EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
Esta historia (de Juan Gallardo, no os quejaréis) nos presenta a Sir Dorian Clemens, un joven dandy inglés con la vida resuelta. Tiene unos altos ingresos a base de rentas que le permiten vivir muy holgadamente sin necesidad de dedicar ni un minuto de su tiempo a trabajar. Hasta ahora ha llenado ese tiempo con safaris de caza, pues forma parte de un club de cazadores al que está comenzando a aborrecer.
Con el tiempo, su mentalidad ha ido cambiando. La idea de matar animales sin necesidad le provoca cada vez más rechazo, y Dorian termina abandonando el club de cazadores con algún que otro de los socios maldiciéndole. Esta escenita sirve por una parte para dejarnos claro el carácter del personaje: no le importa quedar mal con su estrato social y los ambientes que frecuenta a cambio de seguir sus propias convicciones. También el que fuera cazador en safaris nos indica cosas como que está familiarizado con las armas de fuego, que probablemente sea un buen tirador, y que está habituado a un ambiente de calor asfixiante o malas condiciones de salubridad. Puede que sea un dandy con una vida regalada, pero tiene aptitudes que lo hacen apto para una historia de acción.
El caso es que Dorian sale por última vez del club de cazadores y emprende un largo paseo a pie hasta su casa por las calles de Londres. Está cruzando el famoso puente por unas calles casi desiertas cuando ve cómo una jovencita se sube a la barandilla del mismo, con la clara intención de lanzarse a las aguas del Támesis. Tal como si estuviera acechando a otra presa, se lanza hacia ella a tiempo de atraparla de un pie cuando ésta empezaba ya a caer. Pese a las protestas de ella exigiendo que la suelte y la deje morir, Dorian consigue izarla y ponerla a salvo. La muchacha, a la que se describe como una hermosa pelirroja de mirada perdida, viste lo que parece ser una bata gris propia de hospital o psiquiátrico. No lleva zapatos ni ningún tipo de identificación. Tampoco recuerda cómo se llama ni puede decir nada sobre ella misma, ya que al parecer está amnésica, con grandes lagunas en su memoria.
Dorian toma un coche para llevarla hasta su propia casa, y, al día siguiente, trata de averiguar algo sobre ella. Logra enterarse de que ha escapado del Saint James Hospital, donde le pusieron el nombre provisional de Peggy, puesto que ellos tampoco saben nada sobre su identidad. Al parecer la chica fue encontrada en el lugar más inverosímil posible, a bordo de un hidroavión en pleno vuelo sobre el mar de Tasmania, siendo ella la única ocupante. Un par de helicópteros del servicio de guardacostas australiano flanquearon la avioneta y se pusieron en contacto por radio con ella, dando instrucciones a la joven que le permitieron amerizar cerca de costa. Las autoridades de Australia la remitieron a Londres porque llevaba un anillo con la inscripción Londres y una fecha, como un típico artículo de recuerdo que se vende a los turistas, siendo esta la única referencia que tenían sobre ella. Peggy ignora cómo llegó a la cabina de la avioneta. No sabe siquiera si era ella la que pilotaba o era otra persona, y en ese caso qué pasó con esta. Lo único que la ata a su pasado, además de la propia avioneta y el anillo genérico, es una extraña piedra a la que se aferraba con desesperación. Esa piedra sigue en las dependencias del hospital, donde fue llevada por las autoridades. También es de resaltar que sus ropas estaban desgarradas y ella presentaba múltiples arañazos y pequeñas heridas sin importancia.
Sir Dorian, hombre rico e influyente, no tiene demasiados problemas para que el director del hospital le entregue la piedra en cuestión. Es una roca negra, de bordes cortantes e irregulares, de apariencia volcánica. Habiendo abandonado recientemente su afición a la caza, Dorian se vuelca ahora totalmente en el caso de la joven. Ésta sigue sin recordar su nombre pero dice que el de Peggy no le gusta. Tiene otro rondándole en la cabeza: Jane. No sabe si Jane es su verdadero nombre o el de alguien que conocía, o si simplemente es un nombre que le gusta, pero Dorian y ella misma acuerdan llamarla así en adelante. Tras hacer que el personal de servicio la instale en la casa y proporcionarle ropas adecuadas, Dorian lleva a Jane a consultar un conocido suyo que es geólogo.
