EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
¿Recordáis aquella ocasión en la que hicimos una tripe amenaza, reseñando tanto la novela de El Señor de Ballantrae como la versión en comic y la película que se hicieron de esta, y comparando las tres? Bueno, pues vamos a repetirlo con la reseña de El duque de Van Guld, un comic que es una versión muy libre, muy MUY libre de las novelas de Salgari El Corsario Negro y La Reina de los Caribes. Es la segunda de las historias que aparece en el comic Super Joyas nº 8, dedicado a Emilio Salgari, que ya comenzamos a reseñar con La capitana del Yucatán.
Toma elementos de dos novelas distintas, pero la trama de estas se continuaba de una a la otra, forman un todo. También en la película que se hizo de estas se mezclaban elementos de ambas. Este comic hace lo mismo, tomando el inicio de la primera novela, el final de la segunda, y haciendo un inmenso revoltijo con todo lo que hay entre una cosa y otra.
Aquí ya reseñamos las novelas y la película, que podéis repasar en orden empezando por la entrada de El Corsario Negro, si queréis darles un vistazo antes leer esta reseña y apreciar mejor las más que notables diferencias que hay entre unas versiones y otras. Hay un enlace a esa entrada al final de este artículo De hecho, habiendo ya reseñado los libros, nos vamos a centrar más en las diferencias del comic respecto a estos.
El cómic presenta una versión mucho más sencilla que la novela y la película, y entiendo que adaptada al público infantil y juvenil al que iba dirigido. En esta versión se exime al protagonista del horrendo crimen que supone abandonar a la deriva a Honorata, para que muriera en el mar. Comienza diciéndonos que Honorata y Emilio ya se conocían desde el inicio de la historia, que estaban enamorados y decididos a casarse. Y que para impedir esta boda el Duque Van Guld, el hermano de Honorata (era su padre en la historia original), la abandonó en una costa plagada de caníbales. También que fue este hecho lo que hizo que Emilio jurara venganza contra Van Guld antes incluso de la muerte de sus hermanos. Esto cambia totalmente la dinámica de la historia, obligando al guionista de esta versión a introducir algunos cambios más para mantenerla.
El Corsario Negro de hecho prácticamente no interviene en el cómic aun siendo el protagonista principal de la novela. Aquí es capturado por los soldados de Van Guld al inicio de la trama, y es liberado ya casi al final por sus hombres, que es en los cuales recae el peso de la historia.
A Emilio lo capturan cuando va a rescatar los cadáveres de sus hermanos, el Corsario Verde y el Corsario Rojo, expuestos en una plaza pública. A partir de aquí sus hombres tratan de rescatarlo. Aparecen Carmaux, Moko y Van Stiller pero sus intervenciones son esporádicas. Es la tripulación del Rayo en general y nadie en particular quién protagoniza realmente la historia.
La tripulación del Corsario Negro ataca el puerto en el que este se supone que está retenido, y logra tomarlo tras una sangrienta y enconada batalla solo para descubrir que ha sido trasladado poco antes de su llegada.
Toda la historia es de hecho esta búsqueda de Emilio por parte de sus tripulantes, yendo de un puerto a otro y preguntando a los marineros de los barcos con los que se cruzan, con alguna batalla y abordaje de por medio.
Finalmente dan alcance al barco de Van Guld en alta mar y lo abordan tras un feroz cañoneo. Durante este combate logran liberar al fin de su celda al Corsario Negro justo antes de que Van Guld, enloquecido por la inminencia de su derrota, prenda fuego a la santabárbara de su propio barco. La explosión lo destruye por completo, destrozando también al Rayo, matándose a sí mismo y acabando con ambas tripulaciones.
El Corsario Negro, Van Stiller, Carmaux y Moko son al parecer los únicos supervivientes. Se aferran precariamente a los maderos y otros restos de los barcos. La corriente les arrastra a un islote cercano dónde tras recoger todos los restos flotantes a su alcance, confeccionan con ellos una rudimentaria balsa. Con ella logran llegar a Florida, que en esta época es territorio de caníbales.
Tras algunas peripecias más, como un combate contra un oso (al que derrotan y se comen) son capturados por una tribu que los lleva a su poblado. Allí les espera una sorpresa.
