EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
Hoy, 17 de junio, es otro de esos días importantes que nos gusta recordar de vez en cuando mostrando algún artículo de nuestra colección relacionado con el tema. ¡El Día de los basureros!
Creo que todo el que tenga un par de neuronas funcionales es capaz de reconocer la importante labor de estos profesionales, que cada día recorren la ciudad recogiendo toneladas de residuos que al resto nos dan asco. No tienen una imagen muy glamurosa porque no se hacen películas sobre ellos, como ocurre con los policías, los bomberos o los médicos, por ejemplo, pero basureros, poceros, barrenderos y limpiadores de todo tipo tienen una labor igualmente importante. Como no dudamos que en el futuro estas profesiones seguirán siendo necesarias (quizá con alguna que otra variación), hoy hemos desempolvado esta revista, para mostrarla a aquellos que no la conozcan.
Los Basureros del Espacio fue una breve colección aparecida durante los últimos coletazos de la época dorada de los bolsilibros. El formato era diferente al del bolsilibro tradicional, siendo más similar en tamaño y presentación al de un tebeo grapado. Cada número incluía una versión muy resumida de la propia historia, en formato de comic, salteado con las páginas de texto.
Las historias eran autoconclusivas pero mantenían una continuidad general, tenían un carácter humorístico tirando a irónico, y seguían las aventuras del mismo grupo de personajes. No eran los típicos héroes del espacio de bolsilibro, como comandantes de poderosas naves de guerra, detectives privados con pistola láser en lugar de revólver, arriesgados exploradores de planetas desconocidos, amazonas galácticas escasamente vestidas pero peligrosamente armadas, o valerosos libertadores de mundos oprimidos. Como puede deducirse por el título, esta colección era como una autoparodia de los bolsilibros de ciencia ficción que tanta fama le ganaron a la misma Bruguera durante las dos décadas anteriores. Y sin embargo, a pesar de ser como la “versión ridícula” de los bolsilibros de ciencia ficción, combinan muy bien con estos, mostrando la otra cara de las aventuras espaciales. La cara no glamurosa, la de un grupo de gente común con trabajos nada envidiables, pero cuya labor es tan vital como la de los héroes tradicionales.
La acción transcurre en el año 2186. La humanidad, unida en una sola y maltrecha nación tras una guerra atómica en el 2046, ha establecido colonias en todo el Sistema Solar y hay montones de bases espaciales estacionarias entre los diversos mundos. El gobierno de la Tierra lo ostenta Su Electronísima Majestad, el Emperordenador Magnus Tercero, una avanzada inteligencia artificial. Curiosamente, resulta ser el líder más eficiente que ha tenido nunca la humanidad.
Los basureros del espacio son los trabajadores encargados de ir recogiendo de los planetas y estaciones espaciales todos los residuos radioactivos, para transportarlos más allá de los límites del Sistema Solar, y entonces lanzarlos al espacio profundo. Es un trabajo tan poco envidiado que resulta difícil encontrar a quien quiera dedicarse a ello, por lo que se acepta sin demasiadas preguntas a casi cualquiera que se presente. Como consecuencia de esto, los basureros del espacio tienen fama de ser un atajo de dementes e inadaptados. Y en muchos casos lo son.
Los protagonistas son uno de esos grupos de basureros. Richard Dick Drinkwell, al que veis en la ilustración en primer plano, es el medio alcoholizado comandante de la nave-camión Dungflier. Estos nombres ya de por si son toda una declaración de intenciones por parte del autor sobre la seriedad que podemos esperar de esta obra. Dick es un nombre propio pero también es como se llama al pene en inglés, de forma coloquial. Y Drinkwell, unión de las palabras drink (beber) y well (hacer algo bien o a conciencia) sería algo así como buen bebedor o de forma un poco más cruda, borracho. Así que, castellanizando el nombre de este personaje, Dick Drinkwell vendría a ser algo así como Polla borracha. El nombre de la nave, Dungflier, une las palabras dung (excremento o estiércol) con flier (que vuela, o volador), por lo que vendría a ser Estercolero volador, o incluso Mierda voladora.
