MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

viernes, 20 de mayo de 2022

TRES… DOS… UNO… ¡CAOS!

 JUNTO A LA FOGATA

Presentado por... Mr. Yuk.
Me dicen los de mantenimiento que seguimos teniendo problemas con la nitidez de nuestro captador de imágenes, y que conseguir fotos que valgan la pena para los post se está convirtiendo en una pequeña tortura diaria. Para seguir publicando algo mientras tanto, hoy recurrimos a otro de los relatos de nuestro Supervisor General, que no necesitan fotos. Este lo escribió originalmente como trasfondo de un juego de mesa que tenía a medio desarrollar hace tiempo... y que sigue a medio desarrollar 😅. Esperamos que os entretenga un ratito, al menos.

El partido está a punto de empezar. Son cuartos de final, así que serán entre cinco y quince juegos, según al selector aleatorio de etapas se le antoje. Nos hacen la última comprobación de croma, cambiando rápidamente el color de los trajes de uno a otro. Solo las botas, los guantes y el casco, que son de material aislante, permanecen todo el tiempo apagados en su color gris claro habitual.

Somos bastantes esta vez. Calculo que unos cincuenta. Tanta aleatoriedad es un fastidio, pero el público se ha vuelto demasiado idiota para prestar atención a algo durante mucho tiempo. La moda del siglo pasado fue la diversidad, y la de este es la aleatoriedad. Si es predecible, nadie lo quiere. Eso es lo que hizo morir a los antiguos deportes de reglas estrictas, y convirtió a Caos en lo único que la gente quiere ver a día de hoy.

Miro a mi alrededor tratando de distinguir caras conocidas, antes que los visores del casco se opaquen para mostrar sobre sus pulidas y curvadas superficies el avatar de cada jugador. Ahí está Patata Asesina. Siento un gran respeto por él. Algo lento de reacción, pero muy duro. Tratar de derribarlo es como lanzarte de cabeza contra un muro. Y esa de allí es Gata con Guantes, justo lo contrario, rápida y ágil, pero le falta una fuerza física significativa. Antes me ha parecido ver también a Comecocos Loco. Ese es de los que se vuelven histéricos cuando los apagan, aunque puede que sea una forma de llamar la atención. Siempre es bueno saber lo que puedes esperar de cada uno. No distingo a ningún otro conocido cerca.

La mitad en cada encuentro son los máximos puntuadores del anterior, pero la otra mitad se escoge al azar entre los descalificados de todas las rondas previas. Teóricamente eso puede situar en la final a un jugador descalificado por baja puntuación en la primera ronda, y que por pura suerte gane. Hay gente a la que eso le hace gracia. En una sociedad que ya valora más el tener suerte que el esforzarse, supongo que algo así tiene sentido para la mayoría.

Los trajes se apagan, volviendo a su color gris, y los visores de los cascos se opacan y emiten el avatar de cada uno, como una pequeña pantalla. Notas cuando ocurre porque la visión se te oscurece mínimamente, pero desde dentro del casco la cubierta sigue siendo transparente. Nos dan la señal y salimos a la pista. Una de las cuatro de este estadio, escogida, como no, al azar. Nos ha tocado una cuadrada, bastante amplia y nivelada. Me gustan las pistas cuadradas. El suelo y muros relampaguean para dar algo más de espectáculo. Parece como si fuera necesario incluso decirle al público cuando debe ponerse a gritar.

Nos esparcimos por la pista. Los novatos tienden a agruparse en el centro, buscando acaparar la atención. Los que ya estamos algo más fogueados preferimos los bordes y esquinas. El público aúlla a medida que va reconociendo los avatares proyectados en el visor de nuestros cascos. El listado aparece en el panel y entonces veo que somos cuarenta y cuatro. Todos empezamos a cero, pero siempre miro al panel para fijarme en donde está situado mi nombre, y poder echar un vistazo rápidamente durante el partido.

