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miércoles, 8 de julio de 2020

LA ESFINGE DE LOS HIELOS

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Bueno, bueno. Tomen asiento, señoras, caballeros, seres, criaturas, y entidades en general, que esto va para largo. Hacer un comentario de este libro es complicado. 

La propia lectura del mismo lo es. Resulta muy lenta la mayor parte del tiempo. Rebosa de tecnicismos náuticos y datos de posición geográfica, que me han parecido excesivos incluso a mí, que estoy acostumbrado a ellos. La misma génesis del libro es también extraña. 

Fue escrito por Julio Verne como continuación directa de la novela de Edgard Allan Poe Las aventuras de Arthur Gordon Pym. Verne y Poe nunca se conocieron. Cuando Poe murió, Verne tenía unos veinte años. Y no fue hasta casi el fin de su vida cuando se decidió a escribir esta obra, sesenta años posterior a su predecesora.
La Esfinge de los Hielos se escribió en 1897, pero tiene lugar en 1809, es decir, once años después de los hechos narrados en la obra de Poe. Está contado en primera persona por Jeorling, un misterioso individuo del que solo sabemos que es americano, que se encuentra en el aislado puerto de Christmas Harbor (sin hacer nada en concreto, al parecer) y que es considerablemente rico, sin que tampoco se nos diga nada del origen de su fortuna. Es, tal cual, un personaje que está en el lugar adecuado y tiene los medios adecuados. Casi un avatar del propio Verne, puesto allí únicamente para dar inicio a la narración. 

Christmas Harbor (Puerto de Navidad) es una aldea real situada en la isla Desolación. Tiene una pequeña población que vive de proporcionar alimentos y materiales a las tripulaciones de los buques mercantes y pesqueros que pasan por allí cada cierto tiempo. Jeorling solo está esperando a embarcarse en el primer buque que le lleve a otro lugar. No le importa dónde. 

Tras mucho hacerse de rogar, consigue que el capitán del mercante Halbrane le acepte a bordo, y parte rumbo a Tristán da Cunha. Durante el viaje, el capitán le revela sus intenciones.

En la novela de Verne, Poe escribió el libro de Las Aventuras de Artur Gordon Pym once años atrás. Jeorling lo ha leído, convencido en todo momento que se trataba de una ficción, de otra de las historias escabrosas de Poe. Pero el capitán tiene pruebas de que la historia es cierta. Afirma incluso ser el hermano del capitán de la goleta que recogió a Pym después del motín que terminó en naufragio. Y aunque Poe (que en la novela de Verne es solo el transcriptor de la historia, no el verdadero autor) da por muertos a todos los personajes, el Capitán de la Halbrane quiere ir en su búsqueda.

Inflamado por el espíritu de la aventura, Jeorling decide acompañarle, ayudándole a financiar una expedición con su misteriosa e inmensa fortuna. Su intención es guiarse por las anotaciones, coordenadas náuticas y descripciones de las costas visitadas por Pym que aparecen en el libro de Poe para reproducir el itinerario de este, con la esperanza de encontrar en el camino (o en el desconocido final) algún superviviente.

Su primera parada es Gran Malvina (la isla que, junto con Soledad, forma las Falklands) donde enrolan a una gran cantidad de marineros adicionales para navegar por las duras y peligrosas aguas antárticas. Uno de ellos, Hunt, es un individuo sumamente extraño y reservado. Casi no habla, tampoco parece entender demasiado bien lo que se le dice. Se le describe como un mestizo bajo, encorvado, con las extremidades arqueadas, cabeza desproporcionadamente grande, una boca enorme llena de dientes tan largos que los labios nunca llegan a juntarse del todo, y unas manos monstruosas que ni tan solo parecen humanas. Por si esto fuera poco, a pesar de aspecto torpón y desgarbado, trepa por las gavias con una agilidad asombrosa, y en un par de ocasiones que se arroja al agua, vemos que nada con una potencia increíble, como si estuviera más preparado para moverse en el agua que en tierra. 

Cualquiera que haya leído Las aventuras de Artur Gordon Pym reconocerá inmediatamente en este tal “Hunt” a Dirk Peters, el inseparable compañero de Pym, el último superviviente que quedaba junto a este cuando ante ambos aparece el gigante blanco que aparentemente pone fin a sus vidas en el último capítulo.

Y si bien los lectores de Poe reconocerán a Dick Peters, no es menos cierto que los lectores de Lovecraf encontrarán la descripción física de este singular personaje extrañamente similar a la de los hijos de los profundos de La Sombra sobre Innsmouth. Concretamente, a esos híbridos de profundos y humanos que nunca llegan a completar su transformación en seres totalmente marinos, y quedan estancados en algún punto, como humanos deformados y de reducida inteligencia. Comento esto ahora porque la influencia de Poe en Lovecraf se dejará notar más adelante, y conviene tenerla presente.

