ALMACÉN DE MUNDOS COMPRIMIDOS

¡Saludos, vertebrados!
El último juego de mesa que reseñamos fue Drácula, de CEFA. Siguiendo con la temática del terror (¡que se note que estamos en octubre!) y también con la de vampiros, vamos a reseñar ahora El Señor de las Tinieblas, de Edilev.
Ya hicimos un comentario general sobre él en un artículo publicado en la revista virtual Figuras en Acción n.º 28. Ahora vamos a verlo con más detalle, ya que ese artículo estaba orientado a arrojar algo de luz sobre esa pequeña y misteriosa compañía y a la génesis de sus juegos, más que a tratar sobre los juegos en sí.
Lo primero que hay que decir es que, en un juego con esta temática, lo normal es interpretar a los cazadores de vampiros. Algo menos común es interpretar a los propios vampiros. A veces el juego consiste en un enfrentamiento entre unos y otros. Ninguno de estos casos se da exactamente en El Señor de las Tinieblas, ya que tanto las casillas que representan encuentros con Drácula como la que representa un encuentro con el cazador de vampiros nos perjudican. ¿Por qué? Porque, aparentemente, en este juego somos vampiros menores que han desafiado o contrariado a su señor, Drácula.
Comenzamos en el castillo de Drácula y debemos alejarnos de él, huyendo para refugiarnos de su ira en el cementerio. Ya desde la casilla de salida vemos al propio Señor de las Tinieblas, que con un gesto de desdén parece estar expulsándonos de su lado. Y siempre que caigamos en una casilla con esa misma ilustración, seremos penalizados al siguiente turno, retrocediendo en lugar de avanzando los puntos obtenidos.
Otro símbolo que se repite mucho es el ataúd. Si caemos en uno de ellos, repondremos nuestras fuerzas vampíricas, saltando inmediatamente a la siguiente casilla que contenga un ataúd y volviendo a lanzar el dado para avanzar. Esta es la mecánica clásica de los juegos de La Oca, porque efectivamente El Señor de las Tinieblas es poco más que un Juego de la Oca con temática vampírica.
Podemos corroborar esto al ver el mazo y la estaca de madera que se encuentran casi al final del recorrido y funcionan como el equivalente a la temida casilla de La Muerte en el Juego de la Oca: una sola casilla, estratégica y malévolamente colocada justo cuando tenemos el triunfo casi al alcance. Caer en ella nos hace volver a empezar.
Estos dos elementos dejan claro que somos vampiros: los ataúdes nos fortalecen y el mazo con la estaca nos elimina. Las casillas de Drácula nos perjudican y comenzamos en su castillo, lo que podría interpretarse como que somos aldeanos escapando del vampiro, pero no huimos hacia la seguridad del pueblo sino hacia la del cementerio. Pese a que no hay ninguna información de trasfondo respecto al juego, no se nos cuenta qué está pasando ni se nos revela nada, la interpretación que nosotros le damos a esta combinación de elementos es que somos servidores de Drácula y este nos ha expulsado de su castillo, y por ello debemos huir de él hasta alcanzar la relativa seguridad del cementerio, con el riesgo de toparnos por el camino con un cazador de vampiros.
El problema de esta interpretación es que también hay casillas con ilustraciones de ajos. Caer en ellas nos hace lanzar el dado de nuevo y avanzar... lo cual no tiene mucho sentido si somos vampiros, ya que entonces los ajos deberían repelernos, y la forma correcta de representar esto sería haciéndonos retroceder. Pero bueno, también hay crucifijos, así que vamos a ver qué hacen las casillas en las que aparecen crucifijos por si nos sacan de dudas... Pues no, no salimos de dudas porque se olvidaron de indicar en el reglamento qué hacen los crucifijos. Así que, si queremos darles algún uso en la partida, tendremos que inventarlo, ya que el juego no nos dice nada al respecto.
Y así, en esta tónica, nos iremos desplazando a lo largo de un recorrido de nada menos que 166 vertebradas casillas, lo que supone un promedio de 48 turnos por jugador, siempre que no caigamos en ninguna casilla que nos haga retroceder ni avanzar, o que vayamos cayendo en unas y otras de forma que más o menos se compensen.
Mientras huimos de Drácula, nos dormimos en un ataúd para despertar en otro, echamos a correr entusiasmados al encontrarnos con un ajo, observamos con curiosidad los crucifijos aparentemente inocuos que jalonan el camino y soportamos estoicamente algún que otro estacazo justo cuando ya teníamos la salvación a un tiro de piedra (en este caso, a un tiro de dado), tendremos que lidiar también con la permutación de puestos. Afortunadamente, no se indica nada sobre otro gran clásico de estos juegos: el efecto rebote. De haber tenido que contar con él, probablemente no habríamos conseguido terminar la partida antes del amanecer.
El primer vampiro que llegue a refugiarse en el cementerio podrá quedarse allí enterrado una temporada, hasta que la furia de Drácula se aplaque. Al resto, probablemente sí que los sorprenda el amanecer mientras tratan de esquivar al tenaz cazador de vampiros que está al acecho a las puertas del cementerio.
En realidad, el juego es una baratija, pero la portada y el tablero tienen ese aire encantador, esos colores saturados e ilustraciones dramáticas que recuerdan a los carteles pintados a mano de las atracciones ambulantes y el Tren del Terror de las ferias, con sus fachadas de cartón piedra llenas de monstruos de pega. Hasta el sinuoso recorrido que alterna tramos rectos con virajes bruscos nos recuerda cada vez que lo vemos a esas atracciones. Es como tener un Tren del Terror portátil, impreso en cartulina. Echándole un poco de imaginación, hasta se sienten las sacudidas de los rieles.
Puedes ver otros juegos de Edilev pulsando aquí.
El Señor de las Tinieblas. 199X. Autores no acreditados. De dos a cuarto jugadores sin recomendación de edad. Edilev.
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