Justo tras Dick en la ilustración está Marisa, una prostituta de lujo a la que uno de sus clientes (el vicepresidente de Asuntos Morales) obligó a unirse a los basureros para alejarla de él, por temor al escándalo si se descubría la prolongada relación que habían mantenido. Es esbelta, simpática, y siempre parece arreglada y recién duchada, por lo que contrasta aún más con el resto de la tripulación que tienden a ir desaseados y vestidos de cualquier modo.
En el papel de criatura peluda estilo Chewbacca tenemos a Gucho, un gran mutante con aspecto (y cerebro) de gorila, que ejerce de mozo de carga, es capaz de mover objetos de varias toneladas con facilidad, y resulta ser inmune a la mayor parte del daño físico, incluidos venenos fulminantes e impactos de láser.
Yokio Kanawake es el ingeniero asiático que (como todos los asiáticos, según la mentalidad de los 80) es un experto en artes marciales y electrónica, además de el más listo y sensato del grupo.
De la mano de Yokio esta Juanito, un pequeño y parlanchín robot-para-todo que combina las funciones de banco de datos móvil, mayordomo y mascota.
Y por último, el rol de tipo duro lo cubre Hans Dieter, un desertor de la Flota Espacial que hace de piloto y experto en armas y no se quita sus gafas de sol negras ni dentro de los edificios.
Tenemos nueve de los trece números que se llegaron a publicar. De hecho, si algo de lo que habéis leído en esta reseña os resulta familiar, es porque ya reseñamos el nº 12 hace dos años, que en ese momento era el único que teníamos. Hemos trasladados la explicación general que dimos en su momento sobre la colección a este numero, que es el más antiguo que tenemos en estos momentos, para que una vez reseñados todos se puedan leer en orden de forma más clara. Si conseguimos alguno más, y ya que tienen cierta continuidad entre ellos, iremos reordenando los enlaces para que las reseñas puedan ser leídas cronológicamente.
En El cometa sin rumbo la Dungflier se encuentra posada en Io, la luna de Júpiter. Se la describe como una roca abrasada, con un calor insoportable durante el día y un frío congelante por la noche. Los basureros están allí esperando recibir otro cargamento de residuos nucleares. Mientras, matan el tiempo lo mejor que pueden. Para el capitán y Hans eso implica dejarse el dinero en prostíbulos y bares. El resto de la tripulación se limita a sudar la gota gorda, a la espera de que el cargamento que deben transportar llegue de una maldita vez y puedan largarse de Io.
El caso es que no paran de oírse rumores. La gente está intranquila; hay algo que se está cociendo y el ambiente está muy cargado, no solo por el calor. Un pequeño individuo llamado Onobis propone a Dick hacerse cargo de una mercancía extra y sacarla del planeta cuando parta para transportar los residuos atómicos. Le ofrece medio millón de mundólares (lo cual, según se da a entender, es un verdadero dineral) pero se niega a revelar qué es la carga ni dónde hay que llevarla hasta que llegue el momento. Se trata obviamente de algo ilegal y no quiere dar más información de la necesaria.
Dick, cansado, aburrido y empobrecido por las altas tarifas de las prostitutas de Io, no se lo piensa mucho y termina aceptando en nombre de toda su tripulación. El plan es que, una vez hayan recibido el cargamento de basura atómica que deben transportar, se embarque también la mercancía ilegal (que él supone es algún tipo de material de contrabando) y se aproveche la salida prevista y pactada con el gobierno de Io para llevarse dicho material. Una vez en el espacio, y liberada la basura atómica más allá de los límites del Sistema Solar, verán dónde deben entregar la mercancía extra y cobrarla.