A pesar de estar consultando el libro de Poe para guiarse, ni Jeorling ni el capitán ven la similitud física entre Hunt y el Dirk Peters descrito por este. Su atención se centra en los datos náuticos y posiciones, y no dan mucha relevancia al resto. Pero los lectores ya sabemos que Hunt es Peters, con lo que un nuevo enigma se suma a la ecuación. ¿Acaso Poe no describe en su novela la aparente muerte de Pym y Peters? Si todo lo descrito en la novela fue real, y Peters vive ¿sobrevivió también Pym de algún modo, para contarle lo ocurrido a Poe y que este lo transcribiera?

Tras abastecerse de personal, armas y víveres en las Falklands, parten en busca de Tsalal, la isla en la que el hermano del capitán y toda su tripulación hallaron la muerte según el libro de Poe. Lo que encuentran es muy distinto a lo esperado. La isla está deshabitada. Toda la flora y fauna descrita por Pym está ausente, el misterioso rio de agua densa como gelatina negra no aparece por ningún lado, y toda la geografía está alterada. Tras algunas observaciones, llegan a la conclusión que un terremoto ha devastado la isla. Esto se confirma al buscar las otras islas cercanas, y encontrarlas sumergidas en el mar, sobresaliendo apenas los picos más altos de algunas de ellas.

Ponen entonces rumbo al sur, siguiendo la ruta más probable de Pym. Pero las duras condiciones de las aguas antárticas comienzan a pasar factura a barco y tripulación. Se suceden los accidentes, y en uno de ellos el Halbrane se hunde, dejando a los supervivientes varados en un tempano de hielo, junto con un único bote que no puede llevarlos a todos. Esto provoca una división entre los que quedan, que no tardan en formar los inevitables grupos que solo miran por sí mismos. Solo Dirk Peters permanece ajeno a esto. Su intención, todo este tiempo, ha sido reunirse con Pym, que según él continua vivo en algún lugar más al sur.

Cuando Peters trata de evitar que un grupo huya llevándose el bote, recibe un disparo (pero curiosamente no da muestras de dolor ni debilidad por ello) y los protagonistas quedan reducidos a él, Jeorling, el capitán, y un puñado de marineros. Poco después, cuando su destino parece ser quedar abandonados allí hasta morir de hambre, la corriente arrastra una pequeña embarcación cerca de ellos, de la que se apoderan. En su interior, desnutridos, inconscientes y casi congelados, están el hermano del capitán y tres de sus marineros.

Estos trece hombres, todo lo que queda de las tripulaciones de la Halbrane y la Juana-Guy, unen sus fuerzas para intentar regresar a cualquier puerto civilizado en el bote. Durante su viaje, encontrarán casualmente algo que ya habían renunciado a buscar. Una forma gigantesca, blanca, alzándose entre la fría neblina polar. ¡La Esfinge de los Hielos! Una construcción titánica, imposible, en medio de un paraje jamás antes habitado por la raza humana. Y adherido a esta, el cadáver desecado de Pym, a la vista del cual, el pobre y fiel Dirk Peters cae muerto, con el corazón roto de tristeza.

El final del relato no es tan funesto como el de su predecesor. Los ahora doce supervivientes pondrán rumbo al norte, y tras otra penosa travesía, serán recogidos por un carguero que los llevará a tierra firme. Pero Dirk Peters, que a pesar de su monstruoso aspecto resulta ser el más humano y abnegado de todos ellos, queda enterrado junto a su amigo Pym, a los pies de la gigantesca y misteriosa Esfinge, de la que ya nada más sabremos.

La historia nos deja casi con tantas incógnitas como las que teníamos al empezar. Muchas de las cosas descritas por Pym en el libro de Poe, como el clima extrañamente caluroso, las nubes de vapor, la catarata que parecía caer directamente desde el espacio… no son presenciadas por los personajes de este otro libro, que terminan atribuyéndolas al delirio de Pym. Pero han pasado once años desde entonces, y los datos de navegación de Pym en las últimas etapas de su viaje no son nada precisos, por lo que no hay modo de saber si la Halbrane estuvo siguiendo exactamente la misma ruta.

Treinta y cuatro años después de La Esfinge de los Hielos, otro gran narrador se sumaría al homenaje a Poe que este libro representa. Y, si bien En las montañas de la locura de Lovecraft ya no es una continuación directa de la novela de Verne, como la de Verne es de la de Poe, sí tiene muchos elementos en común con ambas.

Le sphinx des glaces. 1897. Julio Verne. Edición de 2001 por Edicomunicación S.A.

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