MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 15 de julio de 2020

EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
                                               Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.

Tras haber comentado recientemente Las Aventuras de Arthur Gordon Pym y La esfinge de los hielos, es de recibo comentar también este libro. No hay una correlación directa en esta historia con las otras, pero es totalmente compatible con ellas. 

Cualquiera que lo lea se dará cuenta que Lovecraft tenía la obra de Poe en la mente en todo momento. Y quizá también, aunque algo menos, la de Verne. Es difícil pensar en las susodichas montañas de la locura sin imaginar que, quizá no muy lejos de estas, se alza la esfinge de los hielos en la cual Gordon Pym encontró su final.
La historia (contada como una confesión de hechos pasados por uno de los supervivientes) comienza en 1930. Narra una expedición científica a la Antártida cuya intención inicial es la búsqueda de fósiles. La expedición cuenta con un elevado presupuesto y equipos de gran calidad, entre los que se incluye una máquina perforadora para horadar la capa de hielo y cinco aeroplanos biplaza, aparte de herramientas, provisiones, trineos, y casi cuarenta perros para tirar de ellos. 

Durante los primeros días se producen hallazgos de valor científico moderado, recolectando una interesante variedad de fósiles y restos. Pero el carácter de la expedición cambia cuando, durante un vuelo de reconocimiento, se descubre algo totalmente inesperado: un macizo de montañas colosales, de diez mil metros de altura, cuyas cimas superan las cumbres más altas del Himalaya. No solo eso, las cimas de estas montañas están edificadas. Edificios extraños, ciudades enteras de arquitecturas decididamente no humanas, se extienden kilómetros y kilómetros a lo largo de esa cordillera titánica.

Las excavaciones que realizan a los pies de la misma no son menos sorprendentes: en una caverna subterránea encontrada al horadar el hielo hallan numerosos restos fósiles de diversas eras. Y junto a estos, un grupo de cadáveres de seres por completo desconocidos. Por el estrato en el que han aparecido, se les calcula una antigüedad de quinientos millones de años, a pesar de lo cual los cuerpos apenas se han degradado. Aparecen encogidos, como deshidratados, pero no descompuestos ni petrificados. Un examen visual ni tan solo permite determinar si eran una forma de vida animal o vegetal, ya que tienen características de ambas. Diseccionan algunos de los cadáveres, pero son incapaces de reconocer los órganos internos.

La expedición está en ese momento dividida en dos grupos. El principal, que es el que realiza estos descubrimientos, y el de apoyo (al cual pertenece el narrador) que permanece en el campamento base. Los informes sobre los descubrimientos que envía por radio el grupo principal cesan de pronto. Tras un largo silencio, el grupo de apoyo va en su busca, suponiendo que han sufrido alguna clase de percance.

Lo que encuentran es el campamento del otro grupo completamente arrasado. Algo ha asesinado tanto a los expedicionarios como a los perros, y ha destrozado todos los equipos que no se han llevado. Los cuerpos de los misteriosos seres encontrados en la cueva han desaparecido, excepto aquellos a los que ya se había hecho la autopsia para examinar sus órganos. Estos han sido enterrados bajo montículos de rocas a los que se ha dado forma de estrella de mar. No solo esto, sino que uno de los hombres y uno de los perros han sido arrastrados a la misma mesa en la que se practicó la autopsia de los seres, y diseccionados metódicamente. 

Los componentes del segundo grupo deciden dar por terminada la expedición y pactan entre ellos no revelar jamás algunas de las cosas que han visto. Oficialmente, achacarán la destrucción del campamento y la muerte de hombres y perros a una fuerte tormenta de hielo. Habiendo desaparecido los cadáveres de las criaturas, nadie creería su historia.

Antes de volver al campamento base, se realizan otros vuelos de observación para verificar los informes recibidos sobre las montañas. El narrador, William (geólogo) y Danford (piloto) son los encargados de realizar el último de estos vuelos, y los únicos que deciden tomar tierra en una zona despejada para inspeccionar por dentro uno de los edificios.

Casi todo el cuerpo del texto es la descripción exhaustiva de la ciudad, tanto vista desde fuera como de su interior, y de lo que encuentran en ella. Es una construcción inmensa, abandonada, muerta desde hace mucho. Tras examinar durante horas los dibujos en bajorrelieve que cubren los muros, logran hacerse una idea bastante aproximada de quien la construyó. 

Todo parece indicar que las criaturas con aspecto de planta encontradas por el primer grupo fueron los pobladores originales de la Tierra. Llegaron desde el espacio cuando la Tierra era una simple roca sin vida, y fueron ellos los que dieron origen a esta. Crearon una raza de sirvientes amorfos, y otros seres a los que criaron como ganado y alimento. 

