EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, detectives.
¿Conocéis a la señora Cornelia? ¿No? Venid y os la presentaré. Es una mujer encantadora que nos recibirá con té y pastas... y algo me dice que quizá necesite nuestra ayuda.
Cornelia Russel lleva setenta años viviendo en su mansión familiar, a unos seis kilómetros de la aldea de Monnorwing. De hecho nació allí, y para ella esa gran casona siempre ha sido su hogar. Esto cambia un día en que, a su regreso del hospital por un problema cardíaco, nota algo diferente. Como si la casa ya no fuese la suya, o como si ella ya no fuera bienvenida allí: su criado Cristopher parece no oírla la mayor parte de las veces que lo llama... encuentra "Morirás pronto, tía Cornelia" escrito con pintalabios violeta en el espejo de su tocador... una mano misteriosa aprieta la suya bajo las sábanas cuando se acuesta… y una voz tenebrosa que se presenta como “la Muerte” le contesta cuando intenta llamar por teléfono.
Esa misma noche llegan de visita sus tres sobrinas: Jeanette, Isabelle y Priscilla. “¡Que se fije de que color lleva pintados los labios cada una!” diréis algunos, recordando el mensaje en el espejo. Bien pensado, detectives, pero las tres lucen exactamente el mismo tono de violeta, que es el que resulta estar de moda en ese momento.
No será la única visita que recibirá la buena y ahora atemorizada señora Cornelia, además de la nuestra como lectores, ya que al día siguiente un coche circula por los alrededores de su casa. Lo conduce Scott, un alto y fornido detective privado. Junto a él está Maureen, una rica divorciada a la que Scott conoce de un caso anterior y que ha fingido contratarlo para un falso caso, cuando en realidad está intentando ligárselo. Maureen está guiando a Scott hacia el supuesto “lugar del crimen” que no es otra cosa que una casita rural que ella empleaba para ponerle los cuernos a su marido (motivo por el cual ahora está divorciada).
Por el camino encuentran a Corinne, una joven que se ha desmayado al ser testigo de algo que la ha alterado terriblemente. Scott y Maureen recogen a Corinne, que les cuenta su extraña experiencia: se ha encontrado con dos hombres, uno de los cuales tenía una mano recién cortada, que llevaba sujeta en la otra. El segundo hombre le ha arrebatado la mano cortada al que a todas luces era su legítimo dueño y ha huido con ella, perseguido por el hombre mutilado. ¿Una mano cortada? ¿No notó Cornelia una mano bajo las sábanas tocando la suya? Tomemos nota también de este detalle, a ver a que nos lleva.
Poco después el coche de Scott se avería, justo tras estallar una lluvia torrencial. Tormentas, coches averiados y mansiones no muy lejanas son tres elementos que se encuentran juntos tan a menudo en las historias de terror clásicas que parece que los vendan en pack. Scott, Maureen y Corinne llegan a pie a la mansión de Cornelia buscando resguardo de la lluvia. La señora de la casa los acoge encantada, porque en ese momento sospecha tanto de sus sobrinas como de la servidumbre. Y hace bien, porque apenas los tres últimos invitados han tenido la ocasión de instalarse, alguien asesina a la pobre Corinne clavándole unas tijeras en el cuello. Quizá es el mismo alguien que corta el cable telefónico y sabotea el coche con el que llegaron las tres sobrinas.
Pasamos a la fase Cluedo en la que Scott va enterándose de la personalidad y particularidades de cada una de las sobrinas y de la servidumbre: el criado Cristopher y la sirvienta Karen. Mientras se dedica a esto, nuestro misterioso alguien decapita al cadáver de Corinne y lanza cuerpo y cabeza rodando por las escaleras. Este espectáculo innecesario y grotesco deja claro algo para Scott: el asesino intenta que la señora Cornelia muera de un ataque al corazón, porque es lo único que justifica el destrozo adicional del cadáver. Por una parte eso es bueno para Cornelia porque es poco probable que atenten directamente contra ella. Por otra, es malo para los demás porque los hace más propensos a ser asesinados solo por asustar y angustiar a Cornelia.
Como es costumbre en estos casos, vamos descartando sospechosos a medida que estos aparecen asesinados. La verdad es que no son muchos los muertos, solamente tres, pero el culpable resulta ser también un grupo de tres individuos, por lo que no quedaba mucho margen para asesinar. Hay además un curioso paralelismo entre víctimas y asesinos: en cada uno de estos grupos tenemos a una de las sobrinas, alguien de la servidumbre, y una tercera persona ajena tanto a la familia como a los empleados de Cornelia.
He de decir que uno de los intentos que hacen de asustar a Cornelia es bastante ridículo: descolgar desde el techo una figura gigantesca de un dragón de tres cabezas para que se vea a través de una de las ventanas. Esto parece más una broma que un intento serio de provocar un infarto a Cornelia. Es más ¿dónde demonios tenían escondida esa cosa (un dragón de plástico del tamaño de un camión) hasta el momento de usarla? Exceptuando este detalle ridículo y la excesivamente larga y detallada conversación que los criminales mantienen entre ellos para “demostrarle” al lector que todo cuadra (aunque a mí no me cuadra mucho), la historia es entretenida. Y al final, el detective se casa con la sobrina que queda, aunque esto no era uno de los misterios a desentrañar porque se veía venir desde el principio.
Eso sí, encuentro decepcionante que el título y la portada, que casan tan bien uno con otra, no tengan una relación significativa con la historia. La imagen de un esqueleto llamando desde una cabina telefónica me parece genial (¿pero dónde llevaría las monedas?) y hubiera preferido una historia desarrollada en base a esto que otra versión más de "mansión con asesinatos".
Puedes repasar otros títulos de esta autora pulsando aquí.
Soy yo, la muerte. 1984. Ada Coretti [Isabel Irigaray Echevarri] (texto) Bernal (portada). Selección Terror nº 461. Editorial Bruguera S.A.
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