EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, intrépidos navegantes.
Hoy daremos un vistazo a la única novela que llegó a
escribir Edgard Allan Poe en su corta y turbulenta vida. Poe publicó esta
novela por entregas, y en ella repasa todos los horrores que en su época se
asociaban a los peligros inherentes a la navegación. Aunque él la concibió como
una obra única, terminó por convertirse en el inicio de una especie de trilogía
literaria no oficial, la más extraña de todos los tiempos.
Esta trilogía (que
en realidad solo lo es en espíritu) estaría compuesta por Las aventuras de Arthur Gordon
Pym (1837, de Edgard Allan Poe), La Esfinge de los Hielos (1897, de
Julio Verne), y En las Montañas de la Locura (1931, de Howard Philips Lovecraft).
Tres libros escritos en estilos narrativos diferentes por tres grandes autores que nunca llegaron a conocerse.
Esta edición no está muy cuidada. El acortar el nombre del personaje en el título y el que una página (la 182) aparezca repetida, son fallos que se pueden perdonar. Pero que todo el texto correspondiente a otra de las páginas (la 180) se omita, ya es más grave. Si os interesa este libro, tratad de conseguirlo en una edición distinta a la que muestro en la foto.
Vamos con la historia. Pym y su amigo Augusto salen a la mar en
plena noche en el pequeño velero de uno de ellos, en medio de una enorme
borrachera. No se despejan lo suficiente para ser conscientes de sus acciones
hasta que se encuentran en mar abierto, incapaces de orientarse y regresar a
puerto. Un buque ballenero les arrolla destrozando su embarcación, y
rescatándolos tras unos angustiosos momentos perdidos a merced de las frías
aguas. Son dejados en puerto poco después, pero la experiencia se apodera de
ellos. El terror sentido en esas pocas horas de verse perdidos en altamar se
convierte poco a poco en excitación, y pasada una semana sienten la necesidad de volver a
embarcar.
Deciden hacerlo en el Grampus, un pesquero perteneciente
al padre de Augusto. Este prepara a Pym un escondrijo en la bodega, dentro de
un gran embalaje. Le provee de un colchón, velas, algunos libros, agua, comida
y licores. La idea es que permanezca en la bodega durante dos o tres días hasta
haberse alejado lo suficiente del puerto como para que al capitán no le sea
posible dar la vuelta sin alterar gravemente su plan de navegación. Pasado ese
tiempo, Augusto bajará a buscarlo y lo presentará al resto de la tripulación
para que no crean que es un simple polizón.
Lo que en un principio pretendía ser una
especie de travesura, de la que no esperaban más que unos cuantos gritos como
consecuencia, es el inicio de un viaje hacia el horror más absoluto.
Augusto tarda más de lo previsto en
aparecer, y Pym comienza a sospechar que algo ha salido terriblemente mal. Sus
provisiones se agotan rápidamente, y en la casi continua oscuridad de su
escondrijo, las horas se hacen eternas. Augusto, que había embarcado a Tigre (el
perro de Pym) como su fuera suyo, lo suelta en la bodega. Tigre nota el olor de
su amo y empieza a buscarle. Y Pym, que despierta sobresaltado al oír la pesada
respiración del animal y el raspar de sus uñas en los fardos y embalajes,
imagina que hay alguna clase de extraño ser monstruoso acechándole.
Esta parte en la que Pym está encerrado en
la bodega, demasiado asustado para dejarse ver sin contar con el apoyo de su amigo, creyendo que hay alguna bestia con él, y ya casi sin velas ni
provisiones, es absolutamente angustiosa. Aunque aún no está en un peligro
inmediato (comparado con lo que se le vendrá encima más adelante) la sensación
de indefensión que nos transmite Poe es terrible.
El encierro, el aire estancado, y la falta
de luz y agua afectan a Tigre, además de a Pym, enloqueciendo al primero y
dejando al borde de la muerte al segundo. Cuando Pym se encuentra al mismo límite
de sus fuerzas, enfrentado a la perspectiva de tener que matar a su querido perro
ya casi rabioso, Augusto acude a buscarlo. Tras proporcionarle agua y algún
alimento, le explica que ha habido un sangriento motín a bordo. Él es el único
a quien los amotinados han perdonado la vida, habiendo sido todos los otros
tripulantes leales asesinados o abandonados en el mar.
