¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... el profesor Plot.
Julio Verne es sin duda uno de mis
escritores favoritos.
Renovó las novelas de aventuras clásicas, creando lo que
podríamos considerar dos subgéneros propios y muy característico, el de las aventuras de viajes y el de las aventuras científicas. Esta es
una de sus novelas menos conocidas, escrita en 1892 y considerada a menudo y de
forma totalmente injusta como una “obra menor”.
Todo el mundo conoce la faceta
de visionario de Verne, todo el mundo ha leído o cuanto menos oído hablar de
esas novelas como 20.000 leguas de viaje submarino, en las que describe un
submarino eléctrico funcional dieciséis años antes de que este fuera creado por
Isaac Peral, o De la Tierra a la Luna, en la que describe un viaje de
tres hombres a nuestro satélite dentro de una cápsula espacial, más de 100 años
antes de que Neil Armstrong pusiera allí su famoso pie.
Menos conocida es, sin
embargo, su faceta cómica. Verne tenía un sentido del humor más bien cínico. No
describía situaciones divertidas por sí mismas, sino que poco a poco iba
transformando algo totalmente cotidiano en una escena delirante. No recurría a
menudo a eso, pero cuando lo hacia el resultado era indescriptible.
Un buen
ejemplo son las reuniones de los miembros del Gun-Club (una sociedad de
amantes de las armas de fuego, especialmente de los cañones) que aparece en
varios de sus libros. En De la Tierra a la Luna, tras hablarnos con toda
seriedad sobre la fundación de dicho club, nos dice que la mayoría de sus
componentes están mutilados por haberse disparado a sí mismos o haberles
explotado la munición que manejaban, hasta el punto que “en el Gun-Club
había un brazo por cada cuatro personas, y solo un par de piernas por cada
seis”. O El testamento de un excéntrico, en donde lo que comienza
como la lectura pública de la última voluntad de un respetado difunto termina
con todo el pueblo gritando alabanzas, ¡hurras! y ¡vivas! por el
juego de la Oca.
He empezado a reunir y leer
los libros que tenía pendientes de Verne, los menos conocidos, descubriendo que
son muchos más de los que pensaba, cerca de setenta títulos de los que apenas
había oído hablar, como este.
El castillo de los Cárpatos tiene
lugar en las inmediaciones de Werst, Rumanía. Comienza a finales del siglo
diecinueve con un encuentro casual entre un pastor que cuida de su rebaño en
los montes Vulcan, y un buhonero cargado de cachivaches, que intenta venderle
alguno de ellos al pastor. Le ofrece primero un
termómetro y luego un anemómetro. Creo que no hace falta explicar por qué
resulta hilarante que alguien intente venderle a un pastor (o un
labrador, o a gente del campo en general) un artefacto para predecir los
cambios de temperatura o las probabilidades de lluvia. ¡Ahí está el genial
sentido del humor de Verne!
Finalmente, el buhonero logra
endosarle un catalejo, tras dejar que lo pruebe un rato. Mientras pasea la
vista por el ahora no tan lejano horizonte, el pastor se fija en que parece
salir humo del Castillo de Gortz, una fortaleza en las montañas, largo tiempo
deshabitada y de bastante mala fama en la región. El pastor compra rápidamente el
catalejo, sin intentar regatear siquiera, y corre monte abajo con su rebaño y
sus perros, a dar la noticia.
Esto causa un gran revuelo en
el lugar, y no mucho menor es el provocado por el catalejo, rara pieza de
avanzada tecnología para los lugareños, que pasa de mano en mano entre los
habitantes notables del aislado pueblecito.
Los grandes personajes del
pueblo (el alcalde, el doctor, el maestro, el tabernero y todos los que logran
embutirse en la taberna con ellos) toman la importante decisión de que alguien
debe hacer algo al respecto, pero no acuerdan claramente quien o el que.
Finalmente,
Nic Dek, el guardabosques, se ofrece voluntario para ir al castillo a comprobar
si son mendigos o diablos los que han encendido un fuego dentro del castillo.
El doctor es obligado a acompañarle, debido a que él siempre había
fanfarroneado con que él iría al castillo sin vacilar de ser necesario, aunque
naturalmente nunca tuvo intención de hacerlo.
Pero su regreso se demora más
de lo esperado, y un grupo de rescate formado por todos los hombres valientes
del pueblo (tres) van en su busca. Regresan con ellos, pero el guardabosques ha
sido atacado por algún tipo de paralizante poder sobrenatural, y el doctor se
halla en un lamentable estado de shock.