Los grabados que indican esto parecen hacer referencia a periodos de tiempo muy anteriores a la aparición de los dinosaurios y los mamíferos, criaturas generadas accidentalmente por los residuos de los experimentos de esta raza, del mismo modo que los parásitos se forman en las basuras de los humanos. Todos los seres naturales que habitan actualmente la Tierra, incluidos los humanos, serían por tanto una consecuencia accidental de la vida diaria y los desperdicios dejados por esta primera raza.

Las criaturas con aspecto de planta, a las que el narrador bautiza como los Antiguos, prosperaron durante cientos de millones de años. Libraron guerras contra las Semillas Estelares de Cthulhu, y contra los propios seres que habían creado como esclavos, que evolucionaron hasta alcanzar niveles peligrosamente altos de inteligencia. Aunque sobrevivieron a ambos conflictos, quedaron tan debilitados que su cultura entró en una franca decadencia. 

Cuando los hielos de la era glaciar comenzaron a cubrir todo el planeta, los Antiguos habían perdido ya la capacidad de viajar entre mundos, y los pocos que quedaban entraron en trance para huir de la muerte. Un trance del que solo saldrían cuando fueran despertados por algo o alguien.  

William comprende llegado a este punto que los seres que el primer grupo encontró eran parte de estos últimos Antiguos. Que los que fueron diseccionados para examinar su anatomía se encontraban vivos, sumidos todavía en ese trance. Y que fueron los otros, en cuanto despertaron y vieron lo ocurrido, los que arrasaron el campamento y enterraron a sus congéneres.

Este es un relato con el que hay que ser algo tolerantes. La cantidad de información que deduce William en las horas que está examinando los dibujos de los murales es exagerada. Solo mediante una sucesión de imágenes esquemáticas, difícilmente se pueden precisar periodos de tiempo, o detalles muy concretos sobre la organización social y política de toda una cultura alienígena. 

Viendo los dibujos, William deduce, por ejemplo, que los Antiguos controlaban a sus monstruosos esclavos (los Shoggots) mediante una sutil telepatía reforzada con ordenes verbales, y que los Shoggots eran a su vez incapaces de hablar, pero imitaban los sonidos que oían con frecuencia. Cuando nos relata la guerra contra la Semilla Estelar de Cthulhu, indica incluso como se efectuó el reparto de territorios del mundo tras acordar una tregua con ellos, y otros detalles sumamente concretos.

Considero que, teniendo en cuenta que cerca de la mitad del libro son las descripciones de William de la arquitectura, cultura e historia de los Antiguos, y que todo son datos muy precisos, es imposible que sean fruto de la simple deducción. Se necesitarían años de investigación para llegar a esas conclusiones sin ningún conocimiento previo. Tras mirar unos murales con dibujos durante algunas horas, sin el apoyo de textos o cifras comprensibles y sin ninguna preparación anterior, no se llega a comprender tantos conceptos abstractos.

Existe sin embargo otra posibilidad (tengo mi propia teoría al respecto). Puesto que se nos dice que los Antiguos influían mentalmente en los Shoggots para controlarlos, podría ser que un Antiguo, consciente de la presencia de William en la ciudad, estuviera explicándole mentalmente el significado de lo que veía en los bajorrelieves.

En su deambular por la ciudad, William y su acompañante encuentran los equipos y elementos que faltaban en el campamento, amontonados en una de las salas. También llega a la conclusión que el humano y el perro que aparecieron diseccionados no tuvieron ese fin como represalia por haber diseccionado a varios Antiguos en letargo, sino por el mero afán de investigación y conocimiento. Los Antiguos eran sabios, científicos y exploradores básicamente pacíficos. William llega incluso a comprender que fue el miedo que estos debieron sentir al despertar de su letargo y hallarse en poder de unos seres desconocidos (que además habían despedazado a varios de ellos) lo que los llevó a matar a humanos y perros. 

Una de las cosas que caracteriza a En las montañas de la locura sobre todos los otros relatos de Lovecraft, es que no da una imagen negativa de los monstruos. Los Antiguos no se corresponden para nada con el concepto de horror cósmico habitual en su obra. Muy al contrario, Lovecraft parece describir aquí a una sociedad ideal, una a la que sin duda le hubiese gustado pertenecer. Una sociedad de sabios, pacíficos e inconcebiblemente longevos. Ajena al odio y la ira, centrada en el desarrollo personal tanto como en el común. Capaz de vivir en el mar si le apetecía (una de las muchas fobias de Lovecraft), sin necesidad de reproducción sexual (otra de sus fobias, según se dice), y cuya máxima aspiración en la vida fuera acumular conocimientos y experiencias que resultaran útiles a las futuras generaciones.

