Comunicado del Supervisor General.
Continuamos con los relatos de mAULLIDOs, que nos están resultando bastante irregulares. El primero y más largo de este lote es exactamente lo que esperaba encontrar en este libro: un relato de terror sobrenatural (literalmente, la contraportada nos indica que todos los relatos tienen “el tinte visceral de lo sobrenatural”) pero el resto se apartan bastante de esto.
Mientras el gatín dormitaba y comía (hoy le tocaban barritas) tuvimos tiempo de leer los siguientes relatos.
Dos hermanas: Malena y Alba son dos hermanas que están compartiendo casa temporalmente. El marido de Malena murió en un accidente de tráfico tres meses atrás, y tanto ella como su hijo Bruno aun están tratando de asimilarlo. Alba y sus tres hijas (ella está divorciada) están viviendo con ellos una temporada para no dejarlos solos.
Malena se deshace en lágrimas cada dos por tres. Bruno está llevando el duelo de otro modo. El niño llora poco, habla menos, y se limita a aislarse en su cuarto siempre que se lo permiten. Además, las hijas de Alba se mantienen apartadas de Bruno. Aunque Alba les ha dejado claro que están allí por ellos, y que deben pasar más tiempo con Bruno e intentar involucrarlo en sus juegos y actividades, las niñas tienden a ignorarlo.
Un día, mientras las niñas juegan en la piscina del porche, una de ellas se resbala y se lesiona un pie. Alba se lleva rápidamente a su hija al hospital mientras Malena se queda en casa al cargo del resto de críos, y aquí se nos da la primera pista de que hay algo turbio en todo el asunto. Bruno corre a su habitación y allí le susurra a algo o alguien “¿Lo he hecho bien?”.
Cuando Alba regresa con su hija ya atendida, Malena se decide a confesarle algo que la reconcome y que está haciendo el duelo aún más difícil. Poco antes del accidente que mató a su marido, Bruno encontró un juguete tirado por ahí del que desde entonces apenas se ha separado. Se trata de Bender, una figura de acción de una especie de superhéroe sin rostro. Bruno afirma que Bender está vivo, que le habla, y que se alimenta del dolor ajeno. Al principio Bruno se pellizcaba a sí mismo para provocarse un poco de dolor. Luego pasó a aplastar insectos, porque Bender le exigía cada vez más alimento. Justo antes del accidente, Bruno dibujó con tiza en el suelo de su cuarto una serie de calles, para jugar en ellas con sus cochecitos. Malena se fijó más tarde que en los márgenes de las calles había escrito a tiza los nombres de las tiendas y las señales de tráfico, y estas se corresponden exactamente con las de la calle en la que tuvo lugar el accidente de coche en el que murió su marido, una calle en la que Bruno nunca había estado.
Malena cree que el accidente de su marido lo provocó Bender, y que lo ocurrido a la hija de Alba también es cosa suya. Le ha quitado Bender a Bruno y ahora lo tiene guardado en un túper, sin saber muy bien que hacer con él. Tras unas cuantas cervezas y una tensa conversación en la que Alba se esfuerza en creer a Malena, las hermanas acuerdan destruir al muñeco. Lo sacan de la casa y lo colocan sobre la parrilla de la barbacoa, donde lo hacen arder hasta que se derrite por completo.
En ese momento hoyen gritar a las niñas dentro de la casa y vuelven a toda prisa. Las hijas de Alba están dispersas por el pasillo, llorando y tapándose la cara por algo que han visto. De la habitación de Bruno brota una densa humareda. Mientras Alba atiende a sus hijas, Malena se precipita en la habitación de Bruno. Sobre la cama, lo que queda del chico es poco más que una masa carbonizada y derretida. Y antes que Malena sea capaz de procesarlo, una mano se posa en su hombro desde atrás. Malena se vuelve para encontrarse con una Alba que ya no es su hermana, con ojos brillantes y una pérfida y maligna sonrisa ensanchándose por momentos.
No tengo claro este final, pero el resto de la historia me ha gustado mucho. Está excelentemente narrada y logra implicarte mucho con los personajes. Aparentemente Bruno es destruido junto con Bender por el vínculo que había creado con este, hasta ahí llego. Pero a la aparente posesión de Alba por el espíritu de Bender, si es eso de lo que se trata, ya no le veo tanto sentido. Malena llega a preguntarle si tocó al muñeco antes de que lo quemaran, pero fue ella quien se lo quitó a Bruno y lo embutió en el túper, por lo que ella misma debió tocarlo mucho más. En cualquier caso, una historia bastante inquietante y con un final cruel y sin concesiones.
Desalmado: la que sigue es una historia muy breve y muy sencilla. Una madre está lidiando con sus dos hijos pequeños tras divorciarse o separarse del padre de estos. De los dos hijos, el mayor tiene alguna clase de tara mental y ha atrapado a su hermanito con la intención de cortarle en cuello con un cuchillo. Lo que persigue con este asesinato es perder su propia alma, porque al parecer la sensación de tener un alma dentro del cuerpo le resulta insoportable.
