MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

sábado, 12 de septiembre de 2020

EL JUEGO DE LA BOTELLA

JUNTO A LA FOGATA
Presentado por... Mr. Yuk.

¡Bien, bien! ¡Aquí estamos una vez más, reunidos en torno a nuestra tenue fogata! Ayer, por un cúmulo de circunstancias, no hubo tiempo de dejar nada interesante preparado para publicar hoy, y el Supervisor General me ha pedido que os cuente otra tenebrosa historia, de esas que tenemos en reserva. 

Tras dos semanas de alternar comentarios de películas y bolsilibros, esto ya se estaba poniendo monótono ¿verdad? Un poco de variedad nunca viene mal.

El cuento de hoy trata sobre un grupo de adolescentes que lleva a cabo un juego prohibido. Una triste historia a la que he llamado…

 

EL JUEGO DE LA BOTELLA

 

Bárbara sabe que va a llegar tarde. Seguramente será la última en acudir a la reunión, y eso que esta vez es ella quien ha conseguido una de las cada vez más escasas botellas. Cuando se escabulle de su habitación, cree oír en el solitario pasillo del internado los pasos lentos y pesados de Matthias, el guarda nocturno.

Bárbara duda. Está a punto de retroceder. Durante unos segundos escucha con atención mientras mira alternativamente a un lado y a otro. 

Finalmente se decide y echa a andar lo más rápida y silenciosamente que es capaz, con la botella apretada contra su costado.

Cuando cruza la puerta de la sala de calderas, se siente segura al fin. Baja con rapidez los escalones y se encuentra con que los otros cinco están ya sentados en círculo en el basto suelo de cemento. Le han dejado un sitio, entre Vincent y Pargney. Sentándose entre los dos, queda enfrente de la otra chica del grupo.  

En esta época del año, con el calor, la caldera permanece apagada. El ambiente es muy agradable, con la escasa luz de un par de bombillas y el frescor del sótano. Todos la reciben en silencio, pero sonriéndole. Bárbara ocupa su lugar. Mira directamente a la otra chica, la única de entre los presentes con quien no tiene un trato cercano.

-Eres… Simone ¿verdad?

La joven asiente. Parecía algo intranquila cuando Bárbara llegó a la sala de calderas, quizá por verse sola con cuatro hombres, pero la presencia de otra mujer la relaja. Simone tiene un aspecto aniñado. A Bárbara le recuerda a un ratoncito.

-¿Eres de primer curso?

-Yo… sí.

Simone baja la mirada hacia la botella de cerveza que Bárbara ha dejado de pie en el centro del circulo que forman todos ellos.

-Perdonadme, estoy nerviosa- añade de pronto Simone.

-Pero sabes lo que va a pasar. Sabes para que nos reunimos aquí ¿verdad?

Simone asiente otra vez. Mira a Gus, sentado a su lado.

-Gus me lo ha explicado todo. No me voy a echar atrás, si es eso lo que estás pensando.

Bárbara le sonríe. Recuerda haber dicho esas mismas palabras, u otras muy parecidas, apenas unos meses antes. 

-Tranquila. Nadie piensa eso.

Toma la botella y la abre. Deja la tapa de rosca frente a sus piernas cruzadas y echa el primer trago. 

-No sé qué contaros de mí misma que no os haya dicho ya. ¿Os he hablado de Barby?

Todos niegan con la cabeza.

-Barby fue una perrita que tuve con siete años. Era pequeñita. Tenía el pelo largo y casi rubio. Un amor. Yo le ponía lacitos de color rosa. Se dejaba hacer con una paciencia infinita, la pobre. Solo estuvo en casa dos años. Le dio una enfermedad rara de esas de los perros. La llevamos al veterinario, le dimos pastillas… pero nada. La enterramos en el jardín de casa. Nunca he llorado tanto en toda mi vida como cuando se me murió Barby.

Tras un silencio general de casi un minuto, Simone murmura -Que pena. Lo siento mucho.

-Gracias- responde Bárbara sonriendo, y le pasa la botella a Vincent, a su derecha.

Vincent medita unos segundos. Se lleva la cerveza a la boca y hecha un trago. Se pasa la lengua por los labios varias veces antes de hablar.

