EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, luchadores del espacio.
Aquí estamos cumpliendo con nuestros servicios mínimos, mientras volcamos la mayor parte de nuestro tiempo libre en algunos proyectos propios. Una de las cosas que vamos a mantener es la reseña mensual de un nuevo volumen de La Saga de los Aznar.
Algo que admiro de estas novelas es que tras haber leído veinticuatro de ellas todavía no han empezado a hacérseme repetitivas o previsibles. Me gusta mucho Stephen King, pero después de leer mucho Stephen King le tomas la medida y empiezas a prever su siguiente movimiento. Me encantan los relatos de Lovecraft, pero cuando llevas mucho Lovecraft a las espaldas el impacto que producen sus extrañas criaturas comienza a atenuarse. Cuanto más se alarga una obra más difícil es que el autor no empiece a repetirse. Le pasa hasta a los mejores ¿En cuántos tebeos de Ibáñez nos encontramos a Mortadelo y Filemón “protegiendo” a una persona que, por una razón u otra, se ha visto reducida a tamaño de bolsillo? Hasta los frenéticos combates de Dragon Ball se vuelven un tanto cansinos cuando una pelea contra el mismo adversario se alarga durante más de cinco o seis capítulos.
El caso es que acabo de leer la vigesimocuarta novela de esta saga. Y sí, hay tópicos inevitables, hay situaciones comunes... Pero pese a lo “limitado” del universo (realmente solo hay media docena de planetas y razas relevantes) aún no han empezado a cansarme. Y es porque el autor no se conformaba con su propia obra. No se dormía en los laureles. Esto se nota más que nada en las innovaciones técnicas. Hay novelas en las que lo más determinante es una tecnología concreta que posee el adversario o que desarrollan los protagonistas, y que cambia por completo el equilibrio de poder. Pero ese avance pronto se ve superado por otro que lo deja obsoleto.
El terrorífico Rayo Z desintegrador de metales prácticamente se abandona cuando el uso de la dedona y el blindaje cristalino se vuelven algo común. El Rayo Azul nahumita que llegó a poner de rodillas al todopoderoso Valera de un solo disparo pierde por completo relevancia tras un par de novelas. La tecnología de miniaturización que tan buenos e ingeniosos momentos nos dio es rápidamente imitada por toda raza con peso en la trama. Los mismos autoplanetas, marca distintiva de la saga, pasan a formar parte de todas las armadas siderales de cierta relevancia. La historia ni tan solo se apoya en personajes fijos o en reemplazos graduales (retirar unos al tiempo que se mantienen otros y se incorporan algunos nuevos), porque cada tres o cuatro libros la trama da un salto temporal de varias décadas o siglos y cambia toda la plantilla protagonista de golpe.
En esta novela pillamos de pleno otro de esos procesos de renovación; cambiamos personajes, cambiamos de tecnología, y cambiamos de adversarios. La trama tiene lugar al menos veinticinco años tras el fin de la novela anterior. Es la edad del protagonista, y este es el hijo de Miguel Ángel Aznar, que todavía no lo había concebido al final de La bestia capitula. Nuestro nuevo héroe mantiene el nombre del anterior, Miguel Ángel, pero ahí termina todo parecido. Contrariamente a lo habitual en la línea genética de los Aznar, este es bajito, rubio (rasgos heredados de su madre) y con una personalidad y fuerza de voluntad que no pasa de la media humana. Esto último en parte se debe a que no ha tenido ocasión de foguearse en combate como la que tuvieron todos sus antepasados.
El nuevo Miguel Ángel ha alcanzado el rango de Teniente de Navío debido a su linaje y su posición privilegiada. Pero no se ha ganado el respeto de los veteranos con los que tiene que codearse y que, con un rango muy inferior al suyo, han estado involucrados en combates reales. Las hazañas casi legendarias de su familia son para él un motivo de tormento, no de orgullo, ya que todo el mundo lo compara con sus ilustres antepasados. A su misma edad, su padre era ya Almirante Mayor, había derrotado en dos guerras diferentes a los nahumitas y conquistado sus mundos natales. Para más inri, la chica que le gusta, Polonia Castillo, es una amiga de la infancia que sigue refiriéndose a él como “Miguelito” incluso delante de altos cargos militares y científicos, aún sabiendo que esto le hace sentirse ridículo. Es el último descendiente directo de una larga dinastía de exploradores y guerreros que ha salvado a la humanidad de la extinción en varias ocasiones… pero debido a su juventud e inexperiencia todo el mundo le trata con desdén y consideran que no está a la altura del galón que luce en los hombros.
