EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
No tenía muchas esperanzas puestas en este título porque ya he leído un par de bolsilibros de Peter Kapra, y ambos se me hicieron una lectura lenta y poco interesante. Este en cambio es todo lo contrario, y el final me parece realmente original.
Nuestra protagonista
femenina es Claire de Lautréamont, secretaria del Jefe del Departamento
Interplanetario de la Federación Europea. ¿En que año tiene lugar la historia,
para contar una Federación Europea con su propia agencia equivalente a la NASA?
Pues en el lejanamente futurista 1984, solo dos años después de cuando se
publicó el libro. Desde luego, esperanzas no le faltaban, al autor.
La primera
expedición terrícola a Marte ha terminado, y ha sido un éxito. Los cinco
hombres que realizaron la hazaña han regresado intactos tras erigir en la
desolada superficie del planeta el primer módulo de una futura base permanente,
a la que cada expedición posterior irá añadiendo nuevos módulos e instalaciones.
La segunda expedición, mucho más ambiciosa, ya está en marcha. Cinco naves,
cada una con diez hombres, ocuparán ese primero modulo para seguir extendiendo
la civilización humana a partir de él.
Los planes
comienzan a torcerse cuando cuatro de esos primeros cinco expedicionarios son aquejados
de enfermedades mentales: paranoia, depresión severa, una completa desgana y
desinterés por todo… son casos tan extremos que los afectados enferman y pierden
las ganas de vivir hasta el punto de, efectivamente, morirse. El único que no
parece afectado es Ugo, el prometido de Claire, el único del grupo que no era científico.
Ugo es un conde italiano, playboy y famosito de mucho renombre en la prensa del
corazón. Lo pusieron allí solo para llamar la atención del público más voluble,
y que debido a su presencia los medios informativos hicieran un seguimiento exhaustivo
de la expedición.
Más extraño aún que
la inmunidad de Ugo, es que otras personas que no participaron en el viaje,
pero estaban de un modo u otro involucradas directamente en el proyecto, comienzan
a acusar los mismos síntomas. Estos afectan también a Claire, que tiene
visiones en las que una espantosa criatura humanoide con cara de besugo y una
encrespada melena le muerde con sus afilados dientes.
Claire acude a un psicólogo
en busca de ayuda. Escoge a uno que parece estar casi arruinado y le ofrece una
enorme suma de dinero a cambio de atenderla bajo sus condiciones. Como no
quiere que el asunto trascienda, se niega a dar su nombre completo, señas de
identidad, a que se haga una ficha de su caso, a que se graben las sesiones, y que
se le realice terapia de hipnosis. El psicólogo, Henri Luys (nuestro
protagonista masculino) le dice que legalmente no puede atenderla en esas condiciones, y Claire
se marcha. Diez días después, la policía acude a la consulta de Henri: han encontrado
a Claire casi catatónica en la consulta de otro psicólogo, que ha aparecido con
la garganta destrozada. Ella misma, tras recuperarse, ha mencionado a Henri. La
honradez profesional que demostró este al rechazar la pequeña fortuna que ella
estaba dispuesta a pagar ha hecho que Claire ahora solo quiera ser atendida por
él, pues se encuentra ya en tal grado de paranoia que no se fía de nadie más.
Claire cree que al otro psiquiatra lo mató el monstruo que se le aparece en sus
visiones, que de algún modo vive en su cabeza y pudo corporizarse para cometer
el asesinato. Tras una serie de investigaciones, Henri parece convencido que se
trata de una variante del mismo mal mental que ha afectado a los otros implicados
en la exploración de Marte, que se manifiesta de forma diferente en cada uno según
su edad cerebral.
Durante una conversación con el conde Ugo, este le presenta a uno de sus socios comerciales, un misterioso individuo llamado Horace que se muestra muy interesado por la evolución del tratamiento de Claire. Algunos días después, mientras esa extraña depresión paranoica sigue extendiéndose, Horace le confiesa abiertamente a Henri ser un habitante del planeta Marte, al que los nativos conocen como Argho. Horace pone las cartas sobre la mesa desde el principio. Los arghanos no pretenden invadir la Tierra, aunque podrían hacerlo. Tampoco quieren impedir que los terrestres colonicen Argho, pues opinan que la civilización debe extenderse y los mundos deben cerrar lazos entre ellos en la búsqueda de una concordia universal. Lo que no quieren, es que esa colonización se efectúe tan pronto.
La raza de los arghanos ha llegado al final de su tiempo de existencia
universal. Viven en el subsuelo, pues la superficie de su mundo hace mucho que
murió, y ellos llevan milenios siguiendo el mismo proceso. Son una raza en
declive, con potencial suficiente para exterminar a los terrestres o sojuzgarles,
y ocupar la aún prospera Tierra, pero no quieren eso. Comprenden que su raza
está genéticamente agotada. Ya hace varias generaciones que no hay nuevos
nacimientos, y en el plazo de un siglo, todos los arghanos que quedan habrán
muerto por causas naturales. La misión de Horace en la Tierra es retrasar las
siguientes expediciones a Marte, para que los suyos puedan morir en paz, con
dignidad, sin espectadores que observen y estudien su extinción. No tienen ningún
inconveniente, en cambio, en que los terrestres ocupen Marte y descubran sus
ciudades subterráneas y su civilización una vez todos ellos hayan desaparecido.
