EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
Parece increíble que después de unas trescientas entradas dedicadas a los cómics, todavía no hayamos hablado en ninguna de ellas de los cómics de Batman, siendo este uno de los superhéroes más populares del mundo. Como ya iba siendo hora de hacerle justicia a este justiciero, vamos a comenzar reseñando Haunted Gotham (Gotham Embrujada), una miniserie de cuatro números publicada a mediados del año 2000. Forma parte de los Elseworlds, una línea de cómics con historias no canónicas sobre los personajes de DC.
En esta versión de Batman, los superpoderes son sustituidos por magia. El mal no es solo un concepto, sino una entidad consciente, y toda la ciudad está maldita. Nadie de fuera sabe exactamente dónde queda Gotham. No aparece en los mapas, y las personas que intentan llegar hasta ella nunca lo consiguen: son detenidas por algún tipo de accidente, por asuntos imprevistos, por tomar el desvío incorrecto… La propia magia que embruja Gotham impide que nadie del exterior pueda entrar, y hace que quienes nacen en ella no puedan abandonarla, pese a ser conscientes de la existencia del mundo exterior. Cada vez que el pensamiento de abandonar la ciudad cruza su mente, algo lo bloquea: compromisos familiares, laborales, el clásico “ya lo haré más adelante”, el “siempre hay tiempo para eso”… La magia que embruja la ciudad retiene a todos sus habitantes, condenados a permanecer en ella como víctimas de un sacrificio.
Las fuerzas malignas controlan la urbe. Los ciudadanos de a pie no llevan encima porras o pistolas para defenderse cuando salen a la calle, sino crucifijos, pues en esta ciudad maldita los criminales no son ladrones o asesinos: son vampiros, hombres lobo, muertos vivientes, seres espectrales, etcétera. Todos ellos están controlados por los Señores del Mal, que se materializan ocasionalmente en forma de grotescos demonios. Para combatirlos, se formó años atrás un grupo de hombres notables conocidos como La Escuela Invisible. Uno de ellos era Thomas Wayne. Tanto su esposa Martha como Alfred Pennyworth, su criado, estaban al tanto de ello, aunque no formaban parte de la logia. Estos hombres se auto adjudicaron la misión de combatir las fuerzas del mal que infectaban la ciudad y, eventualmente, exorcizarla por completo, liberándola de su maldición.
Pero las fuerzas malignas, conocedoras de sus intenciones e identidades, fueron asesinando uno tras otro a los miembros de La Escuela Invisible hasta que solo quedó el propio Thomas Wayne. Sabedores de que no podían enfrentarse al mal con el bien convencional (un bien compasivo y dispuesto a perdonar y buscar la reconciliación), La Escuela Invisible desarrolló durante años un arma especial: un mal que ellos pudieran controlar. O mejor dicho, una fuerza del bien no compasiva, sino violenta, implacable con sus adversarios, tan cruel como las fuerzas del mal lo eran con los inocentes. Esa arma, entrenada y disciplinada desde el mismo día de su nacimiento, era el hijo de los Wayne: Bruce.
La historia comienza en la mansión de los Wayne, con Bruce siendo ya un hombre adulto. Desde su nacimiento ha sido duramente entrenado por sus padres para convertirse en un atleta y desarrollar una mente fuerte, aunque nunca le explicaron el motivo de ese rigor. Bruce no sabe nada sobre la identidad oculta de su padre como miembro de La Escuela Invisible, pero gracias a él es una de las pocas personas plenamente consciente de la imposibilidad física de abandonar Gotham. Pese a saber a qué se debe esta maldición, ni él ni sus padres son capaces de huir de la ciudad. De hecho, no quieren hacerlo. Están empeñados en derrotar el mal que ha poseído Gotham.