Naturalmente, nada sale como estaba previsto, porque, si así fuera, la historia no tendría mayor interés. Su cargamento no es otra cosa que una atractiva joven; atractiva e importante, pues es nada menos que la gobernadora de Io. En el planeta ha estallado una revuelta silenciosa que ha depuesto al gobierno legítimo, elegido por el propio Emperordenador, y la vida de la gobernadora corre peligro. De algún modo, su escolta, de la que ya solo quedan tres miembros (el propio Onobis y dos guardias de seguridad) ha conseguido mantenerla con vida, y ahora están buscando la forma de trasladarla hasta la Tierra.
Cuando Onobis lleva a la gobernadora a la nave, varios de los soldados que participaron en el golpe de estado les persiguen y disparan contra ellos. La gobernadora y su escolta embarcan apresuradamente en la Dungflier, la cual, legalmente, no puede despegar porque aún no ha recibido su carga y no puede justificar de ningún modo abandonar el planeta. Pero ahora que su cargamento desconocido ha atraído hacia la nave a hombres armados que disparan sin preguntar, Dick no se lo piensa mucho y arranca motores.
Tras un despegue extremadamente brusco que deja a sus tripulantes y al inesperado cargamento hechos un revoltijo de brazos y piernas, la nave logra poner distancia entre ellos y sus perseguidores.
Una vez hechas las debidas presentaciones, Nackia Fah Ta, la gobernadora joviana (joviano es el gentilicio de Júpiter) pone a Dick al corriente de todo. El golpe de estado ha sido promovido por Tarka, el propietario de una red de minas diamantíferas dispersas por todo Júpiter. Estas minas constituyen la base de sus enormes beneficios, y su compañía exporta toneladas de diamantes continuamente. Recientemente, científicos de Io detectaron un enorme cometa que se dirige hacia el Sistema Solar, y su trayectoria lo lleva a rumbo de colisión con Júpiter. Aunque la información aún no ha trascendido al público (para evitar escenas de pánico, caos urbano y saqueos mientras se estudia qué hacer al respecto) Tarka la ha obtenido de algún modo. Él está convencido de que no es posible detener el cometa y que, por tanto, la destrucción de Júpiter es inevitable. Tarka se ha hecho con el control de Io, la capital joviana (el propio Júpiter es inhabitable) para evitar que esto se sepa.
Su plan es largarse de Júpiter, pero que nadie más lo haga; que sus mineros sigan trabajando, ajenos al peligro que se les viene encima, y que la exportación de diamantes se mantenga hasta el último momento. Aunque las instalaciones las da por perdidas, pretende mantener la extracción y venta de diamantes tanto tiempo como sea posible, sean días o semanas lo que falte para el impacto.
El golpe de estado ha sido algo silencioso, llevado a cabo no por medio de militares, sino de infiltrados y asesinos. Hay rumores y los jovianos saben que está pasando algo, pero no saben exactamente qué, y siguen con sus vidas.
La Dungflier debe poner rumbo a la Tierra para informar de lo ocurrido en Io y de la propia existencia del cometa, pero antes realiza una parada en un asteroide para reparar algunos daños sufridos durante su precipitado despegue. Aquí se aprovecha para meter un poco de relleno. En el asteroide se ha desarrollado una colmena de avispas mutantes gigantes. Puede que sean un experimento abandonado allí y luego olvidado, o algo accidental. Sea lo que fuere, las avispas gigantes atrapan a Gucho y se lo llevan a su colmena (del tamaño de una montaña), lo que obliga al resto de la tripulación a ir en su rescate, pistola en mano.
Solucionado este pequeño asunto, la Dungflier llega a la Tierra sin más inconvenientes… aunque de camino a la Asamblea, la gobernadora y su escolta son asesinados antes de declarar. Dick es requerido por las autoridades para interrogarlo, y pese a no quedar muy convencidos por sus respuestas imprecisas lo dejan marchar porque los basureros tienen fama de estar un poco locos. Pero le prohíben abandonar la Tierra hasta nueva orden. Las prohibiciones no van mucho con Dick; así que, en cuanto se aburre de esperar a que le den permiso para hacerlo (y tras otro intento de asesinato dirigido esta vez contra él mismo) reúne a su tripulación y se largan de regreso a Io.
