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sábado, 17 de junio de 2023

LOS BASUREROS DEL ESPACIO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                              ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                       

                                             Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores. 

Hoy, 17 de junio, es otro de esos días importantes que nos gusta recordar de vez en cuando mostrando algún artículo de nuestra colección relacionado con el tema. ¡El Día de los basureros

Creo que todo el que tenga un par de neuronas funcionales es capaz de reconocer la importante labor de estos profesionales, que cada día recorren la ciudad recogiendo toneladas de residuos que al resto nos dan asco. No tienen una imagen muy glamurosa porque no se hacen películas sobre ellos, como ocurre con los policías, los bomberos o los médicos, por ejemplo, pero basureros, poceros, barrenderos y limpiadores de todo tipo tienen una labor igualmente importante. Como no dudamos que en el futuro estas profesiones seguirán siendo necesarias (quizá con alguna que otra variación), hoy hemos desempolvado esta revista, para mostrarla a aquellos que no la conozcan. 

Los Basureros del Espacio fue una breve colección aparecida durante los últimos coletazos de la época dorada de los bolsilibros. El formato era diferente al del bolsilibro tradicional, siendo más similar en tamaño y presentación al de un tebeo grapado. Cada número incluía una versión muy resumida de la propia historia, en formato de comic, salteado con las páginas de texto. 

Las historias eran autoconclusivas pero mantenían una continuidad general, tenían un carácter humorístico tirando a irónico, y seguían las aventuras del mismo grupo de personajes. No eran los típicos héroes del espacio de bolsilibro, como comandantes de poderosas naves de guerra, detectives privados con pistola láser en lugar de revolver, arriesgados exploradores de planetas desconocidos, amazonas galácticas escasamente vestidas pero peligrosamente armadas, o valerosos libertadores de mundos oprimidos. Como puede deducirse por el título, la trama giraba en torno a un grupo de individuos que tripulaban un camión de basura espacial.  

La acción transcurre en el año 2186. La humanidad, unida en una sola y maltrecha nación tras una guerra atómica en el 2046, ha establecido colonias en todo el Sistema Solar y hay montones de bases espaciales estacionarias entre los diversos mundos. El gobierno de la humanidad lo ostenta Su Electronísima Majestad, el Emperordenador Magnus Tercero, una avanzada inteligencia artificial. 

Los basureros del espacio son los trabajadores encargados de ir recogiendo de los planetas y estaciones espaciales todos los residuos tóxicos y radioactivos, para transportarlos más allá de los límites del Sistema Solar, y entonces lanzarlos al espacio profundo. Es un trabajo tan poco envidiado que resulta difícil encontrar a quien quiera dedicarse a ello, por lo que se acepta sin demasiadas preguntas a casi cualquiera que se presente. Como consecuencia de esto, los basureros del espacio tienen fama de ser un atajo de dementes e inadaptados. Y en muchos casos lo son.

Los protagonistas son uno de esos grupos de basureros, formado por: Richard "Dick" Drinkwell, el medio alcoholizado comandante de la nave-camión Dungflier (Estercolero volador). Marisa, una prostituta de lujo a la que uno de sus clientes (el Vicepresidente de Asuntos Morales) forzó a unirse a los basureros para alejarla de él, por temor al escándalo si se descubría la prolongada relación que habían mantenido. Gucho, un gran mutante peludo con aspecto (y cerebro) de gorila, que ejerce de mozo de carga. Kanawake, el ingeniero asiático que (como todos los asiáticos según la mentalidad de los 80) es un experto en artes marciales. Hans Dieter, un desertor de la Flota Espacial que hace de piloto y tipo duro. Y Juanito, un pequeño y parlanchín robot-para-todo.

De los trece números que se llegaron a publicar solo tenemos por el momento el nº 12, que es el que reseñamos. Si conseguimos alguno más, y ya que tienen continuidad entre ellos, iremos reordenando los enlaces para que las reseñas puedan ser leídas cronológicamente.