Una noche, los Wayne al completo asisten a una exhibición de ciencia médica orquestada por el profesor Varner (el equivalente al Joker en esta versión alternativa de la historia). Imitando los procesos del doctor Frankenstein, Varner ha encontrado el modo de dar vida a cadáveres mediante electricidad, con una pequeña ayuda de la otra ciencia que reina en la ciudad: la magia. Combinando ambas, Varner resucita el cadáver de un hombre muerto nueve días atrás y le da órdenes que el cuerpo obedece sin pensar.
Varner y Wayne ya se conocían, pues el primero formó parte en su momento de La Escuela Invisible, pero fue expulsado por su asociación con la magia y las fuerzas del mal. En realidad, ha sido él quien, conocedor de la identidad del resto de miembros, ha estado moviendo los hilos para que todos ellos mueran. Solo queda Thomas, contra quien Varner envía un hombre lobo esa misma noche. El licántropo intercepta a los Wayne a la salida del teatro, mientras cruzan un puente. Destroza al padre y a la madre, mientras que el joven Bruce, al enfrentarse al monstruo, es arrojado del puente y se estrella contra la corriente de agua. Solo por ello salva su vida.
No es el único ser sobrenatural con el que se topa Bruce esa noche. También conoce a un esqueleto viviente que hace las veces de portero en un club de striptease, donde las danzarinas son igualmente esqueletos de mujeres. Estos esqueletos han sido devueltos a la vida como experimentos orquestados por el doctor Varner, y luego simplemente vendidos al dueño del club. El esqueleto viviente, llamado Cal, manifiesta a Bruce su deseo de ayudarle a terminar con Varner. Durante el tiempo en que estuvo realmente muerto, antes de que se invocara su espíritu para ocupar los huesos que anima, tuvo acceso a visiones del futuro y sabe que Bruce está destinado a convertirse en un poder a considerar en la ciudad maldita.
Tras el entierro de sus padres (al que solo asisten él y Alfred), el criado revela a su nuevo señor la verdadera naturaleza de su nacimiento y entrenamiento. Le habla de la Escuela Invisible, de su lucha contra las fuerzas del mal, y de cómo fue elegido y entrenado para convertirse en el azote de ese mal. Un mal tan poderoso que no se lo puede someter con buenas intenciones, de manera pacífica, ni con comprensión o perdón. Debe ser exterminado sin piedad. Por ello, el paladín que luche contra ese mal no puede lucir una brillante armadura ni actuar a cara descubierta, a plena luz del sol. Debe ser un personaje de la noche, porque es de noche cuando el mal se manifiesta. Debe ser siniestro y lo suficientemente implacable como para aterrorizar a los propios monstruos. Su símbolo y su rostro serán el del murciélago, y su nombre será Batman.
Así es como Batman nace en esta realidad alternativa. No como algo voluntario creado por Bruce para vengar la muerte de sus padres, sino como la culminación del sueño de ellos. Es consciente de ser solo una herramienta, pero aun así acepta el papel que le ha tocado en el drama. Alfred le muestra la cueva situada bajo la mansión, cuyo centro está presidido por una enigmática estatua toscamente tallada de un murciélago con las alas desplegadas. Al aproximarse a ella, se le aparece el espíritu de su padre. Este le da la información que le falta: la maldición que impide a la gente salir de Gotham también impide que las almas de los que mueren en la ciudad sigan su camino al Más Allá. Estas quedan vagando por las propias calles para ser cazadas y consumidas por los demonios que han convertido el lugar en su zona de caza y juegos. El espíritu de Thomas apremia a Bruce a actuar, pues el alma de su madre es el siguiente objetivo de los demonios. Es para salvar las almas de sus padres primero y las de toda la ciudad después, que Bruce Wayne viste por primera vez el traje de Batman.
