EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Celebramos el Día de la Hispanidad releyendo este librito que conseguimos hace mucho en un mercadillo. Trata sobre los llamados Códices de México, aunque no son códices exactamente. Me ha parecido interesante reseñarlo hoy porque no hay hispanidad que valga sin nuestros hermanos del otro lado del Gran Charco.
De hecho, este es uno de los poquísimos libros que tenemos en nuestra biblioteca escrito, impreso y vendido originalmente en el Nuevo Mundo (concretamente en México) que de algún modo terminó en un pequeño mercadillo allende el mar.
Técnicamente, un códice es un conjunto de documentos manuscritos, cosidos unos a otros por un solo lateral, y guardados entre dos planchas de madera del tamaño de las hojas para evitar que estas se degraden con el roce cuando sea almacenado o manipulado. Los códices son el paso intermedio que se dió entre los rollos de pergamino y los primeros libros encuadernados.
Los Códices de México no son códices, porque en la mayoría de los casos eran láminas de pasta de papel o cuero, profusamente ilustradas. Cada lámina estaba cosida a la anterior por un lateral y a la siguiente por el otro, como un largo desplegable, y en conjunto llegaban a medir varios metros. Se guardaban doblándolos, usando como puntos de pliegue las propias costuras entre láminas, para no dañar las ilustraciones. Los únicos que realmente se hicieron en forma de códice son las reproducciones de los ya desaparecidos, que fueron confeccionados por los mexica a petición de los españoles.
En estos documentos se recogen tanto hechos históricos como leyendas. Algunos incluyen mapas o calendarios, y en otros no hay texto. En estos últimos, las ilustraciones hacían referencia a algún suceso que se transmitía oralmente de una generación de sacerdotes a otra, por lo que su simple contemplación, sin la explicación dada por el sacerdote, no aportaba mucha información. Las ilustraciones eran, de hecho, una forma de ayudar al narrador a recordar todos los detalles de lo que debía contar a aquellos que quisiera consultarlos. Los códices se confeccionaban en las calmecac, las escuelas de futuros sacerdotes, y se guardaban en edificios llamados amoxicalli, que actualmente traduciríamos como biblioteca.
Los españoles destruyeron muchos de estos códices, considerándolos brujería pagana, especialmente aquellos en que se mostraban ilustraciones de sacrificios humanos. Pero la destrucción de códices era también algo común entre los pueblos precolombinos. Estos solían luchar entre ellos y esclavizarse unos a otros. Cuando un pueblo mesoamericano era completamente sometido por otro y sus ciudadanos esclavizados, los códices del pueblo derrotado eran quemados por los vencedores. De este modo, aquellos que pudieran haber logrado escapar quedaban privados de su historia y leyendas propias. Con el paso de algunas generaciones su cultura se perdía, y era cuando el pueblo desaparecía como tal.
Se sabe que algunos españoles, como Fray Diego de Landa, promovieron la quema de códices mexicas. Pero fueron muchos más los que reconocieron el valor histórico, cultural y artístico de estos documentos, y se preocuparon de conservarlos o alentaron a sus aliados a producir otros nuevos para sustituir los quemados por sus enemigos. Este es el caso de los códices Tlatelolcas, que eran aliados de los españoles y a instancias de estos recrearon lo que aún recordaban de los códices que sus conquistadores, los Zacatacas, habían destruido tras esclavizarlos. Son estos códices los primeros que se confeccionaron en formato de códice como tal, pero terminaron por dar nombre al conjunto de documentos similares.
El libro, tras una corta presentación general, divide a los códices en cuatro grupos principales. Sobre cada uno de estos grupos se nos explica lo que se sabe sobre la fecha en la que se crearon, la información que contienen, particularidades de los materiales que se emplearon, el lugar en el que se conservan, o anécdotas relacionadas con ellos.
Es una lectura de lo más interesante a la que solo le puedo achacar un fallo: las fotos que se nos ofrecen de los códices comentados están en blanco y negro, con lo que se nos priva del extraordinario espectáculo de colores que sus ilustraciones suponen.
Puedes ver otro artículo relacionado con esta fecha pulsando aquí.
Códices de México, historia e interpretación de los grandes libros pintados prehispánicos. 1992. Nelly Gutiérrez Solana (texto) Heraclio Ramírez (portada). Editorial Panorama.
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