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martes, 24 de marzo de 2020

APOCALYPSE (Versión PlayStation 1)

LA HOLOCUBIERTA
Presentado por... Gelmerk.

¡Saludos, jugadores! ¿Ya estamos todos? ¡Pulsad Start para empezar!

Probablemente, Apocalypse sea el juego de acción más rápido y frenético que llegó a salir para la primera PlayStation. Ambientado en un mundo condenado a la aniquilación, y con el gancho de controlar al mismísimo Bruce Willis, Apocalypse era como una película jugable de dos horas en la que no despegabas el dedo del gatillo más que cuando empezaba a darte calambres.
Para ponernos en situación, Apocalypse tiene lugar en un futuro distópico donde la superpoblación, la contaminación y la criminalidad han convertido a la humanidad en un rebaño de bestias temerosas e influenciables. Un misterioso personaje llamado El Reverendo, que predica el abandono de la ciencia y la tecnología, ha organizado su propio Apocalipsis.
 
Mediante una mezcla de magia negra y de la ciencia que dice detestar ha creado cuatro poderosos seres que comandarán los millones de seguidores fanáticos que se ha ganado con sus ideas. Su intención es poco menos que destruir el mundo, haciendo desaparecer todo rastro de tecnología y provocando un exterminio global que reduzca la población a unos pocos miles de personas completamente ignorantes y dependientes de él, para así recrear el mundo según su propia visión. 
El protagonista del juego, cuyo rol asumiremos, es Trey Kinkaid, un científico especializado en nanotecnología. Trey es encarcelado en una prisión de alta seguridad, donde le arrojan a una celda cuyo otro ocupante es un corpulento criminal común falto de cariño.
 
Afortunadamente, Trey tiene dos cosas a su favor: por una parte, tiene la cara de Bruce Willis (todo lo que los gráficos de la época daban de sí) y su voz, ya que se contrató a este actor para que proporcionara ambas cosas. Por otra parte, y quizá más importante, antes que lo detuvieran se implantó una nanoarma en el brazo. 

Una vez en la celda, la activa. El arma crece hasta convertirse en una especie de cañón de asalto con un suministro tan vasto de nanomunición que en la práctica es ilimitada. Además, puede adaptarse para otros seis tipos de disparo: láser, lanzallamas, descarga eléctrica, micromisiles atómicos, misiles buscadores, y rayo de plasma. Casi nada. El primer disparo se lo lleva su cariñoso compañero de celda. Y a partir de ahí, termina la cinemática inicial y del resto de enemigos nos encargamos nosotros. 
El juego es un arcade de disparos en el que debemos avanzar por una serie de zonas acabando con todo lo que encontremos. A los marineros novatos se les suele decir que cuando estén en cubierta, si algo se mueve hay que saludarlo, y si no se mueve, hay que pulirlo. Básicamente en eso consiste el juego, en destruir, en lugar de saludar, cualquier cosa que se mueva a nuestro alrededor. 

Recorreremos montones de escenarios (cada uno precedido por una cita bíblica adecuada) limpiándolos de enemigos, desde la prisión donde comenzamos, en la que aniquilaremos por igual a otros reos que a guardias, a los mutantes y ratas gigantes de las alcantarillas, los zombis que nos saldrán al paso en el cementerio, los helicópteros y tanques que intentarán detenerlos en los entornos urbanos… ¿se mueve? Destrúyelo, por si acaso. 

Uno llega a preguntarse si el plan del Reverendo no era desde el principio cabrear a Trey para que este arrasara a tiros el planeta entero, y así ahorrarse de tener que desencadenar él mismo un holocausto.  

El juego es rápido y mareante, y tiene continuos cambios de perspectiva. Podemos estar viéndolo todo desde un plano cenital, a vista de pájaro como en el clásico Commando, y de pronto caer en picado hacia el personaje y pasar a una vista de tercera persona, con la cámara siguiéndolo. Podemos cambiar de un movimiento de scroll horizontal a uno de movimiento libre en todas direcciones. Muchas veces estos cambios de perspectiva, acercamientos o alejamientos bruscos de cámara, suceden en medio de un peligroso salto entre plataformas o justo cuando estamos esquivando una ráfaga de disparos, por lo que la sensación de caos se incrementa.

Los gráficos, polígonos muy bastos y evidentes, normales en la época, dan no obstante a los enemigos un aspecto tosco y recargado muy interesante. Cuando mueren, saltan en pedazos que van dejando regueros de sangre por todas partes, a menudos mientras exclaman (en inglés) cosas como “¡Mi brazooo!”, “¡No dispares, tengo mujer e hijos!” o “¡Mamaaá!”El propio Trey/Willis no se queda callado, soltando de tanto en tanto perlitas como “¡Iguala esto!” o “¿Tú también quieres un poco?” (refiriéndose en ambos casos a los disparos que está dirigiendo a sus adversarios).
Un juego difícil, pero sin llegar a ser desesperante. En ocasiones el numero de enemigos en pantalla es tal que ni te molestas en apuntar, porque dispares en la dirección que dispares le vas a darle a alguien. Las zonas a recorrer son tan grandes que cuando la cámara se aleja hace que nos sintamos minúsculos. Tiene momentos que rayan el desquicie total, como un combate en el escenario de un concierto de rock durante el cual la bola de discoteca desciende a ras del suelo y comienza a emitir rayos cortantes alrededor mientras continúa girando.

Lo peor del juego es la cinemática del final, que resulta tramposa y mediocre, en lugar de la brillante conclusión que toda cinemática final debería ser. Tras derrotar al Reverendo (que es en realidad el presidente de los Estados Unidos), su diabólica esencia pasa a nuestro personaje, convirtiéndolo en un ser maligno. A pesar de haber derrotado a todos sus enemigos, el protagonista fracasa al quedar poseído sin que podamos evitarlo de ningún modo. Lamentable. Un final propio solo de los guionistas más vagos. Pero hasta que llegamos a eso, el juego es bastante divertido.

Apocalypse. 1998. Activision / Neversoft Entertainment.

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