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viernes, 15 de octubre de 2021

DECIMOQUINTO RETO ESCRITUBRE 2021: NOVATO

   Presentado por...Zag.

¡Extra! ¡Extra! ¡Envían a un pelotón de solo cinco hombres a recuperar muchos miles de litros de combustible de una fábrica abandonada dentro de la zona contaminada! ¡Lea todos los detalles en esta edición especial del Decimoquinto Reto Escritubre!¡Extra! ¡Extra!

Reto 15: Nuestro protagonista de hoy es un novato en el ejército. ¿Comedia? ¿Drama? ¿Suspenso?


LA JUNGLA DE LOS MOSQUITOS

El pelotón avanzaba lentamente por las entrañas de la fábrica. La electricidad estaba cortada. Las pequeñas linternas incorporadas a sus armas y uniformes eran toda la luz con la que contaban, pero también toda la que necesitaban. El más joven de los cinco, preguntó en voz baja.

- ¿Es cierto lo que dicen? Lo que se cuenta de los mosquitos, quiero decir.

Pareció que ninguno de los cuatro veteranos fuera a responderle, atento cada uno a cubrir su flanco con la luz del arma. Fue el sargento Pascal, que dirigía el grupo, quien lo hizo.

-Cuentan tantas cosas de los mosquitos…

-Sí- intervino Rulo -La mayoría son falsas. Y las pocas que son ciertas, desearías que fueran falsas también.

El grupo avanzó otro tramo. Estaban llegando a la sala de calderas. Las paredes estaban llenas de tuberías de diversos colores, que convergían allí. Daniel, el muchacho, se aventuró a hablar otra vez.

-Me refiero a eso de que se ha visto a algunos mosquitos llevando… bueno, ropa.

-Los mosquitos se comieron a los trabajadores de este lugar. Y a los primeros pelotones que vinieron a investigar lo sucedido. Y seguro que desde entonces han estado metiéndose aquí ladrones en busca de materiales. Aquí hay de todo. Cobre. Herramientas. Repuestos. Tras la guerra, todo lo que hay aquí es valioso.

-Pero… no entiendo.

-El sargento quiere decir que los mosquitos se comen a todo el que pillan, y a veces se les quedan jirones de ropa de la gente enganchados a las patas, o anudados en los pelos largos que tienen en la espalda, que son duros y pinchan como agujas. ¿No es eso, sargento?

-Eso es, Rulo.

Las tuberías cubrían ahora el techo, también. Las había de todo tipo y grosor. Al chaval aquello le producía una sensación de agobio inexplicable. Eran como venas. Se sentía como un parásito dentro de un ser vivo.

-También dicen…- empezó otra vez, pero el sargento le cortó.  

-Repasemos los colores, novato. Colores de las tuberías. ¿Recuerdas lo que indica cada uno?

Daniel echó un vistazo panorámico a su alrededor. Las tuberías eran tan densas ahora que parecían enredaderas, entrecruzándose y montando unas sobre otras, cada una de un color diferente. De muchas de ellas brotaban también llaves de paso circulares, que le recordaron a setas enraizadas en los troncos de árboles podridos.

-Azules… refrigeración. Verdes, agua. Rojas, agua a presión para incendios. Negras, aguas fecales.

-Puedes decir “mierda” si quieres, ya no estás en la academia- dijo Rulo, medio riéndose.

-Amarillas, puede ser aceite o gas- prosiguió sin prestarle atención. -Grises, vapor-

-Sí. ¿violetas y blancos? - preguntó Pascal, ignorando también a Rulo.

-Violetas… conductos de combustible. Y los blancos son ramales de cableado.

-Bien, chico, entonces… y esto va por todos …tenemos claro que no hay que disparar a ningún mosquito que ande cerca de una tubería, válvula o tanque amarillo, violeta, gris, o blanco ¿correcto? Salvo si se nos está echando encima o es totalmente inevitable hacerlo por cualquier otro motivo.

-Yo incluiría en eso también a los que estén cerca de tuberías negras, si queremos que a la vuelta nos dejen entrar en el cuartel- añadió Rulo. Uno de los otros soldados se rio.