En Io, el golpe de estado ya no es tan silencioso como antes. Los jovianos se han rebelado contra el nuevo gobierno ilegítimo y han aparecido multitud de guerrillas armadas, que están siendo sofocadas rápidamente a base de disparos. El asunto del cometa sigue siendo poco más que un rumor, pero, al encontrarse sumidos en algo parecido a una guerra civil, los ciudadanos no prestan mucha atención a ese tipo de noticias.
La Dungflier aterriza en Io y su tripulación se une a las guerrillas. En realidad, no lo hacen para apoyarlas, sino porque necesitan su colaboración para un fin determinado. Yokio ha estado echando cuentas y ha calculado que una docenita de misiles atómicos, que alcancen al cometa en un ángulo y momento precisos, podrían acabar con la amenaza que este representa. Dick quiere que las guerrillas le ayuden a robar dichos misiles de uno de los cuarteles militares de Io, cargarlos en su nave basurera y encargarse ellos mismos de lanzarlos.
No tardan mucho en convencer a un grupo de rebeldes para que los acompañen a asaltar un cuartel, el cual tampoco parece estar muy vigilado. Probablemente la mayoría de las tropas está fuera sofocando escaramuzas. Las fuerzas que quedan son suficientes para acabar con la totalidad de los rebeldes (después de todo, solo se los añadió a la trama para absorber bajas) y para herir a Dick, pero el plan sigue adelante. Pese a que su capitán es capturado, el resto de la tripulación logra su objetivo: llevarse un número suficiente de misiles y partir de Io.
Yokio pasa los dos días siguientes ajustando sus cálculos e improvisando rampas de lanzamiento para disparar los misiles contra el cometa desde la Dungflier. Cuando finalmente lo hace, este todavía se encuentra fuera de los límites del Sistema Solar. Sin nada más que hacer salvo esperar a que se produzca el impacto y ver los resultados, la Dungflier regresa a la Tierra. Mientras tanto, en su ausencia, las tropas del Emperordenador han restablecido la paz en Io.
Todos dan ya por muerto a Dick hasta que, en un bar donde acude a ahogar sus penas en alcohol, Hans se lo encuentra borracho como una cuba. En ese preciso instante, los misiles impactan contra el cometa y lo reducen a polvo.
Todo el relato resulta un poco inconsistente, como si hubiera sido completamente improvisado sobre la marcha, añadiendo elementos a una idea base muy tenue. Es entretenido, pero se nota que hay partes de relleno y otras apenas desarrolladas. Aun así, no está mal. La historia tiene ese encanto único que surge de su mezcla de humor ácido, sátira social y la parodia de los clichés de la ciencia ficción clásica. Me encanta cómo se invierte el estereotipo del héroe del espacio: en lugar de comandantes heroicos y aventureros intachables, encontramos a unos personajes desadaptados y marginales, forzados a enfrentar situaciones extraordinarias mientras se mueven en un universo tan caótico como absurdo. La historia en sí puede ser una tontería y tampoco es que esté muy bien contada, pero la sensación general que deja tras leerlo, el recuerdo que queda de ella, es bueno.
Leer uno de estos bolsilibros ilustrados, o comics narrados, o como se le llame a este formato, no es muy diferente de leer un bolsilibro. Las mismas historias podrían haber aparecido perfectamente en un Héroes del espacio o un La conquista del espacio de no ser por la continuidad que mantenían entre ellas y el carácter marcadamente más desenfadado y disparatado de lo normal.
Puedes ver otra aventura de los basureros pulsando aquí.
El cometa sin rumbo. 1986. Rick Solaris [Ernesto Frers Gianello] (texto) Almazán (portada) Duarte (ilustraciones). Los Basureros del Espacio nº 4. Editorial Bruguera S.A.
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