¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Saludos, ávidos (y en ocasiones, sufridos) lectores.
Cualquier asiduo lector de
bolsilibros (o de las reseñas sobre ellos) ya sabe a lo que se
enfrenta cuando cae en sus manos uno de Josep Berna:
una historia de erotismo ligero con una trama tejida a su alrededor, más tenue
que la ropa de la protagonista. Y, sin embargo, el contador que indica
el número de veces que cada post ha sido leído suele ser muy superior en el
caso de los bolsilibros de Berna que en los de cualquier otro autor
reseñado. ¡Misterios del Planeta del Espacio!
Esclavos para Kobrac tiene
lugar en el año 2019, casi cuarenta años en el futuro respecto a cuando fue
escrito. Comienza con dos de los
invitados a una fiesta de disfraces acudiendo a la misma en su coche volador,
artefacto ya común en esa lejana fecha. Cuando la fiesta está en su apogeo
(en el caso de Berna, entiéndase con al menos una de las mujeres desnuda,
algunos hombres babeando dentro de sus disfraces y otros siendo abofeteados por
sus parejas en medio de discusiones triviales) se presentan dos individuos no
invitados disfrazados de extraterrestres, o eso es lo que piensan los
concurrentes al verlos. Solo que los recién llegados no están disfrazados,
son extraterrestres de verdad: ciclopes grisáceos y cabezones que valiéndose de
sus pistolas de rayos aturden y capturan a los dieciocho amigos.
Tras un viaje en nave espacial
de unos cuarenta días, los humanos son desembarcados en Kobrac, el mundo de los
alienígenas que los han capturado, donde están destinados a terminar sus días trabajando
en una mina como esclavos. Esto ya me supone un problema argumental, porque
los hombres y mujeres capturados no son científicos ni tienen ningún
conocimiento o capacidad especial que justifique su captura. Sí van a ser empleados
simplemente como mineros esclavos ¿lo que puedan rendir en la mina compensa el gasto de
hacer un viaje interplanetario de cuarenta días para ir a buscarlos y de otros cuarenta
para volver, por tan solo dieciocho prisioneros elegidos al azar? Pero como no
sabemos nada sobre las naves alienígenas, supongamos que tienen fuentes de
energía muy económicas y ochenta días de viaje espacial continuo no suponen un
gran dispendio para los seres de Kobrac.
Aceptado esto, hay un segundo punto
en la trama que hace que se tambalee bastante. Los protagonistas son
aleccionados sobre su nueva situación por otro humano, porque al parecer no es
la primera incursión que los alienígenas hacen en busca de esclavos
terrestres. En Kobrac los días tienen veintiséis horas, de las cuales
trabajarán nueve en la mina picando piedra, extrayendo el valioso mineral, y cargándolo en las clásicas
vagonetas que hay que empujar sobre rieles. Este es otro punto oscuro del relato: que disponiendo de
tecnología que les permite viajar por las estrellas, no cuenten con maquinaria
moderna para extraer cómodamente el mineral y deban recurrir a esclavos, que
son mucho más problemáticos y dan peores resultados que trabajadores libres.
Pero aceptemos esto también. Aceptemos que, por alguna imposición religiosa,
cultural, social, por simple tradición o por el motivo que sea (que no se nos dice) los
mineros deben ser concretamente esclavos traídos de otro mundo, y deben hacer su trabajo con medios claramente anticuados para el nivel tecnológico de Kobrac.
Lo que ya no se puede aceptar,
ni hoy en día ni en la época en la que se escribió este libro, es
el astuto plan de huida con el que los prisioneros logran fugarse. Previamente
ya se nos ha contado que todos los anteriores intentos de fuga por
parte de otros esclavos habían sido rápidamente sofocados y duramente
castigados, y que jamás nadie lo había logrado. Estando así las cosas, el lector
piensa que el plan de fuga de los protagonistas será algo ingenioso e inesperado. Y en cierto modo lo es. Yo al menos no me esperaba que consistiera
en eso. Cuando les toca ponerse a trabajar, a mitad de camino entre sus
barracones y la entrada de la mina, uno de ellos grita -"¡Ahora!"- y todos
echan a correr a la vez.
Y... y... y ya, ese es el
plan: correr muy rápido para que no les pillen. Los fugitivos, los dieciocho protagonistas iniciales a los que se une uno
de los esclavos que ya había en el lugar, salen corriendo, ocultándose detrás
de grandes pedruscos y matojos. Y cuando nada menos que cuarenta y ocho guardias
armados con pistolas láser se ponen a buscarlos, los humanos les tiran piedras a la cabeza.
Naturalmente, cuarenta y ocho guardias con armas laser contra diecinueve
prisioneros con piedras es una lucha muy desigual, y pronto... tres cuartas partes de los guardias
yacen muertos y el resto huyen en desbandada, mientras los
humanos, sin un solo rasguño que lamentar, prosiguen alegremente su audaz y cuidadosamente planeada fuga. Andando
al azar terminan por encontrarse con tres naves espaciales terrestres,
capturadas previamente por los seres de Kobrac.
El esclavo que se unió a su
fuga fue el comandante de una de ellas, por lo que poco después la nave está en
el aire, toda la flota de naves de los esclavizadores ha sido destruida sin
tener ocasión de despegar, y todos los esclavos han sido liberados.
Un desenlace demasiado bonito
para tomárselo en serio. Berna solía mover sus historias con apenas un par de protagonistas y cuatro o cinco secundarios. Que el grupo inicial estuviera compuesto por dieciocho personas me hizo suponer que muchos de ellos caerían por el camino, pero no. Me quedé con las ganas de ver morir a alguno de los personajes... más aún cuando durante todo el relato, la principal
preocupación y motivo de debate o discusión de las chicas del grupo es averiguar
quien se ha acostado con quien, quien ha visto a quien desnudo, o tan siquiera
quien ha rozado con el dedo gordo del pie a quien.
De no haberse fugado los
humanos, y de haber sido capaces los alienígenas de entender sus
conversaciones, estoy seguro que habrían terminado por devolverlos a la Tierra
ellos mismos con tal de no oírlos. Con todo, he de agradecer a Berna que no titulara a este relato Huida del Imperio Kobrac, porque me podría haber dado un ataque.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Esclavos para Kobrac. 1980.
Joseph Berna [José Luís Bernabéu] (texto) Jorge Sampere (portada). La conquista del espacio nº 513.
Editorial Bruguera S.A.
😧
ResponderEliminarEntiendo entonces que los que se leían los libros antes de publicarlos para ver si había algo censurable no tenían en cuenta la calidad literaria...
Ya habíamos visto que no en anteriores ocasiones, pero esto ya es el colmo...
¡Jaja! En los 80 la censura venia ya más de la propia editorial, que "aconsejaba" a sus autores sobre que temas no debían tocar mucho (por eso de la imagen pública) que del gobierno. Cosas peores se podían ver en revistas y televisión que lo que contaban los bolsilibros.
EliminarBerna probablemente fuera, en cuanto a calidad literaria se refiere, el peor autor de bolsilibros que he leído. Pero era muy popular, sus libros se vendían bien, y he comprobado que las reseñas que hago sobre ellos son las más releídas. La reseña de "El planeta de las sirenas" de Berna, por ejemplo, ha sido leída muchas más veces que la de "La isla del tesoro" de Stevenson. No se, supongo que a su modo atraen porque al final, por malo que sea, sigues leyendo esperando a ver cual es la siguiente cosa absurda con la que te encuentras ^_^U como, en este caso, el impresionante plan de fuga, que ríase usted de La Gran Evasión o Prision Break.