JUEGO DE AGUA de Jeyper

EL GRAN BAZAR

Presentado por… el Supervisor General.

Otro juguete casi antediluviano que tenemos por casa desde tiempos inmemoriales. Quizá desde finales de los 70 o inicios de los 80, que es más o menos cuando se lanzó al mercado.

Se trata de uno de los Juegos de Agua de Jeyper. Varios modelos aparecieron bajo este mismo nombre genérico. Ahora que están tan en boga las energías renovables, vale la pena recordar estos juegos que funcionaban mediante una combinación de chorro de aire, agua en movimiento, y tracción animal… o sea, el crio dándole como loco al botón.

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Originalmente tenía una pegatina en el exterior con la inscripción “Juego de Agua. Jeyper” y una pegatina de un ojo redondo como el de un pez en la cara de la criatura. Pero las pegatinas de papel no suelen durar mucho en los juguetes que están habitualmente en contacto con el agua.

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El juego es una especie de pecera dentro de la cual hay una extraña criatura acuática translúcida que se alimenta de sabrosas rosquillas de colores. Al pulsar el botón un chorro de aire impulsa las rosquillas hacia arriba al mismo tiempo que incide sobre el “brazo” de la criatura. Al estar conectado a la mandíbula, la boca se abre cuando el brazo se mueve, engullendo las deliciosas rosquillas.

Si pulsamos el botón con demasiada insistencia, el chorro de aire impulsará las rosquillas no hacia la boca de la criatura, sino por encima de su cabeza. Algunas caerán sobre la rampa a su espalda y se recuperarán para volver a impulsarlas, pero otras caerán a un foso que las inutilizará durante el resto de la partida. El objetivo es lograr que la mayor cantidad posible de rosquillas acaben en el estómago de la criatura. Un juego de habilidad.

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Es casi un antecedente directo de todos esos juegos electrónicos tipo Tamagotchi que, salvando las diferencias, consistían también en dar de comer y cuidar a una criatura. Como tener una pecera en casa, con la ventaja que el ser en su interior puede perfectamente pasarse treinta años o más sin agua ni rosquillas, y seguir tan tranquilo echándose una larga siesta hasta que alguien le alimente otra vez.