Tras hablar un poco con él, la mujer consigue que el hijo mayor suelte el cuchillo y a su hermanito. El chico se larga a encerrarse en su habitación mientras la mujer se queda consolando al asustado pequeño, que parece más preocupado por la salud de su hermano, que quería matarlo, que por la suya propia.
Agotado: otro cuento muy breve, de apenas un par de páginas. Volvemos a una pareja divorciada, solo que esta vez seguimos la historia del marido, que tiene la custodia del hijo. A la hora de dormir el pequeño le pide a su padre que mire si hay algún monstruo debajo de la cama y el hombre lo hace.
Al agacharse y mirar bajo la cama de su hijo, se ve a sí mismo agazapado bajo esta, sosteniendo un cuchillo y sonriendo como un demente. Y no esperéis una explicación, porque el relato tampoco la da.
La recuperación: este relato nos habla de Tomás, que está en la piscina olímpica de un gimnasio tratando de recuperar del todo la movilidad que perdió tras un accidente de coche. Por su horario de trabajo no puede acudir más que a la última hora antes de cerrar, cuando ya no hay casi nadie. De hecho, además de él solo hay un chaval que se muestra muy amigable y se presenta como Rigoberto.
Puesto que están solos, el chaval le propone situarse en pistas paralelas y hacer una carrera, cincuenta metros de ida y otros cincuenta de vuelta. Tomás acepta y ambos se lanzan al agua y nadan furiosamente, siendo Rigoberto el que termina imponiéndose. Ofuscado por la derrota, Tomás acepta otra carrera justo a continuación para obtener una revancha, y la pierde igualmente.
Entonces salen de la piscina y Rigoberto le revela que él era el conductor del coche que se estrelló contra el suyo y le provocó las lesiones de las que se está recuperando. Le dice que iba terriblemente borracho esa noche. Y como se sentía culpable por lo ocurrido, se había enterado de donde estaba Tomás haciendo terapia y había acudido a comprobar cómo se encontraba y a animarle en su recuperación. Rigoberto se despide entonces y se marcha la mar de satisfecho, al parecer creyendo que se ha portado como una especie de héroe o santo por lo que acaba de hacer. Y el problema que tengo con este relato no es que el personaje lo crea, sino que el propio autor parece creerlo y tratar de pintarte a Rigoberto como un buen tipo por haber hecho eso.
Si Tomás no conocía de nada a Rigoberto, ni identificó su rostro ni le sonaba su nombre (que tampoco es un nombre muy común) es porque nunca antes se habían visto. De esto deducimos que nunca hubo un juicio por el accidente. Por tanto, tras embestir al vehículo de Tomás con el suyo propio, conduciendo borracho como una cuba, Rigoberto debió huir del lugar del siniestro. Luego, cuando se le pasó la cogorza, estuvo haciendo seguimiento del estado de Tomás para provocar ese encuentro, pero en ningún momento confesó lo ocurrido a las autoridades porque en ese caso Tomás lo conocería.
Que nos intenten presentar como noble y bueno a un tipejo que conduce borracho, provoca un accidente y se da a la fuga, solo porque luego se interesa por el estado de la persona que ha sufrido las consecuencias de sus actos, es absurdo. Si de verdad hubiese estado preocupado, si de verdad le hubiese carcomido la conciencia, se hubiese entregado a las autoridades para recibir la sanción y castigo correspondiente. Pero esconderse todo el tiempo y solo aparecer al final en plan “mira, como te he animado para que nades y te recuperes antes, estamos en paz” me parece una cobardía aún mayor que no hacer nada, porque lo hace solo por calmar su propia conciencia sin sufrir ninguna consecuencia legal. Es más, la frase con la que Rigoberto se despide de Tomás “Y ahora, si no te importa, seguiré con mi vida”, como decidiendo unilateralmente que ya está todo resuelto entre ambos y ya no tiene ninguna responsabilidad hacia su víctima, es la gran burla final.
Hasta aquí llegué hoy. Por el volumen de páginas que quedan, diría que el próximo día terminaremos con este libro si al gatín le da por acomodarse a dormir. De momento puedo decir que la cantidad de relatos que me han gustado con los que no lo han hecho está muy equilibrada. Me gusta sobre todo la forma que el autor tiene de describir las situaciones y los personajes. Y no me gustan los finales sin sentido como el de Agotado, o que se limite a describir situaciones de la vida cotidiana sin el anunciado “tinte sobrenatural”, como en Desalmado o El caballo blanco del cole. Pero claro, eso ya va con los gustos de cada lector y el estilo de cada autor.
Podéis darle un vistazo al último lote de relatos de este libro pulsando aquí.
mAULLIDOs. 2023. Salvador Lacárcel Frutos (texto). Ian Linsday y Pexels (portada). Malbec Ediciones.
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