MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 23 de octubre de 2024

DIA DE LLUVIA

 JUNTO A LA FOGATA

Presentado por... Mr. Yuk.


Hoy os presento otro de los cuentos de nuestro Supervisor General, porque no hay mejor mes que este para contarnos unos a otros historias de miedo. Este es, por el momento, el que más tiempo ha tardado en terminar. No porque sea un relato largo, ni complejo, no es nada de eso. Es por la lluvia.

Lo empezó hace unos veinte años, en Ferrol, en un diminuto pueblo de montaña llamado La Graña, un día que llovía torrencialmente. Miraba por la ventana como la lluvia azotaba la casa de enfrente, cuando un trozo de una cornisa de esta se desprendió y cayó al pavimento. En ese momento (cosas que se le pasan a veces por su demente sesera) pensó algo como “¿Qué le ocurriría a un grupo de personas que estuvieran dentro de un edificio soluble al agua en medio de un día de lluvia?”.

Dándole vueltas a dicho planteamiento empezó a escribir esta historia mientras duraba la tormenta. Luego se olvidó de ella hasta que el siguiente día de lluvia le hizo acordarse y ponerse a escribir otra vez. Y quizá debido a eso, desde entonces, solo ha seguido escribiendo, corrigiendo y retocándola durante las horas de lluvia. Claro que la mayoría de esas lluvias le han pillado en el trabajo, o durmiendo, o en algún lugar o situación en las que simplemente no podía ponerse a escribir. El chaparrón que tuvimos por aquí esta madrugada le ha dado la oportunidad de terminar lo que le faltaba y hacerle una revisión general, porque le estilo de escritura cambia con el tiempo y no puedes simplemente juntar pedazos escritos a lo largo de tantos años y esperar que el conjunto funcione.

Así que, sin enrollarme más, en esta húmeda mañana El Planeta del Espacio tiene la desfachatez el orgullo de presentaros…


DIA DE LLUVIA


Habituado a la combinación de la penumbra de la sala de control y la verde fluorescencia de los hologramas que flotaban en ella, Cot tuvo que entornar los ojos cuando la puerta se abrió de golpe dejando entrar la luz blanca del pasillo.

Por novena vez en el último minuto dirigió una ansiosa mirada al reloj digital fijado a la pared que marcaba la hora oficial de aquella perdida estación meteorológica. Eran las 04:01 de la madrugada. Su relevo se había retrasado.

Rocky! ¡Llegas tarde otra vez!

La joven, amodorrada, avanzó directamente hacia él atravesando la verde esfera del holograma de un metro de diámetro que representaba el planeta en el que se encontraban. Otra docena de hologramas de menor tamaño mostraban los pequeños astros y satélites artificiales que daban vueltas en torno a él. Rocky movió una mano para espantarlos, como si se trataran de simples moscas, consiguiendo hacer parpadear a tres de ellos durante un segundo.

Cot la observó.

-¡Vaya pintas que me traes!

Rocky acababa de levantarse de su litera para relevarlo y no se había molestado en ponerse el uniforme ni peinarse su oscura pelambrera. Una camiseta interior, unos pantalones cortos de pijama y unos desgastados zapatones de seguridad de los que asomaban unos calcetines rosas de Space Kitty constituían todo su atuendo. Pero era normal. Después del primer año en uno de aquellos mundos de tercera, la uniformidad y las formas solían relajarse bastante. Empezabas bordeando el gran holograma del planeta como si temieras estropear algo por rozarlo, y terminabas pasándole a través como si nada.

Rocky avanzó hasta quedar frente a Cot, vacilando ligeramente, aún más dormida que despierta. Una pequeña luna le pasó justo por delante de los ojos y la hizo dar un respingo. Mientras trataba de abofetear a la luna holográfica, agitó un bote abierto de cacao en polvo que llevaba en la otra mano y dijo con voz pastosa.

-¿Tienes leche por ahí?

Cot no dejó pasar la oportunidad de picarla. Se puso en pie, haciendo chirriar los muelles del sillón de control. Una nubecilla de migas de pan de molde se desprendió de su arrugado uniforme. Se llevó ambas manos a la ingle y preguntó:

-¿Has traído un vaso, o te la vas a beber directamente del envase original?

Rocky lo empujó sin fuerza a un lado y se dejó caer en el sillón con un suspiro. Vio un brik de leche encima de uno de los equipos y se apoderó de él.

-Eso lleva abierto dos días -le advirtió Cot.

-Y esto caducó hace más de un mes -contestó ella agitando otra vez el bote de chocolate en polvo.

Vertió la leche directamente en el bote y agarró del suelo un lapicero mordisqueado para removerlo. Dedicó un aburrido vistazo a las pantallas y al holograma del planeta, que giraba lentamente como de costumbre.

