La historia es
de principio a fin una oda a la bestialidad intrínseca del ser humano, más
retorcida aún que la que nos mostraba el autor en La máquina del tiempo.
Es el supuesto relato dejado por un hombre sobre una etapa de su vida
especialmente traumática, cuyo texto ha salido a la luz tras su muerte.
El protagonista,
Edward Prendick, viaja a bordo de un buque que se va a pique tras colisionar
con un pecio flotante, dejándolo a él y a otros dos hombres apretujados en un
pequeño bote. El instinto de supervivencia se despierta en los otros dos
inmediatamente, que tienen más experiencia en el mar y saben realmente lo que
les aguarda. Prendick, simple pasajero en el barco, acostumbrado a la vida en
tierra firme, se horroriza ante la naturalidad con la que los otros hablan de
sortear la muerte de uno de ellos para beber su sangre, tras cuatro días sin
agua. Sin embargo, una pelea entre los dos marineros provoca que ambos caigan
del bote y se hundan como piedras, dejando a Prendick solo. Poco después es
rescatado por un buque mercante, pero sus problemas no han hecho más que
empezar.
El buque
transporta diversos animales a una pequeña isla alejada de toda ruta comercial,
y en cuanto llegan a ella, el capitán decide abandonar a Prendick en la isla
junto con la carga. Allí queda como huésped forzoso del Dr. Moreau, su
ayudante, y un inquietante grupo de criados, que parecen ser nativos
malformados.
No es muy bien
recibido, porque Moreau lo considera un intruso y un peligro para sus
experimentos, pero no tiene más remedio que darle cobijo. Prendick no tarda
mucho en descubrir el porqué del aislamiento de Moreau; está llevando a cabo
experimentos en los que, mediante una horripilante sucesión de mutilaciones,
injertos, y xenotrasplantes (todos ellos llevados a cabo con la victima
consciente, sin ningún tipo de anestesia) los animales son artificialmente
antropomorfizados.
Los extraños
criados que Prendick creyó en principio humanos enfermos y tullidos, resultan
ser animales cuadrúpedos a los que se les han aserrado huesos y empalmado
tendones para que anden a dos patas. Sus garras o pezuñas delanteras han sido
convertidas en rudimentarias manos, y su cerebro y laringe se ha alterado para
darles una cierta capacidad de habla. Vestidos con trozos de tela y harapos,
obligados a comportarse como lo que no son, los animales llevan una existencia
horrible en la que sus instintos naturales y sencillos chocan con una
disciplina y moralidad totalmente ajena a ellos que se les ha impuesto por la
fuerza.
Moreau,
decepcionado con la inmensa mayoría de sus experimentos, solo conserva algunos,
como criados, dentro de la empalizada que rodea su hogar-laboratorio. Se
deshace de sus “fracasos” soltándolos en la isla, donde estos seres viven
agrupados en una aldea.
Puesto que su
número no cesa de crecer, Moreau les ha inculcado un fervor religioso extremo
en el que él se ha establecido como el ser supremo. Para los animales
alterados, Moreau es El Dios del Revólver y el Látigo, el Dios de las
Leyes y el Dolor. Todos los instintos de los animales son brutalmente
reprimidos. Se les prohíbe la poligamia, la desnudez, desplazarse a cuatro
patas y el beber agua sorbiéndola directamente de ríos o lagunas. Se les prohíbe
pelear entre ellos y matarse, siendo el mismo Moreau quien establece la
jerarquía que han de tener, otorgando a uno de ellos el cargo de Recitador
de las Leyes. A los carnívoros y omnívoros se les prohíbe comer carne,
porque Moreau teme que el sabor de la sangre los vuelva más agresivos. En su
intento de humanizar a las bestias, Moreau lo único que hace es crear
monstruos.
Pero Moreau es
él mismo un monstruo genuino. No hay una razón clara para su trabajo. Es la
mera obsesión infantil de hacer algo porque ha descubierto que puede hacerse, o
porque se le ha prohibido hacerlo, aunque no tenga ninguna utilidad práctica.
Su indiferencia ante el dolor de los animales, ante la confusión que gobierna
sus vidas, es espeluznante. Los animales alterados resultan ser, en su simpleza
e ingenuidad, más humanos que Moreau.
La presencia de
Prendick en la isla siembra la duda en los animales, que lo ven discutir con
Moreau y desesperarse ante su propia situación. A sus ojos, Prendick es
también un Hombre, un Amo, un Dios del Revólver y el Látigo con manos
de Cinco Dedos, como Moreau, pero no se comporta como él. Los seres
comienzan a perder su fe en la infalibilidad de su creador, y este a su vez va
perdiendo poco a poco el control sobre ellos. La situación desemboca en un
previsible y casi deseable caos que comienza a llenar la isla de cadáveres, a
medida que la naturaleza actúa para volver a encauzar lo que los humanos han
desviado y corrompido.
Es una obra muy
cruda y directa, que transmite en todo momento una mezcla de horror,
repugnancia, e incluso un cierto afecto lastimero hacia a los animales
alterados y su enloquecedora existencia.
The island of Dr. Moreau. 1996. H. G. Wells.
Colección Jet nº319. Plaza & Janes Editores S.A.
La verdad es que no he tenido ocasión de leer el libro, pero sí que fui al cine a ver la película (la versión de 1996, no la de 1977, entre otras cosas porque me quedaban siete años para nacer) con algunos compañeros de clase. Y también la parodia que Los Simpson realizaron en su momento. Como bien dices, es una historia más descorazonadora que terrorífica.
ResponderEliminarYo he visto esas dos versiones, pero por televisión. Se que hay una tercera versión que no he llegado a ver, y que Tim Burton hizo un corto basado en la misma historia que también tengo pendiente. La versión de Los Simpson me gustó y tiene algo interesante: como los animales tienen los rasgos de otros personajes de la serie bien conocidos, relacionamos el animal con el "modelo de persona" de inmediato. Quizá eso fuera lo buscaba Moreau en realidad, crear razas humanas alternativas conservando los rasgos deseables de los animales. Una raza de sirvientes con la fidelidad de perros, una de trabajadores con la fuerza de gorilas, etc. La novela no deja claro lo que pretendía Moreau (puede que en el fondo ni él mismo lo supiera) lo cual da pie a muchas reinterpretaciones.
Eliminar