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sábado, 28 de junio de 2025

CLIVE BARKER’S HELLRAISER

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                              ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                       

                                             Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores. 

Hoy es 28 de junio. ¡Feliz Día de la perforación corporal! Un día adecuado, creo yo, para la reseña que nos ocupa. 

La saga cinematográfica de Hellraiser comenzó muy fuerte. Y la parte mala de comenzar muy fuerte, de poner el listón muy alto desde el inicio, es que luego es muy difícil de superar. A las dos primeras películas le siguieron una sucesión de éstas en las que el sentido original de la historia y todas sus implicaciones morales se fueron perdiendo a pasos agigantados.

Este cómic es de 1989, es decir, que salió entre la segunda y la tercera películas, en el punto álgido de la saga. El público estaba fascinado por los cenobitas y su extraño universo, y mientras esperaba a Hellraiser 3, una serie de historias cortas sobre el tema parecía una buena idea.

Es una compra de mercadillo, pero cuando salió a la venta en tiendas lo hizo con un precio de portada de 590 pesetas. Era caro para la época. Tras leerlo, y a mi entender, lo que nos ofrecía este cómic no valía lo que costaba. Quizá por eso la colección se canceló tras el segundo número. Tiene algunas ideas interesantes y pienso que supieron captar el espíritu del relato y las dos primeras películas, pero también otras que no tienen nada que ver y en las que simplemente se hace aparecer un cenobita para justificar su inclusión en el cómic. A destacar que este es un cómic oficial y con licencia de Hellraiser y que contó con la aprobación de Clive Barker, por lo que todo lo que veremos en él debería considerarse canónico… pese a que algunos puntos fueron contradichos por películas posteriores.

Los cánones del dolor (guion de Eric Saltzgaber, dibujo de John Bolton). Esta primera historia comienza en la época de las Cruzadas. En un castillo francés, la condesa de Carrillón aguarda el regreso de su marido, que está luchando para expulsar a los invasores musulmanes de Palestina. Cuando este vuelve a casa tras más de un año y medio de guerra, es un hombre espiritualmente destrozado. Ha sufrido muchas penurias y ha visto morir a muchos de sus soldados, y todo para conquistar un santuario en el que en teoría se guardaba una de las reliquias sagradas de la cristiandad. Lo que encontró en este no es más que un cubo de metal al que no se nombra en parte alguna de las Escrituras, y que no parece tener ningún valor religioso ni tan solo económico.

Este cubo de metal es una Configuración del Lamento, a la que también se conoce como El Diseño de Lemarchand porque en la película Hellraiser 4: Bloodline (1996) se nos reveló que uno de ellos fue fabricado por un juguetero francés en el siglo XVIII. Aquí vemos que este no fue el primero, y en realidad hace mucho más tiempo que estos artefactos rondan por el mundo. Por tanto, aunque a veces se emplee El Diseño de Lemarchand como sinónimo de la Configuración del Lamento, en realidad este término solo sería aplicable al creado específicamente por ese juguetero.

El caso es que el conde de Carrillón está amargado y moralmente hundido, a consecuencia de lo cual descuida sus tierras, sus vasallos y a su esposa. La condesa reacciona a esto estudiando el extraño cubo en un intento de encontrar algún documento en el que se hable de él, para hacer ver a su marido que su búsqueda no fue en vano. Tras un año examinando obsesivamente viejos legajos encuentra un tratado de satanismo en el que se describe al cubo como una llave que, debidamente manipulada, permite invocar a los demonios. La condesa acuerda con el sacerdote del castillo invocar uno de estos demonios para a continuación expulsarlo a base de rezos, cruces y agua bendita. Espera demostrar así la existencia de los demonios a su marido. Porque si los demonios y por tanto el infierno existen, también el paraíso y Dios deben existir. Es una forma rebuscada (pero que ella cree infalible) de devolver a su esposo su perdida fe.

La condesa llama de este modo a un cenobita, ignorando que estos no tienen nada que ver con los demonios tal como los entiende su religión. Lo que leyó en el libro es solo la interpretación que de ellos dio un hombre de fe que tuvo la desgracia de encontrárselos y que los confundió con los demonios bíblicos. Rezos y símbolos cristianos no tienen en realidad ningún efecto sobre él, pues su cometido es expulsar el mal, y los cenobitas no son per se malvados sino absolutamente nihilistas y amorales. Además, una vez se llama a los cenobitas estos deben llevarse a alguien con ellos a su mundo. Y de entre los presentes, el cenobita elige llevarse al conde.

Esto hunde aún más a la condesa. Prepara un segundo encuentro con el cenobita, pero esta vez para vengarse de él, destruyéndolo. Para ello necesita acceso a libros prohibidos que solo el sacerdote le puede proporcionar. Este está dispuesto a hacerlo… a cambio de algo. 