-¿Alguna novedad? ¿Vamos a tener un buen solecito hoy? Tengo ganas de ir luego a la colina, a broncearme sobre las lascas de piedra cuando se calienten.

Cot señaló a un borrón que se desplazaba por el holograma.

-Creo que va a llover.

-Jooo… Nooo… -se quejó Rocky, aniñando la voz.

-Si el viento no cambia, tendremos las nubes encima unas horas antes del mediodía.

Rocky bebió un sorbo del bote, meditabunda. Se pasó la lengua por los dientes para deshacer un grumo de cacao que se le había pegado allí.

-Tiene un color raro ¿no?

Cot asintió, señalándole una de las pantallas.

-Sí, hay algo raro en esa masa de nubes. Muy densas. Creo que pueda ser por el terremoto de la semana pasada ¿recuerdas los geiseres esos que se formaron a unos trescientos kilómetros de aquí y estuvieron activos un par de días?

-Eeeh... ¿Siii…? -dijo Rocky arrastrando la palabra, por no admitir que no recordaba nada concreto sobre ellos, a parte que habían aparecido tras el temblor de tierra. Al fin añadió -Cada vez que sopla el viento desde allí, el aire huele a meados de gato y huevos podridos.

-Pues esas nubes vienen de allí. Y parece que traen parte del vapor de agua de esos geiseres. Mírale el pH.

Rocky buscó el dato en los monitores, mientras daba otro trago del bote.

-Ya veo. Bastante bajo, pero no es peligroso. Si pilla a alguien fuera le irritará la piel.

-Pero es la mitad del que tenía cuando entré de guardia.

El bote quedó detenido en medio de otro trago. Rocky lo bajó lentamente, consultando las otras pantallas.

- ¿La mitad? ¿En seis horas?

-Sí. No sé si llamar a Cádem por esto o esperar al toque de trabajo de la colonia. Pero si baja más, sí que tendrías que avisarle, por si acaso.

- ¡Ah! ¡Claro! ¡Que sea la tonta de Rocky quien despierte al jefe! Muy bonito. Pues mira, si hay que avisarle, te despertaré a ti para que vayas tú a explicárselo, que para eso yo soy solo grado D y tú grado C.

-Pues precisamente por eso vas a ser tu quien le avise. Orden directa de un superior, señorita grado D.

Rocky se arrellanó en el sillón, exhibiendo su mejor sonrisa.

-Ya conoces el refrán, Cot… “Se esconde tras sus galones quien va falto de cojones”.

Cot sonrió. Señaló otra vez al holograma.

-Vigílame eso, refranera. Y no te duermas. Si baja de uno, despiértame.

-Claro, mi amo y señor. Te despertaré con un besito en la frente.

-Por mi como si me lo das en el nabo, pero despiértame.

Cot salió del cuartito de control.

Rocky permaneció unos instantes mirando la puerta cerrada, sin pensar en nada concreto. Dejó el bote en equilibrio sobre su regazo, se llevó el lápiz mordisqueado a la boca, y giró el sillón hacia la consola principal. Introdujo una serie de datos con el teclado y las respuestas comenzaron a brillar en el aire, en forma de letras y números junto a varios detalles del holograma.

La espesa capa de nubes simuló de forma acelerada su desplazamiento probable a lo largo del día. No llegaría ni a acercarse a la colonia, pero iba a pasar justo por encima de la estación meteorológica en la que estaban Cot y ella. Y si el viento no cambiaba, casi con toda seguridad descargaría lluvia sobre ella durante un par de horas.

Reseteó los datos, devolviendo al holograma del planeta su aspecto y velocidad habitual. Escupió el lápiz. Dio el último trago del bote, dejando que lo más espeso del cacao se le deslizara lentamente garganta abajo. Se puso en pie, echó hacia atrás la visera de una gorra imaginaria, y agarrando el bote ya vacío como una pelota de beisbol, lo lanzó contra el holograma mientras gritaba:

- ¡Meteoritooo!

El bote atravesó la imagen del planeta, cruzándolo por el mismo núcleo y rebotando contra la puerta.

- ¡Jódete, planeta! ¡Estás muerto! ¡Buuum!

Se dejó caer en el sillón de control, aburrida. Dio otro vistazo a las pantallas. Miró por el suelo por si Cot se había dejado allí alguno de sus libritos y encontró uno. Eran reproducciones en papel sintético de un tipo de literatura que había sido muy popular en la Tierra durante una época, antes de la expansión de la humanidad fuera del Sistema Solar. Cuando la gente todavía no era capaz de viajar a otros mundos, pero imaginaba que hacerlo sería algo emocionante. En la portada, una voluptuosa rubia embutida en un traje espacial irrealmente ceñido y con escafandra (transparente, para que se le viera bien el peinado) gritaba mientras un ser verde y amorfo dirigía sus muchos tentáculos hacia ella.

