EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETOS LITERARIOS 2022
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Para el punto “una novela en la que aparezca detallada una receta” de nuestro Reto Literario 2022, he escogido Kim, de Rudyard Kipling.
He tardado casi dos semanas en leerla porque el texto ha resultado ser mucho más denso de lo que esperaba. Y no creáis que escribir una reseña que le haga justicia es fácil.
El protagonista es un muchacho huérfano, hijo de un soldado inglés viudo afincado en la India. Su padre vuelve a casarse con la hindú mestiza que cuida de Kim, y poco después ambos mueren (ella de cólera y él alcoholizado). Kim queda a cargo de otra nativa, que carente de la cultura más elemental, ignora que hacer con él. No se le pasa por la cabeza llevarlo a una embajada o cuartel británico, así que se limita a criarlo como a un niño hindú.
La mujer conserva varios documentos que acreditan la identidad de Kim, pero no sabe leerlos, y apenas entendió lo que le explicó de ellos el padre de Kim antes de morir. Este intentó hacerle entender a la mujer que si presentaba esos documentos en el consulado o algún otro lugar donde pudieran comprobarlos, alguien se haría cargo de su hijo, en Inglaterra. La mujer toma esto como una especie de profecía, así que confecciona un amuleto con los documentos, que ella cree que son alguna clase de textos sagrados. Fabrica para Kim un pequeño bolsito de cuero en el cual embute doblados los documentos, y se lo cuelga al cuello.
Kim crece ignorando todo esto. Lo poco que su cuidadora entendió sobre las personas que debían hacerse cargo de él ha acabado deformándose por el paso del tiempo y el consumo de opio en una historia sobre la mística aparición de un toro rojo en un campo verde, que es lo que ha terminado por contarle al niño. Kim, que lleva al cuello el bolsito de cuero con los documentos desde que recuerda, tampoco ha llegado a pensar que pudiera ser nada más que un amuleto casero.
El muchacho crece por tanto en las calles de una ciudad pobre de la India, teniendo como única familia a una mujer que sabe que no es su madre y que casi no le presta atención, cada vez más perdida en el opio. Él mismo se procura comida mendigándola o rapiñándola donde puede, aprende los idiomas locales, y su piel se oscurece debido al sol y la suciedad, hasta el punto de ser indistinguible, cuando le conviene, de un chico nativo. Espabilado por naturaleza, Kim se erige sin pretenderlo y sin darse cuenta en una especie de jefe de los pilluelos de las calles y crea una pequeña red de contactos. Su carácter indómito, aventurero y soñador hace que vea su precaria situación económica como un desafío, no como una desgracia. El tener que buscar el modo de conseguir algo de comida o unas monedas a diario le supone un divertido reto. Kim es mimético, imitando a la perfección acentos, andares, dejes y costumbres de hindús, musulmanes o ingleses según le convenga, y suele hacer de mensajero de varios comerciantes, llevando notas de uno a otro a cambio de alguna propina, corriendo por las calles, trepando por caños de agua y deslizándose por cornisas.
Un día llega hasta su ciudad un lama de peregrinaje. Afirma estar buscando un rio aún más sagrado que el Ganges, cuyas aguas curan todas las enfermedades y maldiciones, incluida la de la reencarnación. Recordemos que, para los hindúes, la reencarnación tras la muerte es un indicativo de que todavía no se es lo suficientemente perfecto como para trascender al siguiente nivel de existencia. Por tanto, reencarnarse tras morir es algo a evitar, pues solo aquellos de espíritu verdaderamente perfecto logran no hacerlo. A Kim le impresiona la actitud serena y humilde del lama, y decidido a cambiar de aires, se convierte en su chela, una mezcla de criado y aprendiz.
Así pues, el lama y Kim comienzan juntos un largo peregrinaje por la India en busca de ese rio legendario que ha de curarles de la lacra de la reencarnación. Aunque Kim hace las veces de chela, en realidad actúa como protector del lama, ya que el anciano ha pasado toda su vida enclaustrado en su monasterio y no sabe defenderse en el exterior. Todo el mundo que se cruza con ellos ve al lama como un gran sabio, pero en realidad es un anciano ignorante que depende totalmente de la astucia de Kim para comer, viajar, y evitar ser robado a cada paso que da.
