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viernes, 9 de diciembre de 2022

EL HACHA DEL CARNICERO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Primer bolsilibro que reseñamos de Miguel Oliveros Tovar, autor que quizá os suene más por alguno de sus seudónimos, como Keith Luger, Mike Bronco, o Jay Katana. Miguel compaginaba su trabajo de abogado criminalista con la escritura de bolsilibros, de los que llegaron a publicarle más de mil (algunos póstumos) junto a más de quinientas novelas. Y aún le quedó tiempo para escribir unos cuantos guiones de películas (como El juez de la soga o Chinos y minifaldas), casarse y criar tres hijos. Una vida bastante completa.  

El bolsilibro de hoy nos narra las desventuras de Virginia Dix, una joven chica de pueblo norteamericana a la que la perspectiva de casarse con un granjero y tener montones de hijos granjeros no le parece muy atractiva. Abandona el hogar familiar para terminar trabajando en una sucesión de bares de carretera a cada cual peor que el anterior. 

En uno de esos bares, dos de los clientes parecen reconocerla, aunque a ella sus rostros no le suenan de nada. Le hablan con naturalidad, como si Virginia supiera quienes son y qué hacen allí, y dieran por sentado que va a acompañarlos. Cuando se niega a ir con ellos los tipos la amenazan con una navaja. Un camionero (¡los héroes de dieciséis ruedas de la carretera!) sale en su defensa y se enzarza en una pelea a puñetazos contra los dos tipos, dando a Virginia la oportunidad de huir. 

Su siguiente parada es un bar de striptease, donde intenta ganarse algunos dólares. Su torpeza en el escenario es tal que provoca entre el público más carcajadas que jaleos, y de todos modos los dos tipos del bar vuelven a dar con ella y se la llevan por la fuerza. Su destino es un sanatorio mental dirigido por el doctor Crawford. Este le dice ser su esposo, que el verdadero nombre de ella es Glenda, que sufre de amnesia y está completando los recuerdos que pierde con un pasado que se inventa, y que hace siete días que se escapó de allí, donde está recibiendo tratamiento. Ella está convencida de ser Virginia Dix, una chica de pueblo soltera, etc., pero incluso los médicos y las enfermeras del sanatorio la reconocen como Glenda

Otro de los pacientes, Jim el carnicero, se escapa de su celda tras descalabrar a un par de médicos. Libera a Virginia de su celda, y le recuerda el plan que acordaron hace mucho (del que ella no tiene ni idea) de fugarse juntos. Al principio Virginia le sigue el juego porque es su oportunidad de salir de allí, pero conversando con Jim no tarda en enterarse que estaba ingresado por asesinar a hachazos a su esposa y su suegra en medio de un ataque de celos. Una vez fuera del sanatorio, Virginia no logra separarse de Jim, por lo que en realidad no ha hecho más que pasar de manos de un captor a otro. 

Entre tanto, nos enteramos que el doctor Crawford lo que quiere es acabar con Glenda de forma que parezca un accidente o suicidio, para heredar su considerable fortuna. El que ahora esté a merced de un asesino loco que parece haberse obsesionado con ella puede ser un buen asunto si Jim el carnicero la mata (nadie podría culpar a Crawford de su muerte), pero los locos suelen ser impredecibles.

Además del doctor Crawford y ahora la policía, un tal Elliot Blacker anda por ahí haciendo preguntas, buscando a Glenda. Afirma ser un amigo de la infancia de esta, y abogado de profesión, pero en esta historia el único que parece no esconder nada es el tarado de Jim el carnicero.  

Jim y Glenda/Virginia huyen sin cesar, a base de robar coches. Ella logra apaciguarlo lo suficiente para evitar que cometa más asesinatos, y él la obedece a regañadientes. Ambos acaban en una aislada cabaña, donde son encontrados por Elliot (tras un proceso de investigación algo inverosímil) justo cuando Jim, en otro de sus ataques de celos psicóticos, se disponía a estrangular a su compañera de fuga. Elliot logra salvar a Virginia y hacer huir al loco del hacha, que es capturado por la policía más tarde sin que haya llegado a dar un solo hachazo en todo el presente del relato.

