EL ARCHIVO
Bienvenidos al Archivo, investigadores.
El artículo que presentamos hoy se publicó por primera vez en mayo de 2020, en la revista virtual Figuras en Acción nº 22. Como de costumbre el texto es nuestro, pero las imágenes que lo ilustran fueron tomadas de internet, de diversas fuentes, y pertenecen en todos los casos a sus respectivos autores (los cuales se indican cuando los conocemos).
Para
tener claro desde el principio de qué estamos hablando ¿qué son los juguetes
viajeros? Se trata de una afición que va ganando adeptos poco a poco, que consiste
en llevar con nosotros uno o dos de nuestros juguetes preferidos cada vez que
salimos de viaje, y fotografiarlos tomando como fondo algún monumento o paraje
reconocible de los lugares por los que pasamos. Lo usual es hacerlo cuando se
viaja al extranjero, pero nada nos impide llevarnos los juguetes mucho más
cerca, al parque del barrio o al lugar de trabajo, y echarles unas fotos allí.
Los
coleccionistas adultos de juguetes no solemos jugar con ellos, y eso, de algún
modo, es desperdiciar parte del potencial que tienen para hacernos sentir bien.
El convertir nuestros juguetes de exposición en juguetes viajeros es una buena forma
de seguir “jugando” con ellos de un modo nuevo y creativo.
Amelie y el gnomo trotamundos
Mucha
gente descubrió esta afición a raíz de la película Amelie. Aunque lo de los juguetes viajeros era algo que ya se venía haciendo desde mucho antes, no
pasaba de ser una práctica marginal, hasta que esta película la dio a conocer
al gran público.
En
Amelie, el personaje que da nombre a la película se lleva el gnomo de jardín de
su padre sin decirle nada. Periódicamente le envía fotos del gnomo posando
junto a distintos monumentos famosos, haciendo ver que es el propio gnomo el
que está de viaje por el mundo y le manda a su dueño una crónica fotográfica de
su recorrido.
Todo
resulta ser un engaño, ya que los supuestos monumentos son falsos fondos que
Amelie, valiéndose de planos en perspectiva, hace parecer reales. Al final de
su tour, el gnomo regresa como si tal cosa a su lugar de siempre en el jardín. ¿El
motivo de todo esto? Simplemente introducir un poco de magia en la vida excesivamente apática de un ser querido.
Aunque
el asunto del gnomo trotamundos es solo una pequeña subtrama dentro de la línea
argumental de la película, animó a mucha gente a iniciarse en esta afición, que
por aquellos tiempos (estamos hablando de 2001) era todavía muy desconocida.
Las grandes migraciones de osos de
peluche
Los
juguetes viajeros más habituales son los peluches, por un motivo práctico.
Dentro de las estrecheces de las maletas, comprimidos entre mudas de ropa a
presión, un peluche tiene muchas más posibilidades de superar intacto los
rigores del viaje que una figura sólida de plástico o madera.
Estas
en cambio tendrán un mayor riesgo de partirse o que alguna de sus piezas se
desprenda, o incluso puede que sea necesario desmontarlas para poder
transportarlas. ¡Y eso por no hablar de los problemas que puede darnos en una
aduana la presencia de esas piezas extrañas al pasar la maleta o la bolsa de
viaje por las máquinas de rayos X!
Los
peluches, debido a que su falta de rigidez los hace (paradójicamente) más
resistentes al transporte, son los que acompañan con más frecuencia a la gente
en sus viajes.
Turistas, aventureros y proletarios
Como
en todo, dentro de los juguetes viajeros también hay varias categorías bien
diferenciadas. La práctica totalidad de fotos de juguetes viajeros se puede
englobar en una de las tres siguientes.
Los Turistas son
los que aparecen posando tan tranquilos junto a paisajes bucólicos o lugares
famosos, disfrutando de las vistas. Se trata de peluches en la mayoría de los
casos. Los peluches son poco dados a adoptar más pose que la que traen de
fábrica. Y estas suelen ser actitudes felices y tranquilas, lo que les hace
especialmente aptos para posar con lugares bonitos y llamativos como fondo.
Los Aventureros
suelen estar más integrados en el paisaje que los anteriores. Suele vérselos
trepando por rocas, remontando cuestas, medio sumergidos en charcas o dejando
sus huellas en la arena o el barro. Si entre la “clase turista” predominan los
peluches, la mayoría de los “aventureros” son figuras de acción o vehículos.
El
ser de plástico o metal facilita su limpieza, lo que invita más a ponerlos en
situaciones donde estén en contacto directo con el entorno, y si se trata
además de figuras articuladas resulta más sencillo y convincente el integrarlas
con el terreno. Por descontado, el que una gran parte de las figuras de acción
sean de por si guerreros, aventureros, exploradores o criaturas salvajes
redondea bastante el resultado final.
