EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
No sé qué tal estará el clima en vuestros respectivos planetas, pero en nuestro pequeño Planeta del Espacio ya está empezando a notarse el calor. Y sé que en algunos mundos dividís el año en estaciones como invierno, verano y dos o tres más. Aquí a los meses más fríos los llamamos temporada de churros, y a los más cálidos temporada de helados. En lo que a nosotros respecta, estamos comenzando la temporada de helados anual.
Con esto en mente buscamos algo adecuado para reseñar hoy, y nos acordamos de este librito. Es un breve cuento infantil, pero los que llevéis más tiempo visitándonos ya sabréis que nos gustan mucho los cuentos infantiles. Trata sobre helados. Es más, no solo trata sobre helados sino que tiene uno de esos orígenes que son tan curiosos como el propio libro, o quizá más.
Los autores son Anthony Burgess como responsable del texto, y Fulvio Testa como ilustrador. Por lo general, los cuentos ilustrados son primero escritos por el autor, y luego se busca un ilustrador que haga dibujos adecuados para decorarlos. Aquí fue al revés, ya que la historia se le ocurrió al ilustrador. Este hizo primero las ilustraciones y tomó unas notas sobre la historia. Entonces se recurrió al escritor Anthony Burgess para que pusiera letra a estas ilustraciones e ideas generales. Si el nombre del escritor escogido para dar forma a este cuento infantil os resulta familiar, probamente se deba a que habéis leído una de sus obras más conocidas, o quizá habéis visto la polémica película que Stanley Kubrick hizo de ella: La naranja mecánica.
El título original es The Land Where the Ice Cream Grows (La tierra donde crecen los helados) y nos relata una expedición llevada a cabo por tres valientes, corpulentos y barbudos científicos: Guillermo, Fernando, y el narrador cuyo nombre no llegamos a conocer. A bordo de un zepelín que alquilan por quinientos veintitrés maravetinos al mes, y gracias a las indicaciones de un completo desconocido, llegan hasta el mítico País de los Helados.
Este se nos presenta como una región inexplorada cubierta de helado en lugar de nieve o hielo, donde los días de la semana tienen nombres distintos. El cuento está dividido en siete días a modo de capítulos y el nombre de todos ellos son lo que Lewis Carroll llamaba palabras-maletín; palabras que a su vez contienen otras palabras y que permiten sugerir varias ideas diferentes en un solo término. En este país la semana se compone de congelunes (para los que no estén leyendo esto en español, esta palabra es la fusión de lunes y congelado), martecado (martes-mantecado), miercolate (miércoles-chocolate), juevelado (jueves-helado), viernata (viernes-nata), sabatido (sábado-batido) y dominglacial (domingo-glacial). El cuento fue escrito originalmente en inglés, e imagino que a cada idioma al que haya sido traducido, se habrán adaptado también estas fusiones de palabras.
El desarrollo de la historia es muy sencillo. Los tres investigadores recorren regiones cubiertas de helado de las que aparentemente crecen grandes conos de helado a modo de menhires, polos de paleta a modo de árboles que forman densos bosques donde ningún pájaro anida, un volcán que en lugar de lava arroja nata, y un lago de chocolate caliente. El único ser vivo como tal que encuentran es una especie de gigantesco yeti peludo de color marrón que, con una igualmente gigantesca cuchara se dedica a comer la nieve de helado que lo cubre todo.
Hacia el final de la expedición la historia da un pequeño giro siniestro, puesto que los exploradores cruzan entre unas altas formas a duras penas humanoides, y estas empiezan a murmurar. Les hablan de que se los van a comer, puesto que ellos están hechos de helado y si se alimentaran también de helado equivaldría a canibalismo. Hablan de devorarlos con total tranquilidad, sin prisa por hacerlo, como si fuera algo ya inevitable. Sin embargo, a penas se mueven, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo. Esto termina colmando la paciencia de los científicos y toman la decisión de abandonar el País de los Helados.
Nada les corta el paso hacia su zepelín. Nadie se lo impide. El zepelín se eleva llevándolos de regreso a la civilización. Durante el viaje descubren que todos los túper que habían llenado de muestras de helado para analizarlo, y como prueba del lugar en donde habían estado, se encuentran ahora inexplicablemente vacíos.
A continuación se nos revela la verdad. Los tres investigadores son niños, que mientras se comían unos helados en su heladería favorita han estado creando entre todos esta fantasía. El País de los Helados es el nombre de la heladería, y probablemente esa ultima parte en la que la historia coge un toque siniestro, con los helados hablando de comérselos a ellos, es el momento en el que empiezan a empacharse por haber comido demasiados helados. En el dibujo que acompaña al texto en esta revelación vemos que el heladero que les atiende es un hombre corpulento y barbudo, al que los niños han tomado de referente para imaginarse a si mismos de adultos, y uno de ellos lleva bajo el brazo un zepelín de juguete.
The Land Where the Ice Cream Grows. 1979. Anthony Burgess (texto) Fulvio Testa (ilustraciones). Publicado en 1982 por Editorial Altea.
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