En El astronauta solitario, la Dungflier se halla a la deriva porque, al parecer, calcularon mal el combustible que necesitaban para su siguiente viaje. A la falta de combustible se añade la de whisky, pues entre Dick y Hans se lo han terminado casi todo en un tiempo récord. El grupo está a la espera de que llegue la grúa espacial para remolcarles, cuando aparece un personaje estrafalario. Se trata de un anciano enfundado en un traje de astronauta y subido en una especie de moto voladora, que comienza a disparar contra la nave basurera con un fusil láser. Es una parodia del clásico buscador de oro cascarrabias del salvaje oeste, que les reclama haberse colado en sus tierras. Cuando le explican que están sin combustible y a la deriva, el propio viejo les remolca con su moto, que parece tener una potencia descomunal. 

El viejo, que resulta ser el doctor Zweinstein (un inventor genial aunque algo chalado) los lleva hasta una especie de estación espacial casera hecha por él mismo con todo tipo de restos, donde vive con un cachorrito como única compañía. Doc Zweinstein les ofrece una nueva fuente de energía experimental para la nave y afirma que es inagotable porque se alimenta captando la propia energía del universo. Poco después de instalarles el nuevo motor (que tiene el aspecto de una bombona de butano con una hélice), una enorme nave de guerra sin identificar ataca la estación de Zweinstein, y los basureros lo rescatan a él y a su perrito llevándoselos en la Dungflier

Siguiendo a esta nave, la Dungflier termina hundiéndose en las junglas de Neptuno, compuestas por plantas carnívoras gigantescas y neuróticas, y pobladas por dinosaurios, tal como dictan las leyes del pulp espacial ochentero. Mientras parte de los basureros exploran esta jungla en busca de la otra nave, el doctor y Marisa son raptados por sicarios que quieren apoderarse del nuevo motor. Todo está orquestado por los dueños de una empresa que tiene el monopolio de venta de carburante para naves espaciales, y que ve su negocio peligrar por el nuevo motor de Zweinstein, que no precisa combustible para funcionar. 

Mientras estos asuntos se resuelven, tenemos al mutante peludo Gucho vagando solo y perdido por la selva neptuniana. Una serie de rocambolescas circunstancias hacen que esté cargando con el motor experimental, que se pone a manipular por puro aburrimiento. Al activarlo inadvertidamente a máxima potencia, el motor (la bombona de butano con una hélice) empieza a desplazar a todo Neptuno, amenazando con sacarlo de su órbita y provocar una reacción en cadena que destruya todo el Sistema Solar. 

Los basureros y el doctor, una vez resueltos los asuntos en los que estaban implicados cada uno, logran encontrar a Gucho a falta de tres segundos para que el desvío de Neptuno sea irreversible. Al no tener tiempo para desactivarlo, el doctor sacrifica su invento vaporizándolo de un disparo. Y así es como, una vez más, los basureros del espacio salvan a la humanidad… después de haber estado a punto de destruirla. ¡Una cosa por otra!

Leer uno de estos bolsilibros ilustrados, o comics narrados, o como se le llame a este formato, no es muy diferente de leer un bolsilibro clásico. Las mismas historias podrían haber aparecido perfectamente en un Héroes del espacio o un La conquista del espacio de no ser por la continuidad que mantenían entre ellas. En realidad tiene más puntos en común con la colección Indiana James, por la continuidad y el carácter marcadamente más desenfadado y disparatado de lo normal. También he de decir que está escrito de forma bastante descuidada, cambiando de tiempo verbal continuamente.

Los basureros del espacio es, empezando ya por el título, como una autoparodia de los bolsilibros de ciencia ficción que tanta fama le ganaron a la misma Bruguera durante las dos décadas anteriores. Y sin embargo, a pesar de ser como la “versión ridícula” de los bolsilibros de ciencia ficción, combinan muy bien con estos, mostrando la otra cara de las aventuras espaciales. La cara no glamurosa, la de la gente común con trabajos nada envidiables, pero cuya labor es tan vital como como la de los héroes tradicionales.   

El astronauta solitario. 1986. Rick Solaris [Ernesto Frers Gianello] (texto) Almazán (portada) Duarte (ilustraciones). Los Basureros del Espacio nº 12. Editorial Bruguera S.A.

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