El Ojo del Estadio inicia su ceremonia habitual de hacer una panorámica rápida del público, que grita y se pone en pie al verse fugazmente en pantalla. Finalmente se detienen y enfoca a alguien concreto: un chaval de unos seis o siete años. El público le aplaude al chaval, cuya cara de pasmo se muestra agigantada en la pantalla de alta resolución. Ha sido escogido para el Saque de Inicio, otorgando los primeros puntos del encuentro. Rápidamente (¡Todo debe ser rápido! ¡Si no es rápido, es aburrido!) el dron-micrófono se acerca volando al chaval para que anuncie quien es su jugador preferido. ¡Y me nombra a mí! Que majo, el chaval. Cinco puntos aparecen de la nada en el panel, junto a mi nombre. Hago mi pose habitual para estos casos, colocándome de lado y levantando lentamente un brazo, señalándole, lo que provoca otro estallido de aplausos entre el público. Nada de volteretas, nada de giros, molinetes ni movimientos rápidos. Eso es cosa de novatos. Mi pose es un movimiento lento que no consume energías. Si he llegado a estar entre los mejores puntuadores de este deporte, es porque siempre he sabido ahorrar y dosificar las fuerzas.

-¡PREPARADOS, JUGADORES!- anuncia la megafonía -¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡ELIMINACIÓN SIMPLE!

Todos los trajes adquieren un color azul brillante. He tenido el tiento de situarme cerca de dos novatos. Tardan en reaccionar, y tengo tiempo de hundirle el codo en el estómago a uno casi al mismo tiempo que derribo al otro de una patada en la corva de la rodilla. Tan pronto como sus trajes tocan el suelo, se apagan. En el modo Eliminación, ganas un punto por cada segundo que tu traje permanece encendido. Algunos se lanzan como bestias a derribar a todos los que puedan. Un inútil gasto de energías, en mi opinión. Yo prefiero despejar rápidamente una zona alrededor e ir puntuando solo por estar de pie mientras los demás se persiguen y golpean.

Miro de reojo el marcador. Han pasado ya cuatro segundos, y llevo nueve puntos en total. El tipo al que le he dado el codazo se incorpora y carga contra mí. ¡Puto novato! Si nadie le rompe una vértebra antes, llegará a aprender que cuando te apagan lo mejor es quedarte agachado para indicar que no buscas pelea. Pero algunos, cuando los apagan, se esfuerzan en apagar ellos también a cuantos puedan. Tiene su lógica, claro, para evitar que te saquen demasiada ventaja. Pero yo he aprendido que sale más a cuenta aprovechar los segundos en los que estás apagado para recobrar el aliento y conservar las fuerzas.

El apagado se me echa encima y lo tumbo otra vez, haciéndole caer sobre el que derribé de una patada. Con un poco de suerte serán lo bastante idiotas como para empezar a pelearse entre ellos. Aun así, me alejo un poco, buscando un área algo más despejada. Veo la oportunidad de derribar a un par más sin demasiado esfuerzo y no la desaprovecho, pero es demasiado pronto para quemar mucha energía.

-¡PREPARADOS, JUGADORES!- lanzo un rápido vistazo a la pantalla. Máximo puntuador por el momento, pero es gracias a los cinco puntos del chaval. Cerca de un tercio de los jugadores seguimos encendidos, acumulando un punto por segundo de la fase. -¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡ZONAS!

Todos los trajes, tanto los azules como los apagados, adquieren un color anaranjado claro. El suelo queda dividido en una cuadrícula de dieciséis casillas amarillas. Justo en la que estoy parpadea un par de veces, y casi me falta tiempo para dar tres largas zancadas y saltar fuera. Los que no consiguen salir a tiempo de la zona, se apagan con ella y dejan de puntuar. En el mismo instante en que la zona se apaga, otra empieza a parpadear. Me pilla lejos y no me muevo, recuperando el aliento. Antes de medio minuto ya empieza a faltarnos sitio. La mayoría seguimos encendidos, agrupados en las zonas aún válidas, pero ya se pelea abiertamente por ellas. De nuevo la zona en la que estoy parpadea. Apenas tengo unos segundos para salir de ella, pero ahora tengo mucha más gente alrededor que antes. Además, estoy mal situado, en un borde por el que solo puedo pasar a una zona que, cuando se apague esta, quedará aislada. Tengo que abrirme paso hasta el otro extremo de la zona para tener más opciones o… ¡No! Pensar en la fase de Zonas es un error. Salto hacia la zona que tengo enfrente, justo cuando la que tengo bajo los pies se apaga.

