han llevado consigo pequeñas cajitas de almacenaje adosadas a sus cinturones en las que transportan todo lo necesario, desde taladros con brocas de diamantina hasta las baterías necesarias para hacerlos funcionar. Grúas, vehículos de combate, incluso armas de artillería orbital. Todo esto está miniaturizado hasta el tamaño de diminutos juguetes en estos recipientes. 

Una vez los soldados se aferran a la superficie metálica del Valera comienzan a desminiaturizar los equipos que llevan con ellos. Brocas gigantescas recuperan su tamaño normal y empiezan a perforar la compuerta de seguridad que cubre un montaje de tubos lanzatorpedos. Descomunales grúas con brazos articulados extraen los torpedos de dentro de los tubos para dejar el camino libre, mientras puestos de artillería son establecidos alrededor de la zona de operaciones. Nuevas cajas se abren liberando a miles de las arañas mecánicas gigantes del ejército autómata que al ser desminiaturizadas recorren los alrededores destruyendo con sus armas la propia artillería anti aérea y armas de superficie del Valera. Es toda una operación a gran escala…  a una gran escala miniaturizada, podríamos decir, pero a gran escala después de todo.

Llega un momento en que todo esto ya deja de pasar desapercibido a los operarios del Valera, naturalmente, y se envían a naves surgidas del interior del propio autoplaneta a atacar a la operación que está teniendo lugar en su superficie. Para este momento el peculiar equipo de invasores ya ha agrandado y fijado a la superficie del Vadera sus propias armas de artillería. También ha devuelto a su tamaño normal a varias naves de combate para proteger toda esta extravagante operación minera. Aprovechando los propios túneles de municionamiento y recarga de los tubos lanzatorpedos, los incursores del Rayo y de las antiguas fuerzas de la Tierra se abren paso a través de los cien kilómetros de casco del Valera, lo cual, pese a todo el arsenal miniaturizado de explosivos, herramientas y tropas mecanizadas, pese al propio poder de sus armaduras de combate, les lleva más de cuarenta minutos. No obstante Miguel Ángel ya ha tomado el Valera por la fuerza anteriormente y conoce muchos corredores secretos que los Balmer no han llegado a descubrir. Cuando las tropas acorazadas empiezan a dispersarse por el interior del Valera, los defensores Balmer se dan cuenta que se enfrentan a un auténtico ejército sin saber siquiera de dónde ha podido salir de pronto tal cantidad de tropas.

A medida que esta fuerza invasora se mueve por el interior hueco del autoplaneta en busca de la sala de control van liberando a su paso más y más latas llenas de arañas autómata miniaturizadas. Devueltas a sus tamaños reales estas arañas dominan rápidamente las calles destrozando con sus cañones y ametralladoras a las tropas Balmer que tratan de interceptar a los soldados Aznar. Creyéndose seguros dentro de la aparentemente inexpugnable Valera, no han tomado la precaución de tener un equipo de seguridad permanentemente equipado con armaduras de combate. Debido a esto ellos mismos no pueden utilizar munición atómica en sus ametralladoras mientras que los invasores (que sí llevan armaduras y están a salvo de la radioactividad de las explosiones que provocan) sí emplean esta letal munición. Cada bala que sale de la boca de una ametralladora atómica mata docenas de soldados Balmer cuando detona, y a esto hay que sumar el fuego indiscriminado del ejército autómata que no distingue entre militares y civiles, estructuras defensivas o simples obstáculos casuales. Las arañas autómatas se abren paso hasta el ridículamente ostentoso palacio presidencial que los Balmer han alzado sobre la sala de control principal, arrasando con estatuas, cuadros y lujosos tapices del mismo modo que lo hacen con nidos de ametralladora, barricadas y compuertas blindadas. Los invasores no tardan en llegar hasta la sala de control y apoderarse de ella. En cuestión de horas, el centro de poder del Imperio Balmer cae en un golpe de mano audaz y demoledor.