Eso es lo que necesito yo ahora. Un bicho lleno de tentáculos para mi sola. ¿Dónde diablos están todos esos cabrones verdes?  

Echó otro vistazo a las pantallas. Miró el reloj de la pared ¿Todavía eran las 04:08? Imposible. Esa cosa tenía que funcionar mal. No parecía que el librito fuera a darle para sus seis horas de guardia, pero mejor eso que nada.  

 * * *

- ¡Cot! ¡Cot, levanta!

Cot se despertó de mala manera. Rocky lo estaba sacudiendo.

- ¿Qué ha pasado con mi besito en el nabo? ¿O es que me lo has dado ya? - preguntó roncamente.

- ¡Cot, vamos! ¡Es importante! ¡Ha bajado!

Cot se pasó la mano por la cara, incorporándose en la litera lo bastante para quedarse sentado, todavía más dormido que despierto.

- ¿Mucho?

-Mucho.

- ¿Cuánto?

-Hasta pH uno… y de ahí a pK menos uno casi de golpe.

Cot se despejó un poco. Se apretó los nudillos de una mano contra la sien, como hacía siempre que quería ordenarse las ideas.

-¿Menos uno?

- ¡Sí!

- ¿Has avisado a Cádem?

-No… ¡Creí que habíamos quedado en que lo harías tú!

Cot lanzó un suspiro que terminó convirtiéndose en un bostezo.

-Vuelve a tu puesto. Ahora me levanto y le aviso.

Rocky se dio la vuelta y salió rápidamente del cubículo, sin contestar. Cot echó un vistazo al reloj de la pared. Las 04:51. Apenas había dormido media hora. 

Cuando ya estaba vestido y se disponía a salir del cuarto, cayó en la cuenta. No era solo que el nivel de acidez siguiera aumentando, es que lo estaba haciendo cada vez más rápido.

 * * *

-Ha pasado de pH tres a pK menos cinco en las últimas horas.

Al otro lado de la pantalla, Cádem lanzó un suspiro.

-Mira… tengo la química algo olvidada.

-Vale. Recordatorio rápido. Cuanto más bajo es el pH, mayor acidez en general ¿correcto? El agua potable tiene pH siete. El ácido clorhídrico no llega a pH uno. Con los pK pasamos a los números negativos, y cuanto más bajos, más corrosivos. El ácido nítrico es pK menos uno, por ejemplo. El sulfúrico es capaz de corroer el titanio, y tiene pK menos tres. Es algo más complicado que eso, en realidad, pero te haces una idea.

Cot pudo apreciar como Cádem palidecía a pesar de la baja resolución de la pantalla.

-El ácido sulfúrico es menos tres… ¿y dices que esa nube es menos cinco?

Cot desvió la mirada, consultando una pantalla secundaria.

-Menos seis, ahora.

Cádem meditó unos segundos.

-Bien. No quiero hacer suposiciones ¿En qué nos afecta exactamente?

-La colonia está fuera de peligro. El viento está alejando la nube de vosotros, y calculamos que empezará a descargar lluvia en menos de una hora. Probablemente se deshaga por competo antes que cambie el patrón de viento.

-¿Y las subestaciones? Los invernaderos, la cantera, vosotros…

-Nosotros. La nube pasará justo por encima de la estación meteo, lo malo es que lo hará muy lentamente. El viento es constante, pero flojo. Calculo que nos lloverá encima durante unas tres horas.

-¿Y el recubrimiento anti meteoritos? ¿No protegerá eso la estructura?

-Ni de coña. Está pensado para hacer rebotar fragmentos solidos de hasta doscientos gramos. Esto es líquido. Se quedará formando charcos sobre el recubrimiento del techo y disolviéndolo hasta que se evapore. Dudo que quede algo en pie después de la primera hora.

Cádem permaneció en silencio unos segundos más.

-Bien. Evacuad. Ahí solo estáis tú y Rodha ¿verdad? Subíos al Rover e id al Invernadero Dos de momento. Es lo que os queda más cerca. Salvad los bloques de datos que podáis, pero sin arriesgaros.

-El Rover ya está en el invernadero. Es compartido. Llevo solicitando uno propio desde…

-Bien. Llamaré entonces al invernadero para que os recojan.

-No. Ese trasto va a cincuenta por hora como máximo. Les pillaría la lluvia a medio camino. En todo caso, avisa para que nadie intente venir a recogernos.

Otro silencio. Cot casi podía oír un run-run en la cabeza de Cádem cuando hacía esas pausas.

-¿Y alejaros de la estación aunque sea pie hasta que pase la tormenta? Podríais ir al encuentro del Rover para acelerar... 

