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domingo, 13 de octubre de 2024

EL CUERVO ROJO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Hoy nos hemos leído este bolsilibro con intención de reseñarlo, pero ya de entrada avisamos que se nos ha hecho muy aburrido. La historia no empieza mal, pero pasados los primeros capítulos se convierte en una trama detectivesca del todo rutinaria hasta el final, que me ha parecido particularmente absurdo. ¡Advertidos estáis!

El abogado Paul Tower llega hasta la aldea de Hadstone después de conducir trescientos kilómetros desde Boston, para reunirse con un importante cliente. A pesar que habían acordado el día y la hora, el cliente en cuestión se encuentra ausente y en su casa le dicen a Paul que no regresará hasta mañana. 

Sin nada que hacer y sin intención de darse la vuelta y repetir el viajecito de ida y vuelta al día siguiente, Paul deambula por el pueblo buscando algún lugar en el que quedarse a dormir. Se le va el santo al cielo y termina sin darse cuenta vagando por las afueras, habiendo andado tanto que no sabe ni como regresar al pueblo. Entonces empieza a llover y lo único que tiene cerca es… sí, lo habéis adivinado, una gran mansión que parece abandonada. Corre hacia ella pensando en refugiarse en la entradilla, pero la puerta se abre y un ama de llaves le invita a pasar.

La dueña de la mansión es Vera, una alta y esbelta morena que el texto nos dice que viste un traje negro cuyo escote es una ancha abertura que se extiende hasta más abajo de la cintura. Eso… eso es mucho escote, ciertamente, pero en su casa cada uno va como quiere, eso faltaba. A pesar de su figura y vestimenta, lo que más llama la atención a Paul es que Vera lleva en todo momento un cuervo sobre el hombro. El cuervo (que responde al nombre de Briff) es de un tamaño considerable, el doble de lo normal al menos, y por lo hierático de su pose se nota que está amaestrado. Briff tiene las plumas rojas y el pico y las patas blancas, como si padeciese alguna forma de albinismo.

Vera ofrece a Paul cena, hospitalidad, y ropa de su desaparecido marido, para que se mude de la suya, empapada por la lluvia. En la casa hay otra mujer, rubia y algo más joven que las otras, llamada Lavinia. Afirma no vivir en la casa sino estar allí por otros asuntos. También le comenta que en algún lado debe haber un hombre al que Paul aún no ha visto. Todo hasta aquí muy misterioso y muy prometedor.

Durante la noche Paul oye un ruido y sale de la habitación de invitados que le han asignado, a echar un vistazo. Ve alejarse a Vera, vestida con un vaporoso camisón, y le da por seguirla. Vera entra en otro dormitorio cuya puerta deja convenientemente entornada en lugar de cerrada, y Paul se asoma de forma bastante inadecuada, teniendo en cuenta que está allí como invitado. Observa como Vera se entrega en cuerpo pero no en alma a un hombre, quizá aquel del que le habló Lavinia. Y por las pocas palabras que Vera y el hombre cruzan antes de dedicarse a algo para lo que no hace falta hablar, Paul se da cuenta que en el acto hay más de negocio o de acuerdo que de romance.

Al día siguiente Paul se despide y abandona la mansión. Por el camino de regreso a Hadstone se encuentra con el cadáver del hombre que vio la noche anterior. Tiene una profunda punción en la yugular por la que debe haberse desangrado, y además sus ojos están destrozados, como picoteados por un ave, quizá un águila, quizá un buitre, o quizá… ¡Sí, exacto! ¡Un pingüino! Siempre supe que eso bichos eran peligrosos.  

Paul denuncia los hechos a la policía, pero cuando regresa con una patrulla allí no hay ni cadáver, ni sangre, ni pingüino, ni nada. La policía lo amonesta por burlarse de ellos, y además el cliente al que debía visitar se niega a firmar los contratos que Paul le llevaba porque dice que fue él quien no se presentó a la cita acordada. Al volver a Boston le aguarda otra sorpresa; su jefe lo despide por haber dejado escapar a ese importante cliente.

