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domingo, 19 de diciembre de 2021

LA SOMBRA DEL GATO y otros relatos de terror

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                          ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Esta es una recopilación de cuatro historias cortas de Concha López Narváez, la primera y más extensa de las cuales es la que presta su título al libro. Cada uno de sus relatos está ambientado en una época diferente (quizá porque Concha fue profesora de Historia) y contiene un elemento mágico o sobrenatural.

La sombra del gato: en el rancho de La Ferrandise, propiedad de la familia Croussac, una gata pare cuatro gatitos. Uno de los cachorros es asombrosamente grande para ser un recién nacido. Es un gato negro que nace con los ojos ya abiertos y mata a sus tres hermanos para acaparar toda la leche materna para él. Los miembros de la familia están aterrados ante la ferocidad antinatural del gato, pero Armand, el dueño del rancho, lo encuentra fascinante y decide quedárselo.

Tres días después, al final de cada uno de los cuales el gato duplica su tamaño, este mata también a la madre y comienza a pasearse por los terrenos como si fueran suyos. A partir de ese momento, cada noche, alguna de las granjas o ranchos colindantes pierde varias reses. Los animales aparecen destrozados a zarpazos, pero sin apenas sangre a su alrededor, como si la bestia que los mató se la hubiese bebido. Los peones de los ranchos se pasan las noches en vela con las escopetas preparadas, pero nadie es capaz de ver nunca al atacante ni detener la matanza de ganado.

Los animales de Armand parecen inmunes a esto, puesto que ninguno es atacado, mientras que sus vecinos no cesan de perder reses. Además, todos los días, cuando Armand acude a sentarse en su sillón preferido, encuentra al gato negro acurrucado junto a este, como esperándole. Armand comprende que de algún modo es su gato el que está esquilmando los rebaños de sus vecinos sin tocar los propios, pero no hace nada por impedirlo porque ello le beneficia. Llega un momento en que los vecinos deben vender sus tierras a muy bajo precio, porque corre el rumor que están endemoniadas y nadie quiere trabajar en ellas. Armand las compra junto con el ganado que queda en ellas, y en el mismo momento en que pasan a ser suyas, los ataques en esas tierras cesan. No tarda mucho en ser dueño de una propiedad inmensa, pero entonces los ataques, en lugar de cesar definitivamente, se recrudecen.

El gato empieza a matar y beberse la sangre de diez de los animales de La Ferrandise cada noche. Tambien toma el puesto de Armand subiéndose al sillón de este en lugar de acurrucarse a su lado, y Armand no es capaz de echarlo de allí. El gato mata incluso al caballo que Armand usaba para recorrer sus tierras, como dándole a entender que ya no lo necesita porque ya no le pertenecen. Llegado a este punto Armand toma la decisión de matarlo… pero también los hombres de los otros ranchos acecharon mucho tiempo al gato con escopetas sin lograr nada con ello.    

La isla de los hombres feroces: el velero Geertruyd, en ruta de Ámsterdam a Tuamote, es arrastrado por una atormenta y encalla en la isla de Lualua. Esta isla tiene mala fama entre los marinos, pues se dice que está habitada por una tribu de salvajes que matan a todos aquellos que arriban a sus costas.

El barco había sido fletado por el Dr. Deventeg para una expedición científica, y es su único pasajero. Cuando el barco encalla la mitad de los marineros mueren o quedan gravemente heridos. Eso lo convierte a él en el único a bordo que no sabe nada de carpintería, ni es capaz de cortar rápidamente un árbol o transformarlo en tablones o aparejos. En la situación en la que se encuentran, es el único inútil a bordo. El capitán quiere reparar el barco y abandonar la isla cuanto antes, por lo que, en lugar de prescindir de alguno de sus hombres valiosos, nombra al doctor como “voluntario” para internarse en la isla a buscar agua y frutas.

Mientras deambula por la isla, Deventeg encuentra varios esqueletos con ropas modernas, pero con las manos deformadas en garras, y largas cabelleras blancas adheridas al cráneo. También presencia un combate entre varios de los salvajes de la isla, y se ve obligado a matar a uno. Él había supuesto que los salvajes visten ropas modernas robadas a los cadáveres de anteriores marinos naufragados, pero los rasgos que advierte en el salvaje que mata son claramente europeos. Cuando regresa al barco lo halla repleto de salvajes, y teme que la tripulación haya sido atacada por estos, hasta que empieza a reconocer los rostros de los marineros en los salvajes de largas garras y blancas barbas y cabelleras. Y ve como sus propias manos se están transformando también en garras, bajo la implacable y misteriosa influencia de la isla.

La verdadera muerte de Sir William de Letchword: la fortuna sonríe a Sir William. Posee un gran feudo heredado de su padre, tierras, vasallos, caballeros, y una vida regalada. Por desgracia, llega un momento en que su rey marcha a la guerra, y la nobleza obliga. Debe liderar a sus caballeros en las batallas a las que le envíe su rey, y está aterrado. Como no desea arriesgarse, pero tampoco quiere quedar expuesto como un cobarde, ordena en privado a uno de sus caballeros empuñar sus armas, montar su caballo, y ceñirse su yelmo.  En definitiva, hacerse pasar por él en en las batallas a la cabeza de sus tropas, mientras él se mantiene en la retaguardia junto a las tropas de reserva.

