EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, irreductibles lectores.
Hace poco uno de
nuestros espías … uno de nuestros informadores del planeta Tierra nos
avisó de lo que a todas luces es algún tipo de catástrofe climática: aparentemente
la temperatura ha descendido tanto en Canadá, que a algunos canadienses se les
ha congelado el cerebro. No cabe otra explicación, teniendo en cuenta lo
ocurrido. Casi cinco mil comics de Astérix, Tintín, Lucky Luke, y cuentos infantiles, han sido amontonados y quemados públicamente en ese por
otro lado bello país desde 2019. El motivo, en teoría, es su contenido altamente degradante para los indios nativos, y ofensivo para las nuevas generaciones.
Esperamos
sinceramente que todos esos canadienses con el cerebro congelado se recuperen
pronto, antes de cometer más desmanes similares. Porque el juzgar una obra como
Tintín en el Congo desde la perspectiva y conocimientos actuales, en
lugar de hacerlo desde la perspectiva y los conocimientos que tenía la gente en
el momento en que se publicó (en 1930) solo es propio de verdaderos témpanos
mentales. ¡Qué excelentes debates se podían haber generado en los colegios,
dando a leer estos comics a los alumnos para que después compartieran opiniones
al respecto! ¡Y en lugar de eso, lo que hacen es quemarlos! Con un poco de
suerte, el calor de las llamas le habrá descongelado el cerebro a alguno de los
pirómanos implicados en esa peculiar quema de brujas.
La destrucción de tantos ejemplares de algo no hace más que aumentar proporcionalmente el valor de los ejemplares que queden, así que hemos desempolvado otro de nuestros viejos (y ahora un poquito más valiosos) comics de Astérix para comentarlo.
Astérix y los
normandos es
el octavo comic publicado en España de este personaje, siendo el noveno en su numeración original francesa. Fue publicado por primera vez en
1968. La que mostramos aquí es una edición de 1980.
Gudurix, sobrino
del jefe Abraracurcix, llega al pueblo de los galos (del que, por cierto, jamás
llegamos a saber el nombre). Lo envía su padre, afincado en Lutecia (el actual París). La vida en
la ciudad ha ablandado a Gudurix, convirtiéndolo en un joven inútil que solo
piensa en divertirse. Abraracurcix encarga a Astérix y Obélix que den al joven
una educación verdaderamente gala, haciendo de él un hombre de provecho.
Al parecer, la idea de que los hombres debían endurecer su carácter en una época donde las guerras eran algo constante, resulta altamente ofensivo hoy en día.
Simultáneamente a
esto, muy lejos de allí, un grupo de guerreros normandos se embarca en su drakar
y surcan las embravecidas aguas en pos de una curiosa misión: van en busca del
miedo. Son guerreros tan feroces que jamás nada les ha asustado. Ignoran por
completo en que consiste la sensación de pasar miedo. Por algún motivo (quizá
por alguna particularidad de su idioma) creen que tener miedo es lo mismo que
ser capaz de volar, y quieren ese poder para ellos. Su viaje los lleva hasta a una
playa a tiro de piedra de la pequeña aldea de nuestros protagonistas.
Aquí nos encontramos con algo también muy ofensivo... humor.
El normando que es enviado a explorar se lleva una gran decepción al comprobar que, al igual que ellos, los galos no conocen el miedo. Sin embargo, Gudurix es una notable excepción, y los normandos lo raptan para que les enseñe el preciado secreto de como pasar miedo. Astérix y Obélix van a rescatarlo, pero los normandos son tan duros comparados con los legionarios romanos a los que están acostumbrados que el combate se eterniza. Astérix llega a un acuerdo con su líder: si les hace asustarse de algo, dejarán libre a Gudurix y se marcharán de las Galias.
La forma en que Astérix les enseña el
miedo a los normandos es… presentándoles al bardo Asurancentúrix, para que les
dé uno de sus recitales. Tras oír su… ejem… melodiosa voz y el dulce rasguñar
de su lira, el animo de los normandos se derrumba y vuelven a su tierra, más
sabios y más acobardados que nunca. La experiencia sufrida a manos de los normandos también fortalece el
carácter de Gudurix, que por fin está listo para volver con su familia convertido
en un verdadero galo.
Tal como nos muestran continuamente los noticiarios, el plantarle cara a quien pretende hacerte daño o abusar de ti de cualquier modo (como un carterista o un okupa, por ejemplo) es algo que hoy en día está mal visto, por lo que esta escena también debió resultar muy ofensiva para los quemadores de libros.
Y como tan sabiamente alecciona el druida Panorémix al final de la historia “No se
puede ser valiente sin conocer el miedo. El verdadero valor consiste en saber
dominar el miedo”. Es algo que no le vendría mal aprender a aquellos que en
lugar de enfrentarse a lo que les ofende o asusta, lo queman para hacer ver que
nunca ha existido. En la edad media también se comenzó quemando libros de medicina
y astronomía porque se pensaba que eso era brujería, y se terminó quemando vivas
a las personas acusadas de haberlos escrito o leído. Esperemos que a nuestros
amigos canadienses se les descongele el cerebro antes de llegar a tanto.
¡En el próximo número, Astérix se pasa al bando de los romanos! Compruébalo tu mismo pulsando aquí.
No sé entiende lo de Canadá, la verdad... Yo leo muchos libros infantiles y a veces me resultan un poco anticuados, pero no por ello los quemaría nunca. Este tomo de Astérix estaba en casa de mi abuela y fue el que más leí, antes de tener los tomos de ¿Salvat? Con todas las historias hasta Astérix en la India. ¡Saludos!
ResponderEliminarSaludos, Gog. Yo tampoco entiendo eso. Incluso admitiendo que, por el paso del tiempo, hay cosas que ya estén desfasadas o se vean hoy desde una perspectiva totalmente diferente, eso les da un valor añadido. No hay forma mejor de entender como se veían las cosas en otra época que mediante los libros o comics (o películas) que fueron éxitos en esa época.
EliminarMe sumo a la incredulidad. Hacer como que nunca ha existido, a parte de que es una gilipollez, puede llevar a caer en los mismos errores...
ResponderEliminarSi, ese es otro punto a tener en cuenta. Quien ignora la historia está condenado a repetirla.
Eliminar