EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

¡Saludos, amigos cinéfagos!
En el menú de hoy tenemos película de robots postapocalíptica de bajo presupuesto. Si estáis bien con eso agarrad un plato, servíos vuestra ración de cables y tornillos irradiados y poneos cómodos, que empezamos.
En un futuro indeterminado ha
tenido lugar la última guerra mundial. En el último campo de batalla, el último
robot de combate en pie se enfrenta al último soldado humano en pie. El robot
es muy superior y agarra al soldado para estrangularlo. Otro soldado que
agoniza tirado entre un montón de cuerpos cercanos, emplea su último aliento
para disparar su última bala contra el robot, alcanzándole en la cabeza, y a
continuación muere. El proyectil destruye precisamente el banco de memoria del
robot, borrando todas sus instrucciones. Carente de propósito, el robot (un
modelo Terminator Omega Doom, interpretado por Rutger Hauer) suelta al humano, ignorando
quién es él, quién es el otro, y qué hacen ambos ahí.
Robot y humano se miran, como preguntándose qué va a pasar a continuación. Pero no necesitan tomar ninguna decisión: un hongo atómico se forma a lo lejos. A lo lejos… pero a la vez demasiado cerca. En la siguiente escena, vemos únicamente a Omega Doom, y debemos suponer que la explosión o la radiación acabaron con el humano.
Todo esto son los primeros tres minutos de película, y la verdad es que me gustaron mucho. El resto de la película… bueno, digamos que la hora y veinte que dura se hace muy larga. La falta de presupuesto para las espectaculares secuencias de acción que uno esperaría en este tipo de historias hace que la mayor parte de la misma salga adelante a base de sugerir pero no mostrar. Esto es algo que puede funcionar en el terror, pero no en una película de acción. Hay larguísimos diálogos de los que no se saca casi nada en claro, escenas en las que los personajes se miran sin hablar... Es una película muy lenta.
Se supone que todos los humanos han muerto en la guerra y solo quedan los robots, inmunes a la radiación y el hambre. Estos se han dividido en una especie de bandas callejeras que luchan por el territorio y la basura del antiguo mundo. La desaparición de los humanos ha convertido a estos en una leyenda. Ha surgido el rumor de que los humanos van a reaparecer mágicamente de un momento a otro, y que cuando lleguen destruirán a todos los robots. Otra leyenda conectada a esta habla de un gran depósito secreto de armas que dará al bando que lo encuentre el poder de sobrevivir a la llegada de los humanos, y todos los robots que quedan operativos (que tampoco son muchos) se han obsesionado con ello.
Omega Doom llega hasta una ciudad en ruinas donde conviven dos bandas, los Roms y los Druidos. Los Roms son estilizados y elegantes robots asesinos, todos ellos curiosamente parecidos (tanto los modelos masculinos como los femeninos) a la Trinity de Matrix. Los Druidos (cuyo nombre parece una mezcla de Droides y Druidas) son robots de varios modelos de menor calidad y un look más urbano, como de pandillas de gamberros de los ochenta.
Además de estas bandas, en la ciudad hay dos Drones, que son robots de servicio. Uno de ellos es Cabeza, un robot profesor del cual solo queda la cabeza (que uno de los Druidos se dedica a hacer rodar de un lado a otro dándole patadas). El otro es una robot doméstica llamada Camarera, que pese a que ya no hay humanos a los que atender, ha montado un bar de agua.
Tras hacerse una idea de la situación, trabar amistad con Cabeza, ligarse a Camarera y destruir a uno de los Druidos a modo de exhibición de fuerza, Omega Doom hace un pacto tanto con los Druidos como con los Roms, por separado y siempre a espaldas del otro grupo. Convence a ambos bandos de que ha encontrado el legendario depósito de armas, pero necesita ayuda para obtenerlo. A unos y otros les ofrece repartirse las armas a medias y, de paso, aniquilar al otro bando.
