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lunes, 14 de junio de 2021

CONAN ATRAVIESA EL DESIERTO DE KOTH

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                           ¡ALERTA DE EXPOILERZ!  

                                             Presentado por… el profesor Plot.
 

Saludos, indómitos guerreros.

Entre los números 149 y 153 de Conan el Bárbaro, nuestro cimerio preferido se dedicó a cruzar el desierto de Koth. Una de sus habituales desavenencias con la ley le obligó a hacerlo por fuera de las rutas comerciales, y a alejarse por tanto de los oasis y las pequeñas poblaciones con pozos que las caravanas recorren.

 

Además del abrasador calor y la inmensidad de arena estéril, otro peligro que tuvo que afrontar Conan en esta etapa fueron los ghamud, una desquiciada tribu de fanáticos religiosos obsesionados con la idea de asesinar a todo aquel que no comulgue con sus creencias. Naturalmente, Conan logró cruzar el desierto de Koth, dejando tras de sí unos cuantos ghamud muertos, y proporcionándonos varias aventuras interesantes, que comentaremos a continuación.

El guionista de los nº 149 al 151 fue James Owsley, mientras que Charles Santino se encargó del guion del nº 152. El dibujo de todos ellos corrió a cargo de Val Semeiks.

La casa estrecha (nº 149) y Los guerreros (nº 150): una aventura en dos partes, en la que Conan se enfrenta a tres ghamud que le atacan durante una tormenta de arena. Acaba con ellos y se refugia de la creciente furia del desierto, pero cuando el viento cesa y el polvo se asienta, solo ve dos cadáveres. Un rastro de sangre se aleja de allí donde cayó el tercero. Lo sigue para rematar al ghamud, y evitar que delate su presencia a otros, pero el rastro lo lleva hasta el interior de un templo que la reciente tormenta parece haber dejado al descubierto.

El templo le recuerda a otro que exploró doce años atrás, solo que en esa ocasión se encontraba en las nevadas montañas de su Cimeria natal. En su interior encontró un altar repleto de joyas, pero tuvo que retirarse sin ellas ante una súbita avalancha de monstruos. La arquitectura del templo es tan similar que, a pesar de la distancia que los separa, ambos parecen erigidos por una misma civilización desaparecida. En su interior halla al ghamud malherido, y tras arrancarle el turbante y el embozo que le cubre el rostro descubre que es apenas un adolescente. El muchacho ya no representa un peligro, y Conan renuncia a rematarlo.

Animado por el recuerdo de las joyas que en su momento no pudo llevarse del otro templo, se adentra en este esperando encontrar un altar similar. Efectivamente, lo hay, así como un tesoro mil veces mayor al del otro templo. También los monstruos que lo protegen están presentes, una especie de insectos agigantados, que han permanecido allí encerrados durante quien sabe cuánto tiempo, dormidos, o quizá alimentándose unos de otros. 

La cantidad de criaturas es tal que de nuevo Conan se ve obligado a huir de ellas, llevándose apenas unos puñados de monedas. Mientras corre hacia la salida perseguido por los monstruos, se cruza otra vez con el ghamud. El estúpido niño, adoctrinado desde que nació, intenta apuñalarlo en lugar de pedirle ayuda. Pero tampoco esta vez Conan lo remata, sino que lo deja en manos del destino que le depare su intolerante dios de la muerte.

La puerta (nº 151): Conan se aproxima a unas antiquísimas ruinas en las que los ghamud han establecido un campamento permanente. Aunque preferiría mantenerse alejado de ellos, se ha quedado sin agua, y pretende robarles la suficiente como para llenar sus odres. Las ruinas se alzan en torno a un oasis. Los altos muros condensan la humedad del oasis y concentran el polen y las semillas de las plantas para que el viento no las arrastre, de forma que el lugar es un enorme y frondoso jardín que los ghamud mantienen en exclusiva para ellos. Una pesada puerta de piedra se cierra tras Conan, impidiéndole retroceder y dejándolo encerrado en el jardín. Un sacerdote ghamud se muestra ante Conan, y le dice que su dios se ha encarnado en uno de los habitantes del jardín. Si Conan lo reconoce y lo mata, le permitirán continuar su camino.

