Comunicado del Supervisor General.
Saludos, viajeros.
El buque oceanográfico Hespérides zarpará en breve de Cartagena (España) para llevar a cabo labores de investigación científica en aguas antárticas, además de transportar material vital para diversas bases ubicadas en pleno glaciar. Su tripulación mixta de militares y científicos nunca lo admitirá, pero sospecho que también aprovechan estos viajes para hacer recuento de pingüinos y dar un par de rociadas de lanzallamas a The Thing, para que no levante cabeza.
Durante
su viaje, y entre otros puertos, el Hespérides recalará en Punta Arenas (Chile)
donde también dejará un cargamento bastante especial: ropa y juguetes para los niños de la Casa de acogida Miraflores, un centro de asistencia para personas mayores, y niños de 3 a 10 años, de familias en situación de extrema pobreza. Este centro no cuenta con ayuda gubernamental, y se mantiene únicamente a base de limosnas.
Esto lleva haciéndose varios años, se ha convertido en
una tradición, y la ropa y juguetes que el Hespérides entrega son donaciones de misma población de Cartagena. No importa que los artículos no estén nuevos, van a ir a parar a manos de niños que viven en
un nivel de pobreza tal que sus familias a duras penas pueden vestirlos
y alimentarlos, por lo que para ellos cualquier juguete que reciban será algo especial y valioso.
Creo firmemente que los
juguetes son algo más que un simple capricho infantil o algo que darles a los
niños para que dejen de molestar durante un rato. Los juguetes cumplen una
importante función no solo educativa sino también anímica. La comida
alimenta al cuerpo, y sin duda eso es lo principal, pero también el espíritu
debe ser alimentado. Los juguetes despiertan nuestro interés por las cosas. El niño que hoy juega con un oso de peluche o un coche de plástico puede tener mañana su propia clínica veterinaria o ganarse la vida honradamente trabajando en un taller mecánico.
La ropa que a los peques se les ha quedado pequeña (o a nosotros, que la edad no perdona y el cuerpo ya no metaboliza como cuando teníamos treinta años) o esa cubeta llena de juguetes a los que ya no prestan atención aún pueden ser un pequeño tesoro para alguien. Como sabéis, en Chile hablan español igual que nosotros, así que los libros de cuentos o de manualidades también valen perfectamente. Y por supuesto, zapatos siempre hacen falta, más aún a la velocidad a la que crecen los niños de esa franja de edad. El año pasado, la gente de Cartagena donó más de tres toneladas de comida enlatada, ropa, mantas, calzado y juguetes. Tres toneladas suena a mucho, pero se terminan pronto.
Las fotos de
abajo son los juguetes que estuvimos apartando por casa hace algunos meses, además de un fardo de ropa de abrigo y, sobre todo, montones y montones de zapatitos y botitas. Le expliqué a la peque que en un sitio, muy lejos, habían niños y niñas que no tenían ningún juguete, y ella misma empezó a decirme cuales les podíamos dar "para que no estén tristes". Saqué estas fotos de recuerdo de los juguetes, de estos valientes
expedicionarios que van a viajar muy lejos, soportando los rigores del mar (que no son pocos), para cumplir una vez más con su importante misión de hacerle compañía a un niño.
¡Una gran historia, sí señor! ;-)
ResponderEliminarLo malo fue la "expedición" del año pasado. Ese año casi todo lo que dimos eran dinosaurios míos repetidos. A veces veo en los bazares bolsas de dinosaurios de plástico y compro una porque de los cuatro o cinco que vienen hay uno de una especie de la que no tengo ninguno, y eso me genera motones de repetidos. Como creo que ninguna infancia esta completa sin dinosaurios, el año pasado aparte de ropa de la peque enviamos un cargamento de dinosaurios repetidos y ni se me pasó por la cabeza sacarle una foto de recuerdo. Un error que no volveré a cometer ^_^
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