JUNTO A LA FOGATA
Otro breve relato propio que presenté en su momento a un fanzine local gallego que se llamaba, si mal no recuerdo, A Tabora. El director lo rechazó diciéndome que solo publicaban relatos eróticos o de terror, y que este no encajaba en ninguna de las dos categorías.
Los
prisioneros fueron sacados a golpes de sus jaulas y empujados al pozo.
Uno
había sido raptado de su propia casa de campo en pleno día, aprovechando que
se encontraba solo. Al otro, un sin hogar, lo habían capturado en el callejón
en el que vagabundeaba. Los dos eran corpulentos y por eso se los había
escogido, pero no eran combatientes natos, se encontraban ya muy debilitados, y el
miedo se reflejaba de modo inequívoco en ellos. Ambos habían pasado por el pozo
en dos ocasiones desde su captura. Habían cumplido con su cometido, acabando
con sus respectivos rivales, pero ya no resultaban muy impresionantes, con la espalda
encorvada, la cabeza baja, el cuerpo cubierto de heridas y ese temblor en las
rodillas imposible de contener.
La
arena que cubría el suelo hedía a sangre y tripas, a mierda y meados. Aquello era el
Pozo de la Muerte, ambos lo sabían. El lugar donde sin duda muchos otros antes
que ellos habían sido arrojados, simplemente, para morir.
Su
vida, su existencia, sus esperanzas de ser felices, de ser amados y formar
parte de algo bueno, no significaban nada para sus captores. Si estaban solos o
alguien aguardaba su regreso, si habían sido buenos o malos. Nada de eso
importaba. Solo estaban allí para luchar y morir.
Los
monstruos que componían la multitud, seres cuatro veces mayores que ellos,
gritaban y agitaban con furia sus extremidades superiores, incitándoles a
pelear. No era una cuestión de arte o aprendizaje. Allí no había ningún componente social o cultural. Nada, en la sofisticada y avanzada civilización
de aquellas criaturas podía justificar tal comportamiento. Solo habían acudido
para ver como unos presos de razas inferiores se mataban entre ellos. Era el
mero gusto por la sangre y la muerte.
¿Por qué estaba ocurriendo todo aquello? Los cautivos
no lo entendieron al principio ¿Qué necesidad podrían tener aquellos seres, tan
claramente superiores a ellos, de verlos sufrir? Pero ahora era evidente. No
tenían necesidad ninguna. Era una mera cuestión de placer perverso. Habían sido
llevados a un lugar que no conocían, del que no podrían volver, y en el que,
probablemente, jamás serían encontrados por nadie que hiciese el esfuerzo de
buscarlos.
Desesperados, famélicos y enfermos de miedo, anímicamente
destrozados por su cautiverio, los prisioneros intercambiaron una mirada,
aceptando su destino. No había alternativa. No se podía escapar del Pozo de la
Muerte. Al menos uno de ellos caería allí. Y la recompensa que esperaba al
vencedor no era más que ser devuelto a su jaula hasta el siguiente
combate. Un breve periodo de descanso
antes de volver al pozo, al lugar de la muerte y el dolor donde estaban
destinados a terminar sus días.
Aceptando el papel que se le había impuesto en aquel absurdo
e innecesario drama, uno de ellos avanzó un poco. El griterío de los monstruos
aumentó. Se oían jadeos y carcajadas mezcladas con sus incomprensibles
aullidos. Había llegado el momento. Los prisioneros sabían que debían pelear ya, o
morirían ambos.
De modo que, gruñéndose y sacando los dientes, los
perros se lanzaron uno contra el otro mientras la gente vaciaba latas de
cerveza y cruzaba apuestas sobre el vencedor.
:_(
ResponderEliminar¿Eso significa que te ha parecido malo, o que te ha entristecido? Porque en el segundo caso, el relato ha logrado su objetivo.
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