-No, el cúmulo de nubes tiene casi ochenta kilómetros de extensión. Aunque nos alejáramos de su ruta prevista nos llovería encima. Lo mejor que podemos hacer es quedarnos aquí y esperar a que el viento cambie de dirección, o al menos aumente para que la nube pase lo más rápido posible sobre nosotros.

La pausa fue esta vez más larga que las anteriores.

-Bien. Haced eso. Si el edificio aguanta el chaparrón enviaré ayuda tan pronto como… puedan acercarse.

Cot cerró la comunicación y se amasó la sien con los nudillos para calmarse. Cuando se dio la vuelta para salir del diminuto cuartito vio a Rocky asomada a la puerta.

-¿Lo has oído? -preguntó mientras esta avanzaba un par de pasos hacia él.

Rocky asintió con la cabeza, en un tenso silencio.

-Perfecto, no tenía claro como contártelo. ¿Por que no estás en tu puesto?

-Está dejando de llegar la señal. Ya casi no recibimos nada y los datos del holograma no se actualizan, como si todos los satélites hubiesen dejado de transmitir a la vez.  

Cot agitó la cabeza. Rocky lo notó más concentrado que abatido por la noticia, como si ya lo esperara.

-Lo suponía. Los satélites están bien. Pero las antenas y el aparataje de los equipos meteo están en el techo y deben haberse dañado. Tenemos el cúmulo de nubes casi encima y la acidez en el aire es tanta que está empezando a corroer los instrumentos más delicados. Y eso que ni tan solo está lloviendo todavía.

-¿Y qué vamos a hacer? -Rocky intentó que no le temblara la voz.

-Desmontaremos los bloques de datos que podamos llevarnos, lo mas importante. No más de tres kilos cada uno. 

-¿Y el sincro? Vale más que el resto de la estación junta, y pesa unos doce kilos.

-El sincro se queda. Si el viento cambia de dirección y se nos presenta la oportunidad de salir de aquí a pie habrá que ir ligeros. Empieza a desmontar los paneles de la sala de control y extrae los bloques de la memoria y del compensador. Tres kilos máximo. Yo voy a por los del repetidor.

Rocky se dio la vuelta y desapareció por el pasillo. En lugar de ir a la sección del repetidor, Cot bajó al almacén de repuestos a ver que encontraba.   

 * * *

Media hora más tarde, Rocky deambulaba por la estación buscando a Cot, llevando una mochilita al hombro con los bloques de datos de la sala de control. Se lo encontró en la sala común que usaban como cocina y comedor. Estaba de espaldas a ella, mirando por una ventana. Rocky fue hacia él hasta que oyó el suave repiqueteo contra los cristales y se detuvo en seco con un escalofrío. Estaba empezando a llover.

-Eeeh… ¿Cot?

El hombre se volvió hacia ella. Rocky le tendió la mochilita con una mano temblorosa.

-Los… los bloques de… -murmuró sin poder apartar los ojos de la ventana donde se iban acumulando y deslizando las gotas de lluvia.

Cot agarró la mochilita y la dejó caer al suelo sin ningún cuidado. Rocky se quedó mirándola.

-Solo me pusiste a trabajar para que no pensara en ello durante un rato ¿verdad?

Cot no se molestó en contestar. Los cristales transparentes se estaban volviendo poco a poco de un color blanco lechoso a medida que la lluvia los golpeaba.

-¿Corroe el cristal?- preguntó con un hilo de voz.

-Ya lo estás viendo, Rocky

Las luces generales se apagaron de golpe. Rocky dio un respingo.

-Y ahora se está abriendo paso por el techo. Ha debido empezar a corroer el cableado.

-¿Y… y que vamos a…? ¡Tienes que llamar a Cádem! ¡Que nos vengan a recoger ya! ¡Tienes que…!

-No. No tenemos comunicación con nadie. Las antenas también están en el techo, ya no debe quedar mucho de ellas. Y avisé a Cádem de que no viniera nadie a buscarnos. Sería condenar a muerte a quien lo intentara.

Rocky se le quedó mirando, perpleja. Uno de los cristales, ya totalmente opacos, empezó a deshacerse bajo la lluvia como si fuera papel de azúcar. Varias gotas cayeron al interior y sisearon sobre la chapa metálica del suelo. El aire de la sala se llenó de un tufo ocre proveniente del exterior que hacía picar la nariz y los ojos.

-¿Cot?

Cot fue hacia la puerta, pasando junto a la mochilita de los bloques de datos sin prestarles atención. Agarró a Rocky de un brazo para ponerla en movimiento mientras le hablaba.

-He estado revisando el material del almacén de repuestos. Hay algo que quizá nos sirva para salir de aquí, pero tienes que confiar totalmente en mí, porque no tenemos tiempo ni para explicaciones ni para pruebas.