Pero la guerra todavía no ha terminado. La flota Balmer aún tiene el control de la Tierra y otros planetas del Reino del Sol. Los números siguen a favor de los Balmer, con su flota de seis millones de naves contra las pocas con las que cuentan los Aznar y sus aliados terrestres. La situación cambia cuando se logra replicar una máquina miniaturizadora dentro del propio Valera y se comienzan a reducir a tamaño casi molecular a las gigantescas reservas de torpedos autómata con las que cuenta el autoplaneta. El Valera está preparado para fabricar sus propias naves y torpedos a medida que los va necesitando y las factorías son puestas a trabajar de inmediato fabricando y a continuación reduciendo millones de proyectiles. A lo largo de un mes en el que se van produciendo nuevas máquinas miniaturizadoras, una cantidad incontable de torpedos atómicos controlados por IA son fabricados, miniaturizados y empaquetados en lotes de mil en los cartuchos preparados para ser disparados por tubos lanzatorpedos convencionales.

Llega un momento en que la reducida flota de los Aznar, con el apoyo de los antiguos componentes de la flota de la Tierra, deja de marear a la flota Balmer y sale directamente a su encuentro. Pese a que los imperiales les superan con mucho en número de hombres y naves, la cantidad de torpedos convencionales que estos pueden poner en vuelo a la vez es minúscula comparada con la que pueden disparar la pequeña flota de los Aznar. 

Miguel Ángel da un ultimátum al emperador Balmer. No desea esa masacre y les ofrece la oportunidad de rendirse, de deponer las armas, un intento de olvidar lo ocurrido y volver a aquella lejana época en que los clanes Aznar y Balmer eran aliados y luchaban juntos por la supervivencia de la humanidad. Endiosados por el poder absoluto del que han disfrutado durante siglos, los Balmer abren fuego sin sospechar la magnitud de lo que los espera. Viendo la descarga de torpedos autómata que parte de la flota enemiga, Miguel Ángel no tiene más remedio que ordenar abrir fuego a la suya. La andanada de torpedos lanzados al vacío por la minúscula flota de los Aznar crece hasta convertirse en una imposible, inabarcable ola de muerte. Basta una sola descarga para engullir y hacer desaparecer los seis millones de naves imperiales y a los miles de personas a bordo de cada una de ellas. Abrumado por la magnitud de la destrucción que acaba de provocar, Miguel Ángel se deja caer en el sillón de su sala de mando, maldiciéndose a sí mismo por no haber sido capaz de dar otra solución al conflicto. 

Tras la pérdida de la flota imperial, el poder de los Balmer se derrumba. En los planetas que controlaban, tanto aquellos Balmer que estaban de acuerdo con el imperio y su forma de hacer las cosas como aquellos que no lo aprobaban, son masacrados por la enfurecida población anteriormente sometida. En toda guerra muchos inocentes terminan pagando por aquello que hicieron los culpables, y esta no es una excepción. 

La novela tiene un tratamiento más sencillo que las anteriores. Se centra casi totalmente en las batallas mientras que los habituales temas secundarios que solía tratar el autor son dejados aparte. Aquí no hay una historia de amor, no hay una suprema prueba de amistad ni una dolosa traición, no hay ninguna gran revelación, y los pocos personajes secundarios o nuevos que aparecen no tienen una verdadera importancia. Es un libro dedicado a cerrar la trama de la rebelión de los Balmer, y la cierra de forma totalmente expeditiva. Una historia bastante intensa y muy centrada en lo que tiene que contar. No da ocasión de aburrir, ni casi de respirar. 

¡Próximamente en sus kioscos, La bestia capitula! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.

¡Aparece una palabra salvaje! Nos topamos con la palabra "aherrojar" durante la lectura de este libro y tuvimos que buscar su significado porque no nos sonaba de nada. Es un sinónimo de oprimir y subyugar. ¡Otra palabra salvaje capturada!

El coloso en rebeldía. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 22. Editorial Valenciana S. A. 

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