EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETO QUELIBROLEO 2021
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Esta novela
corta es probablemente lo más conocido de su autor. Se podría considerar casi
biográfica, ya que está inspirada en diferentes experiencias vividas por
él durante sus viajes por África, todas unidas como un solo relato. Narra la historia de un marinero, Marlow, al que se pone al mando de un descacharrado
vapor con el que debe remontar el rio Congo.
Se publicó
en forma de fascículos en 1889, y está narrada como algo que tuvo lugar al menos una década atrás. En esa época los africanos aún eran considerados por
el resto del mundo como un recurso natural más al que se podía (y debía) domar y adiestrar, enseñándoles a imitar a los humanos civilizados en algunos aspectos. El autor no recurre a la salida fácil de pintar a su personaje como especial, como alguien con
valores morales muy superiores a los de su época. Marlow no siente un odio o
desprecio particular hacia los negros, pero tampoco da valor a sus vidas ni le
preocupa lo mucho o poco que se les esté explotando. Simplemente, está allí
para hacer un trabajo.
Una compañía que se dedica a la importación de materias primas
africanas le contrata para recorrer el Congo rio arriba. La compañía
quiere relevar a Kurtz, uno de sus encargados, y Marlow debe llegar
hasta él pasando por las diferentes estaciones, nombre que reciben los
asentamientos que se han ido levantando al avanzar por el rio. Estas estaciones
le son descritas como faros de civilización y prosperidad en medio del África
más primitiva, como una bendición para los nativos a los que el mundo moderno debe salvar de su atrasada forma de vida.
A medida que Marlow transita rio arriba por las diferentes estaciones, comprueba que todas son caóticas. No parece haber ningún tipo de coordinación entre ellas. Cada una está al cargo de un europeo que está más paranoico que el de la estación anterior, y tiene bajo su mando a montones de trabajadores negros desnutridos y enfermos, que ni tan solo parecen saber que están haciendo allí.
Los supuestos faros
de civilización son en realidad pozos de miseria. Todas las estaciones
parecen carecer de algún elemento vital necesario para cumplir con su cometido,
por lo que básicamente todo el trabajo que realizan es inútil, y no tienen
razón de ser. Los envíos de material de una a otra, cuando los hay, son
aleatorios y consisten en cosas innecesarias o no solicitadas, mientras que el
equipo que necesitan se pudre y oxida en las estaciones vecinas sin que nadie
mueva un dedo por transportarlo. Lo único a lo que se concede importancia,
hasta el extremo de la paranoia, es al marfil, el oro blanco de África,
el verdadero motivo por el que se ha montado todo ese tinglado.
Pero en cada
lugar por el que pasa, a Marlow se le habla de Kurtz, el encargado de la última
de las estaciones. Se le habla de él como un ser
legendario. Se alaba su indudable sabiduría, benevolencia, valentía, el gran beneficio
que su presencia allí supone para los nativos. La realidad, y Marlow termina
dándose cuenta de ello, es que los encargados de las estaciones temen a Kurtz.
Ningún blanco se
ha adentrado tanto en la jungla como Kurtz, ni ha permanecido allí tanto tiempo
como él. No es solo miedo hacia el hombre en sí, lo es también hacia su posición,
puesto que, si la compañía ha decidido reemplazar a Kurtz, uno de los encargados
de las otras estaciones podría ser enviado a cubrir su puesto. Y eso es lo que en verdad les aterra: adentrarse aún más en esa jungla ignota que va aislando y brutalizando lentamente sus mentes y almas.
Marlow sigue a pesar de todo rio arriba, hacia Kurtz. Hacia el hombre que ha sabido domar el corazón de la jungla. La idea de conocerle llega a obsesionarle. Su tripulación está compuesta por caníbales a los que se ha dado la instrucción justa para que cada uno de ellos realice una tarea específica a bordo, pero las llevan a cabo de forma ritualizada, sin entender por qué son necesarias. Para ellos la caldera hierve y lanza chorros de vapor porque contiene un espíritu furioso que debe ser aplacado con carbón y cánticos para evitar que les maldiga a todos.
También se ve
obligado a transportar con él a un grupo de pioneros, cuya única actividad civilizadora o modernizadora es
disparar contra la jungla desde la cubierta del barco cuando ven algo moverse
entre los árboles, sea animal o nativo. El barco está lleno de gente, pero Marlow se siente solo, el único hombre
cuerdo en cientos de kilómetros a la redonda, y por eso ansía llegar por fin
hasta el grandioso Kurtz, como si conocerle diera sentido a todo.