-Vale -dijo Rocky dejándose llevar. Estaba aterrada. Se agarraría a la más mínima esperanza que le ofrecieran de salir con vida de esa situación. Mientras bajaban por la escalera metálica hasta el almacén oyeron un estrépito en la sala que acababan de abandonar. El metal del techo de la planta superior se estaba combando.

Bajaron hasta el almacén, casi a nivel del suelo. Rocky se quedó mirando los estantes de material y las pilas de suministros, preguntándose que podría haber allí que les fuera útil en una situación como esa. ¿Cajas de cartón? ¿Productos de limpieza? ¿Comida enlatada? ¿Piezas de recambio para los equipos? Cot tomó algo que había dejado preparado sobre unas cajas y fue hacia ella. Era algo fino y rectangular, negro, tan grande como él mismo, y muy endeble. Rocky tardo unos segundos en darse cuenta que eran un par de bolsas para cadáveres. El complemento de equipo básico de cada puesto debía incluir por ley, como mínimo, un numero de bolsas para cadáveres igual al numero de personal destinado de forma regular allí. Cot extendió en el suelo las dos bolsas con las que contaba la estación. 

-¡Cot, hijo de puta!- estalló Rocky notando que los ojos empezaban a lagrimearle por la mezcla de rabia y desesperación -¿¡Te crees que esto tiene gracia!? 

-No. No la tiene. Estas cosas están hechas de teflón. Es lo único que hay en la estación que quizá llegue a resistir lo que nos está cayendo encima. Tenemos que meternos en las bolsas y salir de la base con ellas.

-¿¡Salir!? ¿¡Envueltos en eso!?

-¡Maldita sea, Rocky, esto se va a derrumbar! ¡No basta con meternos dentro como si fueran sacos de dormir, hay que salir de aquí!

Abrió una de las bolsas del suelo y fue a buscar algo al fondo de la sala. Rocky se quedó mirando la bolsa de cadáveres abierta con un nudo en la garganta y las lágrimas agolpándose en los ojos hasta que Cot regresó con un equipo de respiración autónomo y una pistola de recauchutado.

-Quítate los zapatos antes de meter los pies en la bolsa… -dijo Cot mientras se quitaba sus propios zapatos.

-¿Por… por qué?

-Porque cuando estemos ahí fuera, si pisamos una roca puntiaguda con los zapatos no nos enteraremos, y la roca perforará la bolsa. Si no llevas zapatos y andas muy despacio, con cuidado y poniendo atención, notarás en la planta del pie el pico de la roca antes de hacer suficiente presión sobre ella como para que la bolsa se perfore. Entonces levantas el pie y pruebas a pisar en otro lado.

Rocky se quitó uno de los zapatos. Lo dejó colgando de su dedo, curvado como un anzuelo. Andar con los pies dentro de la bolsa para cadáveres ya iba a ser difícil de por sí, apenas tendría movilidad, y por algún motivo la idea de hacerlo en calcetines la aterraba.

-¿Y qué pasa si la bolsa se perfora por debajo?… no sería tan grave ¿no?

-Rocky, no es solo la lluvia. Vamos a tener que andar sobre charcos. Charcos de ácido. Puede que nos metamos en ellos hasta los tobillos. Si la bolsa esta perforada, se comenzará a llenar de ácido y te disolverá los pies.

Rocky se estremeció. Se quitó el otro zapato y metió ambos pies, enfundados en sus calcetines rosa de Space Kitty, en el fondo de una de las bolsas.

-Pero… quizá podamos rodear los charcos. Basta con ir fijándonos por donde…

No llegó a terminar la frase. Se quedó muda, congelada de golpe. Acababa de caer en la cuenta de que las bolsas de cadáveres eran totalmente opacas. Andarían a ciegas, con la cabeza envuelta en el plástico negro.

-Oh no…oh no, Cot, no, no, no…

-Rocky… es la única forma. Y tenemos que estar completamente cubiertos, envueltos en esto. Si una sola gota se filtra en la bolsa podría caerte en la cara… en un ojo, dejarte ciega. Si te cae una gota en el cuello, se abrirá paso derritiéndote la carne hasta la yugular. Te desangrarías hasta morir en un minuto.

-¡Pero no veré nada!

-No podemos dejar ningún resquicio… ninguna abertura en ninguna parte de la bolsa. Y menos aún en la parte de arriba, en la cabeza.

-¡Pero no podré hacerlo!

Con un siseo efervescente, una gota de lluvia pasó a través del techo del almacén y cayó al suelo.

-Lo que yo no puedo hacer, es dejar que te quedes aquí. Cuando esto se venga abajo nos sepultará una masa ácida de metal y cemento fundidos. Incluso si te has metido en la bolsa, eso te matará. Cualquier resto sólido que te impacte cuando el techo del almacén se desmorone… y serán varias toneladas… te rasgará la bolsa, o te romperá todos los huesos. Tenemos que salir de aquí ¡Y tenemos que salir ya!