Hace muchas décadas que el autoplaneta Valera partió rumbo a Redención y los mundos nahumitas, y pasarán cerca de mil trescientos años antes de que llegue a su destino, no hablemos ya de su regreso. El Reino del Sol está en paz tras la última y aplastante victoria contra los thorbod, que ha servido para recordarle a los terrestres la importancia de apretarse el cinturón. El fin de la fase de rearme acelerado impuesta por su padre ha permitido que de nuevo los recursos del planeta puedan dedicarse a trivialidades, comodidades y lujos, y la humanidad está sumida en una etapa de bonanza en la que Miguel Ángel no encuentra ninguna oportunidad de destacar. Pero bueno, seguro que habéis oído alguna vez eso de “Cuidado con lo que deseas” ¿verdad?
Las primeras alarmas saltan desde el observatorio de Oberón, uno de los satélites de Urano. Una flota desconocida se aproxima al Reino del Sol, y lo hace demasiado rápido y en demasiada cuantía como para poder abrigar esperanzas de que se trata de una delegación pacífica. La flota es de diseño desconocido. Sus naves, claramente de combate, tienen una forma que recuerda a la letra omega del alfabeto griego (Ω), debido a lo cual se les asigna el nombre provisional de omegas. La humanidad ya ha aprendido por experiencias pasadas a que todo encuentro debe ser considerado hostil, si no da muestras explícitas de no serlo. La cantidad y tipo de naves y la velocidad a las que éstas avanzan desencadena un ataque preventivo por parte de la humanidad, que no está dispuesta a caer de nuevo en la trampa de “esperar lo mejor” de los desconocidos.
Se despliegan las flotas, y los torpedos autómata miniaturizados son disparados en inmensas oleadas… y destruidos con pasmosa facilidad. El adversario cuenta con un arma nueva, unos rayos de luz sólida capaces de destruir cualquier material con el que impacten, incluida la dedona y la diamantina, materiales inmunes a los Rayos Z y con una elevada resistencia ante las armas atómicas. Estos nuevos rayos de luz sólida pueden dirigirse y proyectarse a una velocidad aterradora, y barren del espacio tanto a los torpedos autómata como a las naves que los dispararon. Por si fuera poco, las naves enemigas, los omegas, son tan veloces que los pocos torpedos terrícolas que no son abatidos en vuelo no logran fijarlas como objetivo y muchos terminan chocando unos con otros. Es una derrota absoluta, y tras perder miles de naves y tripulaciones, la maltrecha flota humana se retira preparándose para lo peor.
Lo que se nos ha descrito aquí es uno de los mayores tópicos de la ciencia ficción, los rayos láser. L-a-s-e-r son las siglas de Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation (Luz Amplificada por Emisión Estimulada de Radiación). La referencia más antigua que se conoce a los rayos láser (aunque aún no tenían ese nombre) es en la novela El sueño de un ingeniero (1882) del ruso Vladimir Odoevsky, que ya describía un futuro utópico con herramientas que proyectaban luz dirigida de alta capacidad destructora. El láser no es una de las muchas cosas en las que el autor de La Saga de los Aznar fue pionero. De hecho, lo que sorprende en este caso es lo mucho que tardó en recurrir a ello cuando las armas láser eran la punta de lanza de la ciencia ficción. Hay montones de novelas o películas de la época que son simplemente historias del salvaje oeste o de detectives donde se hace poco más que cambiar los revólveres por armas láser y algún otro cambio estético. El que Eguidanos esperara a su vigesimocuarta novela de esta saga para introducir el concepto del láser, cuando esto solía ser lo primero a lo que se recurría, es otro de sus toques de genialidad.
Volviendo con la historia, tras este primer encuentro los omegas no avanzan más hacia la Tierra, pero toman posiciones y reorganizan sus filas para lo que parece un ataque final masivo que la humanidad no tiene forma alguna de detener. Unos pocos omegas sí llegaron a ser destruidos por los torpedos autómata, aunque no en cantidad significativa como para ser tenida en cuenta en el balance total de la batalla. Sin embargo, esto sirve para que los terrestres recuperen algunos restos de naves para estudiarlas, y un cadáver. Al principio toman el cadáver por algún tipo de mascota que el piloto debía llevar a bordo, pues se trata de un pequeño pulpo amarillo con un gran ojo y veinticuatro cortos tentáculos, mientras que los restos recuperados sugieren un piloto humanoide. Este pulpo presenta una sorprendente característica biológica. Así como la mayoría de seres encontrados hasta el momento basaban su biología en el carbono, y los habitantes del interior hueco de Redención se basaban en el silicio, estos pulpos parecen estar basados en el titanio.
