EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, nobles caballeros y damas.
Hoy comienzan las fiestas de Moros y Cristianos de Orihuela, a las que allí se refieren como
Fiestas de la Reconquista. Conmemoran la recuperación de la ciudad en 1243, y
sus filáes o comparsas están entre las más espectaculares que he tenido ocasión
de ver. Las de la foto de abajo son, en primer término, la filáe Yoruba y, en
segundo plano, la Zulú. No hay constancia de que estos pueblos en concreto participaran en la invasión de la península, pero representan de forma general a la variedad de tropas de África
que los árabes trajeron consigo como guerreros esclavos o mercenarios.
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Por lo que cuenta la
tradición, a medio camino entre la historia y la leyenda, la ciudad de Orihuela
había sido conquistada por tropas musulmanas quinientos años atrás. La
guarnición que se dejó al cargo de mantener el dominio sobre la ciudad había
crecido tanto que la población árabe ya superaba a la cristiana y era capaz de
gestionar todos los recursos de Orihuela sin ella. El gobernante musulmán,
llamado Bezzadón, tomó entonces la decisión de matar a todos los cristianos, que vivían recluidos en un mismo barrio.
La noche antes de dar la orden de exterminio a sus tropas, la actitud extraña de Bezzadón puso sobre aviso a Armengola, una mujer cristiana que
trabajaba en su casa como nodriza. Ella supo intuir o leer entre líneas lo que Bezzadón se proponía. Según otras versiones, oyó a escondidas como este se lo decía a uno de sus generales, o el propio gobernante se lo confesó para que ella tuviera tiempo de huir de la ciudad. Fuera una cosa u otra, Armengola corrió a su
casa y avisó a todo el gueto cristiano de lo que iba a ocurrir. Mientras la gente se
organizaba a toda prisa y se armaba con lo que tenían a mano, ella regresó al palacete de
Bezzadón acompañada de dos hombres jóvenes e imberbes, a los que había
disfrazado de mujeres. Al ser interrogada por los guardias, ya acostumbrados a
verla entrar y salir a cualquier hora, dijo que eran sus hijas mayores.
Una vez
dentro del palacete, los muchachos sacaron unas dagas que traían ocultas entre sus
sedas y encajes y mataron a los guardias, abriendo de par en par las puertas
para que entrara en tromba la población. La propia Armengola participó en la
batalla, empleando como lanza el asta de una bandera que, al romperse, había
quedado con un extremo aguzado. Cuando la guarnición del palacete cayó, la población mora huyó de la ciudad.
Los comics de El Guerrero del Antifaz que vamos a repasar hoy son:
La ayuda de Yusuf (nº 38).
Comenzamos este número con un breve vistazo a lo que está ocurriendo en España.
Parte de esto se nos contaba en el número anterior, pero he pensado que
quedaría más claro contándolo todo junto.
En el castillo de Torres,
el padre de Ana María comunica a Don Luis que, si quiere la mano de su hija,
esta es suya. Él acepta, por supuesto, pero la boda aún no puede celebrarse
porque Don Luis se encuentra convaleciente de las heridas sufridas en sus
últimos combates. Eso nos da algo más de margen para que la boda no se produzca
de inmediato.
El capitán Rodolfo, otro
pretendiente de Ana María, ha cobrado nuevas esperanzas con la partida del Guerrero
hacia Túnez, pues ve poco probable que este regrese. Su otro rival, Don Luis,
está malherido y nada garantiza su recuperación. El que no parece que vaya a reponerse es Olián, postrado en una cama en su fortaleza del peñon.