En
esta categoría, más que mostrar un lugar famoso que indique claramente la parte
del mundo en el que se realizó la foto, lo que se busca es crear un pequeño
diorama donde el propio paisaje natural haga las veces de escenario.
Finalmente
tenemos el juguete Proletario, el
humilde y honrado trabajador urbano. Esta categoría se compone principalmente
de muñecos fotografiados sentados en los asientos de un autobús o metro, o bien
en una parada de estos transportes públicos, como esperando a que lleguen. De nuevo los peluches acaparan esta
categoría. El que muchos animales de peluche (osos, especialmente) salgan ya de
fábrica con ropas cotidianas, de calle o de trabajo (delantales, gorras, cascos
de bombero… los hay incluso con mandiles de herrero) los hace idóneos para el
entorno urbano.
También
podríamos considerar que entran en esta categoría las fotos de vehículos de
construcción excavando en la arena de un parque, los robots esperando su turno
de revisión en la mesa llena de herramientas de un taller de coches, o una
figura de Bob Esponja eligiendo casa junto a la caja de piñas de una frutería. En
lo que a juguetes se refiere, no hay más limite que la imaginación.
El Frente de Liberación de Enanos de Jardín
Desgraciadamente,
incluso las aficiones más inocentes como esta tienen su reverso tenebroso. En este caso, es el de la gente que se lleva
lejos y fotografía juguetes… que no le pertenecen, y que luego no devuelve a su
legítimo dueño.
En
1996 se dieron en la ciudad de Alençon (Francia) varios casos de personas a las
que robaron las figuras de gnomos de piedra o escayola que adornaban sus
jardines. Las victimas de los robos encontraron en el lugar donde deberían
estar sus gnomos una nota firmada por un grupo autodenominado Front de Libération des Nains de Jardins
(Frente de Liberación de Enanos de Jardín). Este grupo indicaba en la nota que
los gnomos de jardín eran en realidad gnomos reales que al ser capturados y
sacados de sus bosques natales habían quedado petrificados, y debían ser devueltos
a la naturaleza para recuperar su verdadero aspecto. El grupo se dedicó a robar
gnomos de jardín durante dos años para llevarlos a un bosque cercano y
abandonarlos (unos 240 gnomos en total, tanto de su propia ciudad como de
poblaciones cercanas). En algunos casos, al robo se añadía la burla de mandarle
por correo al dueño una foto de su gnomo abandonado en medio del bosque “donde
le correspondía estar”.
Si
bien en principio este tipo de cosas pueden parecer una gamberrada inofensiva e
incluso simpática, en realidad son actos de vandalismo. Estos “liberadores” no
solo allanaban una propiedad privada claramente delimitada para robar algo, si
no que para lograrlo no dudaron en romper candados, forzar cerraduras, cortar
tramos de verjas de alambre, y en al menos un caso, abrirle la cabeza a un
perro con una barra de hierro. Ocasionalmente también provocaron daños
adicionales totalmente innecesarios, como romper ventanas a pedradas, destrozar
macetas o arrancar parterres de flores. Sin embargo, cuando cuatro de ellos
fueron detenidos por la policía mientras entraban a una propiedad privada (de
noche, vestidos con ropa de camuflaje y con los rostros ocultos con
pasamontañas) manifestaron no entender por qué se les detenía, ya que según
ellos “lo que hacían solo eran bromas, no delitos”.
El
Frente de Liberación de Enanos de Jardín
trató de justificar más adelante sus actos alegando que eran “una revolución
estética contra el imperio del mal gusto y el arte hortera” (es decir, otro
caso típico de “como A MÍ no me gusta, TÚ
no lo hagas”). Sin embargo, muchos de los gnomos que robaron, en lugar de
abandonarlos en el bosque, los exhibieron luego ahorcados de un puente o
tirados en medio de una carretera como si los hubieran atropellado, por lo que
su opinión sobre lo que es o no de mal gusto resulta bastante discutible.
Como
es habitual en estos casos, les salieron imitadores. Gente que, con todos los
problemas que hay en el mundo, no encontró nada mejor por lo que luchar que por
la “libertad” de unas figuras de yeso. Así surgieron en la misma Francia el Mouvement Terroriste pour la Liberation des
Nains de Jardíns, en Italia el Fronte
di Liberazione dei Nani da Giardino y el Movimento Armato per la Liberazione delle Anime da Giardino, en
Inglaterra el Gnome Liberation Army
(fijaos con que ligereza emplean estos colectivos palabras como terrorista, armado o ejército), en
España la Sección Española del Frente de
Liberación de Enanos de Jardín, y en Holanda el Tuinkabouter Bevrijdings Front. Todos estos grupos, en lugar de
colaborar por su supuesta causa común, parecían competir entre ellos por ver
quien destacaba más en los diarios (¿no os recuerda esto al Frente de Liberación de Judea de La Vida
de Brian?) y desaparecieron tan pronto como los medios se aburrieron de sus
“hazañas” y dejaron de hablar de ellos.