Este examina la piedra volcánica y encuentra en ella un diminuto fósil. Es, además, un fósil muy específico, de una especie muy rara. Juntando todas las pistas que tienen (localización geográfica habitual de ese tipo de fósiles, lugar en el que fue avistada la avioneta, combustible que quedaba en los tanques, posible punto de origen teniendo en cuenta el combustible gastado), Dorian llega a determinar un área como el punto de origen más probable de la avioneta. Es un área bastante amplia, pero ya es algo para empezar a tirar del hilo. Y para alguien rico y acostumbrado a los safaris, organizar una expedición a esa zona no supone un gran problema. Pero Dorian y Jane no son los únicos interesados en el origen de la joven, o más bien en el origen de la piedra que ésta traía consigo. Ada, la voluptuosa ayudante del geólogo consultado, hizo una inspección preliminar de la piedra antes de pasársela a éste. Comprobó que emitía una fuerte dosis de radiación y entregó la piedra a su jefe sin informarle de esta circunstancia. En cambio, sí informa a un conocido suyo, un delincuente llamado De Kowa. En la naturaleza, la fuente de radiación más común son los yacimientos de uranio. Y en plena era atómica, el uranio es el nuevo oro. Ada y De Kowa planean hacerse de algún modo con todo este uranio, y puesto que ella va a ser incluida en la expedición, al igual que su jefe y algunas personas más, resulta que ya desde el inicio del viaje tenemos un topo en el grupo.
A bordo de una avioneta, la expedición de Dorian se dirige a Nueva Zelanda, pasando primero por Tasmania para ir acotando la zona de búsqueda. Tras algunas paradas para descansar y repostar, en las que también aprovechan para recabar información de los lugareños, la historia de Jane va tomando forma. La avioneta en la que fue encontrada Jane pertenecía a la expedición del profesor Copland, un biólogo del que se sabe que no contaba con ninguna mujer en el reducido equipo con el que despegó. Según los lugareños, la expedición de Copland buscaba una isla volcánica en la que se dice que aún existen dinosaurios vivos.
En otra pequeña isla en la que se ven obligados a aterrizar debido a los daños sufridos durante una fuerte tormenta, el grupo se topa con un fornido holandés que parece mandar sobre una tribu de pigmeos. Aunque el europeo se muestra amistoso, Jane lo reconoce. El verle desbloquea los traumas que habían provocado el colapso de su mente, y los recuerdos vuelven a ella. Jane ya ha estado en esa isla. Es donde su padre, el doctor Bancroft, y algunos miembros de su expedición fueron devorados por el holandés y los pigmeos, que practican el canibalismo. Al verse descubiertos, los antropófagos les atacan saliendo por docenas de entre la espesura. La expedición de Dorian se defiende a tiros y logra despegar in extremis. Pese a que han estado a punto de terminar en el estómago del holandés y los pigmeos, lo ocurrido y los restos que encuentran luego en la isla volcánica sirven para que Jane recupere sus recuerdos y podamos reconstruir toda la historia, por fin.
El verdadero nombre de Jane es Vivian, pero como este es ya el tercer nombre que se nos da para ella, voy a seguir refiriéndome a la joven como Jane, por mantener la claridad. Su padre era también científico. Su expedición y la del doctor Copland coincidieron en la pequeña isla volcánica, en la que cada cual buscaba elementos diferentes. El doctor Copland estaba llevando a cabo un experimento con la fauna local, con la que pretendía agigantar a determinados animales. Se da la circunstancia de que en el cráter de esa isla volcánica se había estrellado un meteorito compuesto casi totalmente por plutonio, el material más radioactivo de la naturaleza, mucho más aún que el uranio. Un accidente con la fórmula del profesor Copland hizo que esta se esparciera por el cráter. En realidad, toda la isla es prácticamente el cráter del volcán, que es lo único que emerge del mar. Los bordes del cráter se mantienen unos metros por encima del nivel del mar, por lo que toda la fauna de la isla se ha desarrollado en su profundo interior. El derrame de la fórmula de Copland afectó a los animales de un modo inesperado, pues a los efectos agigantadores de su fórmula se unió el imprevisible efecto mutante de las radiaciones, concentradas en el forzado ecosistema del cráter. Debido a ello, los animales crecieron mucho más de lo esperado, poniendo en peligro a todos los presentes.
Aunque los nativos de otras islas cercanas les habían hablado a los miembros de la expedición de Dorian que la isla estaba llena de dinosaurios, y ellos mismos habían especulado sobre que la radiación en el área podría haber regenerado y devuelto a la vida algunos fósiles prehistóricos, lo cierto es que los monstruos que hay en el cráter son simplemente animales comunes agigantados y mutados. Algunos de los miembros de la expedición Bancroft consiguieron huir de la isla empleando la avioneta de Copland, puesto que su propio hidroavión había quedado destrozado por los gigantescos monstruos. Su siguiente parada fue la isla del holandés caníbal, de la cual solo Jane logró despegar, siendo ese el momento en el que el terrible trauma de ver como su padre y amigos eran devorados borró su memoria. Pese a todo lo que Jane les cuenta, los miembros de la expedición de Dorian deciden seguir adelante con ella. Una isla casi inexplorada, habitada por monstruos gigantescos y mutantes, producto de los experimentos de un científico loco y la radiación de un descomunal meteorito de plutonio, es algo demasiado atractivo como para no verlo de cerca.