Me quedo atrapado junto con otros dos náufragos, en una cuadrada isla de luz sobre un mar negro. La cosa ya no va con nosotros, porque las zonas son demasiado amplias para salvarlas de un solo salto. Solo queda esperar y tener suerte. Quizá nuestra zona sea la última en apagarse y podamos seguir puntuando hasta ese momento.

Pero cuando pasa esto, siempre cabe la posibilidad de empujar a los otros fuera de la zona para que dejen de acumular puntos. O de que ellos intenten hacértelo a ti. Los tres nos miramos los visores unos a otros. A uno no lo reconozco, pero el otro, en este caso la otra, es Cerezas con Bechamel. El avatar de su visor es una imagen que se va alternando entre el emoji que sonríe y el que guiña un ojo al mismo tiempo que saca la lengua. Levanto un puño hacia ella, sacando el pulgar hacia arriba, la señal de paz durante Caos. Ella asiente y repite el gesto. Ambos miramos al tercero, que por la cuenta que le trae, lo repite también. Su avatar es un cráneo envuelto en llamas que sostiene un cuchillo con los dientes. Solo un novato escogería algo tan vulgar. Dedicamos los siguientes segundos a regular la respiración, hasta que nuestra zona parpadea. No tenemos a donde ir, y nos apagamos con ella. Doy un vistazo a la pista y veo que todos los que quedan están agrupados en dos zonas muy separadas. Casi no caben en ellas, y algunos son arrojados a empujones y se apagan tan pronto como las abandonan.

Una de las zonas se apaga, y todos nos quedamos esperando a que la megafonía anuncie la siguiente fase. Aprovecho para dar un vistazo al marcador. Ya no voy a la cabeza, y Cerezas con Bechamel está solo cinco puntos por debajo mío. De no ser por los cinco puntos del público, estaríamos empatados. La cabrona ha mejorado mucho últimamente. Habrá que tenerla en cuenta.

-¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡ASALTO!

¿Asalto? ¿Qué demonios es Asalto? Miro a Cerezas, que sigue cerca mío, pero esta se encoge de hombros. Ya se han sacado de la manga otra modalidad, y como siempre, esperan a explicarla en medio de una competición. Lo contrario sería aburrido.

-¡NUEVA FASE! ¡ASALTO! ¡A PARTIR DE HOY, ASALTO CONTINUARÁ A ZONAS EL 25% DE LAS VECES! ¡LA ULTIMA ZONA NO SE APAGA POR TIEMPO! ¡LOS QUE SE ENCUENTREN EN LA ZONA SOLO SE APAGARÁN AL SER SACADOS DE LA ZONA! ¡APAGADOS, AL ASALTO, DE VOSOTROS DEPENDE QUE LOS DEFENSORES DE LA ZONA DEJEN DE PUNTUAR UN SEGUNDO TRAS OTRO!

En el centro de la única zona aún encendida, unos doce jugadores se agrupan todo lo que pueden. Han pasado de mirarse unos a otros con suspicacia a ponerse espalda contra espalda para defenderse del resto. Los apagados dispersos por la pista se abalanzan contra ellos, porque mientras sigan en la zona seguirán encendidos y puntuando, sacándoles ventaja sin parar. El novato con la cara de calavera llameante mascapuñales pasa corriendo a mi lado, de cabeza a la zona. Miro a Cerezas y le señalo a uno de los defensores de la zona. La mole de Patata Asesina destaca por encima de las demás. No vale la pena intentar mover a ese mastodonte de la zona. Es mejor dejar que los otros lo agoten. Cerezas asiente, y nos acercamos andando, en lugar de corriendo, a la zona iluminada.

Para cuando llegamos, solo Patata continúa iluminado. A medida que han ido siendo apagados, los ocupantes de la zona se han vuelto inmediatamente parte de la masa atacante para evitar que los que quedaban encendidos siguieran acumulando puntos. Tan pronto como Patata es sacado de la zona iluminada, empujado por la masa de apagados, el público se vuelve loco. Parecen encantados con la nueva modalidad. Miro el marcador. Patata Asesina va a la cabeza, y yo estoy siete puestos por debajo de él. Esta tontería del Asalto me ha descuadrado las cifras por completo.

-¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡CORRED A LA META!

Los trajes se iluminan nuevamente, y esta vez nos dividen en cuatro colores diferentes. Rojo, verde, azul… a mí me toca el amarillo. Miro a los muros, buscando mi meta. El muro que se ha iluminado en amarillo es precisamente el que tengo más cerca. Si nadie me derriba por el camino llegaré hasta él en un instante, y a partir de entonces, ganaré un punto por cada segundo que mantenga el pecho o la espalda en contacto con él.

Ahora todos corren en busca de su meta, cruzándose inevitablemente unos con otros, y aprovechando para empujarse o zancadillearse si ven la oportunidad de hacerlo, porque cualquiera que toque el suelo se apagará. No me preocupo de hacer tropezar a nadie, sino que esquivo a los que me vienen de frente y salto evitando a los que me aparecen por el lado. Paso sobre un par a los que han derribado, y que permanecen apagados y aturdidos en el suelo. Necesito recuperar parte de la ventaja que me ha sacado Patata Asesina, y un Corred a la Meta en estas circunstancias ha resultado providencial contra alguien tan lento.

Llego hasta el muro amarillo con tanto ímpetu que casi me estrello contra él. Me doy la vuelta, apoyando la espalda contra el muro para empezar a puntuar mientras recupero el aliento, y de paso vigilo la pista. Casi siento los dulces puntitos acumulándose en mi marcador uno tras otro, hasta que de repente, todos los muros y trajes se apagan.

-¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡EL PÚBLICO ELIGE!

Los asistentes se ponen en pie y vociferan, intentando atraer hacia ellos al Ojo del Estadio. Este gira como una ruleta mostrando una penosa panorámica del público, y termina por quedarse fijo en una gordísima señora que chilla histéricamente al ver su imagen ampliada en la pantalla. El dron con el micrófono vuela hacia ella, y la megafonía amplifica sus incómodos balbuceos por toda la bóveda del estadio.

-YO… YO… HAY, DIOS MIO, DIOS MIO ¡NO SE QUE ELEGIR! VEAMOS… PODRIA SER… SÍ ¿PODRIA SER CONTAGIO?

-¡CONTAGIO!-confirma el sistema selector.

Todos los trajes adquieren un tono blanco brillante, impoluto, excepto tres a los que el condenado azar les otorga el color morado. Contagio es la única modalidad en la que se pierden puntos, uno por cada segundo en que tu traje esté en color morado. Y no va por tiempo, como la mayoría de las otras, sino que se cambia a otra modalidad de juego cuando solo queda uno por contagiar. Naturalmente, cuando alguien queda contagiado debe hacer todo lo posible por contagiar a otros, para acelerar el fin de la fase y dejar de perder puntos cuanto antes. Los Contagios no suelen durar más de quince o veinte segundos, pero es la modalidad más odiada por los jugadores.

Trato de mantenerme alejado del gran barullo central, mientras veo como el color morado se extiende entre los jugadores a una velocidad aterradora. Durante los primeros cinco o seis segundos consigo que nadie se fije en mí. Cuando los blancos comienzan a escasear los morados dejan de actuar individualmente y se forman en grupos para cercarlos. Cuatro morados corren hacia mí. Estoy prácticamente en una esquina, así que lo mejor es salir a su encuentro. Corro directamente hacia uno y salto propinándole una patada en medio del pecho. El contacto debe ser traje con traje para considerarse válido. La bota aislante impide que me contagie al tocarle. Lo envío lejos de mí y corro por el hueco que he dejado entre ellos. Los dos más cercanos tratan de placarme, pero los driblo con una habilidad que incluso a mí me sorprende. El cuatro logra hundirme un codo en las costillas. Con demasiada fuerza. Me dejo caer mientras mi traje cambia de blanco a morado. No me pienso levantar para perseguir a los blancos que queden. Me he mantenido blanco durante unos diez segundos, calculo, así que esto no puede durar mucho más. Prefiero concentrarme en mitigar el dolor.

-¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS!....- me pongo en pie rápidamente, aguantándome las náuseas que me han venido de pronto. Si la modalidad cambia y me pilla en contacto con el suelo, me apagará automáticamente desde el primer segundo -¡UNO! ¡ELIMINACIÓN POR EQUIPOS! ¡PUNTOS EN JUEGO… ONCE!

Lanzo un gemido y echo un vistazo a mi traje. Verde. Levanto la vista para ver los trajes de los otros jugadores. Azules… amarillos… verdes… rojos… blancos… cinco equipos esta vez. Y once puntos para cada superviviente del único equipo que quede en pie. Suspiro, y luego tomo aire profundamente. Bueno, vamos allá. Necesito esos once puntos.

Cerca de mí hay otro verde, que me mira y murmura -Tío, perdona por el codazo ¿eh?- Levanto un puño sacando hacia arriba el pulgar. Caos es así. Un juego en el que no hay nada parecido a un equipo fijo impide que veas a nadie como enemigo durante más de unos pocos segundos.

Como siempre, intento mantenerme básicamente al margen hasta que llega el momento de actuar arriesgando lo mínimo. En Eliminación no hay contacto que valga, solo si el traje toca el suelo te apagas. Aprovecho que un azul viene hacia mí de espaldas, tambaleándose, para derribarle sin hacerle demasiado daño. Otro azul que no había visto me da una tremenda patada en las costillas y estoy a punto de caerme. El verde a mi lado se agacha, hace un rápido movimiento de segado con la pierna y derriba al azul de espaldas, apagándolo. Me ha gustado ese movimiento. Me ha gustado tanto que, antes que el verde se levante, me planteo el poner mi pie en su hombro y empujarlo para que caiga de lado. Necesito esos once puntos, y cuantos menos los obtengan además de yo mismo, mejor. Pero este tipo no me suena. No debe ser un gran puntuador, y seguramente esté bastante por debajo de mí en el marcador. Incluso si me apagan y a él no en este juego, dudo que suponga un problema al final.

Me muevo entre los jugadores, yendo selectivamente a por los que me parecen más cansados y aturdidos. Derribo a otros cinco antes que una amarilla me sorprenda con una rápida patada en la cabeza que me deja tambaleándome, luchando por no caer. El visor de su casco muestra un emoji sonriente, que de pronto me guiña un ojo al tiempo que saca la lengua. Es Cerezas con Bechamel otra vez. Su siguiente ataque es un puñetazo al estómago seguido de un rodillazo un palmo más abajo. Consigo parar ambos por un margen muy pequeño, y contesto con un codazo al pecho que esquiva con facilidad. El verde que estuve pensando en derribar antes me da un segundo de respiro cuando intenta embestirla con el hombro. Cerezas lo tumba metiendo una de sus piernas entre las de él y echándose al suelo, tocándolo solo con las manos y su otro pie, haciendo que el verde caiga de cara, todo a lo largo, y se apague de inmediato. Mientras Cerezas se incorpora le doy una patada en el casco haciéndola caer de culo. Cuando su traje se apaga hace el gesto instintivo de ir a levantarse, pero lo deja estar. Como me quedo mirándola durante un segundo, hace el gesto de “vete” con las manos, para indicarme que está bien.

Me giro a tiempo de ver una bota que se dirige hacia mi casco, e interpongo el antebrazo. ¡Duele! Con el mismo movimiento con el que paro el pie del jugador lo sujeto y le hago caer. Antes que se apague, me fijo en que su traje era verde, como el mío. Es buena señal. Significa que ya hay más verdes que de otros colores. Justo entonces alguien más cae, y la megafonía suena de nuevo. Los cuatro verdes que quedamos en pie sumamos once puntos de golpe.

 -¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!... ¡CORRED A LA META!