Casualmente se encuentra por la calle a Lavinia, que vive también en Boston. Charlando de todo un poco Paul se entera que Lavinia tiene problemas legales con una herencia. Ella considera que es la legítima propietaria de la mansión donde se vieron por primera vez, que perteneció a su familia hasta que cambió de manos de forma nada clara. Al parecer hay un documento que lo demuestra, pero este se haya oculto en la misma mansión. Cuando se vieron allí ella había acudido a la mansión con un detective (el hombre al que Paul vio acostándose con Vera) para hacer un nuevo e infructuoso intento de reclamar la propiedad del lugar. Paul encuentra sospechoso que en la historia de Lavinia salgan a relucir los nombres tanto del cliente con el que debía reunirse en Hadstone como el del ex jefe que le acaba de despedir.

A partir de ahí Paul y Lavinia unen fuerzas e ingenios para aclarar el asunto, que parece competerle a ambos. Y todo lo que sigue me lo voy a saltar porque se me hizo terriblemente aburrido. Es una monótona labor de investigación en la que las personas con las que van hablando o a las que solicitan ayuda o informes van siendo asesinadas. No hay monstruo, no hay nada sobrenatural, ni tan solo hay psicópata ya que las muertes son obra de un asesino profesional que mata simplemente por dinero, sin ningún tipo de implicación personal en el asunto. 

Briff, el cuervo rojo que da título a la historia aparece un par de veces, pero no hace nada relevante. Entra por una ventana en casa de Paul para robar unos documentos, pero lo espantan lanzándole un vaso vacío. Luego entra por una ventana en casa de Lavinia para matarla, pero lo espantan abriendo de golpe un paraguas. La verdad es que no puedo decir mucho mas al respecto porque la historia me fue interesando menos y menos a cada capítulo hasta llegar a un punto en que leía por inercia, pero básicamente Paul y Lavinia averiguan que la mansión si le pertenece a ella, pero no pueden demostrarlo sin el documento oculto entre sus muros.

Se dirigen hacia allí y se cuelan, encontrando a Vera llevando a cabo alguna clase de ritual a la cabeza de una congregación de sectarios… pero no, tampoco son de esos sectarios locos y violentos, ni van a invocar nada parecido a un demonio o un ser con cabeza de pulpo. Son solo un montón de idiotas a los que Vera ha engañado para sacarles en dinero a cambio de vasitos de un agua milagrosa. Les ha hecho creer que esa agua alargará cinco veces el tiempo de vida que les queda. Tras beberse su vasito de agua del grifo mágica, los sectarios se marchan pacíficamente. Paul y Lavinia encaran a Vera y le revelan todo lo que han averiguado. Cuando ella se está riendo de la parejita porque sin el documento oculto no van a poder demostrar nada, el cuervo rojo lo encuentra encima de un armario sobre el que se había posado, lo agarra con el pico y lo deja caer al suelo, que se ve que le molestaba allí arriba. Entonces aparece uno de los socios de Vera y encañona a los protagonistas con una pistola. Sin ningún motivo, realmente, el cuervo vuela hacia él y lo mata a picotazos. La única bala que el tipo llega a disparar se incrusta en el pecho de Vera. ¡Al final ha sido el cuervo el que ha hecho todo el trabajo de los protagonistas! Y como agradecimiento, Paul lo rocía con un espray de pimienta. Cegado y loco de dolor, el cuervo vuela hacia un armario acristalado y se estrella contra él, rebanándose el cuello con los cristales rotos. ¡Pobre Briff! ¡Encima que les encuentra el documento que buscaban y provoca la muerte de los dos malvados finales, se lo cargan!

A esto sigue el cierre clásico en el que todo se aclara, Lavinia recupera su mansión, y se casa con Paul. ¿Y por qué era rojo y el doble de grande el cuervo, os oigo preguntar a algunos? Pues porque Vera lo alimentaba desde pequeño con unas vitaminas cuyo colorante fue absorbido por las plumas del animal. Y ya.

Se supone que si el cuervo rojo da nombre a la historia será por algo, que será un elemento central en la misma, algo de vital importancia o cuyo papel será determinante. Pero creo que si se puede tomar ese elemento, eliminarlo, y que nada cambie sustancialmente o se pueda resolver del mismo modo con pocos retoques, algo no está funcionando como debería. Hay varios personajes secundarios y varias subtramas que me he saltado, pero son eso, secundarios y subtramas que tampoco influyen gran cosa en el total. Es una lectura que me ha decepcionado bastante, pero si algo tiene este autor es que su obra resulta muy irregular.     

Puedes repasar los otros bolsilibros de este autor ya reseñados pulsando aquí.

El cuervo rojo. 1983. Clark Carrados [Luís García Lecha] (texto) Núñez (portada). Selección Terror nº 551. Editorial Bruguera S.A.

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