EL ARCHIVO
Presentado por... Librug.
Bienvenidos al Archivo, investigadores.
El artículo que presentamos hoy se publicó por primera vez en mayo de 2018, en la revista virtual Figuras en Acción nº 18. El texto es nuestro, pero las imágenes que lo ilustran fueron tomadas de internet, de diversas fuentes, y pertenecen en todos los casos a sus respectivos autores.
Esta
es una colección de sobres sorpresa españoles aparecida durante
los 80, la época dorada de este tipo de productos. Aunque oficialmente forman
parte de la línea de Sobres sorpresa Patapalo, se los llamó Sorpresa
Monstruo debido al tamaño de los sobres, mucho mayores de lo habitual en Patapalo.
Un
diminuto recuadro en una
esquina del sobre nos advierte que el contenido del mismo no guarda relación
con la ilustración. Pero el que todas estas ilustraciones fueran de temática
fantástica o de ciencia-ficción, junto con la propia palabra “Monstruo” en
letras grandes y llamativas, induce a pensar que en realidad la elección de las
imágenes se hizo específicamente para hacer creer a los niños lo contrario, y
que los compraran (o se los pidieran a sus padres) confiados en encontrarse un
puñado de figuritas de monstruos en el interior.
El
contenido de estos sobres era bastante tosco incluso para los estándares de la
época. Al abrirlo podríamos encontrarnos con cosas como soldaditos, barcos,
aviones, veleros, animales de la selva estilo dunkin… todo ello en
plástico monocromo, y en ocasiones reaprovechados de otras colecciones de
sobres sorpresa anteriores.
La
mayoría de las veces, soldados y vehículos eran planos: láminas de plástico
planas esculpidas por las dos caras (a veces solo por una) que a duras penas se
mantenían en pie.
En
general la calidad del material era muy baja. Las figuras venían todavía
prendidas en la colada (la matriz con la que salían de fábrica) y era habitual
encontrarse con figuras aplastadas, fundidas o incompletas, por lo que resulta
evidente que el producto se embolsaba tal cual sin pasar ningún tipo de
revisión ni control de taras.
A
pesar del “monstruoso” tamaño del sobre, las figuras del interior eran por lo
general pequeñas (unos 2-3cm) y lo cierto es que no había muchas, siendo entre
seis y ocho lo normal. La mayor parte del volumen del sobre lo ocupaba la
colada, en la que se invertía más plástico que en las figuritas que se podían
desprender de ella.
Con
mucha suerte, nos podía salir un set de armas (había dos, uno de pistolas de
rayos y otro de pistolas y revólveres variados) o herramientas (hachas,
serruchos, martillos) que además de tener un esculpido más que aceptable tenían
las medidas adecuadas para ponérselas en la mano a una figura de acción del
tamaño de un Master del Universo. Estos sets de armas y herramientas,
junto con algunos de los varios posibles sets de barcos de guerra o galeones,
eran los productos de mejor calidad y acabado que podían obtenerse. Otros, en
cambio, resultaba difícil incluso comprender a primera vista que representaban.
A
día de hoy, la estrategia de vender un sobre muy grande (en el que se nos
muestran cosas como guerreros bárbaros, naves espaciales, mujeres casi desnudas
y monstruos) poniendo en su interior un producto de ínfima calidad (y lo que es
peor, sin relación alguna con lo que se sugiere que el sobre contiene) me
despierta una sonrisa. Incluso aprecio la ironía de que formen parte de una línea
de sobres llamada Patapalo, porque
hay que ser muy pirata para engañar de forma tan rastrera a un crio.
Personalmente,
los que me compraron siendo yo pequeño me provocaron una profunda decepción.
Con la impaciencia propia de la niñez, lo primero que hacía al recibir el sobre
en mis ansiosas manitas era romperlo lo más rápidamente posible para llegar
hasta su “valioso” contenido, y supongo que así obrarían también la mayoría de
los críos a los que se les prometían monstruos, bárbaros, dinosaurios y
princesas ligeras de ropa, y en lugar de eso se les entregaba media docena de
coches planos pésimamente moldeados en un plástico grumoso y con demasiada
frecuencia deformados o fundidos. Debido a todo esto, no es de extrañar que la
colección no fuese muy popular en su momento y sea poco recordada a día de hoy.
Hay
un motivo por el cual no se han incluido aquí fotos del contenido de los sobres,
y es porque, como ya se ha dicho y salvo las excepciones citadas, la calidad
del mismo dejaba bastante que desear. Con la ventaja que da la retrospectiva, ahora comprendo que el auténtico valor de estos sobres estaba en el propio
sobre, no en las baratijas que contenía. Porque si bien el contenido del sobre
no era gran cosa (hoy en día sí podría tener un cierto valor como curiosidad) las
ilustraciones de los sobres son un maravilloso set de dibujos coloreados a la
acuarela, y no mediante la horrible fotoimpresión de punteado.
Aunque
no hay ningún catalogo ni registro de producción de esta colección, sí hay un
consenso generalizado entre los coleccionistas respecto a que salieron a la
venta dieciocho modelos de sobres diferentes. Siempre he sido coleccionista de álbumes
de cromos de temática fantástica o monstruosa, y para mí estos sobres son como
cromos gigantes.
Debido
al paso del tiempo, es difícil encontrar sobres en buen estado. La propia
colada del interior suele perforar el fino papel del envoltorio, y por lo
general los sobres presentan numerosas arrugas. Sin embargo, una vez abiertos
con cuidado y planchados, tienen un aspecto magnífico.
No
he podido averiguar quién o quiénes fueron los artistas, porque sería
interesante hacer un seguimiento de las ilustraciones que hicieron para otros
productos. Catorce de las dieciocho ilustraciones tienen un estilo gráfico y
conceptual tan similar que probablemente fueron hechas por una misma persona,
mientras que las otras cuatro tienen un estilo diferente. La mayoría de las
ilustraciones son de temática fantástica-épica (la fiebre de Conan el Bárbaro y
sus infinitas imitaciones estaba en pleno apogeo) pero también encontramos
entre ellas una clara referencia a Tarzán de los Monos, a un simio gigante
sospechosamente parecido a King Kong, y un cohete espacial siendo devorado por
una descomunal iguana alienígena.
Algunas
de estas ilustraciones no se considerarían aptas hoy en día para un público
infantil (especialmente la del peludo hombre-cabra llevándose a una adolescente
escasamente vestida, con quien sabe que pérfido propósito, o la del guerrero
posando junto a una esclava desnuda, encadenada a sus pies, que además no
parece estar especialmente descontenta con su situación) pero hace treinta o cuarenta años
era algo normal. A fin de cuentas, también las colecciones de cromos de
monstruos de la época eran un auténtico muestrario de deformaciones y
mutilaciones y se vendían como un producto para niños. Y precisamente porque
los tiempos cambian y con ellos el concepto de juguete, es interesante recordar
de vez en cuando los juguetes de otras épocas, que respondían a realidades
sociales tan diferentes de la actual.
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