Ya no es el
hombre musculoso de antes, sino alguien demacrado y casi paralizado. Junto con
su vigor ha perdido también el carisma y la capacidad de liderazgo que tenía
entre sus tropas, y éstas sufren derrota tras derrota ante el avance de las
fuerzas cristianas. Sus generales empiezan a cuestionar su mando, pero su esclava Zaida
sigue siéndole fanáticamente leal. Ahora que él depende de ella, Olián la ha
convencido de que también la ama y la induce a buscar la forma de causar el
mayor daño posible a Ana María.
Volvemos a Túnez, donde el
Guerrero y el Pirata Negro siguen ocultos en casa de Yusuf. Toda la ciudad está
en pie de guerra buscándolos, y Yeir Kan comienza a entender por qué su hermano
siente tanto miedo hacia el Guerrero. Este y el Pirata Negro se disponen a hacer otro
intento de rescate. Yusuf les consigue uniformes de los hombres de Yeir Kan y
les facilita la entrada al palacio.
Llegan hasta las cámaras de las mujeres y
les entregan un fardo de ropas con el que disfrazarse de guardias. El Pirata
Negro, interesado solo en Beatriz, se marcha con ella para ponerla a salvo,
dejando al Guerrero al cargo de la media docena restante. El
Guerrero ya contaba con que los guardias buscarían únicamente a uno o dos intrusos. Al ir acompañado de un grupo de mujeres disfrazadas de soldados, ni
siquiera reparan en ellos cuando se los cruzan.
El palacio está lleno de tropas
corriendo de un lado a otro, y el Guerrero y su peculiar tropa llegan sin
demasiados problemas hasta las puertas de salida. Allí la vigilancia es más
estricta y no les queda más remedio que abrirse paso luchando.

Ya en la calle,
tras pasar junto a una patrulla, alcanzan la casa de Yusuf, donde se reúnen con
el Pirata Negro y doña Beatriz.
El fracaso de Yeir Kan (nº
39). En el palacio de Yeir Kan, Fernando es llevado a presencia de este, y su
hermano lo reconoce al instante. Deciden usarlo como cebo para tender una
trampa al Guerrero y construyen un cadalso en la azotea de una de las casas más
altas de Túnez. Hacen correr la voz de que Fernando será ejecutado a mediodía y
llenan calles y terrazas de guardias.
Cuando la noticia llega al Guerrero, este
se apresura a ir en su busca para liberarlo. Yusuf y el Pirata Negro tratan de
quitarle la idea de la cabeza, porque dejarse ver de ese modo, con las calles
llenas de tropas, pone en riesgo su escondite. Como de costumbre, el Guerrero
no escucha más que a su propio sentido común del deber y abandona la casa.

Su plan es sencillo: cargar de
frente, abrirse paso a espadazos hasta su amigo y, una vez lo libere,
improvisar para buscar la forma de salir con vida de aquel embrollo. No es un
gran plan, pero en un cómic infantil-juvenil suele funcionar. Tan pronto como
se deja ver en la plaza, se da la alarma mediante cuernos de señales,
poniendo a toda Túnez en pie de guerra. Todos los hombres son convocados a
luchar, y el propio Yusuf sale de su casa espada en mano para no levantar
sospechas.
Mientras, los guardias de la plaza arrojan lanzas y disparan flechas
contra el Guerrero desde las terrazas, mientras otros corren directamente a por
él. A consecuencia de esto, algunos de esos proyectiles abaten a guardias ya
enzarzados en el cuerpo a cuerpo, generando confusión. La única opción del
Guerrero es no detenerse, así que combate lo justo para abrirse paso mientras
se vale de los quicios de los portales, las esquinas de las estrechas calles y
los propios guardias para librarse de las flechas.
Finalmente llega al edificio
donde está Fernando, al que Yeir Kan custodia junto con un pelotón de sus
hombres. El Guerrero consigue herir dos veces a Yeir Kan y tomarlo como rehén.
Le hace prometer que sus hombres no le perseguirán mientras él y Fernando se alejan, a cambio
de perdonarle la vida en esa ocasión. Yeir Kan acepta y ordena a gritos a sus
hombres, que aguardan ansiosos en las calles, que permitan a los cristianos
marcharse en paz.
Estos obedecen las órdenes de su señor, pero su voz tiene un
alcance limitado, y a medida que se alejan de la plaza van encontrándose con
guardias que estaban demasiado lejos para oírle. Esto obliga al Guerrero y a
Fernando a luchar nuevamente antes de poder llegar hasta las puertas, donde
consiguen finalmente huir de la ciudad con un par de caballos robados.

