¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Si no estuvieran
tan espantosamente mal escritos, los bolsilibros de Berna serían mis
preferidos. Leerlos es como tener en las manos el guion de una película de bajísimo
presupuesto de los 70. Esas películas en las que, para recortar gastos, toda la
acción ocurría en los mismos dos o tres decorados, y no había más de cinco o
seis actores.
El libro y el comic son precisamente los medios en los que hay
más libertad creativa. Puedes describir o dibujar ejércitos enteros o flotas de
naves sin que esto suponga ningún gasto adicional. Puedes incluir tantos
actores y extras como necesites, puedes hacerlos viajar a cualquier época, lugar del
mundo, o aún del universo. En los libros y los comics, el “presupuesto” para
efectos especiales, decorados y personajes, es ilimitado.
Por eso me resulta especialmente chocante que
Berna recorte tanto el presupuesto de sus historias. Generalmente, la acción en
los libros de Berna se limita a dos escenarios, con un reducidísimo grupo de
protagonistas yendo de uno a otro, y con interminables diálogos, intentos de
chiste y escenas de destape totalmente fuera de lugar, para llenar metraje. Lo dicho,
es como leer (en lugar de ver) una B-movie setentera... con todo mi respeto hacia
las B-movies setenteras, a las que me confieso adicto.
En Aguijón mortífero tenemos
un científico loco que hace experimentos con escorpiones para agigantarlos. Es buen
tipo, pero que sea bueno no quita que esté loco. Uno de sus escorpiones crece
demasiado, se vuelve gigantesco, y se dedica a cruspirse a cuanto humano pilla
para abastecer su ahora mucho más voluminoso estómago. Tras acabar con el científico
y su asistenta doméstica, abandona la casa para descubrir que se encuentra en
una relativamente asilada zona rural, por lo que inmediatamente sale en busca
de más comida.
Resulta difícil tomarse en serio al escorpión gigante cuando nos
lo describen usando términos como animalito o animalote, o con frases como "Corría que se las pelaba, el tío", pero esto solo
contribuye a que nos resulte más fácil imaginárnoslo como una marioneta
especialmente cutre, lo que añade un cierto encanto a la lectura.
A todo esto, un alto
y atractivo pintor de modelos femeninos al natural y una de sus macizas modelos,
tienen la mala suerte de ser los vecinos más cercanos del profesor. El escorpión entra en tromba en la casa del pintor, obligándolos
a huir. La modelo, con las prisas, se olvida de ponerse la falda, y se pasa el
resto del librito sin ella (cosas de Berna, no hay que darle más vueltas). El caso es que huyen
en coche un kilómetro, hasta el teléfono más cercano (¡hay, que tiempos!) y a esto
le sigue una conversación telefónica entre el protagonista y un policía,
comparada con la cual los diálogos de las películas de Los Hermanos Marx son el
summum de la seriedad y el sentido común.
Decidido a
tomar las riendas del asunto ante la pasividad de las autoridades, el pintor conduce a
la casa del profesor, al que ya conocía previamente (volvemos al primer decorado)
para informarle que hay un escorpión gigante rondando por la zona. Allí se
encuentra los restos del profesor y su sirvienta, y un par de pesadas
alabardas medievales (atrezo reaprovechado de otra película) con las que se arma de cara al inminente enfrentamiento con la criatura.
M
Y al final, la pareja protagonista se casa ¿Qué más se puede pedir?
M
Y al final, la pareja protagonista se casa ¿Qué más se puede pedir?
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Aguijón
mortífero. 1984. Joseph Berna [José Luís Bernabéu]. Selección Terror nº 579. Editorial Bruguera
S.A.
Si no recuerdo mal, este tipo de libro y todas sus vertientes (las de misterio, del oeste, las románticas...) se publicaban cada semana, por lo que los autores debían escribir, hablando mal y rápido, una al día (o si no, a un ritmo bastante frenético). Imagino que esa es la razón por la que el autor no ahonde en los personajes ni se dedique a fantasear y crear mundos alternativos llenos de detalles, sino que vaya directamente al grano.
ResponderEliminarLo normal es que la editorial tuviera a varios autores bajo diferentes tipos de contrato y fuera alternando obras de todos ellos. Berna en particular tenía un contrato de un libro por semana, y desde luego, no tendría mucho tiempo ni espacio físico (por el pequeño tamaño y las pocas páginas del formato) para desarrollar grandes historias. Pero muchos otros autores de bolsilibro que trabajaban bajo las mismas condiciones sí lo hacían. Garland, por ejemplo, también tenia un contrato de uno a la semana y la gran mayoría de sus libritos son pequeñas obras de arte: situaciones creíbles (dentro de la propia lógica del relato), personajes bien construidos, magnificas descripciones, tramas complejas... Los libritos de Berna eran divertidos, pero he leído muchos (bastantes más de los que he comentado hasta ahora en el blog) y estoy convencido que de haber escrito obras más extensas y con mas tiempo, los resultados no habrían sido mucho mejores.
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