Además, la propia Jane necesita esto como una catarsis final para exorcizar a sus demonios. Pero cuando llegan a las inmediaciones de la isla-cráter, la historia de la expedición Bancroft se repite. Monstruos gigantescos derriban la avioneta viendo en ella a un rival, y el grupo no tiene más remedio que alcanzar el cráter en unos botes neumáticos. Una vez dentro del cráter que constituye la práctica totalidad del terreno, encuentran los restos destrozados del campamento de Copland. Es en este punto donde, revisando algunos informes, descubren qué consistía el trabajo de Copland y lo ocurrido con su fórmula. Lo he explicado antes junto con el resto de la historia porque en el libro toda la información va apareciendo fragmentada y salteada, y he pensado que para un resumen quedaría más claro así.
El caso es que el grupo está preguntándose qué hacer, varados en esa isla llena de monstruos y sin apenas recursos naturales que puedan aprovechar para sobrevivir, cuando aparece un helicóptero. Se trata de De Kowa y sus mercenarios, a los que Ada ha estado transmitiendo su posición y movimientos en secreto, para que actuaran tan pronto como Dorian encontrase la isla-cráter. De Kowa viene dispuesto a arrasar con todo, ya sean humanos o monstruos, con tal de apoderarse del enorme meteorito de plutonio y la riqueza material que este supone. De hecho, puesto que ya no necesita a Ada, no tiene el más mínimo reparo en añadirla a la lista de bajas que piensa dejar atrás. Se entabla un tiroteo entre los ocupantes del helicóptero y el grupo de Dorian, refugiado entre los restos de la cabaña, y entonces De Kowa decide terminar rápido y les lanza una granada.
El explosivo se desvía en su caída y en lugar de hacer estallar la cabaña con todos sus ocupantes termina por explotar en el fondo del cráter… donde despierta algo. De debajo de la tierra y cenizas irradiadas se alza un humanoide titánico, de la altura de un edificio de diez plantas, desnudo y con la piel quemada y descarnada. Pese a lo alterados que están sus rasgos, Jane reconoce en el gigante al doctor Copland, enloquecido y mutado por la radiación y su propia fórmula. Ahora es un auténtico coloso que extiende su brazo hacia el ruidoso helicóptero sin advertir a los diminutos hombres y mujeres que pululan entre los restos de la cabaña. De un manotazo arranca una portilla del helicóptero y lo zarandea, atrapando a De Kowa y haciendo caer al cráter al resto de mercenarios, salvo al piloto. Este lucha desesperadamente por estabilizar el helicóptero e impedir que se estrelle. Al hacerlo lo acerca tanto al borde del cráter en el que están los restos de la cabaña que Dorian, viendo la que posiblemente sea su única posibilidad de salir con vida, salta a su interior. El helicóptero continúa dando tumbos en el aire sin control mientras Dorian y el piloto pelean, y finalmente es este último el que cae y se precipita entre la masa de reptiles gigantes que, a los pies del titán, se disputan los despojos de los mercenarios.
Dorian posa el helicóptero para que su grupo (incluida Ada) embarque, y se alejan de la isla-cráter. Justo a tiempo, porque la explosión de la granada inició instantes atrás una reacción en cadena que hace que el meteorito, y con él toda la isla y sus gigantescos habitantes, detonen como una bomba atómica que borra toda prueba de lo ocurrido.
Y cuando todo parece haber terminado, el helicóptero da un repentino bandazo. ¿Un último ataque del titán? ¿Una avería por la explosión? ¿Un fragmento de roca impactando en su fuselaje? No… es el efecto en Dorian, que es quien estaba pilotando, de un repentino beso de amor que le planta Jane en los morros, a modo de punto final de la historia. Este cierre, con un beso impulsivo forjado en los fuegos del peligro y del encuentro con lo imposible, supone un nuevo punto de partida justo después de la devastación total de la isla. Una isla que desde el principio era su meta, que han encontrado solo para horrorizarse ante lo que han descubierto allí, y que se ha perdido para siempre justo a continuación.
Diría que me ha gustado mucho… pero en realidad eso es como no decir nada, porque es lo normal en los bolsilibros de Juan Gallardo.
Puedes repasar todos los libros comentados de este autor pulsando aquí.
El cráter del terror. 1983.
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