EL ARCHIVO
Bienvenidos al Archivo, investigadores.
El artículo que presentamos hoy se publicó por primera vez en mayo de 2020, en la revista virtual Figuras en Acción nº 22. El texto es nuestro, pero las imágenes que lo ilustran fueron tomadas de internet, de diversas fuentes, y pertenecen en todos los casos a sus respectivos autores (los cuales se indican cuando los conocemos).
Sí. ¿Cuál es su función? Los patitos de goma amarillos son un elemento que nos ha acompañado a casi todos en la bañera durante nuestra infancia ¿pero por qué patos?
A muchos bebés y niños pequeños no les gusta nada que los bañen, y reaccionan enfadándose, llorando, manoteando, salpicando, y en general haciendo la hora del baño lo más difícil posible para sus padres. La forma de lidiar con esto sin recurrir a los gritos, es desviar la atención: entretenerlos con un señuelo que distraiga al enemigo en la pequeña guerra diaria del baño. Y puesto que los niños ya están medio sumergidos para la ocasión, lo lógico es un juguete flotante.
Ahora bien ¿Por qué precisamente una cría de pato? Juguetes de baño ha habido muchos, de muy variadas formas y colores (y los primeros, seguramente, de madera) pero los patitos amarillos son los reyes indiscutibles de este campo. Parece una cuestión de lógica amenizar un baño con una figura que represente a una criatura acuática, pero el verdadero motivo es otro. Atentos a la explicación, porque como suele decirse, la realidad es más increíble que la ficción.
Patente de Ganine para un pato de juguete. 1947. Copyright wipo.int
Todo comenzó cuando un escultor de origen ruso llamado Ganine expuso algunas de sus obras más recientes en el Metropolitan Museum of Modern Art de Nueva York. Entre ellas destacaba una gran ballena que encantó al público. La exposición se hizo tan popular que los neoyorquinos se lanzaron a la caza de cualquier recuerdo físico de ella que pudieran conseguir, desde los carteles publicitarios a los resguardos de las entradas. Ganine ya había tenido la previsión de patentar y encargar la fabricación de reproducciones en hule de otra de sus esculturas (un pato amarillo), como un juguete infantil.
Los patos de Ganine, que hasta ese momento no se habían vendido mucho, desaparecieron de las tiendas casi tan rápido como a alguien se le pasó por la cabeza hacerlos llegar hasta ellas, vendiéndose cerca de cincuenta millones de copias. Hasta tal punto ha quedado afincada la figura del pato de goma en la cultura norteamericana, que actualmente el hotel Hilton añade un pato de goma a la clásica remesa de jabones y geles de baño que se entrega a los clientes cuando alquilan una habitación.
La idea original de los patos amarillos (cuya primera tirada era de únicamente cinco millones de ejemplares) era que los bebés que estuvieran pasando por su primera dentición los emplearan como mordedores, para terminar de ajustarse los dientes a las encías. Pero al ser de plástico hueco y flotar, las siguientes tiradas de patos que salieron a la venta lo hicieron ya directamente como juguetes de baño con su clásico silbato incorporado, acaparando el mercado americano de los juguetes de baño desde entonces.
Aunque durante los años siguientes los patos de goma se vendieron bien en Europa, no llegaron a calar tan profundamente como en América hasta que en 2001 la prensa británica publicó que la ilustrísima reina Isabel II tenía también uno de estos patos en su cuarto de baño.
Fuera esto cierto o no, la noticia provocó que millones de británicos que hasta ese momento no habían tenido ningún interés en los patos de goma, se lanzaran en masa a las calles tratando desesperadamente de conseguir uno. Este brote europeo de “gripe aviar” afianzó también al pato como señor de la bañera en la imaginería popular del viejo continente, desplazando al resto de juguetes.
Así que, recapitulando, si a día de hoy usamos todavía patitos de goma amarillos en el baño es porque a una reina inglesa le gustaron unos juguetes puestos de moda en América que reproducían la escultura de un artista ruso. Tal y como ocurre en los dibujos de Scooby Doo, al final todos los misterios tienen una explicación perfectamente lógica y razonable.
La Invasión de los Patos Gigantes
La popularidad de los patos de goma quedó sobradamente demostrada cuando en 2007, el artista holandés Florentijn Hofman tuvo la ocurrencia de fabricar una réplica hinchable del pato de Ganine, pero de quince metros de alto, y pasearla por un puerto francés remolcándola con pequeñas embarcaciones a motor. Posteriormente, otras versiones de este pato fueron fabricadas por encargo para exhibirlas en los puertos de diferentes países, coincidiendo con la conmemoración de alguna fiesta local o algún evento. La mayoría eran del mismo tamaño que el primero, pero algunos lo superaron.