Mientras deambula por el jardín buscando una salida, Conan es atacado por un enorme tigre. Logra acabar con él, y aunque recibe algunas heridas durante el combate, no le parece un desafío tan extraordinario como para considerar que el tigre sea el dios encarnado del que le habló el sacerdote. Más adelante se topa con otra criatura, un dinosaurio similar a un velociraptor, que supone un rival de mayor consideración que el anterior. Justo tras matar a la bestia, se encuentra con una tercera criatura… un bebé. Un bebé humano de piel muy clara y cabellos rubios, sentado en el mismo borde de la charca del oasis. 

Conan recuerda que el sacerdote ghamud no le dijo que le resultaría difícil matar a la encarnación de su dios, sino que sería reacio a hacerlo. Enfurecido por los perversos juegos de los ghamud, Conan toma al bebé en brazos y sigue deambulando por el jardín, hasta hallar un punto por el que salir a las ruinas. Sabe que el bebé no soportaría el viaje a través del desierto, así que lo deja en un lugar en el que los guardias ghamud lo encontrarán, con la esperanza que lo mantengan con vida tal como han hecho hasta ese momento. A continuación, abandona el oasis fortificado, quedándose con la duda de si ha logrado huir, o le han dejado marchar por algún oscuro motivo.  

La ciudad de la luz (nº 152): Conan prosigue su penosa marcha por el desierto de Koth. Ha logrado alejarse de la zona de los ghamud, pero sus problemas están lejos de acabar. Su caballo ha sucumbido finalmente a la sed y el calor, y a él poco le falta. Agotado y deshidratado, avanza a trompicones por el desierto sin saber siquiera hacia dónde va. Tras desesperarse siguiendo unos espejismos, llega hasta una hermosa ciudad de muros blancos e impolutos. Cruza las puertas amistosamente abiertas, y se mezcla entre sus alegres gentes, que le ofrecen bebida y diversión. Toda la ciudad parece hervir en una fiesta perpetua.

Conan duda sobre si estará sumido en otro espejismo, aunque puede tocar personas y objetos, y la bebida que baja por su garganta le reconforta y refresca. Pero hay algo decididamente extraño en el lugar, y tan pronto como intenta abandonar la ciudad, esta se lo impide. Los muros crecen, las calles se alargan, y todas las puertas y caminos lo llevan de regreso a la gran plaza central.

Ante la negativa de Conan a quedarse allí, y como respuesta sus repetidas tentativas de marcharse, la ciudad se enfurece. Cada estatua y bajorrelieve de la misma parece cobrar vida, y Conan se encuentra de pronto luchando contra leones de mármol y sátiros de piedra. Durante el combate, una brecha se abre en el muro de la ciudad y en ese momento tanto los habitantes como las estatuas vivientes se desvanecen. Una muchacha, la primera habitante de la ciudad que vio, demora un poco más su desaparición para despedirse de él, y le da a entender que todos viven atrapados allí, como una especie de fantasmas, “condenados” a una felicidad eterna en esa ciudad que no pueden abandonar. 

Aunque Conan duda sobre cuanto a sido real y cuanto ilusión, las bebidas que le ofrecieron en la ciudad le han devuelto las fuerzas, y prosigue su marcha a pie por el desierto.

Y hay una historia más, en el nº 153, que aún transcurre en las ardientes arenas de Koth. No obstante, la dejaremos para otra ocasión, porque encaja mejor en otro grupo de aventuras que queremos comentar. 

Puedes repasar más comics de Conan pulsando aquí.

Narrow House & The Warrio´s Way. 1988. James Owsley (guion).Val Semeiks (dibujo). Conan el bárbaro nº 149 y 150. Publicado en 1989 por Comics Forum.

The Gate.1988. James Owsley (guion).Val Semeiks (dibujo). Conan el bárbaro nº 151. Publicado en 1989 por Comics Forum.

City of Light. 1988. Charles Santino (guion).Val Semeiks (dibujo). Conan el bárbaro nº 152. Publicado en 1989 por Comics Forum.

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