Estoy convencido que Lovecraft reflejó en los Antiguos todas sus aspiraciones y sueños truncados. Si sus otros relatos, repletos de seres de infinito e inhumano horror, eran una forma de exorcizar sus propias fobias y el terror que parecía sentir hacia la existencia misma, este relato fue una forma de visualizar la realidad de la que le hubiese gustado formar parte. ¿Qué otra cosa cabe entender, después de ver como los describe ya casi al final del relato:

“¡Pobres infelices! Después de todo, a su manera, no eran seres malignos. Eran los hombres de otra era y otro orden natural /…/ ¡Pobres Antiguos! ¿Habían hecho quizá algo que nosotros no hubiéramos hecho en su lugar? ¡Dios, que inteligencia y persistencia! /…/ Radiados, vegetales, monstruosos, extraterrestres… ¡No importa lo que fuesen, eran hombres!”

Y si los Antiguos despertados de su letargo volvieron a la ciudad tras su encuentro con los humanos ¿no sería factible que, como seres altamente inteligentes y evolucionados, trataran de llegar a algún tipo de entendimiento con la nueva raza que poblaba la Tierra? ¿Qué uno de ellos fuera influyendo de forma remota en la mente de William para que este entendiera plenamente lo que representaban los murales que estaba observando? El relato no hace ninguna referencia a esto, pero es la única explicación que le encuentro.

De hecho, a partir de cierto punto, William indica que las tallas en los muros se vuelven más toscas y primitivas, y lo atribuye a esa época de decadencia de los Antiguos. Llega un momento en que al mirar los muros no ve más que adornos y símbolos geométricos muy bastamente grabados. ¿Podría ser que, en realidad, el Antiguo que estaba en contacto con él hubiera interrumpido esa conexión en la que le estaba dando a conocer su historia? ¿Y que debido a eso William dejó de entender los grabados?

Hubiese sido fascinante que Lovecraft nos relatara el encuentro físico entre humanos y Antiguos, un diálogo, una mutua comprensión. Pero poco después de dejar de entender las tallas de los murales, William y Danford encuentran un grupo de Antiguos recientemente despedazados …y algo comienza a perseguirlos. Un Shoggot, salido de no se sabe dónde, vaga por la ciudad. Es posible que estuviera allí desde el principio. Que llevara los últimos quinientos millones de años errando al azar por los corredores vacíos, desde que los Antiguos los abandonaron. O que se hallara aletargado, como sus odiados amos, y el regreso de estos a la ciudad lo hubiera despertado. No tenemos modo de saberlo. Con los últimos Antiguos muertos y un Shoggot acechándolos, a los protagonistas no les queda más que tratar de huir del ancestral horror que sus excavaciones han liberado a un mundo por completo indefenso y desprevenido.

Personalmente, considero que En las montañas de la locura es una obra imprescindible para todo aquel que realmente quiera entender el modo de pensar de Lovecraft, en lugar de simplemente imaginárselo.

Respecto a los puntos en común entre esta novela y las otras dos ya citadas, el mas evidente es la localización geográfica. También que las tres estén narradas en forma de diario o relato puesto por escrito por uno de los protagonistas. La presencia de fauna extraña, prehistórica (el oso gigante aparentemente inmune a las balas al que Dirk Peters mata arrancándole la columna, en el relato de Poe, y los pingüinos gigantes, albinos y ciegos en el de Lovecraft). Las construcciones imposibles de origen no humano (la esfinge de los hielos en el relato de Verne y la ciudad de los Antiguos en el de Lovecraft). Los finales, siempre trágicos. El grito de “¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li!” (que graznaban unas aves sin identificar en el relato de Poe y que Lovecraf hace extensible a los Shoggots). Pero, ante todo, el ambiente extraño, común en mayor o menor medida a todos, de llegar a un punto a partir del cual se parece haber dejado atrás el propio mundo para internarse en otro diferente. Uno donde el mismo concepto de realidad empieza a fallar y tambalearse.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

In the Mountains of Madness. 1931. Howard Philips Lovecraft. Publicado en 2004 por Editorial EDAF.

2 comentarios:

  1. Tengo muchas ganas de leer esta "trilogía". Sabía de su existencia, pero todavía no me he puesto a ello.
    Gracias por resumirla y compartirla :)
    Algún día haré lo propio en mi blog ^^U

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    1. Gracias ^_^
      Si tienes intención de leerlos en orden, te aviso que la pérdida de COR por cada uno de ellos es, respectivamente, 1d8, 1d6, y 1d12 ^_^

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