El mundo ya empezaba a temblar ante la perspectiva de ser aplastado bajo el yugo de los patos gigantes cuando, en 2017, el mayor construido hasta la fecha (el titánico pato de 18 metros de Taiwán) apareció deshinchado de la noche a la mañana. En principio se dijo a la población que el pato “había sido atacado por una bandada de águilas, que lo confundieron con un animal real”, pero esto probablemente fue solo un intento de darle un final más épico. La investigación posterior reveló que había chocado con una boya de señalización portuaria y esta lo había rajado de lado a lado. Desde entonces la popularidad de los patos gigantes parece haberse enfriado. Ya no se ven con la frecuencia de antes, pero no conviene bajar la guardia…
Duck Wars: la Guerra de los Patos
En 2018, un pato gigante muy parecido al de Hofman apareció como reclamo de una serie de manifestaciones sociales en Brasil. Hofman se apresuró a demandar a los organizadores de las mismas y a la empresa fabricante del pato alegando que le habían plagiado la idea, y que estaban vulnerando sus derechos de autor… a pesar que el pato de Hofman no era más que una versión a mayor escala y muy levemente modificado del diseño original de Ganine. La demanda fue desestimada y al final Hofman terminó, como suele decirse, pagando el pato.
Para gustos, patos
Actualmente el pato de goma amarillo es una imagen tan reconocible como el Teddy Bear clásico, pero como él tiene una cantidad de variantes enorme. Su aspecto no es exactamente el mismo que el original de Ganine, puesto que se han ido introduciendo pequeñas variaciones en su rostro para hacerlo más atractivo al público. La mayoría de los que circulan son versiones del mismo pato básico vistiendo atuendos característicos de diferentes ocupaciones, no todas ellas modernas. Pero también los hay con trajes de superhéroe, patos zombis (inevitable hoy en día), patos ciborg, o que hacen referencia a personajes de películas famosas.
Los patitos feos
Si el cuento del patito feo nos contaba la historia de un “pato feo” que al final resultaba no ser ni pato ni feo, con los patitos de baño parece ocurrir lo contrario. Bajo su encantadora apariencia se esconde un peligro latente. Resulta que varios estudios realizados con ellos han revelado que una figura de estas características es una de las peores cosas que podemos dar a un niño cuando está en la bañera. Al estar huecos, el agua caliente que se cuela en estos juguetes crea auténticas colonias bacterianas en su interior.
Aunque tras cada baño lo vaciemos de agua, la humedad que le queda dentro no puede ser eliminada fácilmente. Y puesto que el juguete acaba sumergido con cierta frecuencia y más agua se filtra a su interior, esta colonia crece sin cesar. Peor aún, cada vez que el juguete es apretado y estrujado por el niño, no solo embarca agua, también la libera. El agua que entra vuelve a salir arrastrando consigo bacterias del interior, que se vierten al agua de la bañera, lo que puede repercutir en la salud ya de por si delicada de los bebés y los niños pequeños. Para no extendernos demasiado: los juguetes de baño son básicamente insalubres.
Ante esto podemos hacer varias cosas. Podemos reemplazar el juguete cada pocos días (por ejemplo, cada semana) para no dar tiempo a que la colonia bacteriana se forme. Tras una semana de leal servicio, el pato puede ser vaciado de agua a conciencia y colocado en una estantería como pieza de adorno hasta el fin de los tiempos.
Podemos sellar con silicona el agujero que el pato tiene en su base, para asegurarnos que simplemente no le entra agua, cortando el problema de raíz. Perderá parte de su atractivo (el silbato ya no sonará al apretarlo) pero será mucho más seguro, que es de lo que se trata.
Finalmente, podemos sustituir los patos de goma clásicos (huecos) por figuras de animales de plástico o goma compactos (sin interior hueco). Al no tener un compartimento en el que acumular agua, el problema no llega a aparecer.
Aunque estemos todo el tiempo hablando de patos por ser el juguete de baño más común, hay que tener claro que todos los juguetes de baño con una boquilla o silbato que permita la entrada de agua y aire a su interior (por ejemplo, una pelota de plástico) presentan el mismo problema.
Pero, si bien como juguetes de baño no son muy recomendables, los patitos de goma (que, a pesar de su nombre, no suelen ser de goma) son unos personajes muy coleccionables; divertidos, variados, duraderos, y por lo general baratos. Y eso, con los tiempos que corren, no es poco.
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