Esto se nos muestra de forma especialmente clara en un capítulo en el que llega a una estación
que ha sido abandonada. Marlow encuentra un viejo libro de diseño náutico que
le provoca una sensación de extraña añoranza. Porque allí, en medio de la
jungla, un libro técnico repleto de cifras y medidas representa un fragmento de
un mundo donde las cosas todavía tienen lógica. Donde el peso de los objetos se
mide por kilos o gramos, y no por la cantidad de negros necesaria para cargar
con ellos. Donde el trabajo se mide por objetivos y etapas, y no por la
cantidad de negros que se calcula que morirán llevándolo a cabo.
Finalmente,
Marlow llega hasta la última estación. Lo que halla es a un Kurtz consumido por
la fiebre y las enfermedades, completamente loco, que ha creado entre los nativos un culto en torno a él. Estos le adoran como a un dios. Cientos de
negros desnudos armados con lanzas le obedecen ciegamente, dispuestos a matar mil veces a
Marlow y su tripulación si Kurtz lo ordena. Su choza está rodeada de estacas
con cabezas cortadas clavadas en ellas, las de los nativos que se le han opuesto o le han desagradado.
Pero Kurtz está
demasiado débil ya. Su voz es un susurro, y sus palabras un galimatías. Los nativos no hacen ningún intento
serio por detener al vapor cuando se lo llevan, pues Kurtz es su dios, y si se
lo llevan, ha de ser porque este así lo desea.
Kurtz muere
durante el viaje de regreso. En su agónico delirio, entrega a Marlow un puñado
de páginas donde ha recogido toda su sabiduría, para que quede
constancia de ella. El legado de Kurtz, titulado “Supresión de las
costumbres salvajes”, no es más que un panfleto idealista que comienza exponiendo
la necesidad de civilizar a los nativos, y concluye con la frase “¡Exterminad
a todas esas bestias!”.
Me ha parecido
un libro muy bien escrito. Y breve, lo cual juega a su favor, pues de ser más
largo el lector terminaría por acostumbrarse al ambiente malsano. Y a la sensación de
irrealidad, de estar en otro mundo sin haber salido del propio, que es esencial en
la historia.
Siempre se dice
que este libro es una crítica feroz al colonialismo, al racismo, y la
explotación a la que se sometió al continente africano. Y sí, eso es lo
que puede verse en una lectura superficial, pero yo creo que eso es solo el
decorado. La situación descrita en él todavía se daba cuando el libro se
publicó. Todo lo que en él se cuenta debió sonar más exótico que horrible a los potenciales lectores de su época. Es nuestra mentalidad actual lo que hace que lo descrito en sus páginas nos parezca
incorrecto.
Es por esto que no considero que sea una crítica concreta al colonialismo y el racismo. La misma historia podría contarse en mil escenarios diferentes. De hecho, la película Apocalipsis Now, ambientada en la guerra de Vietnam, está basada en este libro.
Puede que Conrad escribiera esto solo como una novela de aventuras que, vista hoy en dia, resulta especialmente oscura. O puede que, habiendo vivido él situaciones similares, tuviera un concepto más realista de la situación del que tenían sus coetáneos. La verdadera critica del libro, en caso que se escribiera con esa intención, es a la propia oscuridad del alma humana. A la crueldad y el desprecio por la vida que igual puede manifestarse en la profundidad de la jungla, que en el centro de cualquier capital del primer mundo. El gran enemigo de la humanidad siempre será la propia humanidad, y el territorio salvaje que el hombre debe esforzarse en colonizar y doblegar, es su propia alma.
Emocionalmente agotado me quedé tras leerlo, os lo digo de verdad. El caso es que ya lo había leído bastantes años atrás y no me impresionó tanto, pero, ya sabéis, los libros son como la comida. Un mismo plato puede gustarte más o menos, sentarte mejor o peor, dependiendo de como te encuentres tú en ese momento, aunque el plato sea exactamente el mismo.
Y esta ha sido mi segunda lectura del Reto Quelibroleo 2021. La siguiente que toca, en marzo, será Llegendes del Sol i la Lluna, de Carlos Cano.
El corazón de las tinieblas. 1889. Joseph Conrad. Publicado en 2006 por Editorial Juventud.
Quiero leer este libro algún día y por tanto no he leído el resumen completo, sólo un par de párrafos. Cuando os escriba la próxima vez con motivo del reto os hablaré de una editorial que tiene una colección muy interesante que incluye este título.
ResponderEliminarPerfecto. Yo ya casi solo compro libros en mercadillos y tiendas de segunda mano, pero nunca sobra estar al tanto de lo que hacen las editoriales.
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