Aquí se nos aclara que Elliot sí es un amigo de la infancia de Glenda. Ésta y Virginia son personas diferentes y sin relación familiar entre ellas, pero con un parecido físico propio de gemelas. Resulta que Elliot era uno de los clientes del bar de striptease en el que Virginia actuó al inicio del relato (una afición nada propia de un genuino galán-abogado-detective de bolsilibro) y le llamó la atención el extraordinario parecido de Virginia con su amiga Glenda. Lo único que diferencia físicamente a ambas, es que Glenda tiene en un muslo una vistosa cicatriz de la que Virginia carece. Esto le hizo darse cuenta a Elliot que no se trataba de la mujer que él creía, pero también le impulsó a tratar de conocerla. Tras el espectáculo va a buscarla a los vestuarios, y otra de las chicas le dice que vio como dos matones (los de Crawford) se la llevaban a la fuerza. Elliot comenzó entonces a seguirles el rastro, y tras una serie de averiguaciones propias terminó llegando a la cabaña.  

Por su parte, uno de estos matones ha encontrado a la verdadera Glenda, la fugada del manicomio, a la que los matones creyeron estar raptando cuando capturaron a Virginia. Glenda ha estado oculta en una cueva desde hace una semana, casi muerta de hambre. Crawford acude inmediatamente para asegurarse de acabar con ella, y cuando se dispone a matarla, aparece el sheriff del condado (y sus agentes, acompañados además por Elliot y Virginia) y lo abate de un tiro, salvando a Glenda. Y si la explicación de como Elliot averigua que Jim se dirigía a la cabaña ya suena a muy forzada, no se nos da ninguna sobre como averiguan que Glenda estaba en la cueva. Ni por qué motivo la policía permite a dos civiles acompañarlos en un rescate con previsión de tiroteo. Simplemente, llegan a tiempo de impedir el asesinato de Glenda, pero sin tener ninguna pista, indicio ni testigo que los pudiera dirigir hacia la cueva. 

Y bueno, huelga decirlo, creo, pero aun no conociéndose de nada en realidad, Elliot y Virginia se casan, cumpliendo con la más sagrada ley del pulp: la boda al final

Algo floja esta historia. Al principio intriga porque no sabemos si Virginia es en realidad Glenda pero cree sinceramente ser otra persona, o todo se trata de un colosal error. Que dos personas sin parentesco sean físicamente idénticas hasta el punto de ser por completo indistinguibles entra en lo posible, pero que también sus voces suenen igual es mucho menos creíble. A menudo a los gemelos se los distingue por la voz, incluso si no se tiene un trato habitual con ellos que permita distinguirlos por otros detalles. Podemos aceptar que los matones, que quizá se guiaban solo por fotos, confundan a Virginia con Glenda, pero que las enfermeras que cuidaban habitualmente de ella o su propio marido no noten (por su voz, ademanes, forma de expresarse etc.) que no es ella ya resulta menos verosímil. 

Lo peor de todo es el psicópata. Jim el carnicero no mata a nadie durante el relato. Pasea de un lado a otro con una hacha (la que da nombre a la historia) que no llega a usar en ningún momento. No tiene ni de lejos tanta importancia en la historia como el título sugiere. Sale huyendo cuando le amenazan con un fusil que había colgado de una pared de la cabaña, y que probablemente ni estuviera cargado, porque nadie que sepa de armas las almacena cargadas. Un psicópata bastante chufo, la verdad. Jason se revolvería en su tumba si alguien fuese capaz de mantenerle en ella. 

El hacha del carnicero. 1964. Keith Luger [Miguel Oliveros Tovar]. Servicio Secreto nº 1367. Editorial Bruguera S.A.

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