La
relación que tiene todo esto con el mundo de los juguetes viajeros, es que
parece ser que fue precisamente el único robo que cometió el grupo holandés el
que inspiró la famosa escena de Amelie. El gnomo que robó este grupo fue
paseado por toda Europa aprovechando un viaje de alguno de sus componentes. Le
sacaron fotos al estilo de los juguetes viajeros más típicos (que hasta ese
momento no incluían entre sus filas figuras de escayola) y se las fueron
enviando al dueño, junto con notas de burla en las que “el gnomo” se jactaba en
primera persona de “haber quedado libre de su tiranía”. La prensa se hizo eco
de esto y el caso fue bastante conocido en su momento.
Por
fortuna, gente con más sesera que estos grupos de gamberros ha sabido darle la
vuelta a la “liberación de gnomos” y han incorporado estas figuras al mundo de
los juguetes viajeros… de forma totalmente legal, es decir, llevándose al
bosque y fotografiando sus propias figuras, en lugar de robárselas al vecino.
No son exactamente juguetes… pero no vamos a ponernos en plan discriminador a
estas alturas.
Casi treinta años a la deriva
Un
caso especial de juguetes viajeros es el de varios miles de patos de goma y
otras criaturas flotantes que llevan casi tres décadas recorriendo los mares
del mundo.
En
1992, un carguero chino que transportaba contenedores de juguetes fue
sorprendido por una tormenta a su paso por el archipiélago de las Aleutianas,
en el Océano Pacífico. El temporal empeoró rápidamente llegando a alcanzar
vientos superiores a los 150km/h. Olas de más de diez metros azotaron la
embarcación durante horas. Doce de sus contenedores de carga se soltaron,
cayendo al mar. Once permanecieron cerrados, pero al no ser estancos el agua se
filtró en su interior y se hundieron, yendo a parar al fondo como gigantescos
cofres del tesoro. El doceavo se abrió con el impacto. Unas 29.000 figuras de
goma para baño (la mayoría de ellas, patos amarillos) escaparon del contenedor,
dispuestas a vender cara su vida contra viento y marea.
Aparte
del espectáculo que esto debió suponer para las dotaciones de los barcos que se
cruzaron con ellos (varios miles de patos de goma moviéndose juntos no es algo
que se vea con frecuencia), este incidente se convirtió inmediatamente en foco
de atención de un grupo de científicos, que comenzaron a hacer un exhaustivo
seguimiento de su viaje. Basándose en los patrones de corrientes continentales,
estos científicos pudieron determinar el destino de los principales grupos de
patos con una precisión asombrosa.
Las
corrientes imperantes dividieron a estos peculiares náufragos en dos grandes
grupos. El más desafortunado fue arrastrado al estrecho de Bering, y sus componentes
se hundieron uno tras otro ante la aplastante fuerza del frío, que los fue endureciendo
y resquebrajando a medida que se adentraban en las inclementes aguas
siberianas.
El
otro grupo se encaminó hacia las más acogedoras costas de Chile, Australia e
Indonesia, aunque la deriva marina los fue dividiendo en otros grupos cada vez
más pequeños y dispersos. Los primeros en llegar a costas habitadas lo hicieron
once meses después del naufragio, en una playa de Alaska, tras recorrer “a
nado” 3.200 kilómetros. Otros vararon dos años más tarde en las costas
escocesas. Unos pocos fueron recogidos en las playas españolas de La Costa de
la Muerte, en el 2007, tras surcar los mares durante quince años.
A
día de hoy siguen apareciendo de tanto en tanto, incansables, tras veintiocho
años a la deriva, casi el triple de los que pasó el mítico Ulises navegando en
busca de su hogar. Muchos han sido recuperados. Otros han desaparecido para
siempre tragados por desafortunados animales marinos, o hundidos por el efecto
del sol y la corrosión salina. Miles de ellos han pasado a formar parte de las
abominables islas flotantes de plásticos y basura que cada año ganan terreno al
mar abierto y sus criaturas.
Se cree que todavía algunos pocos cientos pueden seguir a flote, a merced de las olas, buscando una playa que los acoja por fin. Auténticos juguetes viajeros… Buena suerte a todos, marineros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario