EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

¡Saludos, amigos cinéfagos!
Aprovechando que estamos a 14 de junio, Dia internacional del donante de sangre, vamos a repasar otra de las películas que la Hammer dedicó al que quizá sea el más famoso promotor de la donación (involuntaria) de sangre: el conde Drácula. Es la tercera de la saga. No tenemos Las novias de Drácula, que es la segunda, pero sí os diremos que en ella no aparecía Drácula sino que se centraba en otro vampiro. En esta tampoco tiene muchas apariciones, y ni tan solo llega a pronunciar palabra.
La historia tiene lugar diez años después de la primera, en la que Drácula fue destruido por Van Helsing. Cuando el castillo volvió a quedar en silencio, un criado sometido a su poder recogió sus cenizas y anillo, y los ha conservado todo ese tiempo, esperando a que las cosas se calmaran y se le presentara una buena oportunidad de revivir a su señor. Esta oportunidad llega al fin cuando dos matrimonios de viaje pasan por la zona. Son extranjeros (ingleses) y se toman a broma todas las supersticiones locales.
Los viajeros son Alan, su esposa Helen, Charles (que es hermano de Alan) y su esposa Diana. En una etapa de su camino, llegan hasta una posada donde conocen al abad de Kleinberg, el padre Sandor. Es un cura atípico respecto a lo habitual en esta clase de películas: maleducado, mordaz, muy robusto, siempre con un fusil cargado al hombro, y con tendencia a levantar la voz cuando habla. Sandor les advierte sobre los peligros de viajar de noche y sobre regiones a evitar, pero el grupo está decidido a seguir adelante. La siguiente parada de su recorrido es Carlsbad, y en teoría habrán llegado allí antes de que anochezca.
Pero las cosas no van a salir como esperan. El carruaje que han contratado para llevarlos hasta Carlsbad tiene un accidente y se le sale una rueda. El cochero tarda mucho en repararla, y cuando lo hace, la noche ya se les está echando encima. Aunque solo faltan dos kilómetros para su destino, el cochero decide dar la vuelta. Tras una fuerte discusión entre Alan, Charles y el cochero, al que le reclaman que cumpla por el trabajo por el que se le ha pagado, este los abandona a un lado del camino junto con sus equipajes… peligrosamente cerca de cierto castillo que parece abandonado.
Dos kilómetros a pie puede no sonar a mucho, pero sobre un camino irregular de tierra desnivelada, de noche en una región fría, y cargando con maletas, es algo que se les hace muy cuesta arriba. Todavía están hablando entre ellos sobre qué hacer a continuación, cuando oyen cascos de caballos acercándose. Otro carruaje se dirige hacia ellos y se detiene a su lado, pero está vacío, sin pasajeros ni cochero. Pensando que es un increíble golpe de suerte, se suben al carruaje y tratan de dirigirlo hacia Carlsbad… pero los caballos ignoran sus demandas y enfilan directamente hacia el castillo.
Pese a que por fuera parece abandonado, por dentro el castillo está muy bien conservado. El único habitante parece ser Klove, el criado del difunto conde Drácula. Este les recibe con una espléndida cena y habitaciones ya preparadas para ellos. Afirma que su señor, proveniente de un antiguo y noble linaje, dejó instrucciones de que siempre se ofreciera hospitalidad a cualquier viajero que pasara por la zona. Es una situación extraña, pero dentro de lo que cabe, mejor que pasar la noche al raso. Únicamente Helen tiene una persistente sensación de que están en un grave peligro.
Durante la noche, Helen y Alan oyen ruidos en el pasillo, y este último sale a investigar. Encuentra un pasaje oculto tras un tapiz que lo lleva a un sótano donde parece estar preparándose algún tipo de ritual. Mientras trata de entender el significado de lo que está viendo, Klove aparece a su espalda y lo mata con un cuchillo. A continuación, suspende el cuerpo de Alan, cabeza abajo, sobre un sarcófago de piedra en el que vierte las cenizas de Drácula, que ha guardado en una arqueta desde que este fue destruido. Finalmente, degüella a Alan para que la mayor parte de su sangre se derrame sobre las cenizas. Esto provoca la reaparición de Drácula, reconstruido a partir de las cenizas gracias al efecto regenerador de la sangre fresca. Y es posible que sea la primera vez que esto ocurrió en el cine o la literatura.
