MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 30 de julio de 2019

MONSTRUOS EN EL ARMARIO & PRIMER ANIVERSARIO

JUNTO A LA FOGATA

Nunca he escrito diarios ni usado agendas. Nunca he sentido realmente la necesidad de dejar constancia de las cosas cotidianas que hago o me ocurren. Tampoco me llama la atención eso de sacar fotos de mis propios pies descalzos o fotografiar lo que como. Ni tansolo me atrajo nunca el sacar fotos de los países en los que he estado, y han sido unos cuantos. Mi forma de conservar los recuerdos es inventar relatos a partir de ellos. Casi todos los que he escrito se componen de un 30% de realidad y un 70% de fantasía. Como las biografías de los famosos.

No puedo decir que me despierte al instante al oír su voz, porque no me he llegado a dormir. Ya me lo esperaba. Son pocas las noches en las que no lo veo venir.

-Papaaa… veeen…

Ya la habíamos notado rara durante la cena. Comió poco, no quiso postre, y casi no habló. Supe que, al rato de acostarla, en cuanto dejara de oír nuestra conversación, empezaría a llamarme.

-Papaaa… veeen…

Ella se vuelve hacia mí haciendo susurrar las sábanas y me mira, lanzando un suspiro. Ya ha dejado de molestarla que la pequeñaja solo confíe en mí para esta importante tarea. 

Me levanto, me visto lo justo con un pantalón de pijama y una camiseta, y me calzo las zapatillas sin encender ninguna luz. La que llega desde la habitación de la niña al otro lado del pasillo es más que suficiente, porque, también como siempre, ha encendido su lamparita antes de llamarme.

Empujo la puerta entreabierta. Me mira tumbada desde la cama, con su colcha de unicornios blancos con crines de arcoíris subida hasta la barbilla, como si fuera algún tipo de armadura mágica. Bajo ésta adivino las formas de peluches y dinosaurios, sus guardaespaldas habituales que sin embargo, en ocasiones como esta, no bastan para asegurarle una noche tranquila. 
Se perfectamente a lo que vengo, pero el protocolo exige que pregunte.

-¿Qué pasa hija? ¿Quieres agua?

Niega con la cabeza antes de responder.

-Hay un mostruo en mi armario.

Avanzo un par de pasos hacia el armario, al fondo del dormitorio.

-¿Otra vez hija?

-Si. Yo creo que le gusta mucho estar ahí.

Suspiro. Un año hace ya que comenzó esta historia. Intento recordar si de pequeño yo le tenía miedo a mi armario, al hueco de debajo de la cama, o a alguna esquina concreta de mi cuarto. Supongo que sí, pero no puedo asegurarlo.

-¿Quieres que mire dentro a ver si hay alguno?

-Si, por favor- su voz es apenas un susurro.

Qué remedio. Ella es pequeña. Necesita dormir mucho más de lo que lo necesito yo. Y, a fin de cuentas, ya sabía a lo que venía. Abro la puerta del armario, y a la luz apastelada de la lamparita, no distingo el fondo, más oscuro de lo que debería estar. 

-¿Papa?

-¿Si, hija?

-Papa… mira detrás de la ropa.

-Voy hija.

Aparto las primeras perchas. Es un armario grande, y hay una segunda barra con perchas detrás de la primera. Me meto entre la avanzadilla de ropa ligera y blusas de verano y hundo el brazo entre los anoraks.

-¿Papa?

-¿Si, hija?

-Ten cuidao, papa…¿vale?

¿Qué no haría por una niña así? Mientras avanzo un paso y noto como la primera fila de ropa se cierra a mi espalda, contesto.

-Vale, hija.

Alargo lentamente el brazo. Lo alargo entre los pequeños abrigos de plumón y las bufandas de lana del fondo. Arrastro los pies enzapatillados ya casi a oscuras, hasta el punto en el que debería estar el fondo del armario, y mis dedos no acarician más que el aire. Un aire que comienza a oler a cerrado. A moho. Un ambiente enrarecido que debe ser normal en el armario de una casa deshabitada, pero no en los armarios de la mía. 