-Empecé a fumar a los catorce. La primera calada que di me supo a mierda, pero me sentía mayor por fumar. Me sentía importante. Supongo que por eso empecé. Por eso empieza todo el mundo. Aunque la verdad es que fui uno de los últimos de mi grupo de amigos en empezar a hacerlo…

Media hora después, la botella ha dado la vuelta hasta Pargney.

-…y de ahí que tenga esta cicatriz en la mano. Menudo idiota ¿verdad?

Unas leves risas. Luego, Pargney pasa la botella ya vacía de nuevo a Bárbara. Esta la deposita entre todos ellos, tumbada y apuntando hacia sí misma.

-Simone, eres la nueva, así que te corresponde a ti girarla. Pero si quieres…

-No, no- contesta Simone, que ha ido ganando confianza en el grupo a medida que todos contaban una anécdota y ella misma contribuía con la suya. -Si me toca, me toca.

Suspira, sonríe, e inclinándose hacia el centro del circulo toma la botella y la hace girar con fuerza. Todos los ojos se clavan en ella, como en la ruleta de un casino. La botella gira cada vez más despacio. Y se detiene apuntando a la propia Simone.

-Vaya…- murmura esta, un tanto sorprendida -Sabía que podía tocarme, claro, pero no esperaba que fuera a la primera.

Gus la toma de la mano.

-Mira, no tienes por qué hacerlo. Aquí no obligamos a nadie. Si no te sientes lista, no pasa nada. Pero esto es importante para nosotros. Puedes irte ahora si quieres, y nosotros continuaremos, pero…

-Pero no podré volver ¿es eso?

Gus lanza una rápida mirada a los demás, y solo encuentra expresiones de apoyo.

-Si, eso es. Cuando alguien se echa atrás, preferimos que no vuelva a participar.

Simone duda unos segundos. Acaricia con el pulgar el dorso de la mano de Gus, sin ser consciente de ello.

-Estoy lista. Para eso he venido.

Bárbara le sonríe.

-Bien, pues entonces… solo tienes que elegir a uno de nosotros. Y los demás os dejaremos solos.

Simone los mira detenidamente uno tras otro.

-¿Puedo elegir a quien quiera?

-A quien quieras. Si estás más cómoda con otra chica, puedo quedarme yo.

Simone mira a Gus.

-Me gustaría que fuera alguien con experiencia. Que ya lo haya hecho antes.

Bárbara hace un gesto hacia Gus.

-Todos tenemos experiencia aquí. Puede ser Gus, si lo prefieres.

-Pues… si a ti te parece bien…- responde sin apartar la vista del chico.

Los demás se ponen en pie. Alguna rodilla chasquea. Las agujetas comienzan a hacer de las suyas. Los chicos se despiden de Gus y Simone y regresan cautelosamente a sus dormitorios. La última en salir es Bárbara.

-Me ha encantado conocerte Simone. De verdad. Buena suerte.

Ya solos, Simone se pone de rodillas delante de Gus. Este le coloca un dedo en la barbilla y tira de la mandíbula hacia abajo. Simone abre la boca, y Gus le introduce cuidadosamente la chapa de la botella. Luego agarra el envase por el gollete como si fuese una porra, y se coloca detrás de ella.

-¿Estás lista?

Simone asiente. Juega con la lengua, colocando la chapa de la cerveza bajo esta. Gus inspira con fuerza, echa hacia atrás el brazo, y estrella la botella contra el cráneo de Simone. En cuanto esta cae, quedando a cuatro patas, Gus la agarra del pelo y tira suavemente de su cabeza hacia atrás, dejándole expuesto el cuello. Contempla la forma en que se ha roto la botella. Mala suerte. Se ha desmenuzado. No hay ninguna parte plana esta vez, solo un par de pequeños picos. Apuñala repetidamente a Simone en la yugular, tratando de matarla lo antes posible, al no poder hacerle un corte limpio.

Por fortuna el golpe la ha aturdido lo suficiente como para que no empiece a sentir el dolor hasta haber perdido mucha sangre. La inconsciencia no se hace esperar. Tras observar el cadáver durante un par de minutos, Gus lo acomoda de lado, como si durmiera. Se asegura que la chapa de la botella sigue en su boca. Le acaricia la cabeza una última vez, y la deja allí.

En cuanto sube hasta el corredor principal, va hasta el mapa acristalado de la planta y deja la huella ensangrentada de su pulgar impresa en el recuadro de la sala de calderas. Luego regresa a su dormitorio, echando mucho de menos a Simone.