Los amotinados, que se han apoderado del
barco para dedicarse a la piratería, son un atajo de imbéciles y borrachos que
no tardan mucho en comenzar a pelear entre ellos, dividiéndose en dos nuevos
bandos. La historia sigue con Pym y Tigre siendo alimentados en secreto por
Augusto mientras los amotinados se asesinan entre ellos a cada oportunidad que
se les presenta en lugar de pelear abiertamente.
Es interesante la forma en que Poe va
recrudeciendo la narración. Cada capítulo es más oscuro que el anterior. La
situación siempre parece que no pueda empeorar más para los protagonistas, pero justo entonces empeora.
Veremos a Pym y su amigo Augusto sobrevivir al enfrentamiento
final con los amotinados con la sola ayuda de uno de estos, un tal Dirk Peters (descrito como un ser tan deforme y de fuerza tan monstruosa que casi no parece humano) y el perro Tigre. El posterior naufragio del buque que tanto les ha
costado recuperar. La tortura del hambre, precariamente aferrados a los restos del barco. La desesperación de las alucinaciones
debidas a la deshidratación. El traumático canibalismo de supervivencia (todavía
relativamente común en la época)…
Una sucesión de horrores que irán minando sus
fuerzas y cordura de forma continua. Ni tan solo el ser rescatados por una goleta (la Juana-Guy) supone el fin de sus desgracias. La mala suerte parece acompañarlos,
cebándose también en los marineros que los recogen y abocándolos a todos a nuevas
desgracias.
Arthur Pym y Dirk Peters, únicos supervivientes ya del Grampus, acompañan a la tripulación del Juana-Guy en la exploración de una isla desconocida, de rocas y arenas negras. La fauna
es extraña, así como la flora, y está cruzada por un rio de agua negra tan
densa que parece una masa de gelatina en movimiento. La isla está habitada por una
tribu primitiva de piel negra, inconcebible en unas
latitudes tan cercanas al Polo Sur. Son recibidos amistosamente al principio,
pero traicionados y asesinados después. De nuevo, solo Pym y Peters se salvan,
logrando robar una de las canoas de los nativos y hacerse a la mar. El viento y
las corrientes los arrastran al sur, a la última y más desquiciada
etapa de su viaje.
Pym y Peters se adentran cada vez más en aguas antárticas,
pero se nos describen mares y cielos de colores cambiantes y altas temperaturas. Muros
de vapor, lluvias de ceniza, una catarata que se vierte al mar desde una altura inconcebible, perdiéndose su origen en el cielo, como si cayera directamente desde el espacio. Bandadas de aves blancas los sobrevuelan gritando el
enloquecedor “¡Tekel-li! ¡Tekel-li!” que más tarde Lovecraft adoptaría
como propio de algunas de sus criaturas. Y al final de todo, la estremecedora visión de un humanoide
blanco, gigantesco, por completo desconocido, alzándose ante ellos...
Si bien todas las situaciones por las que
pasan Pym y sus ocasionales acompañantes hasta ese momento son horribles,
entran en lo posible. Motines, naufragios, canibalismo... son creíbles. Pero esa parte final, su recorrido por una
región helada que parece más propia de un viaje a otro mundo, y el manuscrito inacabado
que nos priva de una conclusión clara, sugiere que Pym ha perdido la razón y está delirando. O bien (una
posibilidad aún más preocupante) que sigue cuerdo, pero ha llegado a un lugar en el que la realidad de nuestro mundo se ha solapado con otra muy diferente.
Sesenta años después de la publicación de
esta novela, intrigado por la imprecisa conclusión del viaje de Pym, Julio
Verne escribió La Esfinge de los Hielos, que veremos más adelante.
The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket. 1837. Edgard
Allan Poe. Edición de 1986 por Poesía y Prosa Popular.
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