Avanzo otro paso, con el brazo todavía estirado. Toco algo, pero no es el fondo del armario, si no más ropa. Por llamarla de algún modo. Noto en mis dedos la textura de unas telas raídas y acartonadas. Las aparto con cuidado, y al hacerlo suena un tintineo de cadenas sobre mi cabeza. Trato de percibir algún movimiento delante de mí. Calculo que me he adentrado tres metros en el interior de un armario de uno de fondo, y no quiero avanzar más. 

Es entonces cuando veo los dedos. Tres dedos largos y blancos, que apartan uno de esos bultos de telas mugrientas, que cuelgan de garfios en lugar de perchas. Una cabeza calva y abombada se deja ver desde detrás de las ropas. Dos ojos grandes y amarillos, sin párpados, que parecen emitir una tenue luz. Y bajo estos, sin nariz de por medio, una horrible y enorme boca sonriente llena de largos dientes torcidos.

-Te veo…- murmura apenas, la criatura.

-Te veo- repito yo, acostumbrado ya a su forma de saludar.

No decimos nada más durante unos segundos. Luego tomo aire, ordeno mis ideas, y suelto de golpe, pero en voz baja:

-Mi hija ha vuelto a oír a tu hijo.

La criatura asiente lentamente. Abre mucho la boca, que nunca le he llegado a ver totalmente cerrada. Está tomando aire el también. En este lugar a los dos nos cuesta respirar.

-Y mi hijo ha vuelto a oír a tu hija. Siempre les pasa a la vez.

-Si…- ya hemos tenido antes esta conversación, pero me gusta pensar que ambos somos padres responsables, dispuestos a hablar de los problemas de nuestros hijos. 

-Los niños pequeños son muy perceptivos. Ellos…- tengo que parar a tomar aire. 

-…notan estas cosas- termina él, que también parece fatigado por la falta de… bueno, de lo que sea que respire. -Siempre que hay niños pequeños justo a ambos lados de un punto débil, ellos lo notan. Eso creo- Exhala con dificultad y aspira otra vez de inmediato, para preguntar a continuación.

-¿Se lo has dicho ya a tu hembra?

-No- respondo -¿Y tú a la tuya?

-No… no encuentro el momento adecuado…

Sonrío al oírle. Es el mismo problema que tengo yo.

-Algún día tendrán que saberlo. Y nuestros hijos también.

La criatura, el padre del otro lado del armario, toma aire de nuevo. Le noto muy fatigado. También yo lo estoy. El aire parece hoy más mezclado. Pero todavía hay puntos que tenemos que aclarar en algún momento.

-Quizá nunca se den cuenta- jadea.

-Si. Puede que crezcan lo bastante para dejar de notarlo. Y cuando sean mayores pensarán que eran fantasías. Que se lo imaginaron…- ahora soy yo el que jadea, haciendo entrar a mis pulmones una gran bocanada de aire pestilente. "Frases cortas", me repito mentalmente, "frases cortas".

-Si dejan de notarlo, no volveremos a vernos. Son ellos los que abren el camino cuando se perciben uno al otro a la vez. Eso creo- y me parece notar un cierto grado de desencanto en su voz. ¿Será todo esto, esta especie de comunicación que mantenemos, tan extraordinaria para él como lo es para mí? ¿Fue para él tan aterradora al principio como lo fue para mí? ¿Sintió acaso el mismo pánico que sentí yo la primera ocasión que nos encontramos? ¿La misma agobiante necesidad de gritar, acompañada de la frustrante incapacidad física para hacerlo?

-¿Crees que sería mejor no decírselo?

-Quizá se den cuenta solos. Quizá lo averiguarán antes de crecer demasiado y dejar de percibirse.

-¿Y qué pasará si se dan cuenta? ¿Será malo para ellos?

La criatura me mira en silencio unos segundos, respirando pesadamente. No sé si está descansando o reflexionando.