Según las creencias originales sobre vampiros y también según la propia novela de Bram Stoker, cuando un vampiro es destruido, lo es para siempre. Y hasta donde yo sé, en las películas anteriores a esta, el vampiro aparecía siempre ya activo o bien en un largo sueño similar a la hibernación cuando los personajes tomaban contacto con él. Me gustan mucho las películas de vampiros clásicas y no recuerdo ninguna anterior a esta en la que un vampiro previamente destruido fuera regenerado. Esto es uno de tantos poderes o capacidades que la gente fue inventando sobre la marcha para hacer a los vampiros cada vez más poderosos y peligrosos, y que han terminado por incorporarse al mito. Si conocéis alguna película o relato anterior a 1966, donde un vampiro vuelva a la existencia –que no a la vida– tras ser destruido, hacédmelo saber, por favor.
El caso es que a partir de esta película (a falta de referencias más antiguas), los vampiros destruidos pudieron regresar a escena a base de cosas como retirar de su cadáver reseco la estaca que atravesaba su corazón, verter sangre fresca sobre sus restos, mediante invocaciones mágicas… incluso pudimos ver algunas variantes bastante curiosas, como en El poder de la sangre de Drácula, en la que un hombre bebe un vaso de sangre de Drácula, pensando que esto le dará sus poderes, y lo que ocurre es que la sangre muta su cuerpo y mente para convertirlo en una réplica de Drácula.
Una vez Drácula se regenera, Klove logra, mediante engaños, que Helen baje por su propio pie al sótano para que su señor pueda alimentarse. Al día siguiente, Charles y Diana se desesperan buscando a Alan y Helen, o aún a Klove, por todo el castillo, pero los tres parecen haber desaparecido. Ya cerca de la noche, Charles encuentra el cadáver de Alan embutido dentro de un arcón. Helen aparece convertida en vampira, y Drácula lo hace poco después. Charles y Diana solo logran salvarse del ataque de los vampiros gracias a que ella llevaba un crucifijo al cuello, y se dan cuenta de que esto repele a los monstruos.
Charles obtiene otro crucifijo improvisándolo con una espada rota, y es así como logran salir del castillo.
Se refugian en la abadía del padre Sandor, que, tras escuchar su historia, les pone al corriente de la verdadera naturaleza, poderes y debilidades de Drácula. Aquí se nos presenta a Ludvig (un personaje claramente inspirado en Rendfield) que reside en la abadía en un estatus impreciso entre invitado, paciente y prisionero. Ludvig fue un viajero que quedó traumado por algo que le ocurrió en el castillo de Drácula y, desde entonces, ha desarrollado verdadera obsesión por comer insectos. Atrapa todas las moscas que puede y les pone nombres de apóstoles antes de tragárselas. Por otra parte, es un excelente artesano y orfebre, y aprovecha su estancia en la abadía para adornar las portadas de los libros de la biblioteca con ornamentos y filigranas doradas de una exquisita factura.
Drácula no ha renunciado a sus presas y, en cuanto cae la noche, va a buscarlas a la abadía. En realidad, es Diana quien le interesa. Recordemos que los vampiros no pueden entrar en un edificio en el que vive gente, salvo que alguno de sus habitantes les dé permiso explícito para hacerlo. Es por ello que envía a Helen contra Diana. La vampira engaña a su amiga para que le abra la ventana de su habitación, haciéndole creer que ha escapado de Drácula y se encuentra bien. Diana, sin terminar de fiarse pero queriendo creerla, abre la ventana y Helen se lanza a morderla. Afortunadamente, no es la primera vez que los monjes de la abadía han combatido contra vampiros y tienen cierta experiencia en el tema. Helen es atrapada y Sandor clava una estaca de madera en su corazón. Habiendo sido privado de esta esclava, Drácula recurre a Ludvig. Obviamente, este es también otro de sus esclavos, aunque es posible que Drácula se hubiese olvidado de él, pues las vidas humanas, ni tan solo las de sus más fieles servidores, tienen ningún valor para los vampiros. Pero cuando Ludvig nota la presencia de su señor en las inmediaciones, él mismo le abre la puerta de la abadía.
El permitir entrar en un recinto habitado a un vampiro hace también que las protecciones que pueda haber en la casa (ristras de ajos, espejos, incluso crucifijos) pierdan todo o la mayor parte de su poder. Mediante excusas, Ludvig lleva a Diana hasta una habitación donde Drácula ya la espera. Valiéndose de su capacidad hipnótica, dado que el crucifijo que ella lleva al cuello ya solo le supone una ligera molestia, Drácula ordena a Diana que se desprenda de él. A continuación, se la lleva de vuelta al castillo. Cumplida su misión y, puesto que ya no lo necesita para nada, Ludvig es simplemente dejado atrás por el conde.