Henri trata de
convencer a Horace que eso puede lograrse sin necesidad de matar a nadie. Se ofrece
a tratar de concertarle una entrevista con el presidente mundial Robles para negociar
el asunto, pero Horace se niega a esto. La conquista de Marte en un gran avance
para los terrestres, y no cree que ninguno de los implicados, que están a punto de grabar sus nombres en los libros de historia como artífices de tal logro, estén
dispuestos a dejar pasar la oportunidad de hacerlo.
A partir de ese
momento, Horace trata de matar en un par de ocasiones a Henri, pero sin sentir
odio hacia él. Al contrario, lo considera un individuo extremadamente inteligente
y valeroso, y por ello, el tipo de terrestre que debe eliminar para frenar el avance humano. También
nos enteramos que el motivo por el Ugo nunca fue afectado por la “enfermedad mental
marciana”, es porque Horace vio que de los cinco humanos que llegaron a Marte, este
era con diferencia el más estúpido y manejable. En realidad, Ugo trabaja para
Horace, que le ha ofrecido una fortuna en diamantes a cambio de su ayuda como “asesor
terrestre” para crear su tapadera.
A pesar que Henri
comprende e incluso apoya los motivos de Horace, no puede aprobar sus métodos,
y enfoca todas sus investigaciones a tratar de detenerle. Quien resuelve la
situación, en cambio, es el idiota de Ugo, que decide acabar con Horace. Aprovechando un momento de distracción de este, lo mata a golpes, puesto que
Horace necesita estar en calma y concentrado para enfocar su mente hacia una
persona e ir carcomiendo poco a poco su cordura. Ugo hace esto para robarle los
diamantes, pero no llega muy lejos. La mansión donde ambos residían estaba
siendo vigilada por la policía a petición de Henri, y tratando de huir de estos, el coche de Ugo se estrella y se convierte en una bola de fuego
con él dentro.
La aparente muerte de Horace pone fin a la dolencia mental que aquejaba a Claire y los científicos. Tras una temporada de reflexión, Claire y Henri se casan. Pasan los años, tienen tres hijos, y cuando ya empezaban a olvidarse del asunto, Henri recibe en su consulta la visita de Horace. Tiene otro aspecto y otro nombre, pero Henri no tarda en reconocerle. Horace, malherido por el ataque de Ugo, regresó a su mundo para regenerarse y consultar a sus líderes, y ha vuelto a la Tierra con una propuesta de estos. Una solución de compromiso para ambas partes.
Los
arghanos aceptarán que cien familias humanas se establezcan con ellos, en sus
ciudades, para ser participes de sus conocimientos y ser los únicos testigos de su
final. Entre ellos deberá haber niños pequeños, que se críen en el ambiente de
Marte y rodeados de su ciencia y su cultura, para convertirse en el punto de
unión entre ambas razas. Y solo cuando el último de los marcianos haya
desaparecido, el resto de la humanidad podrá avanzar sobre el planeta, guiados
por estas cien primeras familias, depositarias de el arte, la ciencia y la
cultura arghana, para que esta no se pierda o malinterprete y pueda sumarse al
conocimiento universal.
Horace (cuyo nuevo
nombre es Edmund) sugiere que la integración de ambas culturas debería ser sencilla porque en realidad ellos… también son cristianos. Esto era algo relativamente común en la ciencia
ficción occidental antigua: los alienígenas, cuando se presentaban como buenos
creían en el Dios cristiano, aunque le dieran otro nombre. Ocurre también, por
ejemplo, en la novela larga Segundo asalto (1954) que relata la
llegada de los humanos a Marte, donde son recibidos por dos
razas diferentes que conviven en perfecta armonía debido a que ambas creen en
Dios. En todos estos casos, la fe en Dios de los alienígenas era algo común a
toda la raza, no existiendo ninguna otra religión, dando a entender que había una relación de causalidad entre eso
y que fueran más inteligentes o tuvieran conocimientos muy superiores a los
humanos. Los que hayáis visto la película de La guerra de los mundos (la
versión original, de 1953) quizá recordareis la escena en la que un sacerdote
comenta, antes del inicio de las hostilidades -Si están más avanzados que
nosotros, entonces es que están también más cerca de Dios.
En cambio, en la
novela de 1908 Estrella roja, del autor ruso Alexander Bógnadov,
se nos presentaba Marte como un mundo con una ciencia y moralidad enormemente
superiores a las terrestre, debido a que los marcianos eran una sociedad plenamente
comunista. Vamos, que lo de tratar de encauzar al público hacia unas
determinadas creencias como parte de una historia de ficción no es algo nuevo,
precisamente.
Me ha gustado
mucho este bolsilibro por la situación que plantea. Los malvados invasores marcianos son en este caso seres sabios y bondadosos que lo único que quieren es que se les de la oportunidad de desaparecer con dignidad, pero que a
pesar de ello al final se muestran abiertos al dialogo y a buscar un punto de
equilibrio mutuamente satisfactorio. Una historia muy poco convencional, la
verdad.
Terror hipnotico.
1982. Peter Kapra [Pedro Guirao Hernández]. Infinitum Ciencia Ficción nº 66.
Producciones Editoriales S.A.
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