La costa a la que han
llegado es la misma en la que Van Guld abandonó a su hija a su hermana
Honorata. Esta también fue encontrada por la misma tribu caníbal, precisamente
en un momento en el que su jefe estaba muriendo. Gracias a sus conocimientos
básicos de medicina Honorata le salvó la vida, lo que le hizo ganar un cierto
estatus en la tribu.
Este estatus, sin embargo, no es suficiente para que se respete la vida de los otros cuatro prisioneros. El tratar de interceder por Emilio y sus compañeros hace que los caníbales decidan añadirla a ella también al menú de una vez. Los cinco son atados a postes para sacrificarlos y cocinarlos tan pronto como termine una danza en honor a sus dioses, que los caníbales están llevando a cabo.
La danza termina repentinamente cuando una bala de cañón explosiva detona en medio de los bailarines, y a continuación una banda de piratas se lanza sobre los supervivientes sables en mano y acaba con ellos. Se trata de la tripulación del capitán Sharp, un viejo amigo del Corsario Negro que… bueno, que simplemente pasaba por ahí. Los hombres de Sharp acaban con la tribu y ofrecen a los protagonistas la oportunidad de volver a tierras más civilizadas en su barco. Sin embargo, pese a estar rodeados de un jungla infestada de animales salvajes, tribus de caníbales, y de carecer de armas o provisiones, Emilio y Honorata deciden probar suerte por sí solos. Se internan en la jungla y desaparecen en ella.
Años después, en una taberna, Van Stiller, Carmaux y Moko se reencuentran, Carmaux muestra a los otros un medallón de oro con el escudo de armas de la familia de Emilio que este siempre llevaba al cuello. Les dice que a él le fue entregado por un hombre que lo encontró en las selvas de Florida. Nada se sabe de Emilio y Honorata, si murieron en la selva o lograron llegar hasta algún puerto español o inglés. Pero el hecho de que lo intentaran, el que abandonaran todo lo que eran, que renunciaran al pasado y lazos familiares de ambos con tal de estar juntos, hace que los tres se replanteen también el abandonar la vida de piratas.
Así termina este extraña versión en la que prácticamente no se mantiene nada de la original más allá de los nombres y un par de detalles. Es curiosa y entiendo que se hizo con la intención de simplificar la historia de cara a un público más joven, pero la simplifica demasiado. Se priva a la trama de todo aquello que la hacía interesante: el juramento del Corsario Negro que lo obliga a dar muerte a la mujer que ama. Los largos años de odio que lo enfrentan a Van Guld antes de conocer a Honorata, que son lo que deciden el destino de esta cuando Emilio descubre quien es ella en realidad. Se ignoran los interesantes personajes del duque de Lerma y Yara. Y si bien todos estos cambios pueden obedecer a simplificar la trama, el cambio del final, con la tribu caníbal queriendo sacrificarlos y la aparición de la otra tripulación pirata, tiene el efecto contrario: complica un final que estaba explicado de forma más sencilla y mejor resuelto en la novela.
No tengo problema con que una adaptación cambie cosas respecto al original, incluso llegando al punto de darle la vuelta por completo y presentarlo desde una nueva perspectiva, siempre que estos cambios tengan sentido, que obedezcan a algo. En la anterior triple amenaza que hicimos se pudo ver que los cambios incluso mejoraban el resultado final. En esta ocasión, por contra, no solo lo que la historia debía contar sino los sentimientos y emociones que debía transmitir, se pierden por completo.
De estas tres versiones de El Corsario Negro & La reina de los caribes a las que he tenido acceso, me quedo a partes iguales con las novelas de Salgari y la película de Kabir Bedi. Hay diferencias entre ambas, pero la película mantiene ese mismo halo de heroicidad y tragedia que embargaba a los personajes del autor. El comic sería en este caso la peor versión, y su único valor radicaría en que podría llegar a despertar la curiosidad de los lectores por la historia original, y animarlos a buscar una copia del libro (que por cierto, tenemos reseñado aquí).
El duque de Van Guld. 1977. Andrés Martín Farrero (guion)Alfonso Cerón Núñez (ilustraciones) Antonio Bernal (portada). Editorial Bruguera S.A.
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