-No tiene por qué serlo. Eso creo.

Otra pequeña pausa. Siento que me ahogo. Me dispongo a despedirme, pero él me ahorra el trabajo.

-Tu aire… entra demasiado esta vez… me tengo que ir- casi gimotea, sofocado.

-Yo también…- respondo mientras empiezo a retroceder, al borde de un ataque de nausea. Estoy mareado y doy un traspiés, moviéndome de espaldas hacia la puerta del armario. Veo desaparecer apresuradamente al otro padre, en busca de su propio mundo y su propio aire, de vuelta al lugar -casa, mazmorra, cueva, o lo que sea- donde duerme su hijo, mientras yo hago lo mismo. Me detengo junto a la puerta del armario, aspirando a pleno pulmón el veneno que asfixiaba a mi… ¿mi qué? ¿Vecino?

En cuanto mi respiración y pulso se normalizan, entro al dormitorio de mi hija. Me mira como si ya me hubiera dado por perdido. Como si cada vez que me adentrara en ese armario que tanto miedo le da, estuviera convencida de no volver a verme aparecer nunca más.

-¿Papa?

-Si, hija…

-Papa… ¿hay algún mostruo en el armario? ¿No, o sí?

Me mira desde su cama, esperando la respuesta de siempre para poder dormir tranquila. Con sus casi cinco años, todavía me considera infalible. Todavía está dispuesta a creer cualquier cosa que le diga, sin importar lo que sus propios sentidos o instintos le dicten.

-No hay ningún monstruo en el armario, hija- le respondo. Y no le miento.

Cierro la puerta del armario tras de mí y voy hacia su cama. En la mesilla de noche veo uno de sus libritos de cuentos: La Bella y la Bestia

Cojo el librito y me siento en la cama mientras paso las hojas.

-Pero si lo hubiera… ¿Tú sabes que no todos los monstruos son malos ¿verdad?

 

Por cierto, hoy hace un año que escribí el primer post de este blog. Uno de los motivos por los que empecé con esto fue precisamente para "obligarme" a mí mismo a escribir un poco cada día, para no perder la costumbre de escribir, aun cuando no tuviera nada en mente que diera pie a un relato. Han sido 351 post en 365 días, que no está mal. Al principio fue algo improvisado y hecho de cualquier modo, pero este último mes he estado cambiando muchas de las fotos de los primeros post por otras mejores y haciendo muchos retoques aquí y allá. Todavía queda mucho por hacer, pero poco a poco esto ira teniendo un mejor aspecto general.

Gracias a todos los que os pasáis de vez en cuando a echar un vistazo y/o dejar algún comentario. Hay una pequeña vela sobre la microtarta de cumpleaños del Planeta del Espacio. Sopladla conmigo, amigos. 


6 comentarios:

  1. Gracias por preparar una tarta de cumpleaños. Ya he soplado la velita.
    Tu blog está muy documentado en todos las historias que escribes, con un poco de realidad y otro poco de fantasía.
    Espero que sigas escribiendo como hasta ahora y colocando fotos. Acompañan bien a un buen relato.
    Espero que también nos invites para el próximo cumple.

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    1. Gracias por pasarte por aquí. Por supuesto, cuento con tu presencia para el segundo aniversario del blog el año que viene.

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  2. Felicidades por el blogversario!!! La verdad es que te lo curras un montón y llevas un ritmo frenético que ojalá pudiera igualar.
    Gracias por el pastel y espero vernos en la próxima celebración!!!

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    1. Gracias por avisarme de las erratas ^^U la parte mala del ritmo frenético es que no siempre puedo revisar exhaustivamente todo lo que publico y se cuela algún que otro fallo. Nos vemos en el próximo cumple.

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  3. Felicidades, vaya ritmo de escritura que llevas.

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    1. ¡Que remedio! Cada vez que publico algo la cuenta atrás del explosivo que los malvados Gruxus me implantaron en el cerebro se reinicia. Eso creo.

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