-Silencio. Ya llegamos.

Entraron a la sala de calderas. Todo estaba apagado, frio y silencioso. El sargento Pascal se volvió hacia el soldado que se había reído antes.

-Lorca ¿Cómo lo ves?

Lorca se adelantó echando vistazos aquí y allá a varios de los paneles mientras los demás paseaban las luces de sus armas por el laberinto de tuberías y maquinaria en el que se habían metido. Al cabo de un par de minutos, Lorca volvió con el grupo.

-Pinta bien. El depósito principal marca unos cuarenta mil litros. Y está presurizado, podemos hacerlos circular solamente abriendo válvulas. No hará falta restablecer la corriente.

El grupo se animó un poco. Aquello aceleraría mucho todo el proceso. El sargento tocó un botón de su casco para activar la radio.

-Tanque, de Pascal. Tenemos cuarenta mil, listos para largar. Esperamos órdenes.

Tras unos pocos crujidos de estática, una voz respondió.

-Pascal, de Tanque. Empalme montado. Larguen.

-¿Nos quedamos a cerrar?

-Negativo. Nos lo llevamos todo. Larguen y regresen.

El sargento hizo un gesto a Lorca, e inmediatamente este se colgó el arma del hombro y fue hacia una de las válvulas violeta. A Daniel lo habían designado antes de salir para cubrir a Lorca cuando estuviera trabajando, si llegaban a eso, así que le siguió y se mantuvo atento mientras este abría la válvula. Una tubería cobró vida, sonando como si un gigante bostezara dentro de ella.

-Hay, madre…- murmuró Lorca, como si temiera que algo fuera a reventar, pero no pasó nada.

Daniel acompañó a Lorca hasta dos válvulas más, preguntándose como era capaz de saber cuáles eran las correctas entre aquel caos. Cuando abrió la tercera, el inequívoco sonido del líquido corriendo por las tuberías lo llenó todo. El sargento habló otra vez por la radio del casco.

-Largando ya. Confirmen recepción.

-A la espera.

Pasó un minuto. Se oía perfectamente el correr del combustible por varias de las tuberías, en teoría hacia el camión cisterna con el que habían venido. Tal como estaban las cosas en el mundo, aquello era más valioso que sangre en vena.

-Son varios cientos de metros de tubería- murmuró Lorca, como si se excusara por algo.

Aprovechando la espera y el silencio de la radio, Daniel volvió a la carga con lo suyo.

-Y eso que cuentan sobre el origen de los mosquitos. Lo de que son… bueno. Lo que cuentan de ellos.

El sargento lo miró de lado antes de contestar.

- ¿No te explicaron en el entrenamiento la versión oficial?

-Sí, claro. “Una variedad de insecto local mutado de forma acelerada por la combinación fortuita de diversas armas químicas enemigas, y la acción de…”

- ¿Y que dicen siempre los instructores?

-Que… “Lo oficial es lo real”.

-Pues eso.

El silencio se volvió incómodo, pero afortunadamente no duró mucho.

-Recibiendo. Pascal, retire a sus hombres.

El sargento dio una escueta respuesta e hizo un gesto a los soldados. Todos se pusieron en marcha, en la misma formación en la que habían llegado hasta allí, volviendo por el mismo camino.

-Te vas a quedar con las ganas de ver de cerca a un mosquito de verdad- le susurró Rulo a Daniel. Por algún motivo aquello parecía hacerle mucha gracia. Sin embargo, unos metros más adelante, al entrar en una cámara de bombeo, fue el novato quien lo vio.

-Mos… ¡Mosquito!

El pelotón se detuvo. Las patas de uno de los seres que poblaban la fábrica acababan de aparecer entre un amasijo de tuberías, a unos cinco metros de ellos. Daniel se fijó también en que las inquietas garras estaban deslizándose entre dos grandes tuberías violeta, de las que les llegaba el rumor del liquido en movimiento.

La criatura, de la que solo se veían las zarpas y las patas al principio, fue escurriéndose hasta sacar la cabeza entre las tuberías. Una cabeza bulbosa, calva, con dos grandes ojos compuestos. Una abertura irregular bajo estos parecía hacer a la vez la función de boca y nariz, y se abría y cerraba convulsamente, rodeada de pequeños dientes.

