Drácula en el Oeste es relativamente reciente en lo que a bolsilibros se refiere, de
hace apenas veinte años. Lo escribió Juan Gallardo con su seudónimo habitual en
su etapa de la editorial Astri. Comienza con un buque mercante
desembarcando una siniestra e inusual carga en el puerto de Galveston
(Texas); treinta ataúdes en teoría vacíos, pero demasiado pesados para estarlo.
Han llegado por mar desde Europa, acompañados de un constante mal tiempo y,
cosa curiosa, ninguno de ellos lleva el clásico crucifijo fijado sobre su tapa.
El capitán y la tripulación reciben una generosa propina en monedas de oro a
cambio de no preguntar y olvidarse cuanto antes del asunto.
A continuación,
se nos presenta a Reno, el protagonista, un tirador veloz y preciso como
ninguno, que dedica su vida a seguir el rastro y matar a un grupo de bandidos
que asesinó a su padre. A su llegada al pueblo donde tiene lugar la historia,
el matón local comete la torpeza de meterse con él y termina con un par de
plomos en el corazón.
En ese mismo
pueblo es donde recientemente se ha instalado el destinatario de los ataúdes,
con lo que ambas historias quedan destinadas a cruzarse. Tal como Reno no se
cansa de repetir al alterado sheriff local, solo está de paso y no tiene
intención de quedarse en pueblo más que un par de días. Pero poco después
aparece un circo itinerante y también llega al pueblo una carreta de gitanos
vendedores de las clásicas pociones curalotodo.
A Reno le cae en
gracia la hija de este curandero ambulante y mientras conversa con ella, ocurre
algo. La joven siente una premonición, un reconocimiento instintivo de un mal
muy poderoso y antiguo en las proximidades, que la deja aterrada. El interés
por la muchacha, la intriga por su premonición, y la oportuna llegada del circo
con su promesa de un cierto entretenimiento, hacen que Reno aplace su marcha
del pueblo unos días más.
Es entonces
cuando comienzan a sucederse las escenas de acción, que combinan también
típicos elementos de las historias del oeste con las de terror. Reno sufre un
intento de asesinato en plena función del circo, cuando dos de los payasos
comienzan a disparar contra él sin motivo aparente. Poco después son
encontrados los cadáveres de una joven pareja de novios, asesinados y
desangrados, con curiosas marcas de colmillos en el cuello. Solo son los primeros.
Se dan varios casos más de asesinatos similares, y Reno, uniendo cabos entre lo
que le contó la gitana y sus conversaciones con el Sheriff, llega a la
conclusión que se trata de vampiros.
Descubrirá que
solo tiene razón en parte. No se trata de vampiros clásicos, sino que son el
fruto de una serie de experimentos genéticos llevados a cabo por un científico
loco (otro hermoso subgénero, el del mad scientist) que pretende
crear un ejercito de ellos con los que poner a sus pies las riquezas y
territorios del Nuevo Mundo. Reno verá cumplido su sueño de encontrar al último
de los asesinos de su padre en el peor momento posible, mientras huye de una
horda de vampiros a los que no tiene medios para destruir.
Es una historia
muy entretenida y la mezcla de géneros está bien lograda, dándole un toque mas
realista a los vampiros al explicarlos como algo artificial en lugar de seres
puramente sobrenaturales, de modo que casen mejor con el ambiente “moderno” del
oeste.
Y como no podía
ser de otro modo, al final, Reno y la joven gitana se casan y se dedican a
viajar de pueblo en pueblo vendiendo pociones curalotodo. Y
muy probablemente apalizando a otras criaturas sobrenaturales, porque ese tipo
de cosas, cuando empiezas con ellas cuesta dejarlas.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Drácula en el oeste. 2001. Donald Curtis
[Juan Gallardo Muñoz](texto) M. Roca (portada). Caravana nº38. Editorial Astri
S.A.
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