El doctor Varner, cuyo anciano cuerpo está siendo devorado por el cáncer, construye un nuevo cuerpo utilizando fragmentos de los cadáveres profanados de los miembros de la Escuela Invisible. La parte que le faltaba (la cabeza) será la de Thomas, cuyo cadáver profana del cementerio al día siguiente de haber sido enterrado. Mediante su ciencia retorcida, Varner se electrocuta a sí mismo al mismo tiempo que inunda de electricidad el cadáver ensamblado, transfiriendo su alma de un cuerpo al otro. Así renace como un sonriente cadáver, con la boca torcida en un permanente rictus burlón, y adopta el nombre de Joker, pues todo su nuevo cuerpo es en sí una burla grotesca a los esfuerzos de La Escuela Invisible por derrotar al mal.
Alfred insta a Batman a visitar al comisario Gordon, que en realidad es un miembro oculto de La Escuela Invisible que, por seguridad, nunca participó en las reuniones, para no estar todos a la vez en un mismo lugar, y al que Varner no llegó a conocer. Gordon y Batman intercambian información y se establece entre ellos un pacto de ayuda mutua.
Cuando Batman acude a buscar a Varner a su último domicilio conocido (un hotel), se encuentra allí al hombre lobo que asesinó a sus padres. Se produce un nuevo enfrentamiento entre ambos que termina con los dos atravesando una ventana y cayendo a la calle. El portero del hotel, en un intento de ayudar a Batman, saca una pistola y dispara contra el licántropo, pero lo único que consigue es que este huya, privando a Batman de la posibilidad de capturarlo.
Y al portero no lo volveremos a ver, porque la serie solo tuvo cuatro números, pero creo que, de haberse extendido más, este portero habría podido terminar convirtiéndose en el Pingüino. Juzgad vosotros mismos, porque a mí su aspecto me grita “¡Pingüino!” en cada plano claro que nos dan de él.
El caso es que Varner ya no se encuentra en el edificio. Ha trasladado su nuevo cuerpo y gran parte de su maquinaria al cementerio de Gotham. De su máquina sale una multitud de cables que se hunden en la tierra. Cuando esta es alcanzada por un rayo de tormenta, la electricidad se transmite a través del suelo hasta los cadáveres, que comienzan a alzarse como un ejército de zombis bajo sus órdenes. Y con los zombis alzándose, termina el primer capítulo.
En general, los cambios que introduce me parecen bastante interesantes. En esta versión, Bruce no elige ser Batman, sino que es moldeado desde la cuna como arma contra el mal, sin saberlo. No es tanto un héroe como un sicario, aunque su propósito sea loable. Su papel habitual de justiciero y detective cambia a uno de inquisidor y ejecutor.
Que el Joker sea ahora un cadáver ensamblado con trozos de otros, si bien me resultó extraño al principio, me gusta más cuanto más pienso en ello. Después de todo, un joker es un comodín, una carta que puede hacerse pasar por cualquier otra, y él está formado por fragmentos de cuerpos, un collage de identidades, como si pretendiera hacerse pasar por cualquiera de ellos. Que sea un pálido cadáver también justifica su color blanco, que en el Joker clásico se debe al maquillaje. Y que su permanente sonrisa se deba al estiramiento muscular provocado por el rigor mortis le da un toque aún más siniestro, si cabe.
Lo que no me gusta tanto es el dibujo. Kelley Jones es uno de esos dibujantes exagerados y grotescos que parecen incapaces de darle a un personaje el mismo rostro en dos viñetas seguidas. A Bruce lo vemos alternativamente como un atlético joven y como un hombre encorvado, con la cara llena de arrugas y bolsas bajo los ojos, y el efecto se hace extraño. Es un estilo genial para una historia onírica, una pesadilla cambiante en continua deformación, pero creo que un estilo gráfico más sobrio en plan terror gótico habría quedado mejor. Tampoco está tan mal como para renunciar a leer el cómic si cae en vuestras manos.
La historia continúa en Criaturas nocturnas.
Haunted Gotham. 2000. Doug Moench (guion) Kelly Jones (dibujo). Publicado en 2006 por Planeta DeAgostini.
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