Nuevas gotas comenzaron a carcomer el techo. El aire se enrareció. Cot vio que Rocky estaba luchando con su miedo. La ayudó a ponerse la máscara, cubriéndole nariz y boca. Le ajustó las cinchas y abrió el regulador de aire.

-¿Todo bien? ¿Respiras sin dificultad?

-Sí... creo que sí.

-Inspiraciones pausadas y profundas. Nada de hablar, que también gasta aire ¿Correcto?

Rocky levantó el pulgar.

Cot le subió la bolsa hasta la cintura.

-Camina con pasos muy cortos, con mucho cuidado. Tantea antes de apoyar definitivamente el pie en el suelo, y si notas algo puntiagudo debajo, prueba a ponerlo en otro lugar.

Rocky levantó el pulgar.

Cot le subió la bolsa hasta el pecho.

-Aléjate al menos cincuenta metros de la instalación, para estar a salvo cuando se desmorone. Échale que eso serán unos doscientos pasitos cortos. Ve contándolos. Sería mejor ir mucho más lejos para asegurarnos, pero no des más de doscientos pasos. Ten en cuenta que iremos casi arrastrando los pies contra un suelo duro y poroso. Será como restregar la bolsa con un papel de lija. Es resistente, pero eso también terminará rasgándola. En cuanto lleves unos doscientos pasos, detente y quédate allí.

Rocky levantó el pulgar.

-Y lo más importante… si salimos con vida de esta, serás mi esclava sexual durante un año como agradecimiento por haberte salvado.

Rocky levantó el corazón.

Cot le subió la bolsa hasta los hombros.

-Voy a cerrarte la bolsa. La cremallera es metálica, pero la cubriré con sellante para que sea hermético. Abriré la puerta exterior del almacén y te guiaré a la salida. No me esperes. No es buena idea ir juntos, eso incrementará las posibilidades de tropezar uno con otro y terminar rodando por el suelo. Pero estaré ahí. Estaré ahí fuera contigo. No me verás y no me oirás, pero estaré ahí, unos pocos metros por detrás de ti. En cuanto salgas, me pondré el equipo, cerraré mi bolsa y te seguiré.

Rocky asintió con la cabeza mientras se estremecía de nuevo.

Cot le dio un beso en la frente cubierta de sudor y cerró la bolsa de cadáveres en torno a su cabeza. Rocky notó el calor del sellador en la cara a medida que Cot cubría la cremallera de la bolsa con el gel de la pistola de recauchutado.

-La mezcla es un poco improvisada, pero confío en que resistirá.

Dentro de la bolsa para muertos, Rocky oyó como las compuertas se desplazaban. Daban directamente al exterior, porque aquel almacén era también el espacio previsto para alojar el Rover. El sonido de la lluvia invadió el lugar. Por un instante se imaginó una gigantesca ola de ácido entrando en tromba por las compuertas y arrastrándolos, pero aquello no sucedió. El suelo del almacén estaba elevado unos centímetros respecto al suelo de piedra sobre el que se asentaba la estación. Ese diminuto bordillo mantenía el ácido fuera, por el momento.

Notó como Cot, detrás de ella, la tomaba por los hombros y la guiaba

-Hay que salir ya.

Rocky asintió dentro de la bolsa y avanzó con pasos ridículamente cortos. Pensó que a ese ritmo necesitaría horas para alejarse doscientos pasos de la base. Se detuvo al darse cuenta que andando así los pies tiraban demasiado de la bolsa hacia abajo. Cogió un pliegue del plástico con las manos y dio un pequeño saltito al tiempo que tiraba hacia arriba, recuperando la parte que sus pies estaban tensando. Tendría que hacer eso mismo todo el tiempo, cada dos o tres pasitos. Rocky se desesperó.

-Escalón -dijo Cot tras ella.

Mientras descendía con cuidado por el suave desnivel, dejó de notar las manos de Cot sobre sus hombros. Un par de pasos después comenzó a sentir como las gotas de lluvia golpeaban el plástico de la bolsa. Estaba aterrada. Dio un saltito para destensar el plástico. Unos pocos pasos más, otro saltito, y comprobó que seguía viva. No se estaba derritiendo. Al parecer la bolsa aguantaba.

-Cot ¿Te estas poniendo ya la bolsa? ¡Funciona!

La máscara de respiración, la propia bolsa y el sonido de la lluvia amortiguaban enormemente su voz. Supuso que Cot no podría oírla. Se le pasó por la cabeza que Cot la había enviado a ella por delante para ver si su teoría de la bolsa de plástico salvadora era correcta. ¡El muy desgraciado la estaba usando de conejillo de indias!