Sandor y Charles salen en persecución del carruaje del conde, que está siendo conducido por Klove. En su interior, metidos en sendos ataúdes, viajan su señor y la que está destinada a ser su nueva sierva. El marido y el cura logran interceptar al carruaje y Charles dispara contra Klove, matándolo. Pero los caballos son tan servidores de Drácula como lo era el cochero, y, aún sin nadie que los dirija, continúan su viaje hasta el castillo. Aquí el destino decide ponerse al fin de parte de los humanos. Una de las ruedas del carro, debilitada por la velocidad a la que este ha estado desplazándose, se daña justo mientras el carruaje cruzaba el pequeño puente sobre el foso del castillo. El ataúd en el que está Drácula cae del carruaje y termina deslizándose por la gruesa capa de hielo que cubre el agua del foso.
Charles y Sandor llegan hasta el castillo pisándole los talones (metafóricamente) al carruaje, ahora detenido. Tras sacar a Diana de su ataúd y comprobar que se encuentra bien, Charles corre hacia el ataúd de Drácula con un martillo y una estaca, dispuesto a eliminarlo. Sin embargo, la noche cae sobre ellos. Drácula brota del ataúd, ya sin temor a la luz del sol (la alternancia de horas nocturnas y diurnas está un poco forzada en esta película), y se lanza contra Charles para matarlo. Diana toma el fusil de Sandor, puesto que este se niega a usarlo por considerarlo inútil contra Drácula, y dispara a los pies del vampiro. Su intención es apartarlo de su marido, pero la bala quiebra la capa de hielo, haciendo que de esta brote agua.
Recordemos que una de las debilidades clásicas de los vampiros es el agua corriente. El agua bendita les quema, sí, pero las grandes masas de agua corriente son casi igual de peligrosas para ellos, puesto que los vampiros no pueden nadar ni flotar, y se hunden en el agua como piedras. Además, se debilitan mucho solamente por el hecho de encontrarse sobre agua en movimiento. Es por ello que en la novela Drácula pudo permanecer durante años en su castillo sin apenas probar la sangre humana, debilitándose poco a poco, y, en cambio, durante su viaje en el Deméter terminó alimentándose de toda la tripulación por encontrarse sobre el mar, por la continua pérdida de fuerzas que eso le suponía.
Viendo el miedo reflejado en los ojos de Drácula, Sandor toma el fusil y comienza a disparar alrededor de sus pies, creando un patrón de grietas para romper el hielo y hacer que el vampiro se hunda. Drácula se precipita a las gélidas aguas, donde queda atrapado cuando la capa de hielo se vuelve a formar. Atrapado, congelado, … pero no destruido.
Este final es también muy original. Antes de esta película, a los vampiros siempre se les había destruido con los medios tradicionales: exposición al sol, estaca en el corazón, decapitación, pegándoles fuego, mediante objetos mágicos o benditos… pero aquí se le derrota con munición convencional, agua normal y corriente, e ingenio. Era como una forma de decirnos que no hace falta nada extraordinario para derrotar al mal. No hacen falta armas especiales ni poderes mágicos, solo tener la voluntad de querer hacerlo y estar dispuesto a arriesgarse a intentarlo. ¡A menudo no intentamos siquiera resolver un problema porque nos parece mucho más difícil o arriesgado de lo que resulta ser en realidad!
De hecho, esta saga de películas de la Hammer se caracterizó entre otras cosas por reinventar el género de los vampiros, añadiéndole no solo nuevos poderes como la posibilidad de volver tras la muerte, sino por la posibilidad de liquidarlos de formas más creativas de las vistas hasta ahora.
Me gusta mucho Cristopher Lee como actor y me gusta mucho el personaje clásico de Drácula, pero, siendo sincero, en esta película el criado Klove (interpretado por Philip Latham) lo eclipsa hasta el punto de ser, a mi parecer, el verdadero villano principal.
Drácula tiene un comportamiento plano y automático, como si solo su cuerpo se hubiese reconstruido y actuase por instinto, repitiendo un patrón. Klove, aun siendo solo un humano normal, me transmite más sensación de peligro y de contar con más recursos que su amo vampiro.
Muchos años después, siendo ya un actor consagrado, Cristopher Lee revelaría en una entrevista que nunca sintió estas como películas de Drácula porque no hacían honor al personaje, y que se le escribieron diálogos para esta, pero él se negó a recitarlos porque le parecieron demasiado absurdos.
Puedes ver más películas de vampiros pulsando aquí.
Dracula, Prince of Darkness. 1966. Jimmy Sangster, Anthony Hinds (guion) Terence Fisher (director) Christopher Lee, Francis Matthews, Andrew Keir (actores principales) Suzan Farmer, Barbara Shelly (actrices principales) Hammer Productions. Esitado en DVD en 2002 por Manga Films.
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