Al día siguiente, como cada mañana, Matthias revisa los mapas de las plantas. Advierte de inmediato la marca de sangre sobre uno de ellos. La borra con la manga antes que la vean los estudiantes, y corre al despacho del sr. Ostermman, el director.

Lo encuentra hundido en su sillón. Hace meses que duerme en él, por no alejarse del teléfono de su mesa. Un teléfono que en el fondo sabe que no va a sonar. Ostermman despierta al abrirse la puerta, y levanta lentamente unos ojos legañosos hacia Matthias. Lo único que necesita preguntar es -¿Dónde?

-En la sala de calderas, señor. No he visto quien es, pero está marcado en el mapa, como las otras veces. Necesito…

Ostermman saca una llave del bolsillo y abre uno de los cajones de su escritorio. De él extrae una pistola pequeña. Se la tiende con un suspiro a Matthias.

-Solo quedan cuatro. Cuando se acaben, tendrá que usar un martillo.

Matthias toma el arma con desgana.

-Lo sé. Y no dude que lo haré cuando llegue el momento. Pero usted debería…

No termina la frase, pero no hace falta. Ostermman le comprende perfectamente.

-No puedo ser más duro con ellos. ¿Con que castigo amenazas a alguien decidido a suicidarse? Si al menos los profesores siguieran dándoles clases, si mantuvieran sus mentes ocupadas en algo…

Ahora es Ostermman el que se calla, comprendiendo la estupidez que acaba de decir. ¿Qué sentido tendrían las clases? Nada de lo que se enseña en el internado será útil durante mucho tiempo. Puede que jamás vuelva a serlo.

-Matthias, a veces creo que incluso deberíamos animarlos a hacerlo. Darles a todos la oportunidad de elegir como quieren dejar este mundo. La despensa está casi vacía. No aguantaremos otro año como este último, ni aún con el racionamiento. Si no llega ayuda…- y dirige una mirada anhelante al silencioso teléfono.

Matthias no responde. Se guarda la pistola en un bolsillo y sale del despacho sin despedirse. Bastante tiene que aguantar ya para encima tragarse los deprimentes discursitos del director.

Ostermman va hacia la ventana y la abre de par en par. El sol ha salido hace unos minutos, y desde la elevada posición de la ventana de su despacho, en la tercera planta, puede verlos con claridad al otro lado de los muros. Hay miles de ellos. El viento le trae una vaharada pestilente. El agrio y dulce hedor de la necrina que siempre los acompaña.

El chirrido de la ventana, quizá el reflejo del sol en el cristal de esta al abrirse, los pone en movimiento. Incontables cabezas ya casi sin rostro se giran en su dirección. Un mar de brazos se alza, como intentando alcanzarle. Un gemido colectivo se extiende a lo largo de sus interminables filas. 

Ostermman cierra la ventana. Vuelve a su mesa y saca otra cosa del cajón. Una botella de brandy, pequeña y rectangular. Apenas queda un dedo de líquido, y lo vacía de un trago. Deposita la botella sobre el escritorio, tumbada, y la hace girar con un dedo, mientras se pregunta con que puede amenazar a unos jóvenes sin futuro.

2 comentarios:

  1. ¿Al final lo retocaste no? Esta bien, ese si que es un internado terroríficamente y no el de Antena 3. Por cierto referente al tema de los zombis ¿Como crees que va a ser el final del cómic de “Los muertos vivientes” Ahora que han decidido acabarlo.

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    1. Si, está un poco retocado y también un poco acortado respecto al primer borrador que te pasé.
      De "Los muertos vivientes" estoy bastante desconectado últimamente. Ya hace algún tiempo que dejé de comprar los comics. Me quedé en el numero 30: el grupo se libra de los Susurradores, se unen a los soldados del Nuevo Orden, Michonne encuentra a su hija... No se si estoy spoileando algo porque también tengo pendiente de ver la última temporada de la serie, y está cada vez más desvinculada del comic.
      No sabía que hubieran decidido darle un final. Una cosa que el autor dejó claro al inicio de la colección, fue que no tenía intención de darle nunca un final, que simplemente el protagonismo iría saltando de unos personajes a otros a medida que los primeros fueran muriendo devorados por zombis, asesinados por otros humanos, o simplemente de viejos..

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