Meses después, con un ya más que evidente embarazo, la condesa invoca de nuevo al cenobita. A este le divierten las pretensiones y la actitud de la condesa y el sacerdote. Esta vez, cuando regresa a su mundo se lleva a ambos. Solo deja atrás al bebé, que es encontrado por los sirvientes en el suelo, vivo y al parecer totalmente formado. Junto a este, el cubo. Un primer plano del bebé nos muestra que tiene en su mejilla una marca de nacimiento idéntica a la que tenía el conde. Pese a que no es hijo biológico suyo, esta marca parece querer indicarnos que el bebé está destinado a repetir los pasos del conde.

La mano del muerto (guion de Sholly Fisch, dibujo de Dan Spiegle). La siguiente historia tiene lugar en el lejano oeste, en un pueblecito llamado Carver’s Creek. Nuestro protagonista es Jed Lawson, un tipo cualquiera. Buen hombre cuando está sobrio, malo cuando está ebrio; quizá, si en algo destaca, es que es el mejor jugador de póker del pueblo.

Un día se presenta en Carver’s Creek un siniestro individuo y le hace una inusual apuesta a Jed: una sola mano de póker. Si el forastero gana se quedará con todo lo que Jed tiene. Si pierde, le dará lo más valioso del mundo. Y diciendo esto coloca sobre la mesa una Configuración del Lamento.

La partida comienza. Tiene lugar en el saloon y todos los asistentes notan una extraña tensión en el ambiente. Presienten un terrible peligro, algo decididamente erróneo en torno al forastero y su extraña caja. Jed no parece ser capaz de concentrarse en lo que está haciendo, y la sensación general es que el destino del pueblecito podría depender de esa única mano de póker. 

Mientras el extranjero reparte cartas vemos imágenes fugaces de la vida de Jed, y es así como sabemos que tiene mujer y al menos un hijo. Cuando el forastero dijo que si ganaba se quedaba con todo lo de Jed, seguramente pensasteis que se refería a cosas como su dinero, su casa o su caballo, ¿verdad? Yo también lo pensé. Seguramente Jed también pensaba que se refería a eso, pero “todo” es un término demasiado ambiguo y a la vez demasiado absoluto como para tomárselo a la ligera.

El reparto de cartas prosigue. Se llevan a cabo los descartes y el robo de nuevas cartas mientras el cubo tiembla y se reconfigura por sí solo, impaciente. Una vez se muestran todas las cartas, la jugada de Jed resulta ser superior a la del forastero. Impasible, este cumple con su parte de la apuesta y le da a Jed lo más valioso del mundo: volver a guardar el cubo en su bolsillo y marcharse del pueblo llevándose el terrible objeto lejos de allí.

Rojo cálido (guion de Jan Strand, dibujo de Bernie Wrightson). Pasamos a la actualidad (la de 1989) para las dos últimas historias. En esta tenemos como protagonista a Maureen, una mujer a la que se le presenta la oportunidad de especular con unos terrenos. Le han dado una información según la cual se pretende construir un nuevo Disney Park sobre una parcela que actualmente no vale mucho. El negocio que le ofrece su contacto es que compre ella esos terrenos antes que lo haga Disney para revendérselos a la compañía del ratón una vez el proyecto se concrete y los terrenos se revaloricen.

Así que allá va Maureen a inspeccionar el lugar. En el centro de la vasta pero yerma propiedad hay una pequeña cabaña donde vive Brian, el dueño de los (dentro de poco) valiosos terrenos. Es un joven tímido y arruinado al que Maureen ve fácil engatusar con sus encantos para convencerle de que le venda el terreno. Aunque ella ya ha dejado bastante atrás sus mejores años, Maureen se da cuenta enseguida que Brian parece intimidado por ella, e incómodo por estar a solas con una mujer. Parece claro que Brian no tiene mucha experiencia en ese sentido, si es que tiene alguna, por lo que Maureen saca a relucir su ya algo anticuado pero aun efectivo arsenal femenino, desnudándose lentamente ante el apocado joven. El fin último de todo esto es, naturalmente, conseguir que le venda los terrenos por casi nada.

Tenemos un fundido a negro y lo siguiente de lo que Maureen es consciente, es que una bebida que le ofreció el joven estaba drogada y ahora se encuentra atada a una cama llena de manchas de sangre seca. La incomodidad del joven, su insistencia en que ella debía irse, no se debía a su falta de experiencia con las mujeres, sino a su irreprimible deseo por hacerles daño. Brian fue torturado repetidamente por su madre durante toda su infancia y adolescencia, y se lo ha hecho pagar a otras mujeres. No solo eso, sino que tiene en su poder una Configuración del Lamento con la que llama a Rostro, un cenobita con el que parece tener alguna clase de acuerdo.

Por la conversación que Brian y Rostro mantienen ante la aterrada Maureen, esta entiende que el cenobita está molesto con su contacto humano porque hace mucho tiempo que no comparte una presa con él. 

