MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 21 de abril de 2021

UNA CASA EN MARTE

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                          ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.
 

Saludos, ávidos lectores.

Los que estéis siguiendo los avances de la exploración de Marte sabréis ya que hace unos días, Ingenuidad (uno de los drones del robot Perseverancia) realizó un pequeño vuelo de reconocimiento por control remoto, para echar un vistazo por los alrededores.

Pensad que el primer avión funcional se fabricó en 1903, y apenas ciento veinte años después de haber aprendido a volar, somos capaces mover por control remoto un dron situado en otro mundo, a más de doscientos millones de kilómetros de distancia. Es algo sobre lo que reflexionar: el potencial tan enorme que tenemos, y la frecuencia con que lo desperdiciamos o le damos un mal uso.

La idea de viajar a otros mundos y establecerse en ellos es muy antigua. A medida que sabemos más sobre el universo, expandirnos por él parece cada vez más posible, pero menos prometedor. En cualquier caso, como dijo Karl Sagan en una ocasión (al menos, creo que fue él quien lo dijo) “El universo no es algo que debamos conquistar, sino explorar con asombro y humildad”.

El bolsilibro que comentaremos hoy no está entre mis preferidos, pero tiene una temática adecuada para la ocasión, y varios aspectos a destacar. Se escribió en 1978, aún en plena fiebre de la primera película de Star Wars, estrenada solo un año antes, y que por aquel entonces era la historia de ciencia ficción a imitar.

En lugar de un enfoque de aventuras en el espacio, repletas de combates entre naves, armas láser y montones de razas alienígenas, que era lo que primaba en esas fechas, Una casa en Marte tiene un planteamiento realista.

La humanidad no ha salido del sistema solar. Hay colonias en Marte y Saturno, y nuestra pequeña y bella Luna es ahora una prisión. El protagonista es Sylvester Digby, un minero de asteroides independiente. Su objetivo en la vida es reunir suficiente dinero para comprar una casita-cúpula en Marte, y establecerse allí. Debido a que Marte está en sus primeras etapas de colonización y terraformación, la vida es dura todavía, exenta de comodidades, y la población es muy escasa. Se podría decir que la historia que se nos plantea es en realidad una versión espacial del pionero del salvaje oeste americano, que busca oro para comprarse una granja en Arizona. Digby no tiene más objetivo en mente que ese, minar recursos con los que comprar una parcela en un paraje solitario y aún apenas explorado, que ya no es posible encontrar en la Tierra.

Digby (curioso nombre para un minero, por cierto, teniendo en cuenta que dig significa cavar) ha encontrado un gran asteroide en cuya composición hay numerosos metales valiosos, incluyendo oro, plata y platino. Su pequeña nave monoplaza solo cuenta con un equipo mínimo, insuficiente para rentabilizar a gran escala su descubrimiento. Coloca una sonda en el asteroide para ser capaz de volver a localizarlo y va a una de las colonias de Saturno en busca del equipo que necesita para extraer y refinar el mineral.

Mientras está allí haciendo sus negocios se entera que han raptado a Fay, la hija de un magnate que cuenta con el monopolio del transporte de mercancías entre planetas. El Sr. Stallion (el padre de Fay) no es precisamente alguien querido por los mineros y colonos debido a que sus tarifas son abusivas, y a base de amenazas y sabotajes ha ido apoderándose de todos los negocios de la zona.

Precisamente, el almacén del que Digby esperaba proveerse es destruido por matones de Stallion, para arruinar a la dueña y comprarle a continuación el negocio por un precio irrisorio. A pesar este inconveniente, Digby vuelve a su asteroide decidido a minar lo que pueda.

Una vez en el asteroide, descubre que en su ausencia alguien ha establecido allí un pequeño zulo estanco aprovechando una cueva. La banda que raptó a Fay la tiene encerrada en espera del rescate. Digby la libera, la lleva hasta su nave, y da el aviso a las autoridades.

Un detalle interesante sobre el personaje, es que se aleja de los típicos héroes de bolsilibro, que solían ser irreflexivos y pasionales, y se guiaban principalmente por el afán de hacer justicia o de vengar una afrenta. Digby, en lugar de llevar él mismo a Fay a Saturno, espera a que alguien venga a recogerla. Su razonamiento es que tardará cerca de un mes en llegar a Saturno, lo mismo que tardará una nave de Saturno en llegar hasta ellos, y por tanto, puede dedicar ese mes a seguir minando su asteroide en lugar de perderlo llevando a Fay con su padre.

Esta actitud se repite a lo largo del relato, habiendo momentos en los que Digby da prioridad a pasar tiempo trabajando antes que a poner a salvo a Fay, desenmascarar a sus raptores, o vengar la muerte de dos personas cercanas a él a las que asesinan por haberle ayudado en algo. Digby no es pasional, sino práctico, y prioriza su trabajo y su propio objetivo en la vida por encima del de los demás.   

Sin embargo, las cosas se le complican. Cuando las autoridades aparecen para recoger a Fay, le acusan a él de haberla raptado y le detienen. Confiscan su nave con todo lo que contiene, incluido el mineral que ya ha refinado y la licencia de propiedad del asteroide. En el juicio que se celebra contra él, la propia Fay declara haber sido raptada y violada por Digby, ante la estupefacción de este, que además de rescatarla en todo momento se ha comportado como un (rudo) caballero con ella.

Digby se fugará de prisión, raptará (esta vez sí) a Fay para que le aclare el asunto, y todavía con la policía pisándole los talones… volverá a su asteroide a seguir minando. Hay héroes que lo son por valientes, y otros que lo son por cabezones, y Digby es del segundo grupo.

Toda la historia va alternando una y otra vez las mismas situaciones: la convivencia con Fay en las incomodas estrecheces de la pequeña nave, los encuentros de Digby con los matones de Stallion y los raptores de Fay (que resultan ser los mismos), el lidiar con la policía que le persigue, el volver a minar como si nada más importara… se hace un poco repetitivo y la historia parece artificialmente alargada para llegar al número de páginas requerido por la editorial, pero no está mal. De hecho, todo el asunto del rapto, el juicio amañado, la fuga de prisión, algún que otro tiroteo… me ha resultado menos llamativo que los entresijos de la minería en sí. La parte en la que describe como extrae mineral en gravedad cero, nombra los equipos que va a necesitar, los porcentajes de cada mineral que calcula obtener, o la terminología (por ejemplo, que se refiera a la roca sin cribar como ganga) me ha resultado más interesante que el resto de la historia, que se supone que es la parte emocionante.

Finalmente, Digby logrará demostrar su inocencia, reclamar su asteroide, comprarse un terrenito en Marte, y de propina se liará con la joven y supermillonaria Fay, que nunca está de más. Realmente no tiene lugar en Marte, y en cuanto la historia termina, la casa del título apenas está empezando a construirse, pero eso es lo de menos.

Por cierto, si estáis planeando ir a visitar Marte un día de esto, os recomiendo que reservéis billete para el 28 agosto de 2287. En esas fechas Marte solo estará a 55 millones de kilómetros de la Tierra, por lo que el viaje será más barato. Y con un poco de suerte os coincidirá con las vacaciones de verano.  

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Una casa en Marte. 1978. Glenn Parrish [Luís García Lecha] (texto) Miguel García (portada). La conquista del espacio nº 424. Editorial Bruguera S.A.

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