El caballero, Roger de Reshingam, acepta lo que se le ordena, obediente pero avergonzado. Arriesga su vida en cada batalla, y tras estas, señor y caballero se reúnen para intercambiar nuevamente yelmos, armas y monturas. Sir William se lleva todas las alabanzas por su valor, mientras Sir Roger se traga el orgullo cada vez más amargado.

En la ultima batalla que deben librar para poner fin a la guerra. William ve como Roger queda aislado y le atacan varios enemigos, que logran darle muerte. Comprendiendo que cuando el combate termine, sus caballeros encontrarán en cuerpo de Roger y descubrirán el engaño al quitarle el yelmo al que ellos creen su señor, decide intervenir. Se adelanta en busca del cuerpo de Roger para, aprovechando la confusión aún reinante, recuperar su yelmo. Pero un golpe lo ha abollado, haciendo que quede atascado con la gorguera de la armadura y no pueda quitárselo.

Para salvar al menos su inmerecido honor, opta por abrirle la visera y aplastar con una roca el rostro de Roger, y que así al menos todos den por supuesto que el muerto es él. Entonces descubre que Roger sigue vivo, pero aun así lleva adelante su plan machacándole la cara con la roca. Luego regresa al campamento de su ejército, roba el saco con la soldada de los hombres, y huye llevándose el dinero y renunciando a su antigua vida.

Entre los caballeros que se lanzan en su persecución, sin conocer su identidad, hay uno que no renuncia a seguir buscándolo cuando todos los demás lo hacen. Un caballero que ni tan solo parece rastrearlo, sino dirigirse directamente hacia él en todo momento, como si supiera siempre donde esta. Uno cuyo yelmo, muy familiar para William, está envuelto en un fantasmagórico resplandor.

El anillo del alquimista: en la España del rey Alfonso X, don Jacob Benamiel ha completado un ritual que le ha proporcionado tres anillos. Estos anillos permiten la transformación en ave de todo ser que lleve uno puesto en el momento que él mismo o alguien junto a él pronuncie una serie de palabras mágicas.

Usa uno de los anillos en un ratón. Lo transforma en un pequeño pájaro, y comprueba que, recitando las palabras en el orden inverso, el hechizo se revierte. El segundo anillo lo emplea para, mediante engaños, convertir a uno de sus rivales de la corte en un halcón, que escapa por una ventana. El tercero lo conserva.

Pasan los años, y en 1275, el rey de Marruecos invade España y sus tropas llegan hasta la corte de Sevilla, sitiando el castillo. Cuando la situación se hace insostenible, Jacob usa el último anillo para transformarse a sí mismo en un cuervo, cuyas cuerdas vocales le permitirán pronunciar las palabras a la inversa para recuperar su forma humana, una vez este a salvo, muy lejos del castillo. Pero cuando sale volando por la ventana de su torreón, un halcón que parece llevar mucho tiempo al acecho se abalanza sobre él.

En general me han gustado las historias, aunque todas me han parecido muy predecibles. Antes de llegar a la mitad de cada una ya sabía cómo iba a terminar. Da demasiadas pistas y empieza a darlas demasiado pronto. También es cierto que es lectura juvenil (a partir de doce años, según la contraportada) y para esa edad el lenguaje que emplea puede resultar incluso un poco rebuscado. Lo de utilizar cuatro ambientaciones históricas diferentes y ninguna de ellas contemporánea me ha parecido interesante para el público objetivo. La tercera, por ejemplo, tiene lugar durante la Guerra de las Dos Rosas, y aprovecha para dejar caer algunos nombres que quizá les resulten familiares más adelante al joven lector (en realidad no sé si todavia se estudia eso en los colegios).

No diría que son exactamente de terror, a pesar que todas tocan la temática sobrenatural y también todas tienen un final funesto. Y sin duda, es mejor lectura juvenil que la mayoría de lo que se vende ahora. 

La sombra del gato y otros relatos de terror. 1991. Concha López Narváez (texto) Araceli Sanz (portada e ilustraciones). Editorial Santillana / Alfaguara Juvenil. Reedición del 2006.  

2 comentarios:

  1. ¡Mira si es mágico el libro que el gato ha cobrado vida! ¡Cuidado que no duplique su tamaño! ¿Has buscado al resto de gatetes?

    Me han parecido historias muy interesantes e inquietantes, ¡incluso para niños¡ Seré yo que soy muy miedosa...

    No creas, que hoy en día, quitando los libros de Youtubers, hay libros infantil-juvenil que se ven interesantes. No los he leído, pero las portadas y sinopsis llaman la atención.

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    1. Los estoy buscando. He añadido la etiqueta "¿Y ese gato?" a los rumores de La Cantina para tenerlos localizados, que se han esparcido por toda la base y no me fio de ellos.

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