Negociadora nata, Maureen convence a Rostro de que ella será mejor contacto con el mundo humano de lo que es Brian. Este es un perdedor sin más ambición que pasar el resto de su vida allí, aislado en su chabola, con la menor relación posible con la gente. Sus posibilidades de conseguir victimas que compartir con Rostro son mínimas y fortuitas. Ella en cambio venderá esos terrenos a una compañía que llenará el lugar de atracciones. Miles de personas acudirán a diario sin más intención que divertirse, experimentar, ver cumplidas sus fantasías, quizá buscar alguna nueva sensación o emoción que les excite… el terreno de caza perfecto para un cenobita.

A continuación se nos muestra que Brian y Maureen han intercambiado puestos. Ahora es Brian el que está atado a la cama, aterrado, exhibiendo todas las cicatrices físicas y mentales que su madre dejó en él. Junto a la cama y bajo la atenta mirada de Rostro, Maureen se dispone a torturarlo para dejar claro a su nuevo socio comercial que puede fiarse de ella.

La danza del feto (guion y dibujo de Ted McKeever). La última historia es quizá la que más se aparta de las ideas originales de Clive Barker, y la más floja tanto a nivel de argumento como gráfico. Aquí vemos que una mujer deprimida llega a su solitario apartamento. Ha tomado por enésima vez la decisión de suicidarse, pero al parecer esta vez va en serio.

La mujer fantasea con que al entrar en su casa saldrá un flamante marido a abrazarla, más la casa está fría y vacía. Bueno, no realmente vacía. Un cenobita la está esperando. Es un ser pequeño y musculoso cuyas piernas raquíticas, finas como palillos, no deberían ser capaces de sostenerle. La mujer reconoce en el cenobita una materialización de su deseo de suicidarse y no muestra miedo ante él. Le permite tomar el control de su cuerpo, lo que el cenobita hace encogiéndose de tamaño hasta entrar en ella por la boca, instalándose en sus entrañas. 

Una vez allí, pinchando nervios y tirando de músculos como un titiritero, maneja a la mujer haciendo que esta llene de agua la bañera, se meta en ella y agarre una navaja para cortarse las venas. Mientras trastea en el interior de la mujer, el cenobita se topa con un embrión y charla con él. 

Su presencia allí es un problema para el cenobita, pues él solo puede castigar a aquellos que lo deseen o crean merecerlo, ya sea de forma consciente o inconsciente. Carente de toda experiencia y conocimiento, el feto ignora qué es el mal o el castigo, dónde está, o qué hay afuera. El cenobita no se complica y simplemente lo arranca del interior de la mujer y lo lanza al suelo a través de la boca de esta, para que se apañe como pueda. A continuación procede a hacer su trabajo y le corta las venas a la mujer, dejando que se desangre hasta morir.

En el frío suelo del cuarto de baño, el feto aún a duras penas formado muere y su espíritu sale por una ventana, flotando feliz y esperanzado hasta el cielo, en donde se convierte en una nueva estrella. Dentro de lo que cabe es un final bonito… pero inconsistente con la lógica interna del universo de Hellraiser. Incluso el cenobita, cuyo nombre no se nos revela en esta historia (pero estaba previsto que apareciera como Míster Alma en otra) no casa con los cenobitas vistos hasta ahora. El nombre de Míster Alma sugiere un ser inmaterial, espiritual, y como tal se comporta, entrando como un fantasma en el cuerpo de la mujer para controlarla como en una posesión demoniaca. Los cenobitas son en realidad lo contrario a esto, una oda a la mera carne, a lo tangible, a lo que se puede acariciar, azotar, abrir, retorcer, forzar y perforar. Un cenobita fantasma como este no parece tener cabida en Hellraiser.

El comic termina con una lista de títulos de las historias que estaban previstas para los siguientes números y una breve sinopsis de éstas (es de aquí de donde sacamos que el nombre de este cenobita es Míster Alma). Algunas de estas historias aparecieron en el segundo y hasta donde se ultimó número de la colección.

De las cuatro que hemos visto aquí, la que más me ha gustado es la de La Mano del Muerto. Es sencilla y original. Paradójicamente, Jed “gana” al perder. Su peor jugada del día es aceptar un trato ambiguo y poco definido de un completo desconocido, con una apuesta muy alta y una recompensa imprecisa. Pero luego, al perder la mano de Póker, obtiene el verdadero premio, que es no ganar La Configuración del Lamento. De haber sido un tramposo, de haber forzado Jed las cartas para ganar, en realidad habría terminado con el cubo en sus manos, con todo lo que ello podría implicar no solo para él, sino para el pueblo entero. Es una situación muy curiosa. Y el final, que el premio por ganar, aquello que el extraño definió como “lo más valioso del mundo”, sea NO entregarle el cubo, me pilló totalmente por sorpresa.

Puedes ver más material sobre Hellraiser pulsando aquí

Hellraiser. 1989. Varios autores. Publicado en 1990 por Editorial Planeta De Agostini.

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