¡ALERTA DE EXPOILERZ!
¡ALERTA DE EXXXTREMERZ!
Probablemente ya lo he comentado en alguna otra ocasión pero, con extremadamente raras excepciones, siempre que leo un bolsilibro de Berna tengo la impresión que debe tratarse del peor de su bibliografía.
La astronave fantasma es otra de las historias erótico-espaciales de Berna y, sinceramente, no hay por donde cogerla... Y empleo la palabra cogerla siendo consciente que en algunos países de habla hispana este término tiene un significado diferente al que le damos en España, porque esta historia no solo falla como relato de ciencia-ficción, si no que carece por completo de atractivo como la fantasía erótica que pretende ser.
El argumento es el siguiente: un tipo llamado Lothar ha inventado la forma de hacer que las naves espaciales sean invisibles al ojo humano, y exige ser nombrado Amo de todo el Sistema Solar. De no cumplirse sus pretensiones, amenaza con destruir algún carguero de vez en cuando aprovechando que su nave no puede ser vista. Esto tiene el mismo sentido que si alguien te exigiera que le regalaras tu casa, todo tu dinero, y tú y todos tus seres queridos os convirtierais de por vida en sus esclavos, a cambio de no lanzar piedras contra tu ventana y romperte uno o dos cristales al año.
El caso es que el tipo está convencido que La Tierra va a claudicar, y usando su nave se apodera de un carguero y sus tres tripulantes para demostrar que va en serio. Kingman, el protagonista (que luce un mostacho típicamente ochentero, a lo Charles Bronson, para dejar claro que es todo un machote), es el capitán de la nave de guerra enviada a negociar con él. La nave de su rival es efectivamente invisible al ojo humano, pero el radar la detecta perfectamente y lo único que impide al protagonista destruirla de inmediato es que los tripulantes del carguero capturado puedan seguir vivos. Es decir, que la "astronave fantasma" no supone en ningún momento un peligro real para la Tierra, que podría librarse de ella con relativa facilidad.
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Kingman accede a subir a bordo de la nave de su adversario para dialogar, y en cuanto lo hace, él y los tres hombres y tres mujeres que lo acompañan son capturados, desnudados y atados por la tripulación de la nave, que a todas luces está compuesta por un atajo de sadomasoquistas extremadamente torpes, hasta el punto de ser necesarios dieciocho de ellos armados con fusiles láser para lograr reducir a los siete soldados desarmados.
De ahí son trasladados a una mazmorra medieval ubicada dentro de la propia nave, donde unos musculosos, tatuados y aceitados verdugos, desnudos salvo por un taparrabos y una máscara de cuero, se dedican a flagelarlos. El relato continúa en esta tónica haciendo especial hincapié en los azotes que reciben las chicas en el trasero por parte de los torturadores, que son tan enormemente estúpidos que tras la sesión de spanking terminan ellos mismos en peor estado que sus víctimas. La descripción de lo que va ocurriendo es tan sumamente ridícula que no atrae ni tan solo por el morbo de la situación.
Kingman, que a todo esto se encontraba desnudo, atado y tumbado sobre la mullida alfombra del despacho de Lothar (quizá el muy malvado lo tenía reservado para uso personal, quien sabe) logra liberarse. Llevando a Lothar como rehén, se dedica a recorrer la nave matando guardias a pares con una pistola que arrebata a su anterior captor. Llega hasta la sala de tortura, libera a los presos, y todos escapan alegremente de la mazmorra BDSM espacial, provocando tantos daños a la nave en el proceso que en cuanto la abandonan, esta explota oportunamente.
Kingman no se casa con nadie al final, que sería lo normal, pero se lía con una de sus tripulantes. Al parecer, tras la experiencia sufrida en la "astronave fantasma" la moza le ha cogido gusto al dolor y le pide a Kingman que le pinche en el trasero con los pelos de su viril mostacho ochentero. Y fin. Cuando en una historia con elementos de sadomasoquismo, la verdadera tortura es el leerla ¿para qué alargarla más?
Diría que es un relato verdaderamente kafkiano, pero quizá sería mejor acuñar para estos casos el término berniano. Y no voy a entrar en la polémica de que el autor vivió en plena época del Destape, que leer este tipo de relatos tras la represión de la dictadura franquista era el equivalente en los ochenta a mirar porno en internet, y todo eso. Una cosa es la temática (con la cual no tengo ningún problema) y otra muy diferente la calidad de la narrativa (que es verdaderamente pésima, incluso para los estándares de Berna).
Me encantan los bolsilibros, de verdad. Soy un auténtico adicto al Pulp, pero lo único que me impide deshacerme de algunos de ellos, como en el caso de este, es que quiero conservarlo para darme ánimos cuando escribo. Porque si algo así llegó a publicarse y a venderse, no pierdo la esperanza que quizá algún día me publiquen algo a mí también.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
La astronave fantasma. 1984. Joseph Berna [José Luís Bernabéu]. Héroes del Espacio nº 194. Editorial Bruguera S.A.
Existen libros y películas que son tan malos que resultan buenos, y libros y películas tan malos que resultan pésimos. Los libros de Berna, y películas como Food Fight y la Alicia de Michael Monroy deben de estar aún más abajo.
ResponderEliminarYo creo que tan abominables ejemplos de ficción existen por el mismo motivo que el esclavo que, según la leyenda, susurraba "recuerda que eres un hombre" al oído del César durante sus desfiles triunfales: para recordarnos que, como especie en la "cima" de la evolución, con tecnología y ciencia en constante avance, seguimos siendo seres de polvo que al polvo hemos de volver (¿esclavo? ¿polvo? Berna podría escribir un libro solamente a partir de esta frase).
Que un fetichista piense que podrá dominar la tierra para convertir a toda la humanidad en esclavos sexuales, teniendo como único recurso una sola nave que es invisible pero se detecta por los radares, sería hilarante si no diera vergüenza ajena. Por lo que comentas, su propia tripulación es solamente de hombres, lo que también le da un toque... interesante, por decirlo así. Uno se pregunta si su plan es poner a todas las mujeres de la Tierra como trabajadoras y reproductoras, y reservar a los hombres para el ocio. Me extraña que no exista una secuela que parta de un final alternativo en que Lothar ha llevado a cabo sus planes y tiene al mundo bajo su control. Es la clase de realidad distópica sobre la que Berna tendría muchas ideas.
Como bien dices, en los ochenta había el porno que había, y los pervertidos de la época ya podían darse con un canto en los dientes (si es que era ése su rollo) con encontrar libros como éste de manera convencional y no tener que pedirlos en la trastienda.
Nada que añadir a lo dicho. "Un comentario impecable", como diría Shang Tsung.
EliminarSobre lo de una versión en la que Lothar vence... puedo ofrecerte algo parecido: "El coleccionista de seres", otro bolsilibro de Berna, sobre una pareja humana que es raptada por un alienígena que se dedica a coleccionar machos y hembras de todas las especies inteligentes del universo. Y no para hacer un zoo galáctico, precisamente. Un día de estos me lo releo y lo comento.