-¡Cot, pedazo de cabrón! ¡Olvídate del plan B! ¡El A parece que funciona!

Al dar un paso más, notó como su pie desplazaba líquido. Ya estaba metida en un charco.

Madre mía, pensó.

El calor dentro de la bolsa de cadáveres era espantoso. Ya lo era dentro del almacén, pero aquella funda hermética impedía ninguna clase de transpiración. Había supuesto que bajo la lluvia la temperatura sería más soportable, pero se equivocó. Era como estar envuelta en celofán bajo una ducha de sopa hirviendo. Se iban a asfixiar. El equipo de rescate se alegraría de encontrarse dos muertos ya metidos en las bolsas de cadáveres, uno junto al otro, y dirían cosas como "¡Mira que práctico!" o "¡Ya podrían ser todos así!".

Intentando pensar lo mínimo posible en que lo qué la mantenía viva era un envoltorio apenas un poco más grueso que una bolsa de basura, Rocky dio unos cuantos pasos y saltitos más.

"No los estoy contando" pensó "pero debo llevar unos veinte… o treinta. Empezaré a contar desde veinticinco, por si acaso".

De pronto, se dio cuenta de lo que estaba pasando y el corazón le dio un vuelco.

-¡Cot! ¡Cabrón! ¡Mentiroso hijo de puta! ¡Las bolsas solo pueden cerrarse herméticas desde fuera! ¡Desde fuera! ¡No puedes sellar tu propia bolsa desde dentro! ¡Lo sabes! ¡Lo sabes, puto imbécil!

Vaciló y estuvo a punto de caer al charco de ácido que seguía creciendo a su alrededor. A duras penas logró mantener el equilibrio. Hacía más de una hora que sentía la necesidad de echarse a llorar y ya no pudo aguantarse más. Mientras la lluvia de ácido arreciaba contra la fina capa de plástico que la envolvía, Rocky hizo estallar su propia tormenta dentro de la bolsa para cadáveres.

-¡Maldito hijo de puta! ¡Como te quiero, cabrón! ¡Te quiero! ¡¿Me oyes?!

Tras permanecer unos instantes llorando a lágrima viva, envuelta en el plástico que la estaba asfixiando como si estuviera en una sauna a plena potencia, y cayéndole encima un diluvio letal, hizo lo único que podía hacer. Avanzar un pasito.

-Veintiseis…

Y luego otro.

-Veintisiete…

A su espalda le pareció oír un grito, pero no se detuvo. La estructura misma de la base debía estar empezando a desmoronarse. Más que derrumbarse, burbujeaba y fluía como lava. Rocky se sintió como un insecto atrapado en los restos de salsa de una lasaña. Se había convertido en un alma en pena, envuelta en su sudario, arrastrando los pies por el ardiente fango del purgatorio. Dio otro pasito.

-Veintiocho…

Notó como el charco de ácido sobre el que andaba era más profundo. En la parte que estaba sumergida, el plástico se le pegaba a la piel. La lluvia estaba creando numerosos socavones en el suelo, y se había metido en uno en el que el ácido le llegaba a la altura de las espinillas. Se sorbió los mocos y avanzó otro pasito.

-Veinti… ¿veinti…? ¡Mierda! Veinticinco…

 * * *

El comunicador de Guder sonó. Con un paciente suspiro, respondió a la llamada.

-Guder.

-Aquí… aquí equipo tres, señor… en el sector norte. Estamos viendo…

No reconoció la voz. Era la de un hombre adulto. Había contado con que los novatos se impresionarían con el grotesco espectáculo de las tres plantas de la estación meteorológica reducidas a un grumo metálico de a duras penas un par de metros de altura, pero aquella voz sonaba a la de un veterano a punto de derrumbarse.

-Guder a Tres. ¿Qué han encontrado?

Al otro lado de la línea, la voz tomó aire y emitió algo a medio camino entre jadeo y risita bobalicona. Guder comenzó a impacientarse y sin esperar respuesta se encaminó a lo que habían denominado sector norte, al otro lado del grumo de metal, más ancho que alto, bordeando los charcos de ácido y cuidando de pisar únicamente sobre los caminos de espuma neutralizante que los equipos de limpieza estaban dejando. Tras unos segundos, el equipo tres volvió a llamarle. La voz era diferente. Al parecer, alguien había relevado al anterior portavoz, a todas luces incapaz de terminar de explicarse.

-Aquí equipo tres, señor. Estamos viendo algo. En realidad no sabemos lo que es.

-Yo creo que es un fantasma- dijo otra voz, alguien que debía estar cerca del que tenía el comunicador.

Guder se detuvo en seco. Solo un segundo, era un profesional después de todo. Cuando retomó la marcha, lo hizo a zancadas, obviando las recomendaciones de seguridad que él mismo había dado a sus hombres sobre no andar rápido por los caminos de espuma. No era tan profesional.