Cuando parte en busca de las armas lo hace acompañado por una Rom, y con una Druido siguiéndoles a escondidas. A la Rom le ha contado que ha engañado a los Druidos y que, llegado el momento, destruirán entre ambos a la que los está siguiendo. A la Druido le ha contado lo mismo: que acabarán entre los dos con la Rom. Lo que hace el Omega en cuanto se alejan unas cuantas calles de la zona de las bandas, es acabar con ambas. Su única intención al organizar toda esa pantomima era separar a un miembro de cada bando para eliminarlos con más facilidad.
Entretanto, los Roms han atacado a los Druidos y han acabado con todos… lo cual no se nos muestra, porque eso requiere muchas escenas de acción y se ve que no había presupuesto. Cuando Omega regresa solo a la zona de bandas, los Roms que quedan en funcionamiento (dos de los modelos femeninos) le atacan y lo averían. La líder Rom trata de acceder a su banco de datos para averiguar la localización del depósito de armas, pero no hay nada al respecto en su memoria. Lo que sí encuentra es que los humanos sobrevivieron a la guerra. Unos pocos, al menos, y ellos reprogramaron al Omega Doom para que fuera capaz de distinguir el bien del mal. Y entonces el Omega, en su libre albedrío, decidió ayudar a los humanos… o algo así.
Entretanto, Camarera y Cabeza (que ha conseguido unir su testa a un nuevo cuerpo, pero no termina de controlarlo bien) urden un plan para salvar al Omega. Mientras ella distrae a las Roms, él repara a toda prisa a Omega. Este se enfrenta entonces a la líder Rom y logra destruirla. La Rom que queda, sin propósito ni planes que seguir, comienza a obedecer las instrucciones que le da Camarera.
Al final, en la ciudad solo quedan una Rom y el par de Drones. Omega se marcha, tras indicarles que no deben temer a los humanos, pues estos solo quieren reconstruir el mundo. El soltar al reprogramado Omega fue, al parecer, una forma de hacer que este se dedicara a vagabundear acabando con todos los robots malos que pudieran poner esa comunidad emergente en peligro. A modo de conclusión se nos dice que muy lejos hay otro modelo Omega, pero que, al contrario que él, se ha convertido en un vicioso asesino de humanos. Se sugiere que el Omega bueno irá a buscarlo… como dando a entender que esperaban hacer una segunda parte… que nunca se hizo.
El planteamiento me parece interesante, la idea me gusta, pero me resulta muy lenta. Se la ha intentado alargar con escenas en las que no pasa nada (personajes andando lentamente o mirándose, diálogos sin sentido y repetitivos, combates estáticos estilo duelo del Salvaje Oeste) para que llegara al tiempo de metraje mínimo. Y habría estado mucho mejor sin ese relleno. No hay nada de malo en que una película dure una hora en lugar de hora y media, si en una hora cuenta todo lo que tenía que contar. El relleno o lastre puesto para hacer bulto empeora el total. Como se dice ahora, “Lo que no suma, resta.”
No recuerdo en qué revista de cine leí que Omega Doom era “una revisión de Yojimbo, de Akira Kurosawa”… y no. En absoluto. No basta con que una película trate sobre alguien que llega a un lugar en el que hay dos grupos enfrentados y decida jugar a dos bandas para que automáticamente sea un Yojimbo moderno.
La película me deja un regusto raro. A veces, una idea base interesante no es suficiente. El cine ya ha demostrado sobradamente que puede dar la talla sin efectos especiales deslumbrantes, pero también que si la historia no engancha, un presupuesto astronómico no la va a salvar. A una película de bajo presupuesto se le puede pasar por alto el ser cutre, pero no el ser pretenciosa. En ésta los personajes hablan y se comportan todo el tiempo como profetas mesiánicos, solo para forzar escenas con una especie de profundidad trascendental, y es algo que me ha cansado mucho. Y por descontado, Rutger Hauer está ahí solo para poder poner su nombre en grande en los créditos.
Lo que le ha faltado a esta película no es solo un poco más de acción, sino también un poco más de humildad, de ser consciente de sus limitaciones y adaptarse a ellas en lugar de ignorarlas.
Omega Doom. 1996. Albert Pyun,
Ed Naha (guion) Albert Pyun (director) Rutger Hauer, Norbert Weisser (actores principales)
Anna Katarina (actriz principal)
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