Simultáneamente dos
extranjeros (el conde Telek y su sirviente) llegan al pueblo y comienzan a
interesarse por las extrañas historias que circulan de boca en boca sobre el castillo. Se las toman a broma, como una pintoresca muestra de la ignorancia
plebeya, pero esa actitud cambia cuando se enteran que el castillo perteneció a
la familia Gortz.
Telek y el último descendiente
de los Gortz compitieron cinco años atrás por el amor de Stilla, una talentosa
cantante de ópera, ante cuya voz y figura ambos habían caído perdidamente
rendidos. La fortuna favoreció a Telek, pero en la que iba a ser la última
representación de Stilla antes de la boda, el desesperado Gortz intentó abordarla en el
escenario. Su rostro estaba tan demacrado por el sufrimiento y fué tan inesperada
su aparición, que el corazón de Stilla se detuvo al verle avanzar
repentinamente hacia ella en plena representación, como
si se tratara de un espectro. Stilla cayó muerta a la vista de todos,
y a pesar de haber sido el involuntario causante de su muerte, Gortz acusó de esta al conde de Telek y juró vengarse de él.
Intrigado por los misteriosos
acontecimientos que rodean la antigua casa familiar del odiado rival, Telek se
decide a desentrañar el mismo el enigma que rodea al castillo. Al aproximarse a
este, ve la figura de su prometida en uno de los balcones, mirando al frente como
en trance, y cantando una de sus bellas canciones como si creyera estar todavía
en un escenario. Telek fuerza su entrada al castillo inmediatamente, creyendo
que de algún modo el malvado Gortz fingió la muerte de Stilla para retenerla luego
en aquel apartado lugar.
Pero pronto se pierde en el
laberintico interior del castillo, y comienza a dudar de su propia cordura cuando oye la voz de Stilla proveniente de diversos puntos y ve como su imagen aparece y desaparece repentinamente ante sus ojos.
En su
deambular por las mazmorras del castillo, se encuentra con laboratorios, extrañas
maquinarias, enormes tubos de vacío y grandes émbolos eléctricos unidos a
bobinas de hilo de cobre… y una nueva y terrible sospecha se apodera de su
mente febril: Stilla sí murió realmente, y Gortz, valiéndose de alguna terrible
ciencia, atrapó su fantasma para que habitara eternamente el castillo, para que fuera suya en la muerte, ya que no lo había sido en vida.
Verne, por mucho que exagerara
y fantaseara en sus explicaciones científicas nunca recurría a lo sobrenatural
en sus novelas, y por tanto sabemos que la explicación no puede ser esa. Pero tampoco
está muy desencaminada, pues de algún modo, con la ciencia de por medio, una
parte inmortal de la joven permanece prisionera en el lugar.
El desenlace es más trágico de
lo normal en las novelas de Verne, pero es adecuado para el tono misterioso y
fantasmagórico de la historia. Un gran libro de un gran autor, y sin embargo muy poco conocido.
El castillo de los Cárpatos.
1987. Julio Verne. Editorial Planeta S.A.
Precisamente ahora, por motivos laborales, estoy leyendo Viaje al centro de la Tierra. No es que me esté encantando el libro, porque no es el tipo de lectura que me gusta especialmente, pero lo que está claro es que, si uno conoce la producción literaria de Julio Verne, se dará cuenta de que era todo un visionario.
ResponderEliminar¿Leyendo Viaje al centro de la Tierra por motivos laborales? o_oU
EliminarPues si que tiene sucursales en sitios raros, tu empresa ^_^
A mi me gusta mucho ese libro (bueno, casi todo lo de Verne me gusta) pero reconozco que a día de hoy su estilo (pensado para una época en que la gente tenía más tiempo para leer que ahora, que vivimos acelerados) a veces resulta demasiado denso. Para Verne el protagonista era la propia historia contada, más que los personajes que intervenían en ella, por eso a veces parece que "describe mucho para lo poco que pasa", por decirlo así.
Sí, por motivos de trabajo jejeje. En alguna vez te he comentado que coordino un club de literatura y cine en una biblioteca pública y ahora tenemos entre manos este libro.
Eliminar¡Ah! Si, desde luego eso tiene más sentido que lo que se me estaba pasando por la cabeza ^_^
EliminarLos libros de Verne no suelen ser una lectura fácil, pero considero que todos valen la pena en mayor o menor medida. Viaje al Centro de la Tierra es uno de los más conocidos y versionados.
Aprovecho para hacer notar que me parece admirable lo que haces con el club de lectura. Es muy importante que la gente no pierda de habito de leer, y cuantas más facilidades o estímulos se le den para hacerlo, mejor.