Como descubren más adelante, este pulpo no era una mascota del piloto, sino el propio piloto. Se trata de una raza que se llama a sí misma sadritas. El motivo por el que el diseño de su nave es para un piloto humanoide se debe a que estos seres viven enclaustrados en un poderoso cuerpo mecánico que les sirve tanto de protección como de arma y herramienta. Y aquí nos topamos con otra de esas situaciones en las que este escritor casi desconocido (a nivel internacional) anticipaba algo que hoy en día nos resulta familiar no por sus obras, sino por obras posteriores. Nos habla de pulpos amarillos de un solo ojo y montones de tentáculos que prácticamente viven dentro de cuerpos mecánicos artificiales. No voy a insistir más en el tema, pero os dejo aquí abajo un fotograma de un dalek de Dr. Who fuera de su exoesqueleto artificial, y os recuerdo que esta novela es de 1957 y la primera aparición de los daleks fue en 1963. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Volviendo (por segunda vez 😅) con la historia, esta da un vuelco cuando los sadritas envían una delegación de paz. Pese a haber infligido una derrota aplastante a las fuerzas de La Tierra y haberla dejado casi sin capacidad de respuesta tras un solo combate, son ellos los que proponen no ya una tregua, sino una paz definitiva. Afirman que su único interés en el Sistema Solar se centra en el planeta Urano. Quieren establecerse allí y no desean nada de ningún otro mundo, ni de los terrestres. No dan importancia al hecho de haber sido atacados, ni tampoco parecen sentir especialmente las bajas provocadas al defenderse. No dan explicaciones a su interés por Urano, y desde luego no piden permiso para ocuparlo, solo informan de que van a hacerlo. Teniendo en cuenta que podrían exterminar a los humanos con absoluta facilidad, que en cambio les ofrezcan la paz es una oferta que estos no tardan en aceptar.
Pero Miguel Ángel padre no puede aceptar esta situación más que como un respiro temporal. De cara a los sadritas acepta el trato, pero de cara a sus hombres determina que una vez los alienígenas hayan instalado una colonia en Urano, un pequeño comando será enviado a tratar de hacerse con uno de sus proyectores de luz sólida para poder replicarlo por ingeniería inversa. Solo cuando la humanidad disponga también de esa tecnología podrá pactar en igualdad de condiciones con los sadritas, y estará en disposición de tratar de expulsarlos del Reino del Sol si las cosas se tuercen.
El comando incluye a Miguel Ángel hijo, pero lo hace a espaldas de su padre. Este se negó explícitamente a que su hijo participara, porque si el comando es descubierto o capturado por los sadritas, los humanos negarán saber nada del asunto, y lo achacarán a un ataque independiente de un grupo de bandidos o terroristas sin vinculación con el gobierno terrestre. Miguel Ángel hijo logra formar parte del comando moviendo algunos hilos, ansioso de demostrar que está a la altura de las hazañas que se atribuyen a su estirpe. El comando irá enfundado en unas armaduras de combate hechas especialmente para ellos, que imitan el aspecto del armazón mecánico de los sadritas. La nave que los lleva hasta Urano es un modelo obsoleto restaurado para la ocasión, casi una pieza de museo, que se podría justificar como propia de unos bandidos.
El grupo desembarca en Urano y se acerca a pie a una de las bases que los sadritas están montando a toda prisa. Está en sus primeras etapas, por lo que el perímetro aún carece de alarmas o sistemas de seguridad, y es poco más que un amontonamiento de cajas de suministros. Deambulando entre los repuestos tratando de identificar lo que buscan, son descubiertos por un auténtico sadrita. Éste se da cuenta del engaño casi inmediatamente y pronto se ven luchando a brazo partido contra él. El sadrita lleva una mano a su cadera y un compartimento se abre en su cuerpo metálico, del cual brota una pistola… sí, como en Robocop. Otro detallito a la lista😅.
Durante el combate, Miguel Ángel consigue hacerse con la pistola del sadrita y le dispara con ella. Un fino rayo de luz sólida brota del arma y destroza la cabeza del armazón, donde se ubica el pulpo que lo controla. La alarma ha cundido ya por la base y el grupo se ve obligado a huir. Para borrar todo rastro posible de su paso por allí la base es bombardeada con torpedos autómata desde una pequeña nave auxiliar que luego recoge al comando y los lleva a la nave principal de la que vinieron. No ha sido precisamente una actuación tan sutil como se pretendía ni han obtenido un proyector de luz sólida… pero Miguel Ángel ha conservado la pistola que le arrebató al sadrita, y esta parece funcionar con el mismo principio, por lo que replicarla para su uso en naves sería tan solo un problema de escala.
Y aquí termina esta entrega. ¡Próximamente en sus kioscos, Hombres de titanio! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.
¡Luz sólida!. 1975 (reescritura del texto original de 1957). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 24. Editorial Valenciana S. A.
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