Alí Kan, que no ha prometido
nada al Guerrero, decide aprovechar que su hermano está débil y convaleciente
por las heridas para imponer su autoridad. Reúne a un grupo de guardias y sale
en persecución de los fugitivos.
Libertando cautivos (nº 40).
El Guerrero y Fernando prosiguen su huida por un terreno árido que ofrece
escasas oportunidades de ocultarse. El pelotón de soldados dirigido por Alí Kan
les persigue. Tardan tres horas en dejarlos atrás y, cuando al fin se detienen
a descansar en un bosquecillo disperso, son atacados por un león. Para
Fernando, este es un adversario nuevo e inesperado. El Guerrero ya se había
enfrentado a leones en el peñón de Olián y logra dar muerte a la fiera. Aunque
ninguno resulta herido, el ataque espanta a los caballos. Al seguirlos para
calmarlos, se desvían de su ruta y topan con una columna de mercaderes de
esclavos.
El Guerrero decide entonces
emplear su técnica habitual (atacar de frente sin más), mientras Fernando
aprovecha la distracción para flanquear a los esclavistas y cortar las cuerdas
de los prisioneros. Estos se unen de inmediato al combate y, cuando el polvo se
asienta, el Guerrero cuenta con más de veinte hombres dispuestos a seguirle.

Los excautivos resultan ser soldados cristianos que le informan de la
existencia de una fortaleza no muy lejos, donde retienen a varios centenares de
prisioneros de guerra más. Disfrazados con las ropas de los esclavistas muertos
y armados con sus escudos y lanzas, marchan hacia la fortaleza-prisión
fingiendo ser ellos mismos traficantes de esclavos.
Al poco de entrar, se topan
con uno de los esclavistas de la caravana que logró huir en la confusión; este
los desenmascara y se inicia una nueva y brutal pelea. El Guerrero se abre paso
hasta las celdas y libera a un grupo de presos, que se suman de inmediato a
la refriega. Los guardias que estaban durmiendo en el momento de comenzar el
ataque ya han tenido tiempo de vestirse y armarse, y estos se unen también al
combate que decidirá en manos de quién queda la prisión.

Entre tanto, el Pirata Negro y
Beatriz abandonan la ciudad de Túnez escondidos en un carro de heno conducido
por unos amigos de Yusuf. El carro se dirige a la casa de Omar, el hermano de
este, que vive en un pueblo pequeño y comparativamente más seguro para ellas.
Como sacar de la ciudad a todas las rescatadas a la vez es demasiado peligroso,
el plan es ir transportándolas de dos en dos en los días siguientes hasta
llevarlas a todas a casa de Omar.
Y aquí termina el segundo tomo
recopilatorio de El Guerrero del Antifaz, de los diecisiete que forman la
colección completa. Podéis repasar los números anteriores en orden desde el primero pulsando aquí.
¡Aparece una palabra salvaje!
Nos topamos de pronto con la palabra cintarazo y tuvimos que buscar su significado
para asegurarnos, aunque este se podría deducir por el contexto. Un cintarazo es
un golpe dado con el lado plano de una espada. Aunque en España está en desuso,
parece ser que en México sigue siendo de uso común, pero allí se refiere a un golpe dado con un cinturón o correa. ¡Palabra salvaje capturada! Y además nos
ha servido para poner titulo a este lote de números.
Otras colecciones de Manuel Gago
Nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz
El Aguilucho
El Guerrero del Antifaz. 1944. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1972 por Editorial Valenciana S.A.