EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.Saludos, ávidos lectores.
Los que estéis siguiendo los avances de la exploración de Marte sabréis ya que hace unos días, Ingenuidad (uno de los drones del robot Perseverancia) realizó un pequeño vuelo de reconocimiento por control remoto, para echar un vistazo por los alrededores.
Pensad que el primer avión
funcional se fabricó en 1903, y apenas ciento veinte años después de haber aprendido a volar, somos
capaces mover por control remoto un dron situado en otro mundo, a más de doscientos
millones de kilómetros de distancia. Es algo sobre lo que reflexionar: el
potencial tan enorme que tenemos, y la frecuencia con que lo desperdiciamos o le damos un mal uso.
La idea de
viajar a otros mundos y establecerse en ellos es muy antigua. A medida que sabemos más sobre el universo, expandirnos por él parece cada vez más posible, pero menos prometedor. En cualquier caso, como
dijo Karl Sagan en una ocasión (al menos, creo que fue él quien lo dijo) “El universo no es algo que debamos conquistar, sino explorar con asombro y humildad”.
El bolsilibro
que comentaremos hoy no está entre mis preferidos, pero tiene una temática
adecuada para la ocasión, y varios aspectos a destacar. Se escribió en 1978,
aún en plena fiebre de la primera película de Star Wars, estrenada solo un año
antes, y que por aquel entonces era la historia de ciencia ficción a imitar.
En lugar de un
enfoque de aventuras en el espacio, repletas de combates entre naves, armas
láser y montones de razas alienígenas, que era lo que primaba en esas fechas, Una casa en Marte tiene un planteamiento realista.
La humanidad no
ha salido del sistema solar. Hay colonias en Marte y Saturno, y nuestra pequeña
y bella Luna es ahora una prisión. El protagonista es Sylvester Digby, un
minero de asteroides independiente. Su objetivo en la vida es reunir suficiente
dinero para comprar una casita-cúpula en Marte, y establecerse allí. Debido a
que Marte está en sus primeras etapas de colonización y terraformación, la vida
es dura todavía, exenta de comodidades, y la población es muy escasa. Se podría
decir que la historia que se nos plantea es en realidad una versión espacial
del pionero del salvaje oeste americano, que busca oro para comprarse una
granja en Arizona. Digby no tiene más objetivo en mente que ese, minar recursos
con los que comprar una parcela en un paraje solitario y aún apenas explorado,
que ya no es posible encontrar en la Tierra.
Digby (curioso
nombre para un minero, por cierto, teniendo en cuenta que dig significa cavar)
ha encontrado un gran asteroide en cuya composición hay numerosos metales valiosos,
incluyendo oro, plata y platino. Su pequeña nave monoplaza solo cuenta con un
equipo mínimo, insuficiente para rentabilizar a gran escala su descubrimiento. Coloca una
sonda en el asteroide para ser capaz de volver a localizarlo y va a una de las
colonias de Saturno en busca del equipo que necesita para extraer y refinar el
mineral.
Mientras está allí
haciendo sus negocios se entera que han raptado a Fay, la hija de un magnate que
cuenta con el monopolio del transporte de mercancías entre planetas. El Sr.
Stallion (el padre de Fay) no es precisamente alguien querido por los mineros y
colonos debido a que sus tarifas son abusivas, y a base de amenazas y sabotajes
ha ido apoderándose de todos los negocios de la zona.
Precisamente, el
almacén del que Digby esperaba proveerse es destruido por matones de Stallion, para arruinar a la dueña y comprarle a continuación el negocio por un precio
irrisorio. A pesar este inconveniente, Digby vuelve a su asteroide decidido a
minar lo que pueda.
Una vez en el
asteroide, descubre que en su ausencia alguien ha establecido allí un pequeño zulo
estanco aprovechando una cueva. La banda que raptó a Fay la tiene encerrada en
espera del rescate. Digby la libera, la lleva hasta su nave, y da el aviso a
las autoridades.
Un detalle
interesante sobre el personaje, es que se aleja de los típicos héroes de
bolsilibro, que solían ser irreflexivos y pasionales, y se guiaban principalmente por el
afán de hacer justicia o de vengar una afrenta. Digby, en lugar de llevar él
mismo a Fay a Saturno, espera a que alguien venga a recogerla. Su razonamiento
es que tardará cerca de un mes en llegar a Saturno, lo mismo que tardará una nave de Saturno
en llegar hasta ellos, y por tanto, puede dedicar ese mes a seguir minando su asteroide
en lugar de perderlo llevando a Fay con su padre.
Esta actitud se
repite a lo largo del relato, habiendo momentos en los que Digby da prioridad a
pasar tiempo trabajando antes que a poner a salvo a Fay, desenmascarar a sus raptores, o
vengar la muerte de dos personas cercanas a él a las que asesinan
por haberle ayudado en algo. Digby no es pasional, sino práctico, y prioriza su
trabajo y su propio objetivo en la vida por encima del de los demás.
Sin embargo, las
cosas se le complican. Cuando las autoridades aparecen para recoger a Fay, le
acusan a él de haberla raptado y le detienen. Confiscan su nave con todo lo que
contiene, incluido el mineral que ya ha refinado y la licencia de propiedad del
asteroide. En el juicio que se celebra contra él, la propia Fay declara haber
sido raptada y violada por Digby, ante la estupefacción de este, que además de rescatarla
en todo momento se ha comportado como un (rudo) caballero con ella.
Digby se fugará
de prisión, raptará (esta vez sí) a Fay para que le aclare el asunto, y todavía
con la policía pisándole los talones… volverá a su asteroide a seguir minando. Hay
héroes que lo son por valientes, y otros que lo son por cabezones, y Digby es
del segundo grupo.
Toda la historia
va alternando una y otra vez las mismas situaciones: la convivencia con Fay en
las incomodas estrecheces de la pequeña nave, los encuentros de Digby con los
matones de Stallion y los raptores de Fay (que resultan ser los mismos), el lidiar
con la policía que le persigue, el volver a minar como si nada más importara…
se hace un poco repetitivo y la historia parece artificialmente alargada para llegar
al número de páginas requerido por la editorial, pero no está mal.
Finalmente,
Digby logrará demostrar su inocencia, reclamar su asteroide, comprarse un
terrenito en Marte, y de propina se liará con la joven y supermillonaria Fay,
que nunca está de más. Realmente no tiene lugar en Marte, y en cuanto la
historia termina, la casa del título apenas está empezando a construirse, pero
eso es lo de menos.
Por cierto, si
estáis planeando ir a visitar Marte un día de esto, os recomiendo que reservéis
billete para el 28 agosto de 2287. En esas fechas Marte solo estará a 55 millones de kilómetros de la Tierra,
por lo que el viaje será más barato. Y con un poco de suerte os coincidirá con
las vacaciones de verano.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Una casa en Marte. 1978. Glenn Parrish [Luís García Lecha] (texto) Miguel García (portada). La conquista del espacio nº 424. Editorial Bruguera S.A.
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