-Dedos fuera del gatillo- advirtió el sargento mientras él mismo apartaba su fusil de asalto a un lado, lentamente, y sacaba una pistola de pequeño calibre de su cinturón.

La criatura deslizó ahora el torso entre las tuberías. Dos fláccidas bolsas de piel se dejaron ver, colgando en medio de este. Tenía el tamaño de un humano adulto, pero era amarilla y huesuda. Parecía todo esqueleto, con unas capas de piel por encima, tan fina que los órganos internos se le transparentaban. Daniel pudo ver latir su corazón, hincharse sus pulmones. Iluminado por varias de las linternas, parecía que le estuvieran haciendo una radiografía.

-Hembra- murmuró Lorca -Mal asunto.

- ¿Estamos en un nido? - preguntó Daniel -No puede ser un nido ¿verdad? Pasamos por aquí a la ida.

-Calla- murmuró Rulo a su lado- Calla y vigila el perímetro. No es un nido. Esta es una solitaria.

Daniel movió la luz de su arma a su alrededor, pero no vio ninguno más. La idea de estar dándole la espalda al mosquito, aun sabiendo que el sargento lo tenía cubierto, se le hacía insoportable. Entonces comenzó a oír un zumbido. En la academia le habían explicado a los de su grupo, a los designados como refuerzo de las operaciones en el polígono de fábricas, que los mosquitos en realidad no tenían alas, y hacían ese sonido con la boca antes de atacar. A él le pareció idéntico al que los verdaderos mosquitos hacían al volar.

Se giró a mirar justo cuando la criatura saltaba. El sargento disparó la pistola una sola vez, en el punto más alto del salto del mosquito, alcanzándole en el torso. En cuanto cayó al suelo le volvió a disparar, esta vez al cráneo.

-Seguimos- dijo simplemente, guardando la pistola.

Todo el grupo se puso en marcha de nuevo, excepto Daniel, que no pudo resistirse a echarle un vistazo rápido más de cerca al cadáver del mosquito.

-Dios… mío…

Tuvo que correr para alcanzar a sus compañeros. Cuatro minutos después estaban ya casi en la salida, y las siluetas de dos hombres de guardia en la puerta de la fábrica se recortaban contra la claridad del día. Uno de ellos alzó un brazo en señal de reconocimiento y saludo.

-Adelantaos. Tengo que hablar con el chico.

Los soldados se miraron unos a otros un segundo, y obedecieron.

El sargento se volvió hacia el muchacho.

-Novato… Daniel ¿correcto?

-Sí señor- respondió más asustado ahora que cuando entró.

-Las cosas nos han salido muy bien hoy. No siempre será así. Antes o después te tocará matar unos cuantos mosquitos.

-Sí señor.

-Y cuando ese momento llegue, todo te será más fácil si recuerdas que los mosquitos son…

Daniel tardó varios segundos en comprender que Pascal estaba esperando a que él terminara la frase.

-Eh… “una variedad de insecto local mutado de forma acelerada por la combinación fortuita de diversas armas químicas enemigas, y la acción de radiación de baja intensidad”.

-Correcto.

El sargento echó a andar hacia la salida, y el chico fue tras él, sin poder quitarse de la cabeza lo que había visto: los jirones de ropa en torno a las extremidades de la criatura, y el anillo de boda firmemente amoldado al dedo anular de una de sus garras.

2 comentarios:

  1. Me suena que ya tenías uno parecido en tu libro, no estoy seguro. Este es muy bueno, bastante clásico, pero consigue crear la atmósfera perfecta en pocas líneas. El tema de los tubos imagino que lo has sacado de alguna experiencia tuya con los barcos... Lo he pensado al leerlo y por eso te lo pregunto, si ese código de colores es real de algo ya existente.

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    1. Puede que te recuerde al de "Guerra de trincheras" por la temática de soldados vs monstruos. Lo de las tuberías, efectivamente, es como van pintadas en las salas de máquinas de los barcos. Realmente no se si las fábricas usarán el mismo código de colores, pero imagino que será algo estandarizado.

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