Corred a la Meta otra vez. Veo el muro verde cerca y corro hacia él. Me detengo en seco tras dos zancadas al darme cuenta que ahora soy azul. El juego me está empezando a pasar factura. Desorientado, miro a mi alrededor buscando el muro azul, y entonces alguien choca conmigo. Los dos caemos al suelo y nos apagamos. Corred a la Meta es el peor escenario para quedarse en el suelo descansando, con todos corriendo de un lado a otro, así que intento incorporarme rápido, pero alguien más se tropieza conmigo cuando me pongo a cuatro patas. Caigo al suelo bocabajo y tres o cuatro pares de pies me pisotean camino a sus respectivas metas. Me levanto como puedo, dolorido y sin aire. Los ojos se me han llenado de gotas de sudor y escuecen como el infierno, pero el casco impide que me los limpie. Quitarte el casco voluntariamente tiene una penalización de treinta puntos, y no quiero eso.

Consigo ponerme en pie, pero me siento realmente mal. Más gente choca conmigo, empujándome de un lado a otro. Por un momento no se donde estoy ni que se supone que debo hacer.

-¡PREPARADOS, JUGADORES! ¡TRES! ¡DOS! ¡…! - El griterío del público me impide entender el resto de la frase. ¿A que jugamos ahora? ¿Tengo que golpear? ¿Tengo que correr? Me dirijo como puedo hacia una de las esquinas, porque me inspiran más seguridad. Mi traje es rojo ahora ¿Qué significa? Alguien me golpea en la espalda, y pienso que se han tropezado accidentalmente, pero un segundo golpe bien calibrado justo encima de la cadera me derriba, haciéndome chocar de bruces contra el muro. Resbalo al suelo y me quedo allí, inmóvil y apagado, respirando, tratando de anular el dolor y despejar la mente de una vez. ¿Cuántos puntos llevo?

-¡…ADOS… ADORES! ¡…ES! …OS!- me pongo en pie como puedo. Si se inicia una nueva fase y estoy tirado en el suelo o apoyado en la pared, me apagarán en automático. Cuando me separo del muro estoy a punto de caerme -¡UNO! ¡…AL …IDO!

Me tambaleo hacia el centro de la pista. ¿Qué han dicho? ¿Por qué tiene que gritar la gente de ese modo? ¿De qué color soy ahora? Alguien me agarra del antebrazo. Echo hacia atrás el otro brazo, cerrando el puño y preparando un golpe, pero veo borroso y no distingo bien donde está mi adversario.

-¡Títere! ¡Eh, Títere! ¡Final del partido!

Bajo lentamente el puño. ¿Es eso lo que han dicho? Me doy cuenta entonces que los jugadores ya no están corriendo o peleando. Todos están apagados, menos tres que emiten el brillo dorado que los identifica como los máximos puntuadores del encuentro. Estos y algunos más saludan al público, y los otros se dirigen hacia los vestuarios.

-¿…inal ....el ...artido?- pregunto.

-Sí, final del partido- me responde, sin soltarme del antebrazo. Me pitan los oídos, pero su voz me resulta familiar. Una cara redonda, amarilla, me guiña un ojo y me saca la lengua desde el visor de su casco. Miro al panel de puntuaciones, pero no consigo enfocarlo. Las letras y números son para mí un galimatías sin sentido.

-¿Cómo he quedado?

-Pasas a semifinales. En octavo puesto- y con una voz extrañamente sugerente, añade -Estas justo encima de mí.

No me suelta el antebrazo, sino que desliza su mano por él hasta pasarla sobre la mía antes de darse la vuelta y marcharse a los vestuarios. Supongo que eso significa algo, pero estoy demasiado cansado, aturdido y dolorido como para estar seguro o hacer algo al respecto. Me dirijo a los vestuarios yo también, haciendo lo posible por no caerme al suelo. No delante del público. El chaval que me dio los puntos al principio podría estar mirándome todavía.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, la leí el otro día, pero no tuve tiempo de comentar. ¿Cuándo la escribiste? ¿Es reciente o ya antigua?

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    1. Gracias. Puede que tenga un par de años. Estaba haciendo un juego de mesa a puntos donde las condiciones para puntuar cambiaran de forma aleatoria continuamente, obligando a los jugadores a reenfocar su estrategia cada pocos turnos, y escribí esto como trasfondo para incluirlo en el reglamento. Voy a ver si termino el juego un día de estos, lo preparo como Print & Play y lo pongo en un enlace descargable, por si alguien quiere probarlo.

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