-¡Guder a Tres! ¡Repita su último!

-Sí señor, aquí equipo tres. Estamos viendo… lo que creemos que es… parece un fantasma, señor.

Tras flanquear otro charco ácido andando sobre el camino de espuma, llegó hasta la zona asignada al equipo tres. Los cinco hombres que lo componían estaban formando un amplio círculo, alrededor de algo. Se colocó junto a ellos y jadeó al verlo.

Lo que parecía (no, no lo parecía, lo era) una de esas bólsas de plástico negro para cadáveres, permanecía erguida ante él. Tenía algo en su interior, y ese algo tenía todo el aspecto de una silueta humana. La forma estaba rígida, pero a la vez se balanceaba casi imperceptiblemente, con regularidad, como un gusano que estuviera aprendiendo a mantenerse en pie sobre la cola. Un sonido seco y pausado provenía de su interior. Sonaba como una momia revivida que, cinco mil años tras su muerte, intentase desesperadamente volver a respirar a través de su garganta reseca.

Guder se adelantó otro paso. Esto animó a los componentes del equipo tres a imitarle.

-Plástico… ¡está envuelto en plástico insoluble! - exclamó alguien de pronto.

-Suena como a una máscara de respiración…- añadió otro.

Guder hizo un gesto hacia la cosa al tiempo que miraba al hombre del equipo que transportaba el tanque de la espuma neutralizante.

-Adelante.

El hombre dudó, pero avanzó otro par de pasos y roció a la forma con el chorro de espuma. Al recibirlo, la forma se retorció visiblemente y emitió un angustiado gemido.

-¡Ostias! ¡Si es una piba! - gritó alguien.

Tan pronto como el chorro de espuma se cortó, Guder se plantó frente a la forma y la palpó a la altura de la mandíbula. Ahí estaba, bajo la mortaja de plástico negro, los duros ángulos de una máscara de respiración cubriendo el rostro.

Bravo. Bien hecho, chica.

-¿Puedes oírme? - preguntó poniéndole las manos sobre lo que debían ser los hombros. ¡Que bajita era! Su intención era zarandearla si no reaccionaba. Pero al cogerla por los hombros algo en la rigidez con la que se mantenía erguida le impulsó a mirar hacia abajo. Entre los regueros de espuma que todavía descendían por el plástico, pudo ver como la sólida roca del suelo se cerraba en torno a la parte baja de la bolsa, a la altura de lo que debían ser sus rodillas.

-Debió quedarse plantada en un charco de ácido y la roca disuelta se ha calcificado a su alrededor- anunció al equipo -Habrá que cortar el suelo para sacarla y luego desmenuzar el bloque.

-¡Tres a Cero! -gritó uno de los hombres por el comunicador. -¡Puntero de corte al sector norte! ¡Y equipo sanitario!

Un sollozo ahogado proveniente de la bolsa de cadáveres le impulsó a repetir la pregunta.

-¿Puedes oírme?

Pasados unos segundos el sollozo se apagó. Lo sustituyó una voz quebrada y amortiguada por la máscara de respiración, que preguntó a su vez, con apenas un susurro.

-¿Ha dejado de llover?

Guder y el resto de hombres suspiraron aliviados, casi a la vez.

-Sí, amiga. Ha dejado de llover.

Otra pausa de varios segundos.

-¿De verdad?

Ahora Guder sonrió.

-Sí. De verdad.

Una nueva pausa. Un movimiento dentro de la mortaja. Un silbido de aire escapando. Rocky se acababa de quitar la máscara de respiración. El plástico negro que cubría su cabeza se arqueó. Algo lo empujaba desde dentro. La forma de tres dedos deslizándose contra el plástico se perfiló claramente, como tratando de rasgarlo. Una voz nueva, preciosa ahora que el miedo comenzaba a desvanecerse y la máscara había dejado de amortiguarla, se dejó oír con timidez.

-Cot sabía que no podría sellar hermética su bolsa. El muy cabrón… me hizo salir a mí y luego él se quedo allí. Y él lo sabía, sabía que no podría salir.

Nadie contestó, algunos porque no entendieron a qué se refería y otros porque sí lo hicieron. Rocky murmuró algo más. Algo así como que no tenía zapatos. Luego, casi suplicando, añadió.

-¿Podéis quitarme ya está cosa, por favor?

 

¿¡Veinte años para terminar esto!? Madre mía... Bueno, pues esa ha sido nuestra historia de hoy. Aún se ven charquitos por la calle pero ya ha salido el sol, como suele ocurrir en la mayoría de dimensiones que conozco. Por si acaso, llevad con vosotros un paraguas si tenéis que salir a la calle y el cielo amenaza lluvia, que nunca se sabe.

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