Kim convence al lama de que viajarán más rápido en tren, y acude a presencia de un rico tratante de caballos para mendigarle unas monedas con las que pagar los billetes. Cuando Kim le cuenta hacia donde se dirige, el tratante de caballos le entrega discretamente una nota que debe hacer llegar a una persona en esa región, junto con una generosa propina. La nota parece no ser más que una confirmación del pedigrí de un caballo vendido recientemente, pero en realidad esconde un mensaje en clave. Mahubub Alí, el tratante de caballos, es un agente del gobierno británico encargado de recoger y valorar rumores sobre posibles insurrecciones y movimientos de tropas e informar de los que crea importantes a sus superiores. De este modo Kim, sin saberlo, se ve implicado en una red de espionaje.
Vagando de un lado a otro con el lama, llega junto a un campamento de soldados ingleses. La curiosidad lleva a Kim a adentrarse en este, y allí ve la bandera del regimiento. Se trata de los Maveriks, el regimiento al que perteneció su padre, una tropa irlandesa cuya insignia es un toro rojo sobre un fondo verde. Los soldados del campamento atrapan a Kim y se disponen a darle el trato usual a los ladrones (una paliza) pero este empieza a hablar sobre la profecía del toro rojo y su padre inglés. Esto intriga a los soldados, más aún cuando apartan la ropa de su pecho para comprobar el color de su piel cubierta y lo hallan demasiado claro para ser el muchacho hindú que ellos suponían. Al descubrir su pecho queda a la vista también su amuleto, y al examinarlo, encuentran los documentos en su interior. Entre estos está su certificado de nacimiento y algunos papeles referentes al cargo militar de su padre.
El oficial y el cura al mando del regimiento deciden separarlo del lama y darle una educación británica. Para Kim esto significa la pérdida de su libertad: vestir como le manden, ir a la escuela, estudiar montones de cosas que nunca ha necesitado, quedar recluido en un internado, y tener que aprender una nueva religión.
Al enterarse de lo ocurrido por una carta que el propio Kim le hace llegar, Mahubub Alí (que conoce bien las habilidades del chico), lo recluta para el Servicio Secreto Británico. Mahubub lo deja al cargo de Lurgan, el sanador de perlas, otro espía encubierto como tratante de joyas. Mediante una serie de juegos, Lurgan desarrolla al extremo la percepción y memoria de Kim, y le crea el gusto por el secretismo, formándolo como espía sin que este sea a penas consciente de ello.
Pasa el tiempo y un Kim ya casi adulto recibe el encargo de conseguir unos documentos, que serán su primera misión importante. Pero el tema de espionaje, si bien le emocionó al principio ya ha llegado a aburrirle un poco. Kim no puede quitarse de la cabeza al anciano lama, y busca el modo de, sin abandonar su misión, volver a reunirse con él para continuar con su eterno peregrinaje en pos del esquivo rio.
Ambas misiones llegarán a buen fin, pero la única que le reporta a Kim una verdadera satisfacción es la que comparte con el lama, que ya a las puertas de la muerte logrará encontrar el rio purificador en el único lugar en el que es posible hallarlo; en su propia mente y corazón.
El verdadero valor de la novela, para mi gusto, es como libro de viajes al estilo de los de Julio Verne, que nos permiten acompañar a los protagonistas en su deambular por un paraje lejano. La descripción de las costumbres, gentes, los detalles que se nos cuentan sobre los lugares por los que pasan, la desconcertante mezcla de la tranquila espiritualidad de los hindúes y el extremo racismo de su sistema de castas, los coloridos insultos locales, todo el ambiente general, en definitiva, me han gustado más que la historia en sí. Como ocurre también con muchos libros de Verne, es posible convertirnos en un pasajero etéreo, simplemente disfrutando del paisaje, y atendiendo a lo que les ocurre a los protagonistas como se atiende a la conversación informal de algún fortuito compañero de vagón o caminata.
Y en lo que a una receta respecta, no viene una como tal, detallando cantidades y modo de preparación, pero hay un momento en el que Kim mendiga comida para el lama en un mercado. Quiere llevarle un arroz con curry, y va pidiendo los ingredientes uno tras otro hasta completar el plato, describiéndonos además como los mezcla: primero un montón de arroz con trozos de pescado seco por encima. Luego se abre un hueco con los dedos en el centro del montículo de arroz, y se llena de curry de verduras. Este cráter de curry se cubre con una torta de maíz frita, manteca clarificada, y se añade al plato una guarnición de tamarindos amargos. Quizá algún día lo pruebe.
Como ya estamos casi a final de julio y aún nos queda un libro por comentar este mes para el reto, no nos iremos muy lejos a buscarlo. Nos quedamos pues en la India para comentar Los dos rivales, de Emilio Salgari.
Kim. 1901. Rudyard Kipling. Publicado en 2010 por Diario Público.
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