¡ALERTA DE
EXPOILERZ!
El género de
Espada y Brujería popularizado por Robert E. Howard inspiró a muchos autores (incluyendo a varios de bolsilibro) a experimentar con sus propias historias de guerreros
bárbaros enfrentándose a monstruos y hechiceros. Pero este fue un tipo de
literatura que tardó en calar entre el público español, que en aquella época
tenía como géneros preferidos el policiaco y el western.
No se
escribieron muchos bolsilibros de Espada y Brujería, y estos aparecieron
demasiado espaciados como para tener una colección propia. Como no parecían
encajar en ninguna de las colecciones habituales, se los incluyó en las de ciencia-ficción. En algunas ocasiones, sabiendo que era en esa
categoría donde terminarían sus obras, los autores las comenzaban contándonos
que el protagonista era un astronauta que se estrellaba en un mundo extraño, de
ambiente medieval, lleno de castillos, barbaros, princesas y dragones, y se
adaptaba inmediatamente a vivir en él. Cambiaba su traje de vacío por un taparrabos para no llamar tanto la atención, y tras agotar su pistola de rayos desintegrando a algún monstruo, se hacía con una espada para sustituirla. En otros casos, como en este, el autor
se limitaba a contar su historia pasando por completo de las maquinaciones de
los editores, sin intentar justificar algo que no necesitaba justificación
ninguna.
La
Torre de Piedra es una historia de Espada y Brujería
genuina. Cambiando algunos nombres de personajes y lugares, se podría hacer pasar
por un relato más de Conan. Los protagonistas son un musculoso y moreno bárbaro
y su compañera, una rubia y atlética guerrera. Huyendo a través de un abrupto
paraje de una patrulla de soldados que les persiguen, llegan hasta una ciudad fortificada, cuyos muros están rodeados de cadáveres y restos de un
asedio. No es una escena muy halagüeña, y ambos han aprendido a aborrecer las
ciudades de los hombres “civilizados”, pero han perdido sus monturas, agotado
sus provisiones, y se hallan exhaustos.
Al aproximarse a las puertas son atacados por un grupo de espías que los sitiadores dejaron atrás, ocultos entre los restos de su antiguo campamento. La ferocidad con la que se defienden de sus muchos adversarios les hace ganar el acceso a la ciudad. Las puertas se abren para ellos y son escoltados a su interior… a punta de lanza.
Tras una breve conversación, el rey de la ciudad decide retener a la mujer como rehén y enviar al bárbaro a una misión: hacer llegar un mensaje hasta el gobernante de otra ciudad, al que le propone una alianza contra un enemigo común. Un encargo aparentemente sencillo (que en realidad de sencillo no tendrá nada) al regreso del cual obtendrá la libertad de ambos y unas cuantas bolsas de oro. Una historia, como puede verse, muy en la línea de nuestro bárbaro preferido, bien narrada y con todo lo que se podría esperar de ella: combates sangrientos, muertes a mansalva, abyectas atraiciones seguidas de sus correspondientes venganzas, y más nombres de reinos ficticios y dioses de los que uno puede recordar con facilidad.
Lo más
intrigante de la historia, a pesar de ser un elemento casi ajeno a la trama, es
la torre a la que hace referencia el título. En varias ocasiones el
protagonista ve a lo lejos una torre de piedra gris que no parece tener más
entrada que una solitaria ventana en lo más alto de ésta. La torre aparece
súbitamente en lugares donde segundos antes no estaba, y del mismo modo
desaparece en cuanto se desvía la mirada un segundo, tal cual como si la torre apareciera
y desapareciera a voluntad.
Esto ocurre además en lugares muy alejados unos de otros, sugiriendo que no es que la torre se vuelva invisible, sino que pueda teleportarse. En todas sus apariciones, la aparentemente única ventana de la torre está directamente orientada hacia el bárbaro, como si se tratase del ojo de un ser vivo que le estuviera observando atentamente desde la distancia. Y en cada caso, la aparición de la torre precede a la de algún tipo de criatura antinatural que parece dedicarse a rastrear los alrededores en busca de humanos a los que despedazar.
Pero la
misteriosa torre y sus no menos misteriosos ocupantes son algo que el
protagonista no está dispuesto a investigar. En ningún momento intenta entrar en ella, ni aun tan siquiera acercarse. La historia llega a su fin sin que sepamos mucho más sobre la
extraña estructura de lo que sabíamos al principio, sin que las apariciones de
la torre y los horrores que presumiblemente alberga tengan más que una leve
influencia, en lugar de ser algo determinante que acabe eclipsando
la trama original.
Y quizá sea mejor así, porque eso nos deja con el enigma,
compartiendo el miedo y la repulsión hacia todo lo mágico que siente el
protagonista, que lo único que quiere es recuperar a su chica, seguir su
camino, y olvidarse tanto de las intrigas de los reinos civilizados como de la brujería que habita sus tierras.
Puedes ver otro bolsilibro de este autor pulsando aquí.
La
torre de piedra. 1984. Lem Ryan [Francisco Javier Miguel Gómez]. Héroes del Espacio nº 215. Editorial
Bruguera S.A.
Tiene un argumento sencillo, pero aun así más elaborado que los de otros bolsilibros, como los de Berna...
ResponderEliminarSeguro que si Berna hubiese llegado a escribir algo sobre musculosos bárbaros y atléticas guerreras, los "combates" serían muy diferentes a los de esta historia...
EliminarLe tienen que pitar los oídos ^^U
Eliminar¡Ja ja! Pobre Berna ^^U Pero al menos sus bolsilibros se vendian bien, que es de lo que se trata.
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